29 de Enero de 2011 Tucumán fue un foco de la represión en los años ’70, y los lugares en donde se torturaba e interrogaba ilegalmente a los detenidos fueron retratados por Martín Kraut.
Galería de imágenes.
ARSENALES DE AZCUÉNAGA. Ubicado sobre la Ruta Nacional N° 9, Tucumán. Se accede por una calle de tierra paralela a la ruta, por la cual se transita unos 800 metros para llegar a las instalaciones.
ESCUELITA DE FAMAILLA. Ubicada en la zona sur de la Provincia de Tucumán, a 36 km de la capital, sobre la salida oeste de la ciudad de Famaillá, camino al Ingenio Fronterita.
JEFATURA DE POLICÍA. Ubicada entre las calles Salta y Avenida Sarmiento. La entrada para acceder al sector donde se encontraban los detenidos-desaparecidos estaba sobre la calle Santa Fe.
Las fotos de la galería de imágenes, ilustran de alguna manera en la imaginación de los lectores como lucían esos lugares siniestros.
A continuación, una breve descripción de esos C.C.D.:
Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga:
La construcción principal del campo tenía unos 55 metros de lado, aproximadamente. Estaba rodeada de una alambrada de púas de 2,50 m de altura y paralela a ésta, a unos 5 m de distancia, otra alambrada del mismo material y altura. Entre ambas había guardias con perros. En uno de los ángulos del cuadrado había una torre de control, de madera, para la vigilancia de todo el centro. En cada uno de los ángulos del predio había una casa prefabricada de madera, de un solo ambiente, con una superficie de 16 metros cuadrados.
Eran utilizadas como salas de tortura; en su interior había un elástico de cama para atar a los prisioneros, una mesa y dos o tres sillas.
En el centro del cuadrado, dos viejos polvorines separados entre sí, por unos diez metros de distancia. Eran dos contrucciones de mampostería, cuyas superficies interiores, paredes, techos, pisos, estaban recubiertas con brea. Cada uno medía aproximadamente 20 m de largo, por 5 m de ancho y 3 m de alto. En estos polvorines había compartimientos estrechos de 1,20m de alto por 1,50 m de profundidad y 1 m de ancho. En el polvorín más al norte, los tabiques eran de madera, en el otro, donde se alojaban los detenidos, de mampostería. En el polvorín ubicado hacia el sur, había dos baños, una cocina y otra habitación.
"Una vez vi cómo un detenido desnudo era enterrado vivo, dejándole solamente la cabeza afuera del pozo, apisonando la tierra después de mojarla para compactarla; esto duraba 48 horas. Ocasionaba calambres muy dolorosos y afecciones a la piel. En dos oportunidades presencié fusilamientos en este campo, el que efectuaba el primer disparo era el General Antonio Bussi. Después hacía participar en el mismo a todos los oficiales de mayor jerarquía. El lugar de las ejecuciones estaba ubicado a unos 300 ó 400 metros de la Compañía de Arsenales, monte adentro. Se tendía un cordón de seguridad a los 20 metros y otro a unos 100 metros del lugar. Los disparos se hacían con pistolas calibres 9 mm ó 11,25 mm, siempre entre las 23 y 23.30 horas. Cada quince días se asesinaban entre 15 ó 20 personas» (Del testimonio de Omar Eduardo Torres - Legajo N° 6667)".
La Escuelita de Famaillá:
Fue una escuela rural desocupada, estaba cercada por alambre tejido; entrando en ella a la izquierda había un aula y dos oficinas administrativas. Un poco más adelante, a la derecha, estaban los baños, y a la izquierda ocho aulas. Frente a la última se encontraba una habitación que se utilizaba como sala de torturas.
La «Escuelita» de Famaillá fue el primero de estos lugares de tormento y exterminio, cuyo funcionamiento pudo constatar la CONADEP. Se trataba de una pequeña escuela de campaña, que en 1975 se encontraba en construcción. Tenía capacidad para treinta o cuarenta prisioneros. Uno de los testimonios recogidos (Legajo N° 4636), consigna que:
"La picana eléctrica consistía en un teléfono de campaña a pilas, que al dar vuelta a su manija generaba corriente eléctrica. Según la velocidad con que era girada, aumentaba o disminuía el voltaje producido por la fuente".
La precariedad de sus instalaciones demuestra - por contraste con la dimensión que luego llegaron a tener estos centros de detención - que en 1975 había comenzado a desarrollarse en forma embrionaria la modalidad clandestina de la metodología represiva.
Los detenidos que pasaron por estos sitios lo hicieron en su mayoría por cortos periodos, para luego ser trasladados. En muchos casos, el traslado culminaba con el asesinato de los prisioneros.
"Los presos eran traídos a la "Escuelita" en coches particulares ya sea dentro del baúl, en el asiento trasero o recostados sobre el piso. De la misma forma eran sacados, y por lo poco que se sabía, cuando ello ocurría, la mayoría iban a ser ejecutados. Si algún detenido moría, se esperaba la llegada de la noche y luego de envolverlo en una manta del Ejército se lo introducía en uno de los coches particulares que partía con rumbo desconocido" (Del testimonio del gendarme Antonio Cruz - Legajo N° 4636).
"A los condenados a muerte se les ponía una cinta roja en el cuello. Todas las noches un camión recogía a los sentenciados para trasladarlos al campo de exterminio" (Del testimonio de Fermín Nuñez - Legajo N° 3185).
Jefatura Central de Policía:
En pleno centro de la ciudad de San Miguel, la Jefatura Central de Policía, que ya funcionaba como lugar de torturas, se transformó - mediante refacciones internas - en Centro Clandestino de Detención. En esa época era Jefe de Policía de Tucumán el Teniente Coronel Mario Albino Zimermann (Legajos N° 1252 y 440). Lo secundaban el Comisario Inspector Roberto Heriberto Albornoz (Legajos N° 5570 - 3753 - 5840 - 5846 - 3482 2493 - 5597) y los comisarios José Bulacio (Legajos N° 5837 - 5570 y 4892) y David Ferro (Legajos N° 5837 - 5570 - 6301 - 440 y 5425).
El Ejército se reservaba el control de este lugar a través de un supervisor militar. El responsable del área de seguridad 321, Teniente Coronel Antonio Arrechea, perteneciente a la V Brigada, visitaba el centro y asistía a las sesiones de tortura (Legajos N° 440 - 1744 - 1446 - 5763 - 2493).
La parte destinada a centro de detención clandestino constaba de dos zonas separadas entre sí por una playa de estacionamiento: una era la de interrogatorios y la otra la de los calabozos. El área de interrogatorios estaba vecina a lo que actualmente es el Museo Policial, y que anteriormente fue la sede de la Brigada de Investigaciones. Constaba de una salón grande, el que se utilizaba para concentrar a los detenidos que podrían ser liberados.
Fuente: CONADEP. Fotos: Martín Kraut
Fuente:ElDiario24com
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