“Espero que de acá salga algo de verdad”
La mujer, que busca a su nieta Clara Anahí, desaparecida durante la última dictadura, desestimó una versión de Etchecolatz acerca de que la niña estaría muerta. “Lo tengo que acusar a él de haberme torturado durante 35 años”, dijo.
Por Alejandra Dandan
María Isabel “Chicha” Chorobick de Mariani fue la primera testigo en el juicio platense.Imagen: Télam
Perdió el bastón apenas pudo sentarse. Los ojos casi ciegos con enormes lentes negros no le permitieron ver a Miguel Etchecolatz, sentado atrás, respirándole en la espalda. Ochenta y siete años, 35 para cambiar indicios en certezas sobre la vida de su nieta. “¿Qué les costaba abrir el libro y evitarnos este sufrimiento? Ejercitaron la tortura apretando siempre una tuerca más”, dijo María Isabel Chorobick de Mariani. “Como esto de que Etchecolatz dice ahora que mi nieta murió calcinada: ¿por qué no me lo dijo entonces? Yo lo tengo que acusar a él de haberme torturado durante 35 años, de intentar matarme, no me muero de puro fuerte que soy y de bronca y de necesidad de encontrar a mi nietita. Si yo la buscaba viva o muerta ¿por qué no me lo dijo? No creo que esté muerta, no creo en esa mentira.”
Chicha abrió con su declaración el debate de las audiencias que sucederán a partir de ahora cada semana en el teatro de la AMIA de La Plata. El juicio por los crímenes del “circuito Camps” tiene al represor Miguel Etchecolatz entre los acusados. Un fotógrafo de Diagonales de La Plata lo capturó el martes escribiendo una carta. Las fotos pasaron a la querella, que leyeron alguna indicación del ataque a la casa de la calle 30 y una línea en la que parece decir que Clara Anahí terminó carbonizada. Otra vez, como hace una semana, el ex comisario recurrió a la estrategia de información a cuentagotas para continuar la tortura. Chicha no durmió en toda la noche. Ayer, en medio de una trabajosa reconstrucción de su historia, con el cuerpo que la obliga a parar para alimentarse en ciertos momentos, los oídos casi sin escuchar, volvió una y otra vez a ese mensaje. “Yo la busqué muerta o viva, yo no voy a aceptar una comprobación así, cualquiera sea, mintieron a tantas madres que se fueron muriendo en el camino.” Porque los que estuvieron en los techos el día del operativo, dijo, están diciendo ahora que la nena está calcinada. “Se habla de la tortura de los campos de concentración. ¿Y la tortura psicológica? ¿Y levantarse cada día buscando un nombre con minuciosidad? ¿Se guardó esto? Y si fuera cierto, qué merece por la tortura que me hizo durante 35 años, día por día, noche por noche, porque lo que no lo creo, no creo que sea cierto, porque hay más gente que sí vio que la sacó a la nena.”
La declaración
El ex comisario permaneció a sus espaldas, sentado entre los presos como en una retaguardia política. Se quejó porque no escuchaba bien. La sala silbó. Chicha le sugirió que se le pusiera más cerca. Etchecolatz puso a su lado a su ex chofer Hugo Guayama, que alguna vez escribió una carta sobre el operativo. Una suerte de arrepentido que reveló nombres de quienes participaron del ataque, pero cuando tuvo que ratificarlo ante la Justicia falló. Al lado estuvieron Norberto Cozzani y Carlos “El Oso” García, también parte de la patota que se robó a la niña.
“Yo esperé 35 años este momento –arrancó la mujer–, creo que si hubiera sabido que después de 35 años, a los 87, iba a estar declarando todavía por mi nieta, me hubiera muerto, no lo hubiese soportado. Ha sido muy cruel todos estos años no saber, que me llenaran de mentiras. De manera que espero que de acá salga algo de verdad porque ya están circulando más mentiras, así que espero la labor del juzgado.”
Chicha describió el escenario del ataque a la casa de la calle 30, número 1134, el 24 de noviembre de 1976 a las 11.15 del día. “Nosotros éramos una familia alejada de la política, mi marido era director de orquesta, yo profesora del Liceo; los papás de Diana (Teruggi) eran dos científicos que trabajaban en el museo. Mi hijo era licenciado en economía con ansias de mejorar las cosas, Diana estudiaba humanidades y había cursado el último año: ésa era la familia que tanto ha sufrido y que tantos embates tuvo en la vida.”
Diana y Daniel vivieron en esa casa, nació Clara Anahí, montaron una empresa para criar conejos y ahí funcionó la imprenta de Evita Montonera. “Yo sabía de la militancia pero no sabía lo de la imprenta: el crimen que cometían porque expresaban sus ideas.” Un mes antes del ataque, la imprenta divulgó la existencia de torturas en la ESMA, el centro clandestino y que se tiraban prisioneros al río. “Se ve que eso los llevó a tan cruento ataque que hasta hoy nadie se olvida en el barrio y ni creo que en la ciudad de La Plata.”
En cada declaración desde entonces, Chicha cuenta que lo primero que pensó es que todos estaban muertos: su nuera, cuatro compañeros y su nieta. “Y yo sólo quería morirme”, dijo ayer. Luego encontró dato a dato con una vecina, con curas que luego la corrían a los gritos. Con un comisario. Versiones que cuando llegaban del lado de la policía confirmaban la muerte contra versiones de vecinos que aseguraron que los policías sacaron a su nieta con vida. Veinte años después, un vecino le dio el audio del operativo. Lo grabó con un micrófono desde una ventana. Ayer la sala lo escuchó: “Sólo una parte porque nunca lo saco entero porque es tan íntimo, tan espantoso y me duele tanto”. Y dijo: “En un momento pían los pájaros en los árboles escapando de los tiros, y yo tengo una relación especial con los pájaros: me hace mucho mal pensar que ahí estaban mi Diana y Clara Anahí”.
Tuvo muchas pistas a lo largo del tiempo de que la nena vivía, dijo. “Esto lo he sufrido treinta años: van y vienen las informaciones. Hay de todo, también allanaron mi casa. Me interrogaron. No he hecho nada más que trabajar por la justicia todo el tiempo, yo aporto y se investiga, pero la investigación a fondo para saber qué pasó con mi nieta no se ha hecho nunca. No sé cómo estoy viva, la verdad, porque hay demasiados dolores: el 1º de agosto del ’77 mataron a mi hijo, lo capturaron también.”
Dos minutos, pidió Chicha. “Yo no lloro ya, pero parece que hoy sí.”
El hombre que todavía puede decir algo
En las indagatorias de la semana pasada no hablaron todos los acusados, pero lo hicieron los cuadros más importantes. Hablaron Etchecolatz y Jaime Smart, el ex ministro de Gobierno, civil a cargo de la policía. Y en la línea de mando siguieron el Oso García y Cozzani. Ambos dijeron más de lo que las querellas esperaban. Descargaron responsabilidades en otros de sus compañeros en casos como el operativo de la calle 30, el secuestro de Jacobo Timerman y los Graiver. Las querellas creyeron advertir en esas palabras el comienzo de una posible resquebrajadura interna. Una grieta. Un espacio al que ayer Chicha pareció apuntar.
“Un día recibí una carta de Guayama”, dijo. “Ya estaba preso, me decía que con el sufrimiento de tanto tiempo había recordado cosas. Dio nombres. Habló de Fiorillo. El Oso García. Yo me alegré porque al fin sabíamos algo. Después lo desmintió. Mientras tanto, la concubina fue a la Comisión por la Memoria porque Guayama se estaba muriendo y creo que lo estaban matando como a tantos dentro de Marcos Paz. Yo me pregunto si se ha hecho la autopsia de los que se murieron ahí.” Chicha pidió en ese momento que sacaran a Guayama de ahí. “Un día supe que estaba flaquísimo y muy mal y lo mandaron a Olmos al pabellón de evangélicos: ahí está muy bien, también es cierto que dice una cosa y la desmiente. Yo le pediría a Guayama que de una vez por todas en su vida diga la verdad, que deje de sentirse influenciado o amenazado. No lo mataron, tiene un hijo, que diga la verdad, que deje de tenerle miedo a Cozzani o a Etchecolatz. Yo sigo confiando porque creo que es un pobre hombre y no es malo. Es una intuición, pero por eso me atrevo a decir eso al jurado.”
Fuente:Pagina12
El testigo
El ex director del diario La Prensa Máximo Gainza Castro fue testigo presencial del ataque a la vivienda de la calle 30. “Cuando se produjo el operativo represivo a la casa que ocupaban mi nuera, Diana, y mi hijo, Daniel Mariani, en la calle 30 estuvo presente el entonces director del diario La Prensa, Máximo Gainza Castro”. Tiempo después, dijo, “Camps ratificó que en el ataque estuvo Gainza Castro” y agregó que el ex jefe de la Policía Bonaerense “no pudo explicar qué hacía allí el periodista”. Y agregó:
“A lo mejor habrá sido por lo de Papel Prensa”.
Fuente:Pagina12
La vida de los otros
Chicha Mariani describió a cada uno de los hombres del operativo a la casa de la calle 30. Entre ellos situó a Jaime Smart, el ex ministro de gobierno que hasta ahora dijo que sólo supo del ataque hace poco y en su momento leyó la noticia en los diarios. El dato lo dio Guayama. En una carta dijo que no estuvo el día del operativo pero sí dos días más tarde con la señora de Smart, de Saint Jean o Etchecolatz, dijo Chicha: “Fueron de excursión como se acostumbraba hacer en esa época todavía con la sangre fresca en la casa: eso lo dijo Guayama al juez en una carta que está en el expediente. Entonces el señor Smart, ¿cómo que no sabía nada si su propia mujer fue en el auto con Guayama, que era el chofer de Etchecolatz?”, replicó. También habló de Cozzani. “Cozzani va dando cuenta de los hombres que se mueren, la mayoría en Marcos Paz, demuestra que sabe mucho, pero si es cierto lo que dice, la conciencia lo obligaría a hablar”. Y mencionó al Oso García, a quien señala como el responsable del robo de su nieta: “Tiene una herida en la pierna, es un pastor y pide auxilio a los pastores evangélicos para que lo saquen de este aprieto y sin embargo, si lo dejan hablar, se sabría que él sería el que sacó a la nena a la ambulancia desde el auto de Fiorillo”.
Fuente:Pagina12
María isabel “chicha” mariani declaró en el juicio por los delitos cometidos en el circuito camps
“¿Por qué sigue esta tortura que han decidido mantener sobre nosotros?”
Publicado el 13 de Octubre de 2011
Por Milva Benítez
Detalló la terrible balacera que descargó un grupo de tareas sobre la casa en la que se encontraba su nuera, Diana Teruggi, y su nieta Clara Anahí, en 1976. Le quitó veracidad a los dichos de un represor sobre el destino de la niña.
Quiénes éramos nosotros?” Así comenzó María Isabel “Chicha” de Mariani el testimonio en el que contó que a su hijo Daniel, licenciado en Ciencias Económicas, lo mataron el 1 de agosto de 1977, nueve meses después de que asesinaran a su pareja, Diana Teruggi y se llevaran a su hija, Clara Anahí.
“Mi hijo trabajaba en el Consejo Federal de Inversiones y había pedido licencia para criar conejos y tenían una imprenta escondida, porque no se podía hablar de lo que uno pensaba. En octubre habían publicado el último número de Evita Montonera, en el que avisaban que se estaban produciendo torturas en la ESMA y que tiraban personas al río”, dijo Chicha.
Durante cuatro horas, Chicha Mariani relató cómo desde hace 35 años busca a su nieta, Clara Anahí, robada a su familia cuando tenía apenas tres meses de edad. La niña desapareció luego de que fuerzas conjuntas de la Policía Bonaerense, del Ejército y la Armada, propinaran una feroz balacera sobre la casa de calle 30 nº 1134, en la ciudad de La Plata, y asesinaran a su madre, Diana, y a otros militantes de la agrupación Montoneros que se encontraban en la vivienda.
En su declaración Mariani señaló que en esa oportunidad Máximo Gainza Castro, director del diario La Prensa, fue testigo presencial del ataque a la vivienda, según lo habría declarado el propio Ramón Camps, entonces jefe de la Policía Bonaerense (ver aparte).
Ante el tribunal que juzga a 26 represores que actuaron en centros clandestinos de detención que funcionaron bajo jurisdicción de la Policía Bonaerense, conocido como Circuito Camps, Mariani explicó que “han sido muy crueles estos años de no saber, de mentiras y engaños”.
Entre otras, mencionó una entrevista con el ex secretario del Vicariato Castrense durante la dictadura, Monseñor Emilio Teodoro Graselli, quien le habría asegurado que podían recuperar a la niña si, cuando se la devolvieran, la sacaban del país. “Cuando fuimos, una semana después, estaba hecho una furia, y nos dice que de ninguna manera íbamos a conseguir lo que andábamos buscando, que la gente que la tenía estaba tan alto que no se la puede tocar”, explicó la testigo.
“Yo no tengo los cadáveres de ellos, me ocultaron donde estaban enterrados”, dijo la mujer que ya llevaba varias horas frente al Tribunal. “¡Fuerza, Chicha!”–gritó alguien desde el público–. La impotencia hecha bronca volvió a surgir en otros momentos de su testimonio: “¿Por qué no nos dijeron? ¿Por qué sigue esa tortura que han decidido tener sobre nosotros y que se mantiene ahora?”
En la sala de audiencias, un gran número de asistentes acompañaba el esfuerzo de esta mujer de 87 años que espera que de este juicio “salga la verdad para encontrar a su nieta”. Puntualmente, se dirigió a los imputados Norberto Cozzani y a Hugo Alberto Guallama, entonces chofer de Miguel Osvaldo Etchecolatz, quienes deberán responder por estos hechos. En cuanto a lo que pueda llegar a manifestar Etchecolatz, condenado en 2006 por el asesinato de su nuera, Mariani fue taxativa: “No lo va a hacer. Es irremediable.”
Un momento antes, había hecho referencia a su entrevista con el comisario Osvaldo Sertorio, quien falleció antes de llegar a este juicio en el que debía responder por el funcionamiento de la Comisaría 5a de La Plata como centro clandestino de detención. “Me recibió y me dijo que yo a él no le importaba nada, ni lo que buscaba, ni lo que sentía. Aclaró que me recibía porque una persona a la que le debía todo me había dado su nombre. (…) Después, me dijo que la nena estaba viva, que la buscara pero no por el nombre, porque seguramente ya se lo habían cambiado. (…) Búsquela por la ropita, me dijo”, sintetizó Chicha.
“La crueldad de esta gente llega a todos los extremos. Yo creo que era cierto esto, que ellos sabían muy bien quiénes se habían llevado a mi nieta”, dijo Mariani. Luego agregó: “Ya no le creo a nadie, quiero pruebas. (…) Y si este hombre –se refería a Miguel Osvaldo Etchecolatz–, y lo llamo hombre con minúscula, si está diciendo que la nena murió calcinada… ¿Cómo lo demuestra? ¿Qué merece teniendo en cuenta la tortura que me hizo soportar durante 35 años, día por día, noche tras noche? ¿Qué es lo que quiere con esta barbaridad que sale a decir ahora?”, expresó Chicha y fue enfática al aclarar: “No voy a admitir una verdad que no me la comprueben.”
Fuente:TiempoArgentino
Una presencia inexplicable
Publicado el 13 de Octubre de 2011
Sobre el final del testimonio de cuatro horas ante el TOF 1 de La Plata, María Isabel “Chicha” Mariani denunció que el ex director del diario La Prensa, Máximo Gainza Castro, fue testigo presencial del brutal ataque a la vivienda durante el que fue asesinada su nuera Diana Teruggi y secuestrada su nieta Clara Anahí Mariani, quien sigue desaparecida.
“El 24 de noviembre de 1976, cuando se produjo el operativo represivo de fuerzas policiales y militares a la casa que ocupaba mi nuera, Diana, y mi hijo, Daniel Mariani, en la calle 30 entre 55 y 566, estuvo presente el entonces director del diario La Prensa, Máximo Gainza Castro”, dijo ayer Mariani ante el tribunal y se preguntó si el periodista “estaría vinculado ya con el tema de Papel Prensa”.
Chicha recordó que ese dato surgió de la declaración de Ramón Camps ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. “El represor ratificó que en el ataque a la casa estuvo Gainza Castro, pero no pudo explicar qué hacía allí el periodista”, agregó Chicha.
La dirigente ya había revelado la presencia de Gainza en declaraciones periodísticas, sin embargo es la primera vez que lo ratifica ante la justicia. Incluso había pedido que fuera llamado a declarar por la desaparición de su nieta, ya que el periodista fue también amigo personal de Camps.
Fuente:TiempoArgentino
El operativo más brutal de la Bonaerense
Publicado el 13 de Octubre de 2011
Por Laureano Barrera
Era un barrio como muchos en La Plata, de casas bajas y gente de trabajo. Con los años, un puñado de vecinos que lo habitaban se animaron a contar que la tarde del 24 de noviembre de 1976, en la manzana de calle 30, entre 55 y 56, se precipitó una versión bonaerense del infierno. “Parecía Kosovo”, precisó un policía dos décadas más tarde, en el Juicio por la Verdad.
Diana Teruggi, nuera de Chicha Mariani y madre de Clara Anahí, la bebé de tres meses robada aquella tarde, había ido esa mañana a hacer un pedido a la despensa. El almacenero contó que pasada la una de la tarde, las fuerzas de seguridad vallaron la casa. Alrededor de 200 efectivos policiales, del Ejército y la Armada rodearon la vivienda antes de soltar las primeras ráfagas.
Diana, Roberto César Porfidio, Daniel Mendiburu Elicabe y Juan Carlos Peiris defendieron durante cinco horas de fuego despiadado la imprenta más importante de la Regional 1 de Montoneros, oculta tras una sofisticada doble pared y disimulada bajo una pequeña fábrica de escabeche, donde se editaba la revista Evita Montonera.
Una pericia de Gendarmería determinó que el boquete de la fachada de “la Casa de la Resistencia” sólo pudo abrirlo un proyectil de energía sinética, un Obus de 76,2 mm disparado desde un tanque Scherman o un proyectil con carga hueca lanzado con un lanzacohetes. Aún hoy, pueden verse el centenar de huecos de bala en todos los sentidos, incluso desde el techo. Desde allí condujeron la masacre, entre otros jefes militares y policiales, Ramón Camps y Miguel Etchecolatz.
“Tirale Negro, que no se escape”, le dijo Etchecolatz a su chofer Hugo Guallama, según la propia confesión del conductor a su ex pareja Susana Suárez.
Diana corría por el patio con su hija en brazos. El cabo acató la orden y le propinó dos tiros mortales, uno en la espalda. La estudiante de Letras cayó sin vida junto a un limonero, salvando la de su hija.
Chicha oyó el siseo de Kosovo desde su casa, a 15 cuadras, donde tejía una mantita para su nieta sin imaginar que ella –a quien varios testigos vieron salir envuelta en una capelina blanca, en los brazos de quien sería reconocido como Carlos “El Oso” García– y su nuera se contaban entre las víctimas.
Ayer, Chicha graficó cuánto daño hace el pacto de silencio. “No he muerto de lo dura que soy, de la bronca y de la necesidad de encontrar a Clara Anahí.” En el corralito, a sus anchas espaldas, sus secuestradores y verdugos permanecieron como los últimos 35 años: mudos.
Fuente:TiempoArgentino
Crímenes de lesa humanidad / Circuito camps, el juicio
“Ha sido muy cruel, espero que de acá salga la verdad”
Conmovedor testimonio de Chicha Mariani, la abuela de Clara Anahí, la niña apropiada
13.10.2011
María Isabel Chorobik de Mariani, “Chicha”, entra a la sala de audiencias. Se fue ovacionada
“Ha sido muy cruel todos estos años no saber y me han llenado de mentiras. Así que espero que de acá, de este juzgado, salga la verdad”. Con su templanza y valentía intactas, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani declaró ayer ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 que juzga a 26 represores en La Plata por los delitos de lesa humanidad, cometidos en seis centros clandestinos de detención del Circuito Camps, que funcionaron bajo el mando de la Policía Bonaerense durante la dictadura. La abuela habló durante más de tres horas sobre el ataque a la casa de calle 30 donde fue asesinada su nuera junto a cuatro de sus compañeros de militancia, relató el origen de las Abuelas de Plaza de Mayo y recordó los 35 años de búsqueda de su nieta de tres meses, Clara Anahí, quien fue robada en ese ataque. La mujer mencionó las distintas versiones que tuvo sobre el destino de su nieta y contó que un policía quiso vendérsela. Durante su declaración apuntó al acusado Miguel Etchecolatz, quien escuchó todo el relato sentado en la primera fila junto a su ladero Norberto Cozzani, su ex chofer Hugo Guallama y el ex policía señalado como quien sacó a la beba de la casa, Carlos “El Oso” García.
Al finalizar la audiencia, el Tribunal rechazó el pedido de la querella y la fiscalía que objetaba la autodefensa del abogado Jaime Smart, imputado en el juicio, y leyó un escrito del acusado Cozzani, en la que aseguró que Clara Anahí murió calcinada, en sintonía con la carta que prepara Etchecolatz y que ayer adelantó Diagonales (ver página 15).
Chicha Mariani fue recibida con aplausos del público alrededor de las 11 en la sala de audiencias del TOF 1 instalada en el ex teatro de la Amia (4, 51 y 53). Durante su exposición, la abuela de 87 años estuvo acompaña por el médico del Codesedh Norberto Liwski, quien veló por su salud.
“Yo esperé 35 años este momento. Creo que si hubiera sabido que con 87 años iba a estar declarando por mi nieta, creo que me moría”, dijo Mariani, quien comenzó su declaración recordando el ataque a la casa de calle 30 Nº1134, donde a las 11 de la mañana del 24 de noviembre de 1976 se inició un ataque de fuerzas conjuntas que duró más de cinco horas, y en el que fue asesinada su nuera Diana Teruggi, sus compañeros de militancia Juan Carlos Peiris, Daniel Mendiburu Eliçabe, Roberto Porfirio y Alberto Oscar Bossio, y fue robada la beba.
“Era mediodía y yo estaba en mi casa esperando a Clara Anahí, que me la llevaba mi nuera. Vivía a 20 cuadras y escuché el sonido y me preocupé que les pasara algo por el camino”, recordó Mariani.
La mujer contó que no sabía que en la casa funcionaba una imprenta en la que imprimían la revista Evita Montonera, con la que el mes anterior habían denunciado la existencia de campos de concentración en la Esma y otros sitios y de los vuelos de la muerte. “Eso los llevó a cometer ese ataque que todavía nadie se olvida hoy en el barrio ni en La Plata”, refleccionó la mujer.
Chicha contó que el ex director del diario La Prensa, Máximo Gainza Castro, presenció el ataque a la casa de su hijo y su nuera. “Camps en su declaración en el tomo 1 página 14 en la justicia militar, ante el concejo supremo, sin que nadie le pregunte, dijo que fue testigo circunstancialmente. ¿Estaría vinculado con Papel Prensa? No lo sé”, relató.
Para demostrar lo letal del ataque, Chicha entregó al tribunal una pista de audio grabada por un vecino durante el ataque, que pidió que sea reproducida en la audiencia. Durante unos cuantos segundos, los sonidos de los disparos, las ráfagas de ametralladoras y explosiones trasladaron la sala de audiencia 35 años atrás en el tiempo.
CLARA ANAHÍ. El centro de la declaración de Chicha Mariani gravitó en los 35 años que lleva buscando a su nieta. La mujer contó cuando conoció a la primera mujer que sufría lo mismo que ella: Alicia De La Cuadra. Y recordó cómo fundaron las Abuelas de Plaza de Mayo.
En ese camino recordó que el comisario de la comisaría Quinta, Osvaldo Sertorio, fue el primero que le confirmó que la beba estaba viva. Contó cómo a través de unos amigos en común un policía, que identificó con el nombre de Daniel del Arco, que trabajaba a las órdenes de Etchecolatz, quiso venderle a Clara Anahí.
También recordó cómo fue rechazada por la curia (“tres veces me echaron de la Catedral”, aseguró) y apuntó sus lanzas contra los acusados. “La crueldad de esta gente llega a todos los extremos. Yo creo que ellos sabían perfectamente quién se llevó a nuestros nietos”, dijo. Y agregó: “Esto lo he sufrido 30 años. Van y vienen las informaciones”.
“Yo ya no le creo a nadie; quiero pruebas. La tortura a que han sometido a todos los familiares sólo nosotros lo sabemos”, dijo, y apuntó a Etchecolatz: “Si este hombre, que llamo hombre con minúscula, se guardó esto, ¿qué tortura se guardó?”.
“¿Que quiere Etchecolatz con esta barbaridad que sale a decir ahora?”, se preguntó en referencia a la carta trascendida del ex comisario.
Chicha dejó la sala de audiencia tras ser aplaudida durante un minuto entero por más de un centenar de personas que acudieron para escuchar su testimonio.
El lunes próximo, a las 12, continúan las audiencias con los testimonios de Nilda Eloy, Carlos Zaidman, Estela De La Cuadra y Cristina Gioglio. Además, ampliará su indagatoria Cozzani.
La estrategia de la muerte
“La respuesta (...) fue el lanzamiento de un proyectil de muy elevado poder calórico produciendo el silencio definitivo. Los terroristas calcinados. Entre ellos, en brazos de su madre, la inocente Anahí”. Con esas palabras Miguel Etchecolatz redactó su versión en una “Carta Abierta” a Chicha Mariani que Diagonales adelantó ayer. La nota es parte de la estrategia de los acusados: imponer esa versión para mantener oculto el destino de Clara Anahí, que ayer tuvo una réplica del imputado Norberto Cozzani quien entregó una carta al tribunal en el que da como propia la misma versión del ex comisario.
En la carta, Cozzani dice que no entiende el silencio de sus camaradas, y asegura que por decisión de los “jefes militares”,en el operativo en la casa de calle 30 lanzaron dos cohetes que carbonizaron todo. También aseguró que el otro acusado, Eros Tarela, le confió en la prisión de Marcos Paz que en la lista de muertos de los bomberos había un cuerpo del bebé, pero que el asesor de Camps, coronel Enrique Rospide, le habría dicho: “El ejército no mata bebés”.
La carta de Cozzani está fechada en la semana pasada y coincide con la que escribía el lunes Etchecolatz. Ambas apuntan –sin más pruebas que sus dichos– a frenar la búsqueda de Clara Anahí a quien testigos vieron sacar de la casa tras el ataque.
La estrategia quedó al desnudo. Por eso ayer un intrigado Etchecolatz escribió una nota que aclaraba: “Al momento, nunca hable de que moría calcinada”, y la acercó a su defensor para que le pregunte a Chicha Mariani por qué decía que esa era su versión sobre Clara Anahí.
La abuela respondió cortante, sabiendo que había desarticulado el engaño: “Está en el diario Diagonales de hoy ¿O no lo han visto? Y hay una fotografía, también”.
Fuente:Diagonales
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