3 de diciembre de 2011

A 25 años de la muerte de Alipio Paoletti, habla su gran amigo Guillermo Alfieri.

Guillermo Alfieri
“Tito era absolutamente íntegro y confiable, un modelo de periodista”
Publicado el 3 de Diciembre de 2011
Por Daniel Enzetti 
A 25 años de la muerte de Alipio Paoletti, habla su gran amigo Guillermo Alfieri. Apodado “El gordo”, o “Tito”, Paoletti escribió en La Voz y en la revista Crisis. Y a fines de los ’50, en La Rioja, relanzó en cooperativa el diario El Independiente, junto a su hermano Mario, Alfieri y Plutarco Schaller. Recuerdos de la resistencia.

Lo conocí en el segundo año de la secundaria –arranca Guillermo Alfieri, su compañero de toda la vida y autor de El libro de Alipio Tito Paoletti–, en la Escuela de Comercio de Ramos Mejía. Yo era de ahí, él vivía en Liniers, y a partir del estudio nos hicimos amigos. Tanto que viajamos a Chile, con la idea de hacer un recorrido por todo el continente, pero después el viaje se frustró. Militábamos, salíamos, hasta que en 1958 empezó a visitar La Rioja, donde tenía parientes lejanos. Se fue quedando de a poco, y decidió radicarse definitivamente cuando tuvo la posibilidad de refundar El Independiente. La publicación había sido creada en 1902 por Pelagio Luna, el vicepresidente de Hipólito Yrigoyen, pero cada tanto se cortaba, su salida no era periódica, y distintos sectores la reavivaban para alguna campaña política. En el ’59, cuando la volvimos a sacar a la calle, La Rioja no tenía diario, existía una sola linotipo, y por eso tuvimos que sumar al imprentero. Me las rebuscaba en una compañía de seguros y Tito me dijo que viajara. Ahí me picó el bicho del periodismo. En un principio éramos una sociedad sin fines de lucro, cuatro o cinco dueños entre los cuales no había papeles, sólo el trabajo y la confianza. Estaban Alipio, su hermano Mario Argentino, y el abogado Ricardo Mercado Luna.”

–Antes mencionaste la militancia. Todavía permanecía fresco el golpe de 1955, y gobernaba el radicalismo, ¿De dónde venían ustedes?
–Yo militaba en el Movimiento de Liberación Nacional, MALENA, con los hermanos Viñas, León Rozitchner y Ramón Alcalde. Toda gente de los tiempos de la revista Contorno, lo que llamábamos la nueva izquierda. Se intentaba revisar el papel de los jóvenes fubistas, y de ir a fondo con respecto al verdadero significado que tenía el peronismo. En lo personal, había participado durante un tiempo en el periódico de la Liga por los Derechos del Hombre. En realidad, la intención del diario era posicionarse bajo la experiencia frondicista. En esa época, incluso, estando en Buenos Aires, yo recuerdo un par de salidas donde pintamos paredes para la UCRI de Arturo Frondizi. Pero también hay que aclarar algo: Tito fue uno de los primeros que advirtió que Frondizi planeaba una traición con el asunto de los contratos petroleros, algo que finalmente se cumplió. Muchos de la Juventud Radical de la provincia, que ocupaban cargos en el gobierno, renunciaron frente a eso. Y dentro de aquel marco, la línea de El Independiente nunca se apartó de lo nacional y popular, en un lugar bastante particular.

–¿Por qué?
–Porque la provincia era de las llamadas “empobrecidas”, no por un designio fatal, sino por un proceso histórico que tratábamos de cambiar con experiencias como la nuestra. Tené en cuenta que en un momento La Rioja llegó a ser el séptimo Estado local en el país. Cuando llegamos, era una sociedad feudal, parecía que la Revolución Industrial no había llegado nunca por esas tierras. El primer número del relanzamiento se publicó el 12 de octubre de 1959, cuatro páginas tabloide, y la cooperativa la fundamos tiempo después, el 13 de abril de 1971. Llegó a tener más de setenta trabajadores.

–Hay un hecho trascendente, que es la llegada de Enrique Angelelli como obispo en 1968. ¿Cómo lo vivieron?
–La presencia de Angelelli fue dinamizadora en todo sentido, y su línea pastoral movilizó muchísimas cosas. Fue muy fuerte haberlo conocido. Al poco tiempo de su nombramiento vino a la redacción en una especie de visita protocolar, y lo primero que nos sorprendió fue ese tono de pueblo que usaba, campechano. El obispo anterior era de esos a los que se les besaba el anillo, y de repente aparece un hombre común, vestido con sotana. Aquella visita se convirtió en una conversación coloquial de tres horas, y uno quedaba absolutamente seducido por esa personalidad. La Rioja era un lugar muy chico, donde todos se conocían, y al diario podía entrar cualquiera que pasara por la puerta. Me acuerdo que en el medio de la charla se metió alguien en curda, y le dijo a Angelelli un par de cosas sin sentido. ¡No sabíamos qué hacer, era el obispo y se tenía que aguantar a un borracho en el medio de la redacción! (se ríe). Pero Enrique era así, lo tomó con una simpleza asombrosa, y le empezó a hablar al hombre como si no pasara nada. Antes de irse preguntó si podía saludar a los muchachos, y fue al taller a conversar con los gráficos. Estaba poniendo en práctica su acción de recorrer la provincia con un mensaje realmente profético. Con él todo se comenzó a mover, se formaron gremios, se fomentaron a las cooperativas, fueron gestados proyectos campesinos. La Iglesia y el diario apoyaron todo eso.

–¿De qué manera se fijaba la línea editorial frente al momento político? Porque por un lado había vuelto Perón y la JP parecía conseguir cierto protagonismo, pero por otro, La Rioja tenía una figura contradictoria como Carlos Menem.
–La línea se fijaba por asamblea, un hombre era un voto. Y esa asamblea decidió apoyar al Frejuli, frente a las otras opciones que eran: un radicalismo derechoso por un lado, y los demócratas conservadores por otro. Es verdad, Menem inspiraba desconfianza, pero sus promesas electorales, por ejemplo el apoyo a los cooperativistas del campo, nos inclinó para ese lado. Lo que pasó fue que después no cumplió con eso, y ahí confirmamos su actitud pendular. Estaba todo muy mezclado. A La Rioja cayó un lopezreguista como interventor del partido, Octavio Ríos, que bajaba un discurso absolutamente machartista. Hasta decía que Menem era un agente montonero. En ese contexto nos clausuraban por cuestiones “sanitarias”, y el gobernador seguía con su péndulo. Apareció El Sol, un diario de Tomás Álvarez Saavedra, presidente del grupo Sussex, que además tenía un hotel y concesiones en el casino. El mismo Menem me dijo que la provincia revisaría la concesión del casino. A Angelelli, El Sol lo llamaba “Satanelli”, y sobre Tito ponía en primera plana que era “el terrorista número uno”.

–Era la antesala de la Triple A...
–Claro. El número uno de los amenazados de muerte era el obispo, y Alipio ocupaba el segundo lugar. Soportábamos golpes de varios lados, porque la CGT era de José López Rega, y Menem decía que Angelelli era “su hermano Enrique”, pero al mismo tiempo, su verdadero hermano, Amado Menem, era uno de los capos de Los Cruzados de la Fe que denunciaban a Angelelli ante el Vaticano.

–¿Qué pasa cuando viene el golpe de Estado?
–El 23 de marzo de 1976 a la noche irrumpió una patota en la redacción, cuando yo estaba de cierre. Dijeron que a partir de ese momento ellos se hacían cargo de qué se iba a publicar. Me acuerdo que mi tapa del día siguiente era “Golpe de Estado. La CGT llama a paro general”, que por supuesto cambiaron por algo más lavado, del tipo “Una Junta Militar se hizo cargo del país”. Me detuvieron el 24 a la tarde, pero Tito se salvó porque casualmente estaba de viaje. Yo estuve preso cuatro años, siempre bajo el PEN y vigilado, pero Alipio pasó directamente a la clandestinidad, hasta su exilio en España, donde trabajó muchísimo para contar en el exterior lo que pasaba, frente a aquella “campaña antiargentina” que los militares inventaron en ese momento. Me instalé en Paraná, y con el retorno de la democracia Tito quiso regresar, no aguantaba más.

–¿Cómo fue el reencuentro?
–Lo fui a buscar a Brasil. En la estación ferroviaria de Porto Alegre alguien me gritó “¡Gallego!”. Cuando lo vi no pude decir nada, lo abracé y me puse a llorar como un chico. En 1984 quisimos saber por qué nos habían echado de la cooperativa, que seguía funcionando, cuando los militares la intervinieron. Pero nadie dijo nada. Estábamos acusados por “abandono de trabajo”, cuando en realidad a Tito le falsificaron la renuncia estando en el exilio, y conmigo hicieron algo parecido mientras estaba preso.
Fuente:TiempoArgentino

La doble moral de El Independiente
Publicado el 3 de Diciembre de 2011
Como ocurrió con muchos medios gráficos del país, la dictadura intervino El Independiente en el momento del golpe de Estado de 1976. Los militares tomaron el control de la cooperativa creada por Paoletti y Alfieri para administrar el diario, y falsificaron sus firmas de renuncia, mientras el primero estaba exiliado, y el segundo, preso a disposición del PEN.
La publicación siguió saliendo a la calle, “reivindicando” su historia cada vez que podía, pero en un juego de doble moral. “Por conveniencia –dice Alfieri–, se lamentaban de que durante aquellas épocas habían sido perseguidos, pero al mismo tiempo nunca nos explicaron por qué terminaron echando al grupo que posibilitó aquel relanzamiento de 1959.”
El 12 de octubre de 2009, cuando el tabloide cumplió su cincuentenario, periodistas, organismos de Derechos Humanos y distintas entidades sociales organizaron en La Rioja un “contrafestejo”. La iniciativa se completó con una presentación ante el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), que regula el funcionamiento cooperativo a nivel nacional, donde Alfieri exige información en lo que “hace a mi exclusión y la de otros asociados como miembros de la mencionada cooperativa de una manera totalmente irregular, ocurrida durante la dictadura que desangró nuestro país, no respetándose mi legal derecho de defensa…” El reclamo, expediente N°362375 y dirigido al entonces director Patricio Griffin, nunca fue respondido.
Fuente:TiempoArgentino

El compromiso y las denuncias
Publicado el 3 de Diciembre de 2011
Después del golpe de Estado a Arturo Illia, el gobierno riojano fue intervenido por un aeronáutico, Julio César Krausse, afecto a frases de Adolf Hitler y a la literatura alemana imperante en la Segunda Guerra. La actitud inmediata de El Independiente fue una columna de Paoletti donde denunciaba a ese “grupo de extrema derecha que pretende fundar aquí una suerte de Estado nazi”. Y una segunda nota, donde agregó: “Aquellos que tenemos la responsabilidad de defender en los hechos la libertad de expresión resistimos las intimidaciones. Un periodista es alguien que anda por la vida sin miedos y sin armas, que confía en el pueblo.” Autor del memorable libro Como los nazis, como en Vietnam, una de las últimas notas que Alipio escribió fue publicada en la revista Crisis, en abril de 1986, cuando ese “largo acto de fe en la palabra”, según palabras de Eduardo Galeano en la página editorial, arrancaba su segunda época.
“Algunos años antes de su trágica desa-parición –dice Tito–, Haroldo Conti había deslizado en la conversación con su amigo Carlos Vito, en Chacabuco, una frase que es a la vez una sentencia: ‘En realidad, yo nunca me fui de aquí.’ Y de ningún lado. El viajero impenitente, ese gran aventurero de la vida, sigue, pese a los silencios, hablando con nosotros.”
Fuente:TiempoArgentino

Jauretche, la ginebra y el unicornio de Silvio
Publicado el 3 de Diciembre de 2011
“Ernesto Jauretche venía a La Rioja porque decía que el clima le hacía bien –cuenta Alfieri– y al final tuvimos el gusto de que terminara siendo nuestro amigo. En la casa de los padres de Tito, que habían viajado a Europa, escribió un capítulo de sus memorias, y después se tomó la costumbre de viajar siempre en mayo. Tuve la oportunidad de entrevistarlo en 1966 en su departamento de la calle Esmeralda, lo invité a la provincia, y nació una relación que recuerdo con mucho cariño.”
Sobre Paoletti como persona, elige dos definiciones: “Absolutamente íntegro” y “confiable”. Como periodista, una sola: “Modelo”. Resalta su pasión por Independiente, Nueva Chicago y la ginebra. Y que a pesar de mostrar una panza importante, “el gordo tenía una extraña e increíble habilidad para jugar al fútbol y al básquet”.
Entre risas, rememora: “De pibes, una vez alguien lo cargó diciéndole que no podía correr. Bueno, el ‘gordito’ terminó cagándolo a trompadas. De ahí en adelante nunca más le dijo nada.”
“Ante una determinada problemática –agrega–, como la minería o la producción caprina, si no entendía, se ponía a estudiar seis meses, y terminaba escribiendo investigaciones memorables. Quiso entender a Carlos Marx y leyó El Capital en inglés, con un diccionario al lado. Ese era Tito. En otra oportunidad publicamos un suplemento dedicado a Felipe Varela, donde se hablaba del dilema entre Nación y Colonia, y de la unidad latinoamericana. Son palabras que parecen haberse elegido ayer.”
A Alipio le gustaba el tango, Mercedes Sosa, Quilapayún, Eduardo Falú, el polaco Goyeneche y Pugliese. Y Los Beatles, porque escribían letras “para la gente”. De vez en cuando intentaba por el lado de Silvio Rodríguez, pero con una mordacidad que ponía nerviosos a los pibes con morral y sandalias, los provocaba “y no entendía cómo a muchos les podía gustar una canción con una historia inverosímil, donde un tipo se pasa toda la letra buscando a un unicornio”, se ríe Alfieri.
“Tenía mucho humor –finaliza–, algo que no aguantaba era que su hija se pusiera de novia con un trotskista. Si había diez o quince comiendo en una reunión, siempre la cabecera era él, aunque estuviera sentado debajo de la mesa.”
Después de que las bandas de López Rega lo amenazaron de muerte, y que la dictadura lo obligó a escapar de la provincia que lo adoptó en la década del ’50, su idea fija era volver, pero no volver a cualquier lado. “Mi exilio termina en la casa del Barrio de Vargas”, dijo en una oportunidad, en referencia a las calles de La Rioja donde arrancó con la aventura de El Independiente.
Y cumplió.
Fuente:TiempoArgentino


Alipio Paoletti
FuenteFoto:Web

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