17 de febrero de 2012

CÓRDOBA: Conmovedor relato del primer testigo de la causa al ex Comando Radioeléctrico.

Conmovedor relato del primer testigo de la causa al ex Comando Radioeléctrico.
Ángel Guillermo Villanueva explicó el horror vivido tras enterarse como había muerto su hermana. En la audiencia de ayer se rechazó el pedido de nulidad solicitado por la defensa. Nolasco Bustos denunció que su imputación se debe una “interna de la justicia federal”. Los otros imputados se abstuvieron.
Tito Villanueva, en el APM
12-02-16 
Por Katy García 
Durante la segunda jornada del juicio al Comando Radioeléctrico por crímenes de lesa humanidad, que se desarrolla en el TOF 2, el tribunal rechazó el pedido de nulidad solicitado ayer por la defensa de los imputados.

El proceso sienta en el banquillo a ex integrantes de la policía cordobesa y pone en cuestión de forma pública y directa la participación policial en el entramado represivo que asoló la provincia durante la década del ’70.

Pasadas las 11 ingresó al recinto el querellante y testigo Ángel Guillermo Villanueva, desde niño conocido como Tito.

Durante dos horas brindó un relato conmovedor sobre la vida cotidiana de la familia desde su partida desde Río Cuarto a la capital cordobesa, la militancia de Ana María en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y su posterior ejecución en la vía pública junto a Jorge Diez y a Carlos Oliva. Aportó sus propias vivencias y datos que fue recabando desde que decidió investigar sobre los hechos.

Tras jurar decir la verdad y conocer los requisitos a cumplir, Carlos Lascano le dio la palabra a la querella. Claudio Orosz le pide que explique con sus palabras lo ocurrido el 2 de junio de 1976 y los años anteriores y posteriores al hecho.

“Era habitual que Ana me pidiera mi pieza para reuniones con chicos que yo no conocía. En 1975, me decía que vaya a dar vueltas en bici y que les avisara cualquier cosa que viera”. La evocó como una mujer “sensible” y leyó un fragmento de una carta donde le explica sus miedos y la decisión de “pelear” por sus ideales. Afirmó que le explicitó que no usaba armas sino la palabra.

Tito tenía 16 años cumplidos y no militaba. Aquél día miércoles al volver de la escuela “ingreso a mi casa, tiro la carpeta sobre la mesa y dije: ¡Mami!, sin obtener respuesta. A eso de las cinco y media, una vecina se acerca a su casa y llevándose un dedo a la boca le indica que haga silencio.

“Mamá estaba acostada y tapada. Otra vecina me dice: Anita ha tenido un accidente y esta internada en el San Roque”. Lo enviaron a que corrobore el dato y además debía avisarle a su padre. Cuando se disponía a hacerlo, Anita- la vecina- lo alcanza y le dice a boca de jarro:
- Ana murió en un enfrentamiento en las Tres Cascadas y también Jorge y otro chico. Los mataron en el Chateau- al escuchar esas palabras no paró de llorar junto a su hermana Silvia, contó.

El cuerpo de Ana
El testigo y único querellante en la causa explicó el horror vivido tras enterarse como había muerto su hermana. El periplo que enfrentó su padre para poder recuperar el cuerpo, y obtener la autorización del Tercer Cuerpo requisito indispensable para que la empresa Caruso lo retire.

Recibo en mano el padre se dirigió al depósito del San Roque. Allí le dijeron que no estaba. Siguió hasta el hospital Córdoba y ahí los vio, primero a Jorge y luego a ella.

El cajón estaba cerrado pero tenía un vidrio, refirió. “Me llamó la atención un hueco en la mejilla derecha de unos 4 cm., abierta y se veían moretones, estaba como sonriente y le faltaba un diente”, describe.

Su padre le comentó que “tenia un brazo dislocado, un disparo en la sien, hematomas varios y en la panza un gran hueco” y que Jorge estaba “irreconocible”. Orosz le pide que haga memoria sobre un dato que está en el expediente y que hace referencia a signos que indicarían la presencia de pólvora en el rostro. Y se acordó que su padre le expresó que seguramente el disparo se hizo a menos de 70cm aunque no recordaba el nombre técnico.

Dos días después del suceso su madre le dijo a unas personas desconocidas que se encontraban en el velorio: ¡Váyanse, ustedes mataron a mi hija!

Uno de los momentos más vibrantes del relato fue cuando evocó aquella promesa que le hizo a su madre y que sellaron con un abrazo. “Voy a encontrar a los asesinos”, le había manifestado en aquél momento.

Estaba claro que los vigilaban. “Papá mucho más avispado y lucido que cualquier persona me dijo: tengo que hacerte un pedido. ‘A tu hermana la enterramos nosotros como se debe. Y estos que andan por ahí, los mandó Menéndez para ver si vienen algunos de sus compañeros’”, le había dicho”.

Más pruebas
Se incorporaron al expediente la fotografía del automóvil Fíat 128, y otros documentos como una constancia del asesinato y la interpretación de los hechos aportada ante el ministerio del Interior cuando reconoce que fueron víctimas del terrorismo de estado y acepta la carta explicativa de Ángel José Villanueva -padre-sobre el asesinato de su hija y la versión oficial aparecida en la prensa a fines de otorgarle la compensación económica.

Tito leyó fragmentos del escrito. “No aparecía en ningún listado (…) era una NN pero sus asesinos sabían el domicilio” “Los valientes pudieron disparar a mi hija a quemarropa sin que ellos reciban un rasguño. ¿Cómo, si estos jóvenes estaban entrenados para matar con armas? ¿Cómo no hirieron a nadie” , ironiza su padre en el texto, cuya copia certificada se adjuntó al expediente.

También analizó otras declaraciones realizadas ante distintos juzgados. Y notas aparecidas en los diarios La Nación y La Voz del Interior el día siguiente a la masacre.

La defensa propuso remitirse a la causa. Esta situación motivó la respuesta de Orosz quien recordó que “éste no era un juicio penal ordinario” y recordó que “es un caso especial donde los familiares pasaron 35 años de espera y no son superabundantes los relatos”, consideró. Así, el testigo siguió aportando testimonios.

El bolso que apareció en La Perla
Contó que su hermana Ana María militaba en la JUP, trabajaba en el hotel Nogaró y no manejaba armas. “Usaba la palabra”, afirmó. Su novio también militaba en la JUP en filosofía y letras.

Recordó además la presencia de dos personas a las que conocía como “la gringa” y “el vasco”.

En el 2006 recién se enteró que eran Graciela Geuna y Jorge Casorla, los mismos que en agosto de 1975 la policía detuvo y trasladó al D2 junto a Jorge y Ana porque en el baúl del Fíat 128 les encontraron un cuadro con la foto de Evita y la leyenda Venceremos.

En ese momento pensaron que Lacabanne los había liberado porque acostumbraba reunirse en el hotel Crillón, propiedad del padre de Jorge.

Geuna estuvo detenida en La Perla y Casorla fue asesinado. El testigo aportó que consta en el expediente una fotografía color de Ana María con el bolso estilo latinoamericano – tejido y de colores- que luego aparece en el Centro de Detención Clandestina “La Perla” en poder del militar Dietrich y que contenía papeles que según le hizo saber la sobreviviente Graciela Geuna ella debía descifrar.

La última vez que los vio fue el 29 de mayo de 1976, oportunidad en que lo llevaron hasta Arguello y durante el viaje conversaron sobre la militancia. Cuando la interrogó sobre “qué harías si te agarran con papeles”, le dijo que ‘tenía un bolso con un bolsillo y que de última me los meto en la bombacha”, le respondió. Por pedido del fiscal consta en actas esta afirmación.

Sobre la búsqueda emprendida para lograr justicia señaló que había tres etapas. Una apenas se produjeron los hechos rápidamente frustrada por la aparición de amenazas escritas en troncos de madera ubicados en la puerta de su casa. “Dejáte de joder que te quedan cinco hijos”, imponía una pintada. “Eso me produjo mucho miedo”, confesó y agregó que recibían “visitas” preguntando por su hermana Susana o merodeando por la zona.

En los ochenta como su madre estaba enferma no hicieron ninguna presentación ante la justicia y a fines de los noventa retoma la investigación tras la muerte de su padre y toma contacto con familiares de las otras víctimas.

La audiencia pasó a cuarto intermedio hasta mañana a las 9 en que continuará declarando el testigo Ángel Villanueva y luego lo harán tres personas más.

Un represor ‘perseguido’
Cabe destacar que en la primera actuación durante la audiencia, hizo uso de la palabra Pedro Nolasco Bustos pese a que su abogado Sonzini Astudillo -según lo hizo saber – le aconsejó que se abstuviera.

El imputado se quejó porque además de perder su patrimonio personal “hemos sido calificados de genocidas, se nos acusa de haber fusilado a tres personas cuando en realidad fue el resultado de un clásico y correcto procedimiento policial en épocas de violencia extrema y en defensa propia”. Además señaló que creían que se enfrentaban con delincuentes comunes y “después nos dimos cuenta que eran guerrilleros”, expresó, confirmando de esta forma su participación en la masacre.

El imputado leyó un escrito punteado donde explica que su situación en esta causa obedece a una interna de la justicia federal que se relaciona con su ex esposa la abogada Liliana Navarro, secretaria del Juzgado Federal Nº1, a cargo de Ricardo Bustos Fierro e integrante de la conducción nacional de la Unión de Empleados del Poder Judicial.

El imputado se quejó que cada vez que su ex mujer era propuesta para ocupar un cargo vacante en la justicia federal, referentes de DD.HH., como Luis Miguel Baronetto, se encargaban de impugnarla - junto a otros miembros de la justicia - aduciendo que su marido estaba involucrado en la causa por la que está siendo juzgado.

Leyó varios pasajes de publicaciones del diario La voz del Interior que según argumenta reflejan la persecución denunciada. Involucró entre otros a los magistrados Pérez Villalobos y a Luis Rueda.

En torno a la causa dijo que está armada y que además apareció “un testigo fantasma” refiriéndose a Héctor Hunziker, quien de acuerdo a la pieza acusatoria se encontraba con las víctimas el 2 de junio de 1976.

“Me encuentro en Bower, con el consiguiente daño moral y económico. ¿Que soy, un preso judicializado? ¿Un rehén político? Interpeló y reiteró que debido a presuntas internas de la justicia federal se encuentra en esta situación.

Luego denunció la pérdida de documentos favorables para ellos como un sumario donde constan los sobreseimientos.

Otro punto de su defensa se apoyó en un artículo escrito por el periodista Sergio Carreras quien años atrás consultó sobre su situación con los abogados Claudio Orosz y Sonsini Astudillo.

Sobre este punto, Orosz le confirmó a Prensared que si el periodista aludido “nos preguntó en 2008, seguramente, en ese momento no estaba imputado. Sacar alguna conclusión de eso es poco serio. Hay un montón de gente que pasó por el D2 y no está en el listado”.

“Yo estoy convencido y he luchado contra la dictadura con todas mis fuerzas para que recuperemos la democracia y para que cada uno pague por lo que ha hecho según el derecho penal liberal”, afirmó.

“Él está sentado acá, con otros dos imputados, por hechos que serán juzgados según la prueba y que se demostrarán o no durante el juicio”. Y agregó a manera de reflexión: “quiero vivir en un país donde todos sean juzgados por lo que hacen y no por lo que piensan”, expresó.

Además destacó que en relación al juicio existen testimonios y pruebas documentales que demuestran que “los militantes populares fueron asesinados”. Y citó los 170 balazos y los restos de pólvora que demuestran que fue un “fusilamiento” y no un “enfrentamiento”.

El texto completo fue adjuntado a la causa por pedido de las partes.
Fotografía archivo PrensaRed
FuentedeOrigen:PrensaRed
Fuente:Agndh                        

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