10 de junio de 2012

EL PERIODISMO MILITANTE.

El periodismo militante 
Año 5. Edición número 212. Domingo 10 de junio de 2012 
Por Eduardo Anguita 
eanguita@miradasalsur.com 
En las horas de la madrugada de este domingo, mientras este semanario sale a la calle, se cumplen exactamente 56 años de los fusilamientos de José León Suárez. Fue también un domingo y en términos del periodismo de hoy fue “una causa armada”.

El relato de Rodolfo Walsh en Operación Masacre inmortalizó a esos patriotas que la noche del sábado se habían juntado en Munro, en la histórica casa de Hipólito Yrigoyen, con la excusa de escuchar la pelea de Lausse y Loayza, pero que en realidad esperaban una proclama para sumarse a “la revolución” (como se llamaba entonces al intento de terminar con un régimen sangriento) encabezada por el general Juan José Valle. La impunidad de los dictadores Aramburu y Rojas era tal que no tuvieron la precaución, siquiera, de decretar la ley marcial y la pena de muerte antes de detener a los militantes peronistas que se juntaban en Munro.

El operativo lo encabezaba, en persona, Desiderio Fernández Suárez, el temible jefe de la Bonaerense que respondía directamente a las órdenes de la Casa Rosada. Tras alojarlos en una comisaría de San Martín, los llevaron a los basurales y los fusilaron como animales. Carlos Lizaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Vicente Rodríguez y Mario Brión murieron bajo la metralla policial. Los fusiladores no pudieron impedir que algunos de los resistentes desafiaran las balas y salieran corriendo. Así fue que Walsh, un día, se topó con la historia del fusilado que vive. Se trataba de Juan Carlos Livraga.

Y tras ese caso, que le permitió desgranar una investigación periodística ejemplar, Walsh se topó con varios otros sobrevivientes, cuyos testimonios fueron presentados en la Justicia platense acompañados por el mismo Walsh quien, pese a no ser abogado, se convirtió en el fiscal de los crímenes que la prensa de entonces quiso ocultar. Los medios hablaban del “régimen depuesto” para referirse al gobierno constitucional de Juan Perón.

En cambio, al elenco de militares y civiles que consumaron la muerte de 31 patriotas entre el domingo 10 y el martes 12 de junio de ese año, lo tildaban como Revolución Libertadora. El general Valle, en una de sus cinco cartas póstumas, la que dirige a Aramburu, advierte que “fueron inducidos” al levantamiento.

Efectivamente, el general Domingo Quaranta había sembrado espías entre los que pretendían –según la proclama revolucionaria– “llamar a elecciones y restablecer el orden constitucional”. La preparación de los crímenes estuvo celosamente armada: el mismo domingo, mientras los diarios y las radios advertían del peligro de los revoltosos peronistas, manifestantes antiperonistas vivaban a Aramburu en la Plaza de Mayo mientras este volvía de Rosario. Aquellas clases medias ilustradas, partidarias del fin de la barbarie, pedían a grito pelado la muerte.

Rodolfo Walsh. Para los ingenuos que creen que Walsh era un peronista de la primera hora, les convendría saber que, pocos meses antes de estos fusilamientos, había publicado, en la revista Leoplán, una nota que era la exaltación de Eduardo Estivariz, un aviador naval “muerto en combate”; es decir, en la represión a las tropas leales que en el sur del país, muy tímidamente, habían salido a defender el orden constitucional.

Su talento como escritor de ficción y su vida austera estaban a tono con una inteligencia descomunal. Sin embargo, no había nacido en una familia peronista. Es más, su hermano Carlos era también aviador naval. Y Estivariz era amigo de Carlos Walsh. Así es la vida de las personas. Y los relatos dogmáticos resultan incapaces de dar cuenta de los cambios de época y cómo inciden en las ideas y las convicciones de las personas.

Tal fue el compromiso de Walsh con los sobrevivientes de José León Suárez que, sin experiencia conspirativa previa, en la investigación desconcertaba a los espías de Quaranta y a la Justicia, al utilizar el alias de Norberto Freire, incluso con un documento falso que daba cuenta de ese nombre.

Desde ya, Leoplán no publicó esta historia. Walsh deambuló por varias publicaciones hasta encontrar quien se atreviera a enfrentar al poderoso grupo de poder cívico-militar que contaba con prensa adicta.

Ese camino árido hizo que el escritor empezara a sentir que su territorio era el de los resistentes al régimen. Es decir, los peronistas, los mismos que sentía como ajenos hasta poco atrás. Cabe preguntarse una y otra vez cuáles son las motivaciones que lo llevaron a ese cambio brusco y a convertirse en un referente imprescindible para varias generaciones, tanto en el plano periodístico como en el de la militancia de combate.

Así como el poder seduce a buena cantidad de personas que de repente mutan sus ideas para encontrar cobijo en algo que le permita el ascenso social y económico, como si fuera en espejo, otras conductas están marcadas por la resistencia al poder. En aquellas horas dramáticas de la Argentina de hace 56 años, Walsh encontró su identidad combativa al lado de los oprimidos, más concretamente, “de los fusilados que viven”.

Tanto lo marcó esa etapa que, 21 años después, cuando alquiló una casita en San Vicente, siendo un cuadro montonero y no sólo uno de los mejores escritores argentinos, se cobijó en la identidad ¿fraguada? de Norberto Freire. La doble identidad le estaba impuesta por las dictaduras.

Pero no sólo por ellas, sino por la decisión de enfrentarlas. Porque son insondables las motivaciones que llevan a las personas, individual y colectivamente, a desafiar a los poderosos. La decisión de luchar en desventaja no es ciega, está siempre acompañada –y Walsh no fue una excepción– del conocimiento preciso de los riesgos que se corren.

La militancia, la concreta, la del combate de la resistencia en los cincuenta, en los sesenta y los setenta, tenía el olor y el gusto de la muerte. Walsh enfrentó todo eso. Nunca tuvo nada material, apenas alguna placita en San Telmo lo recuerda.

Cuando llegan el día del periodista y el día del levantamiento de Valle, que tienen en el calendario dos días de diferencia, parece inevitable para los periodistas militantes hablar de Walsh. En estos días, aunque no hay muertes por crímenes de Estado por motivaciones políticas, hablar de Walsh remite a dos temas que inundan páginas de diarios.

Por un lado, un debate que puede ser banalizado y tildado de superficial para evitar discutir cuál es el grado de libertad de expresión que hay entre los periodistas. El otro, que quema en las manos, es el de las “causas armadas” y los crímenes policiales.

En el primer tema, aunque ciertos sectores de poder concentrado estén detrás de los cacerolazos, no alcanza con decir que Jorge Lanata y otros periodistas opositores ocupan el lugar que muchos políticos anti-K no asumen desde que el Grupo A se desarmó. No alcanza con decir que esos periodistas recitan el libreto que les arma Héctor Magnetto, cuya única obsesión es que se le termina a fin de año la posibilidad de mantener el monopolio de medios que armó con tanta impunidad.

Y no alcanza sencillamente porque la democracia política que se vive en la Argentina –y en el mundo– está sostenida por una economía capitalista y una sociedad con gravísimas brechas entre ricos y pobres. Una sociedad en la que muchos contratistas, proveedores y licenciatarios del Estado tienen décadas de privilegios o de vericuetos donde sacar ventajas.

Por más que una porción –mayoritaria, con identidad histórica– de la sociedad se sienta protagonista de un cambio trascendente, hay otra porción de la sociedad que no está contenida, no se siente identificada con el peronismo y el kirchnerismo y no por eso tiene menos derechos. No es lo mismo un golpe de Estado sangriento (como los del ’56 y el ’76) que los puñetazos de unos exaltados a los que hay que identificar y llevar a los tribunales. El otro asunto, todavía delicado, está desarrollado en el artículo de Ricardo Ragendorfer .

Fernando Carrera recibió ocho balazos y se pasó casi ocho años preso por una “causa armada”. Para poder salir de la prisión –hasta que termine la causa– debió pagar 20 mil pesos de fianza. Sí, en esta Argentina. Las causas armadas por bandas integradas por policías, abogados, fiscales –algunos y no todos, desde ya– son miles. Sí, miles. Y la lucha por una seguridad democrática todavía es un desafío que involucra a un corte mucho más complejo de la sociedad.

En esta lucha, la habilidad de los políticos militantes del campo nacional es, en todo caso, no equivocarse en señalar como enemigos a quienes deberían contarse en las propias filas, así como identificar con claridad a aquellos que dicen ser de filas del campo nacional y no tienen problemas en que los tribunales, las comisarías o las cárceles sean focos de antidemocracia y antipatria. Por último y para volver a Walsh, ¿algún periodista no militante hubiera ido a los tribunales de La Plata junto a Livraga para tratar de que se hiciera Justicia?

El hecho de que Walsh no fuera antes de eso un peronista de fuste no le quita que, 56 años después, no podamos reconocer en ese gesto de arrojo periodístico –y de riesgo vital– una conducta militante. Es más, Walsh era propenso a ser ácido respecto de lo que se llama heroísmo. Una frase recogida por él es demostrativa: se trataba de un colimba herido en una refriega entre bandos militares quien, tirado en el piso, herido, no pronunciaba las marciales palabras de Viva la Patria sino que decía: ¡No me dejen solo, hijos de puta! La militancia se ejerce, no se declama.

Es un insumo para lograr resultados. Casi podría decirse que es una honra para disfrutar en voz baja y en espacios colectivos de identidad. Ahora bien, cuando los militantes del periodismo antimilitante salen con tanto entusiasmo, hay que aclararles que es inaceptable caer en la canallada de que el periodismo profesional se hace sin hormonas.

Lo más importante del periodismo –bien entendido– y de la militancia –bien entendida– es reconocerse en los otros: en los que no tienen voz, los que tienen los derechos vulnerados o, como en el caso de Livraga, en los que les llenan el cuerpo de balas pagadas por el erario público para cuidar el orden. La vida de Walsh, por suerte, ya es bastante conocida.

Pocos rescatan, sin embargo, que los últimos meses de su vida los pasó en una casita alquilada del barrio El Fortín de San Vicente, provincia de Buenos Aires.

En calle de tierra y sin más esperanzas que las de dar testimonio. Por eso, su última entrega fue la Carta abierta a la junta militar, una pieza perfecta de periodismo y militancia. Habían pasado 20 años de las primeras entregas que constituyeron después el libro Operación Masacre, que habían terminado con la Corte Suprema de Justicia cerrando la causa y mandándola al fuero militar, en un acto de impunidad que no deja dudas de que el régimen al que muchos todavía llaman La Libertadora fue el prólogo indispensable para la tremenda dictadura del ’76.

Sin la impunidad del ’56 no hubiera habido la del ’76. Pero también: el Walsh del ’56 y el del ’76 permitieron que hoy también pudiera decirse: Hay un fusilado que vive.
Fuente:MiradasalSur      


                                               

El violento oficio de escribir 
La historia de los diarios que publicaron las organizaciones guerrilleras

El Mundo, del Ejército Revolucionario del Pueblo, y Noticias, de los Montoneros, se convirtieron en los medios de comunicación que apostaron a poner en tapa la noticia de la revolución.

Los protagonistas y los secretos de una trama que conjuga información, armas y un proyecto político que apelaba a otro futuro para el país.

Por Diego Rojas 
Alguna vez, Lenin –que fue el hombre que pensó con mayor fuerza la necesidad de organizarse en un partido (teorizó sobre esa tarea en su clásico Qué hacer) aseguró que el primer militante de la revolución era el periódico partidario. La prensa de la organización –ya fuera clandestina y para pocos, o pública y masiva– asumía un rol organizador: colectivizaba las consignas políticas del momento, aglutinaba a los militantes en torno al discurso elaborado por la dirección, discutía desde sus páginas las posiciones de los medios burgueses, finalmente centralizaba la acción. Durante su exilio suizo y luego londinense, el líder bolchevique abandonó la dirección del partido pero se aseguró de que el órgano de prensa partidario estuviera bajo su control. De que las ideas correctas se transmitieran a través de las palabras precisas de su periódico, llamado La chispa, dependía el futuro de la revolución. En octubre de 1917, Lenin y sus seguidores tomaron el poder en la industrializada ciudad de San Petersburgo, en Rusia.

Cincuenta años después, la Argentina vivía una etapa política en la que la palabra “revolución” se incorporó a la lengua cotidiana y a las ideas sobre el futuro del país. Claro que no sin dificultades: el desarrollo de la historia nacional no había sido lineal ni previsible. En la cronología argentina había existido un fenómeno, que aún permanece, llamado “peronismo”. Y un general llamado Perón que había sido depuesto y proscripto y que enviaba grabaciones y cartas a sus militantes desde el exilio madrileño. Y una rebelión obrera que marcó a toda la época que se conoció como el “Cordobazo”. Y dos organizaciones guerrilleras que, impulsadas por la oleada izquierdista que recorría toda Latinoamérica, se montaron sobre la cresta de esa ola en el país: el Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros.

La izquierda armada había leído a Lenin y contaba con sus propias publicaciones dirigidas a la militancia y a su entorno cercano: El Combatiente, del ERP, y El Descamisado, de Montoneros. Sin embargo, decidieron ampliar la franja a la que dirigían su discurso y crearon diarios legales, cada cual con su propia impronta política. Redacciones integradas por periodistas militantes de las organizaciones y por otros que no militaban, pero que acordaban con la tarea del momento: construir canales informativos que permitieran salir a la superficie noticias que los medios tradicionales no publicaban, dirigir a capas más amplias de la población las posiciones políticas de los grupos armados, ayudar a preparar las condiciones para la revolución. Que un día sería la nota de tapa de esos periódicos. Montoneros fundó Noticias; el ERP, El Mundo. El periodismo se conjugaba, entonces, con las armas y era otra manera de la acción política guerrillera. "El Poder Ejecutivo dispuso el cierre definitivo de Noticias, cuyo último número, el 266, traía titulares "tendenciosos". Es el séptimo periódico clausurado desde el 25 de Mayo de 1973. Los anteriores fueron El Mundo, Respuesta Popular, El Descamisado, Militancia, El Peronista y Primicia" [Informe de La Opinión, el 29 de Agosto de 1974]

En las entusiastas mentes de sus impulsores, Noticias debía llevar la impronta combinada de dos diarios de la época: la llegada popular que tenía Crónica, propiedad de Héctor Ricardo García, junto a la calidad periodística de La Opinión, de Jacobo Timerman. Miguel Bonasso sería el director; Horacio Verbitsky, jefe de política; Paco Urondo, secretario de redacción, y Juan Gelman, jefe de redacción. Si bien nunca se explicitó en sus páginas la relación que tenían con Montoneros, para nadie (es decir, para nadie) era un secreto que ese era el diario de los “montos”.

En policiales se destacaba una pluma que luego sería leyenda: la de Rodolfo Walsh. Y el diseño correspondería a Oscar Smoje, actual director del Palais de Glace. El primer número de la publicación apareció el 20 de noviembre de 1973. La publicidad televisiva contaba con la voz de Antonio Carrizo anunciando el diario. Los anuncios gráficos lo definían como un diario peronista: “Por fin el primer diario. El primer diario en 18 años. El primer diario peronista abierto a todos los sectores que quieren la liberación. El primer diario que brindará toda la información y no solamente la que conviene a sus editores. El primer diario argentino al que le interesa más Tucumán que Roma, Lima que Washington y Argel que París. Un diario para acertar a las carreras, con una completa cobertura deportiva, amplios servicios para toda la familia y las mejores historietas. Con las fotos más reveladoras y audaces y un tipo de impresión similar al de las buenas revistas. Lo hacen periodistas con experiencia y talento; comprometidos con su país y su tiempo. Pronto en su quiosco. Se llama NOTICIAS sobre todo lo que pasa en el mundo”.

En junio de 1973 aparecía en los kioscos un nuevo diario llamado El Mundo. Su edición era vespertina y reclamaba para sí la continuidad con la mítica publicación que editó por primera vez las famosas aguafuertes de Roberto Arlt, uno de los mejores escritores argentinos de todos los tiempos. Su primer director fue Luis Alberto Cerruti Costa, quien fuera ministro de Trabajo de Eduardo Lonardi una vez derrocado Perón en 1955. Sin embargo, los años de la Revolución Libertadora fueron radicalizando a este veterano abogado que fue vinculándose cada vez más con los miembros del Partido Revolucionario de los Trabajadores, órgano político del ERP, dirigido por Mario Roberto Santucho. Más tarde, cuando inició una gira por los países socialistas como forma de afianzar vínculos, a la vez que escribir crónicas para El Mundo, la dirección periodística quedó en manos de Manuel Gaggero. La jefatura de redacción quedó en manos de José María Pasquini Durán, recientemente fallecido. El diario se vendía por las tardes y era el modo de regresar al hogar informándose sobre los acontecimientos ocurridos ese día. En la tapa un personaje llamado Fierrito combinaba humor, reflexión y política sobre algún acontecimiento de aquella jornada. Pronto se convirtió en un personaje popular. En abril de 1975 el Consejo Superior del Partido Justicialista expulsó a Héctor Cámpora por "inconducta partidaria", señalando su negativa a expresar públicamente su repudio "a la subversión que afecta la paz de la Nación" y el no acatamiento a la autoridad de María Estela Martínez, heredera política, legal y espiritual de Juan Domingo Perón".

Un diario no es solamente un conjunto de páginas elaboradas por periodistas, diagramadores e ilustradores que se rigen bajo cierta línea ideológica e informativa. Es, además, una empresa. Cuestión compleja cuando la empresa la rigen militantes políticos que querrían que ya no existan más las empresas capitalistas, sino aquellas dirigidas por los trabajadores. Sin embargo, en 1973 todavía no se había hecho la revolución y los diarios de la guerrilla tuvieron que ser organizados de un modo capitalista. Gregorio Levenson fue una de las personas designadas por la cúpula montonera para administrar el emprendimiento. Hijo de inmigrantes rusos, era el único que tenía experiencia empresarial y así hizo su aporte a Noticias. Integró el directorio junto a Jorge Vázquez, que había sido canciller de Héctor Cámpora a los treinta años y había denunciado, en un plenario de la OEA que la organización era un ministerio de colonias. También participó el empresario metalúrgico César Cao Saravia y Miguel Gazzera, del sindicato fideero. Además, se especula con los aportes del banquero David Graiver y que Rafael Perrota, dueño de El Cronista y militante secreto del PRT, haya colaborado prestando los talleres gráficos en los que se imprimía su diario. La maquinaria económica y financiera estaba armada. Alquilaron un galpón y todo estuvo listo para su salida. El nexo con la Conducción Nacional de Montoneros se realizaría a través de Norberto Habbeger, que oficiaba de subdirector de la publicación.

Un camino similar recorrió El Mundo. Luego de la decisión política de ampliar la llegada del mensaje político del PRT, se pusieron en marcha los engranajes para llevarlo a cabo. “A la primera reunión asistimos Benito Urteaga, por el PRT; Luis Alberto Cerruti Costa, que había radicalizado sus posiciones acercándose al PRT; el padre Ramondetti, de los sacerdotes por el Tercer Mundo; Alicia Eguren, viuda de John William Cooke; Félix Granovsky, del Partido Comunista, y yo, que militaba en el Frente Revolucionario Peronista –contó el abogado Manuel Gaggero, que luego reemplazar{ia a Cerruti Costa en la dirección–. Urteaga propuso la compra de El Mundo para sacar un diario que reflejara el movimiento político que se estaba desarrollando.” La financiación correría por cuenta del PRT, que conformaría empresas legales con tal propósito. Una vez en marcha el periódico, una broma sería común en los pasillos del diario cada vez que llegara el día de cobro: “Se decía que estábamos esperando un secuestro y el pago del rescate para poder cobrar –recordó Roberto “Tito” Cossa, actual dramaturgo, que se desempeñaba en la sección Gremiales, de gran importancia en el diario del ERP. Cossa, que no era un militante orgánico del grupo, señala ciertas actitudes de sus colegas que sí militaban. “A veces los periodistas del PRT instalaban una sensación rara a la hora de cobrar: parecía que se estaba usando el dinero de los mártires, de los combatientes.”

Noticias marcó una renovación en la manera de hacer un diario en la Argentina. Las impactantes tapas diseñadas por Smoje aportaron a que las bateas de los kioscos se renovaran con la luminosidad que aportaban fotos impactantes o tipografías desmesuradas que llamaban obligatoriamente la atención. La tirada pasó de 30 mil ejemplares, en sus inicios, a picos de 150 mil y de 180 mil, cuando el diario cubrió el fallecimiento y velorio del presidente Perón. Dentro del periódico se podían encontrar notas de Pablo Giussani, Walsh, el sociólogo Roberto Carri, Sylvina Walger, Carlos Ulanovsky, Roberto Guareschi, Zelmar Michelini, Jorge Carnevale, Leopoldo Moreau (que había llegado a esas páginas mediante un acuerdo con las juventudes radicales) y unos jovencísimos Martín Caparrós y Alicia Barrios, entre otros. Barrios comenta que sus costumbres ligeras entraban en contradicción con una moral rígida que imbuía al comportamiento de los miembros de la guerrilla peronista. Barrios asistía a trabajar sin corpiño, hecho que se notaba a pesar de los reclamos del jefe de personal. “El tipo me llamaba la atención porque en la redacción tenía que usar corpiño –relató a Gabriela Esquivada, que usó su testimonio para su investigación Noticias de los Montoneros, que editó Sudamericana–. Al final me dijo que si no llevaba corpiño me iba a despedir. Al día siguiente llevé un corpiño en la mano, lo puse arriba de la mesa y me senté a escribir. Era una criatura, tenía esas cosas.” Finalmente, fue despedida.

El Mundo también aspiraba a la calidad periodística combinada con la difusión de los conflictos sindicales y tareas políticas socialistas. La sección cultural reseñaba las últimas películas de Godard. Una serie por entregas narraba la vida de Al Capone, el mafioso ítalo estadounidense, y otra daba cuenta de la biografía del anarquista italiano Severino Di Giovanni. La gira del director Cerruti Costa permitía la publicación de crónicas desde Cuba y Vietnam que daba cuenta de la vida cotidiana bajo el socialismo. Fierrito, el personaje de la tapa, ilustraba algún acontecimiento político o social, que explicaba en lenguaje sencillo. “Fierrito, que era una especie de Martín Fierro contemporáneo y obrero, se volvió un personaje muy importante que sintetizaba lo que pasaba en el día –explica Gaggero–. En las charlas que hacía por las provincias me preguntaban siempre por él.” Nora Lafón estaba a cargo de la sección Interior, donde se reflejaban los conflictos obreros de bastiones como Córdoba o el Litoral: el sindicalista de izquierda Agustín Tosco era un columnista habitual de la publicación. “La línea editorial me encantaba –asegura Lafón–. Una vez escribí que si un visitante europeo llegaba y veía en posiciones de gobierno a tantos sindicalistas hubiera podido pensar que presenciaba un proyecto socialista. Cuán errado hubiera estado, ya que la mayoría era casi fascista. Podía publicar eso sólo en El Mundo.” Oscar Smoje, Juan Gelman y Paco Urondo en la diagramación de Noticias, a la luz de un farol. Puede descargarse toda la colección de Noticias desde el sitio Ruinas Digitales

Para Lenin y su Pravda, los Montoneros y El Descamisado o el ERP y El Combatiente las cosas deben haber sido más fáciles. La dirección marca la línea y se redactan noticias y editoriales que se condicen con una manera de mirar la realidad y una propuesta para modificarla. Sin embargo, la construcción de un diario implica la introducción del periodismo que, en su esencia, se hace preguntas y, a veces, llega a contestarlas. Ese espíritu a veces contradictorio entre los objetivos políticos de la publicación y los desarrollos del oficio periodístico a veces chocaban. “Un día publiqué un cable de France Press que manifestaba diferencias entre el Partido Comunista Francés y los grupos ‘consejistas’ y eso a la dirección del diario no le gustó –recordó el actual historiador José Vazeilles acerca de su paso por El Mundo–. Me parecía ridículo, porque los ‘consejistas’ no tenían desarrollo en el país, y correspondía a la información de una agencia. Pero como el PRT estaba en acercamiento a los partidos de la Tercera Internacional para limpiar su pasaje por el trotskismo, se produjo el conflicto. Le planteé esto al recientemente fallecido ‘Negro’ Pasquini Durán, que era el jefe de redacción y un gran periodista, pero decidieron sacarme de la sección y mandarme a Educación”. Verbitsky, jefe de política de Noticias, analiza el fenómeno: “La gracia de los intelectuales es la crítica, la independencia, la creación, la opinión libre sobre las cosas –contó a Esquivada–. Tal vez como consecuencia de las frustraciones de las décadas anteriores se subordinan a decisiones organizativas que implican cierta forma de suspensión del juicio, de negación de su propio carácter como entes pensantes. Esta renuncia no puede ser permanente ni estable, genera contradicciones y tensiones cotidianas. Pero para editar su diario la conducción de Montoneros necesitaba gente que supiera hacerlo. Y esa gente no era necesariamente la más dócil”. También existían tensiones sindicales, como en toda empresa capitalista. Susana Viau, actual periodista del diario Crítica, rememora: “Fui delegada sindical de El Mundo. La relación con la empresa no era como la que se daba con cualquier patronal, pero no podíamos hacernos cargo de sus errores. No éramos una máquina de generar conflictos, pero los que estaban había que solucionarlos de la mejor manera posible”. En Noticias también hubo asambleas, pero la homogeneidad montonera era más marcada y los reclamos se mantenían dentro de una paz social poco frecuente para aquellas turbulentas épocas.

Los dos diarios que respondían a organizaciones armadas eran objeto de ataques por parte de las fuerzas reaccionarias que ganaban espacios dentro del gobierno de Perón: luego de la primavera camporista, la elección del viejo líder implicó que se rodeara del peronismo más ortodoxo, enemigo de los “marxistas” disfrazados de peronistas, como definían a los Montoneros, tanto como los autoproclamados marxistas del ERP. La avanzada derechista produjo que en Córdoba triunfara un movimiento golpista promovido por el jefe de la policía Antonio Navarro, quien derrocó al gobernador Obregón Cano, ligado a la Tendencia Revolucionaria del peronismo. Al día siguiente estalló una bomba frente al diario Noticias, que no provocó víctimas debido a que la custodia se movió con velocidad.

El Mundo también fue objeto de atentados con bombas. “Una bomba destrozó los talleres gráficos. Yo estaba en corrección, instalada en ese sector. No hubo víctimas por pura casualidad”, recordó Viau. El diario del ERP sufrió, además, una balacera.

Ana Guzzetti, periodista de El Mundo acreditada en Casa de Gobierno, tuvo un intercambio tenso con el General: Ana Guzzetti: –Señor presidente, cuando usted tuvo la primera conferencia de prensa con nosotros, yo le pregunté qué medidas iba a tomar el gobierno para parar la escalada de atentados fascistas que sufrían los militantes populares. A partir de los hechos conocidos por todos, de Azul, y después de su mensaje llamando a defender al gobierno, esa escalada fascista se ha ampliado mucho más. En el término de dos semanas hubo exactamente veinticinco unidades básicas voladas, que no pertenecen precisamente a la ultraizquierda; hubo doce militantes muertos, y ayer se descubrió el asesinato de un fotógrafo. Evidentemente, todo esto está hecho por grupos parapoliciales de ultraderecha.

Perón: –¿Usted se hace responsable de lo que dice? 
Eso de parapoliciales lo tiene que probar. (Dirigiéndose al edecán aeronáutico dijo:) ¡Tomen los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia inicie la causa contra esta señorita!


A.G.: –¡Quiero saber qué medidas va a tomar el gobierno para investigar tantos atentados fascistas! 
P.: –Las que se están tomando, esos son asuntos policiales que están provocados por la ultraizquierda y la ultraderecha; la ultraizquierda, que son ustedes (señalando a la periodista con el dedo) y la ultraderecha, que son los otros. De manera que arréglense entre ustedes; la policía procederá y la Justicia también. Indudablemente que el Poder Ejecutivo lo único que puede hacer es detenerlos a ustedes y entregarlos a la Justicia; a ustedes y a los otros. Lo que nosotros queremos es paz, y lo que ustedes no quieren es paz.

A.G.: –Le aclaro que soy militante del Movimiento Peronista desde hace trece años. 
P.: –¡Hombre, lo disimula muy bien!

Los días de El Mundo estaban contados. El 23 de febrero, luego de un acto en el que habló Lorenzo Miguel, un grupo de militantes de la Juventud Peronista de la República Argentina cercó el diario y tiroteó durante 20 minutos el frente del edificio. La seguridad repelió el ataque. Los trabajadores que lograron entrar fueron detenidos por la policía. “Nos llevaron en camiones celulares con celdas compartimentadas”, describe Lafón.

Mientras tanto, las investigaciones de Noticias causaban impacto: en sus páginas se explicaban los atentados de la naciente Triple A. Allí se desentrañaron las diferencias que hacían estallar en trizas las distintas tendencias que luchaban por hegemonizar al movimiento peronista. Allí se narró cómo el viejo líder expulsó de la plaza a los Montoneros durante la conmemoración del 1º de mayo y cómo el lugar quedó vaciado mientras se cantaban consignas contra los “gorilas” que llenaban al “gobierno popular”. Allí se contó como nadie contó la muerte de Juan Domingo Perón. La tapa aún hoy se estudia como ejemplo de capacidad de síntesis e impacto: “DOLOR –decía en letras molde catástrofe–. El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos 30 años, murió ayer a las 13.15. En la conciencia de millones de hombres y mujeres la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un Líder excepcional”. Luego de su fallecimiento, las diferencias internas se profundizarían y la lucha por el poder en la Argentina ingresaría en su etapa más sangrienta, que culminaría con el golpe de Estado de Videla y el posterior genocidio al que fue sometida toda una generación.

Si la política es la continuación de la guerra por otros medios y si las organizaciones guerrilleras habían decidido usar sendos diarios como armas para ganar a su favor a la opinión pública, la neutralización de esos medios de comunicación debía convertirse en un objetivo central de las fuerzas reaccionarias.

Dos días después de la balacera contra El Mundo impulsada por la burocracia sindical metalúrgica al mando de Lorenzo Miguel, llegó la orden de clausura del diario. Intentaron sacarlo con otro nombre –Respuesta Popular– pero la publicación duró un solo día. El archivo del diario, que incluía los ejemplares de la vieja época, fue resguardado por un tiempo por el ERP. Pero luego del golpe de Estado se le perdió el rastro a una colección que debería formar parte del patrimonio periodístico argentino. El 27 de agosto de 1974 Noticias corrió la misma suerte. Cinco días antes habían publicado un suplemento acerca de la masacre de Trelew, sucedida en 1972, cuando luego de un intento de fuga 16 de guerrilleros habían sido fusilados. El comisario Alberto Villar, ícono de la represión, comandó personalmente el allanamiento del diario. “¿Dónde está el escritorio de Rodolfo Walsh? Quiero ver el escritorio de Rodolfo Walsh”, contó Bonasso que gritaba el policía mientras ingresaba por la fuerza a la redacción. Algunos redactores escapaban por los techos. El archivo del diario fue secuestrado y, durante la dictadura, trasladado a la ESMA. Luego le sirvió a Eduardo Massera para construir su propio diario, Convicción. Villar no encontró a Walsh, pero le dijo a Habbeger, mientras le comunicaba la clausura del diario: “Yo sé que ustedes tienen un ataúd con mi nombre, pero yo tengo un cajón para cada uno de ustedes”.

Erigir un diario es una aventura y un desafío, con los riesgos que ello implica: en medio de unos tiempos en los que la palabra revolución no remitía a fantasías, construir los diarios que la retratarían los convertía en armas de esa posible epopeya. No fue así. Los diarios de la guerrilla conjugaron plumas prestigiosas con otra manera de difundir las noticias. Y marcaron hitos que enseñan otras formas de ejercer el periodismo. En una época en la que, muchas veces, la práctica periodística dista no sólo de la transmisión de la información, sino que rebaja a niveles nunca vistos la mantención de ciertos principios, es necesario recordar estas experiencias. Quizá sean ejemplos, además, para la construcción de la historia del futuro. Un futuro que esas redacciones imaginaron vivo.
Revista Contraeditorial, mayo 2010

POSDATA 
En los nombres de los compañeros Cesar Argañaraz, Luis Montenegro y Paco Urondo recordamos a todos los trabajadores de prensa de los medios legales y clandestinos de las organizaciones revolucionarias y populares de la bella y tragica decada de los setenta.

César Argañaraz, corresponsal del Diario "El Mundo" en Cordoba murió combatiendo en el copamiento de la fabrica Militar de Villa María el 10 de agosto de 1974, como integrante de la compañia del ERP "Decididos de Córdoba",

Luis Montenegro, de la corresponsalía del diario "El Mundo", en Tucuman fusilado a los 18 años en San Pablo, Tucuman, el 3 diciembre de 1974 y el dia anterior su madre Berta "Cuca" Montenegro, en el Parque 9 de Julio, una de las organizadoras de la primera organización de familiares de presos politicos en la dictadura de 1966 a 1973 en esa provincia, esposa de Oscar Montenegro, dirigente del PRT.

Paco Urondo, asesinado en Mendoza, el 12 de junio de 1976, tras enfrentar a los represores junto a Rene "La Turca" Ahualli y su compañera Alicia Raboy. Precisamente del entrañable Paco, rescatamos una de sus ultimas frases.... Aquí estoy perdiendo amigos, buscando viejos compañeros de armas, ganándome tardíamente la vida, queriendo respirar trozos de esperanzas, bocanadas de aliento; salir volando para no hacer agua, para ver toda la tierra y caer en sus brazos....
Envío:Agndh

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