El legislador peronista dijo haber visto "por lo menos veinte cuerpos"
Salta: Senador Moreyra: "En 1976 se dinamitaban usualmente cadáveres en El Gallinato"
Salta: Senador Moreyra: "En 1976 se dinamitaban usualmente cadáveres en El Gallinato"
Por Elena Corvalán, directora de Radio Nacional-Salta
Gaucho Juan Moreyra, un testimonio de primera agua 
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El senador provincial Juan Moreyra (PJ), calculó ayer que en 1976 hubo “por lo menos 20 muertos” en la zona de El Gallinato, departamento de La Caldera, cuyos cadáveres fueron usualmente dinamitados en el camino vecinal que conecta La Caldera con General Güemes. Moreyra hizo esta estimación ante miembros de organizaciones de derechos humanos al término de la inspección que el Tribunal Oral en lo Federal de Salta realizó ayer en El Gallinato, con la guía de los ex agentes policiales Néstor Colque y Juan Carlos Gutiérrez.
El senador provincial Juan Moreyra (PJ), calculó ayer que en 1976 hubo “por lo menos 20 muertos” en la zona de El Gallinato, departamento de La Caldera, cuyos cadáveres fueron usualmente dinamitados en el camino vecinal que conecta La Caldera con General Güemes. Moreyra hizo esta estimación ante miembros de organizaciones de derechos humanos al término de la inspección que el Tribunal Oral en lo Federal de Salta realizó ayer en El Gallinato, con la guía de los ex agentes policiales Néstor Colque y Juan Carlos Gutiérrez.
La inspección tuvo el objetivo de determinar el lugar exacto donde fueron encontrados los restos de la docente Gemma Fernández Arcieri y de su esposo, el comerciante Héctor Domingo Gamboa, hechos que se investigan en este proceso.
El senador fue acompañado por el intendente de La Caldera, Luis Mendaña, quien acercó su apoyo a la iniciativa de familiares de las víctimas del terrorismo de Estado para señalizar el lugar como un sitio de memoria.
Los concejales que fueron en la comitiva municipal se comprometieron a aprobar esta misma mañana una ordenanza en tal sentido.
Moreyra contó que en 1976 vivía en El Gallinato y trabajaba en Yacones, por lo que recorría el camino vecinal todos los días, a las 5 de la mañana.
"Un día venía en mi bicicleta y había tres vehículos, dos Ford Falcon y un Torino, Unos hombres me alumbraron y dijeron: ‘A dónde vas, quién sos, qué hacés a estas horas por acá’. Y uno dice: ‘Jefe, ¿qué hacemos con este?’ Y le dice: ‘Dejalo ir, pero decile que no pase más por acá’.” Eso fue, dijo el senador, en el Abra de Gallinato, en la primera curva pronunciada del camino vecinal, a dos kilómetros del camino de cornisa que conduce a Jujuy.
Moreyra recordó que eran hombres de civil, con abrigos largos, con armas largas y que siempre creyó que eran de la Policía o el Ejército. Recordó también que siempre que hubo esos operativos por la madrugada, luego, cuando regresaba a su casa, a las 14 o 15, “ya estaba el cuerpo de Bomberos levantando los cuerpos”. Dijo que esto ocurrió sobre todo durante agosto, septiembre y octubre de 1976 y que cesó en 1977.
“Más o menos hay veinte muertos ahí, (…) los bomberos (los levantaron) así, por pedazos, porque se dinamitaron. A veces estaba la mitad del cuerpo, para abajo entero, y para arriba nada, y al revés, para arriba entero y abajo nada. (El ex policía Carlos César) ‘Topo Gigio’ Martínez murió ahí con un pañuelo verde en la boca”, contó el legislador.
Relató Moreyra que luego se compró “una moto, una Puma 98, tenía primera y segunda y tenía un pedal. Un día venía en la motito que apenitas alumbraba, cuando salgo ahí, ¡pum!, de nuevo (se encuentra con los hombres en el operativo). Como anteriormente venía en bicicleta parece que no se han dado cuenta que era el mismo, porque ahora aparecía en moto. Entonces me dicen: “A dónde va’: ‘Voy a hacer un trámite en la ciudad’. ‘Y adonde vivís’: ‘Acá’. No les dije ya que iba al trabajo, pensé: si les digo lo mismo se van a dar cuenta, yo sí los reconocí que eran las mismas personas, los mismos autos.” Moreira sostuvo que una vez más le permitieron seguir pero la advirtieron que “nunca más” pasara a esa hora.
Por eso, a partir de entonces, cuando bajaba de El Gallinato, prestaba atención para ver si subían vehículos, en ese caso se ocultaba en el monte con la moto, “esperaba que pasen y recién seguía, y cuando volvía ya estaba la Policía levantando los cuerpos. (…) Estaba toda la Policía de La Caldera, de Vaqueros”.
Para Moreyra, la mayoría de los operativos y matanzas eran en el mismo lugar, en el Abra: “De ahí para allá era más muertos, (vio) otros acribillados con tiros en la cabeza, mujeres, chicas jóvenes, seguro que eran de la Universidad por las características de las chicas, Vi tres o cuatro chicas muertas, vestidas con pantalones vaqueros y camisitas largas, muertas con tiros en la cabeza, la sangre les corría así (señalando una línea en la cabeza)”. El senador precisó que estos cuerpos estaban al costado del camino, en la pendiente, sin llegar al arroyo.
“¿Cuántos operativos de levantamiento de cuerpos vio usted?”, le consultaron. “Diez seguro, habré visto –respondió-. Los otros no los ví, me he enterado después que levantaron los cuerpos. Diez seguro ví.”
“El lecho del arroyo quedó socavado por la explosión”
Los ex agentes de la policía salteña Néstor Colque y Juan Carlos Gutiérrez reconocieron ayer el lugar preciso donde, en octubre de 1976, encontraron los restos humanos de un hombre y una mujer. Más tarde, por gestiones de Julio Gamboa, se pudo determinar que pertenecían a su cuñada, Gemma Fernández Arcieri, y –presumiblemente, tan destrozados estaban- de su marido, el militante montonero Héctor Gamboa. Ambos habían sido secuestrados de su casa en la madrugada del 25 de septiembre de 1976.
El reconocimiento se hizo en el marco de la inspección ordenada por el Tribunal Oral en lo Criminal que juzga a 17 hombres por crímenes de lesa humanidad cometidos en Salta antes y durante la última dictadura cívico-militar.
Desde el camino de cornisa que conduce a Jujuy, a unos 3 kilómetros por el camino vecinal que comunica a La Caldera con la ciudad de General Güemes, el presidente del Tribunal, Carlos Jiménez Montilla, el fiscal Ricardo Toranzos, funcionarios judiciales, gendarmes y familiares bajaron unos 80 metros por una senda de vacunos y cazadores hasta el lecho del que se conoce como Arroyo Seco, el punto señalado por los ex agentes como el lugar donde encontraron los restos, guiándose por las aves de rapiña que sobrevolaban el curso de agua.
Colque llevó la voz cantante y su compañero se limitó a aprobar sus dichos: “Veníamos haciendo rastrillaje por la ladera aquella”, contó señalando el monte del otro lado del arroyo, del lado opuesto del camino, aunque supuso que quienes cometieron siguieron el mismo sendero usado para bajar a hacer la inspección.
Dijo Colque que aunque hubo algunos cambios en el paisaje, ambos identificaron el lugar con facilidad, “por el arroyo”, que, por lo menos hasta el Abra de Gallinato, sigue por la costa del cerro ubicado a la izquierda, tomando como referencia la entrada desde el camino de cornisa.
Precisó que la explosión se hizo sobre las piedras depositadas en el lecho del arroyo. Dijo que las piedras habían sido esparcidas y que el piso “estaba socavado” por la explosión.
A unos 300n metros hay una finca, pero los ex agentes dijeron que no obtuvieron datos: “La gente era reacia a dar información”, se excusaron.
Sin embargo, habitantes de La Caldera, a unos 5 kilómetros, recuerdan haber oído entre “4 y 5 explosiones” en distintas oportunidades.
Según un lugareño de apellido Orellana, por aquel entonces la finca cercana pertenecía a Roberto del Cerro, luego pasó a manos de un alemán, Hube Lenker, y actualmente es un emprendimiento ganadero que pertenece a Teófila María Andrés Lavalle, quien reside en La Pampa.
El fiscal Toranzos explicó que la importancia de estas inspecciones oculares está dada “en que el Tribunal se ponga en el lugar de la situación. Primero, lo que hacen las inspecciones oculares es ratificar las testimoniales brindadas en audiencia y les da un marco de contexto de manera tal que las vuelve creíble”.
En este sentido consideró que las inspecciones realizadas en este juicio “fueron muy fructíferas” porque todos los testigos ratificaron sus dichos en audiencia en el lugar del hecho.
Fuente:Telam
Por Elena Corvalan
El senador provincial Juan Moreira por La Caldera, Juan Moreira (PJ), sostuvo ayer que cree que durante los años de terror, en la década del 70, hubo “por lo menos 20 muertos” en la zona de El Gallinato, en el departamento La Caldera, en el camino vecinal que conecta a la localidad homónima con la ciudad de General Güemes. Moreira hizo estas declaraciones ante miembros de organizaciones de derechos humanos al término de la inspección ocular que el Tribunal Oral en lo Federal de Salta realizó ayer en El Gallinato, con la guía de los ex agentes Néstor Colque y Juan Carlos Gutiérrez, para reconocer el lugar exacto donde fueron encontrados los restos de la docente Gemma Fernández Arcieri y de su esposo, el comerciante Héctor Domingo Gamboa, hechos que se investigan en este proceso.
El senador fue acompañado por el intendente de La Caldera, Luis Mendaña, quien acercó su apoyo a la iniciativa de familiares de las víctimas del terrorismo de Estado para señalizar el lugar como un sitio de memoria. De hecho, concejales que fueron en la comitiva municipal se comprometieron a aprobar esta misma mañana una ordenanza en tal sentido.
Moreira contó que en 1976 vivía en El Gallinato y trabajaba en Yacones, por lo que recorría el camino vecinal todos los días, a las 5 de la mañana. Un “día venía en mi bicicleta y había tres vehículos, dos Ford Falcon y un Torino, (unos hombres) me alumbran, me dicen: ‘A dónde vas, quién sos, qué hacés a estas horas por acá’. Y uno dice: ‘Jefe, ¿qué hacemos con este?’ Y le dice: ‘Dejalo ir, pero decile que no pase más por acá’.” Eso fue, dijo el senador, en el Abra de Gallinato, en la primera curva pronunciada del camino vecinal, a dos kilómetros del camino de cornisa que conduce a Jujuy.
Moreira recordó que eran hombres de civil, con abrigos largos, con armas largas y que siempre creyó que eran de la Policía o el Ejército. Recordó también que siempre que hubo esos operativos por la madrugada, luego, cuando regresaba a su casa, a las 14 o 15, “ya estaba el cuerpo de Bomberos levantando los cuerpos”. Dijo que esto ocurrió sobre todo durante agosto, septiembre y octubre de 1976 y que cesaron en 1977.
“Más o menos hay veinte muertos ahí, (…) los bomberos (los levantaron) así, por pedazos, porque se dinamitaron. A veces estaba la mitad del cuerpo, para abajo entero, y para arriba nada, y al revés, para arriba entero y abajo nada. (El ex policía Carlos César) ‘Topogigio’ Martínez murió ahí con un pañuelo verde en la boca”, contó el legislador.
Relató que luego se compró “una moto, una Puma 98, tenía primera y segunda y tenía un pedal. Un día venía en la motito que apenitas alumbraba, cuando salgo ahí, ¡pum!, de nuevo (se encuentra con los hombres en el operativo). Como anteriormente venía en bicicleta parece que no se han dado cuenta que era el mismo, porque ahora aparecía en moto. Entonces me dicen: “A dónde va’: ‘Voy a hacer un trámite en la ciudad’. ‘Y adonde vivís’: ‘Acá’. No les dije ya que iba al trabajo, pensé: si les digo lo mismo se van a dar cuenta, yo sí los reconocí que eran las mismas personas, los mismos autos.” Moreira sostuvo que una vez más le permitieron seguir pero la advirtieron que “nunca más” pasara a esa hora.
Por eso, a partir de entonces, cuando bajaba de El Gallinato, prestaba atención para ver si subían vehículos, en ese caso se ocultaba en el monte con la moto, “esperaba que pasen y recién seguía, y cuando volvía ya estaba la Policía levantando los cuerpos. (…) Estaba todo la Policía de La Caldera, de Vaqueros”.
Para Moreira, la mayoría de los operativos y matanzas eran en el mismo lugar, en el Abra: “De ahí para allá era más muertos, (vio) otros acribillados con tiros en la cabeza, mujeres, chicas jóvenes, de la Universidad seguro que eran por las características de las chicas, tres o cuatro chicas muertas, yo las ví, vestidas con pantalón vaqueros camisitas largas, muertas con tiros en la cabeza, la sangre les corría así (señalando una línea en la cabeza)”. El senador precisó que estos cuerpos estaban al costado del camino, en la pendiente, sin llegar al arroyo.
“¿Cuántos operativos de levantamiento de cuerpos vio usted?”, le consultaron. “Diez seguro, habré visto –respondió-. Los otros no los ví, me he enterado después que levantaron los cuerpos. Diez seguro ví.”
“El lecho del arroyo quedó socavado por la explosión”
Los ex agentes Néstor Colque y Juan Carlos Gutiérrez reconocieron ayer el lugar preciso donde, en octubre de 1976, encontraron los restos humanos de un hombre y una mujer. Más tarde, por gestiones de Julio Gamboa, se pudo determinar que pertenecían a su cuñada, Gemma Fernández Arcieri, y –presumiblemente- de su marido, el militante Montonero Héctor Gamboa, quienes habían sido secuestrados de su casa en la madrugada del 25 de septiembre de 1976.
El reconocimiento, en el paraje El Gallinato, se hizo en el marco de la inspección ordenada por el Tribunal Oral en lo Criminal que juzga a 17 hombres por crímenes de lesa humanidad cometidos en Salta antes y durante la última dictadura cívico-militar. Desde el camino de cornisa que conduce a Jujuy, a unos 3 kilómetros por el camino vecinal que comunica a La Caldera con la ciudad de General Güemes, el presidente del Tribunal, Carlos Jiménez Montilla, el fiscal Ricardo Toranzos, funcionarios judiciales, gendarmes y familiares bajaron unos 80 metros por una senda de vacunos y cazadores hasta el lecho del que se conoce como Arroyo Seco, el punto señalado por los ex agentes como el lugar donde encontraron los restos, guiándose por las aves de rapiña que sobrevolaban el curso de agua.
Colque llevó la voz cantante y su compañero se limitó a aprobar sus dichos: “Veníamos haciendo rastrillaje por la ladera aquella”, contó señalando el monte del otro lado del arroyo, del lado opuesto del camino, aunque supuso que quienes cometieron siguieron el mismo sendero usado para bajar a hacer la inspección. Dijo que hubo algunos cambios en el paisaje, pero ambos testigos lo identificaron con facilidad, “por el arroyo”, que , por lo menos hasta el Abra de Gallinato, sigue por la costa del cerro ubicado a la izquierda, tomando como referencia la entrada desde el camino de cornisa.
Precisó que la explosión se hizo sobre las piedras depositadas en el lecho del arroyo. Dijo que las piedras habían sido esparcidas y que el piso “estaba socavado” por la explosión. A unos 300n metros hay una finca, pero los ex agentes dijeron que no obtuvieron datos: “La gente era reacia a dar información”, se excusaron. Sin embargo, habitantes de La Caldera, a unos 5 kilómetros, recuerdan haber oído entre “4 y 5 explosiones” en distintas oportunidades.
Según un lugareño de apellido Orellana, por aquel entonces la finca cercana pertenecía a Roberto del Cerro, luego pasó a manos de un alemán, Hube Lenker, y actualmente es un emprendimiento ganadero que pertenece a Teófila María Andrés Lavalle, quien reside en La Pampa.
El fiscal Toranzos explicó que la importancia de estas inspecciones oculares está dada “en que el Tribunal se ponga en el lugar de la situación. Primero, lo que hacen las inspecciones oculares es ratificar las testimoniales brindadas en audiencia y les da un marco de contexto de manera tal que las vuelve creíble”. En este sentido consideró que las inspecciones realizadas en este juicio “fueron muy fructíferas” porque todos los testigos ratificaron sus dichos en audiencia en el lugar del hecho.
Salta
Dos testigos indicaron el lugar de un macabro hallazgo durante el terrorismo de Estado
Inspección en una finca La Federal recorrió ayer el paraje El Gallinato, donde habrían sido dinamitados los cuerpos de una docente y su esposo.
Es feo recordar lo que vi aquel día”, expresó el testigo Néstor Colque en el sitio donde el 1 de octubre de 1976 aparecieron dinamitados los cuerpos de una pareja, víctima del terrorismo de Estado. Colque y Juan Carlos Gutiérrez se desempeñaban como policías en el pueblo de La Caldera en aquel momento cuando fueron alertados de una explosión en la finca El Gallinato.
Los testigos condujeron ayer al sitio del terror a los camaristas del Tribunal Oral Federal de Salta, al fiscal y a los querellantes para que se cumpliera la inspección ocular dispuesta en el marco del juicio por la megacausa de la UNSa. La comitiva encabezada por los jueces Carlos Jiménez Montilla y Gabriel Casas efectuó el recorrido por el empedrado camino de cornisa de la ruta provincial 11. “Aquí es”, dijo uno de los testigos, y todos descendieron y enfilaron por una senda cubierta por una tupida vegetación.
Colque y Gutiérrez se detuvieron junto a un arroyo bordeado de piedras e indicaron el sitio exacto donde los dos cuerpos fueron dinamitados. “Ya hacía rato que estábamos rastreando el lugar, cuando de pronto vimos el revoloteo de la cuervada”, graficó Colque. Y agregó que “al llegar aquí nos encontramos con un cuadro espantoso; es feo recordar esto”. Gutiérrez señaló que los restos estaban colgados de las ramas de los árboles, y que junto al arroyo quedó un hueco de la poderosa dinamita que los despedazó.
Se sospecha que las víctimas de aquel macabro hecho fueron la profesora de la UNSa Gemma Fernández Arcieri y su esposo Héctor Gamboa. La pareja había sido secuestrada de su domicilio una semana antes, en tanto su pequeña hija, Mariana, fue dejada abandonada en el jardín de una vivienda vecina.
“Vamos a señalar este lugar”
Mariana Gamboa siguió con mucha atención el desarrollo de la inspección ocular en el lugar donde habrían dinamitado a sus padres. Ella tenía pocos meses de vida cuando un grupo de tarea irrumpió en la vivienda del barrio Santa Lucía y se llevó a la pareja. “Es la primera vez que vengo a este lugar y es muy fuerte pensar que aquí hicieron desaparecer a mis padres”, expresó Mariana. Dijo que va a iniciar las gestiones para que este sitio sea señalado, así como lo hicieron en su casa, donde el año pasado se colocaron dos placas recordatorias con los nombres de Gemma Fernández Arcieri y Héctor Gamboa. “El dolor ya lo tenemos, lo que debemos hacer es seguir luchando para que se haga justicia y se conozca la verdad de lo sucedido en aquellos tristes momentos de nuestra historia”, apuntó Gamboa.
El escenario
El lugar donde se desarrolló la inspección ocular está ubicado a unos 5 kilómetros de la ruta nacional 9. La finca pertenece a María Andrés Lavalle, que residente en la provincia de La Pampa, quien la adquirió a un ciudadano alemán. “Hay un proyecto de explotación turística que por ahora está parado”, explicó el encargado del predio. En la intersección con la ruta provincial 11 un cartel reza: “Chacras del Gallinato, un lugar perfecto por naturaleza”. Las serranías, el camino de cornisa y la flora conforman un paisaje de singular belleza, que contrasta con lo sucedido hace 37 años cuando se lo utilizó para dinamitar el cuerpo de dos personas. Los querellantes sospechan que en esa zona funcionó un centro clandestino de detención. “El escenario era perfecto para esos fines”, señaló uno de los querellantes.
Fuente:ElTribuno
Envío:Agnddhh
Testigos visitaron el lugar donde fue dejado el cuerpo de Risso Patrón
Por Elena Corvalan
El finquero Rodolfo Saravia Toledo y el policía integrante de Bomberos Nicolás Ernesto Vélez señalaron ayer el lugar donde fue dejado el cuerpo del ex diputado provincial Luis Eduardo Risso Patrón, al pie del monumento a San Martín, en la plaza homónima de la ciudad de San José de Metán, donde residía el docente y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) hasta que la represión y persecución a la que fue sometido lo obligaron a permanecer clandestino y buscar trabajo en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña, en el Chaco. Saravia Toledo y Vélez fueron convocados por el Tribunal Oral en lo Federal de Salta para realizar una inspección ocular en la plaza metanense, que ayer se vio invadida por los visitantes miembros del Poder Judicial Federal y por los periodistas locales, que dieron cobertura al trámite.
Los jueces Carlos Jiménez Montilla y Gabriel Casas acompañaron al fiscal Ricardo Toranzos y a los secretarios. También siguieron las alternativas de la diligencia la militante de derechos humanos Nora Leonard y la ex rectora de la Universidad Nacional de Salta, Stella Bianchi.
A pesar de que la plaza fue remodelada en loso 35 años transcurridos desde que se cometiera este crimen, a mediados de 1976, Saravia Toledo y Vélez ubicaron el lugar donde se encontraba el monumento a San Martín en ese año, y que ahora está con baldosas.
Saravia Toledo recordó que vio el cuerpo a eso de las 4,30 del 12 de julio de 1976, cuando iba camino a su finca, en compañía de Ángel Hilario Retuerta. Contó que Risso Patrón estaba tirado al pie del monumento, con un brazo cubriéndole la cara como si hubiera tenido un reflejo defensivo, y que cerca había una caja con una calavera y tenía la leyenda “peligro explosivo”.
Testigos que han declarado en este proceso, en relación al asesinato de Risso Patrón, sostienen que al dejar su cuerpo en la plaza principal se intentaba dar un mensaje aleccionador a la población metanense. En igual sentido habría operado la caja con la leyenda “explosivo”, aunque solo tenía material inútil para producir una explosión.
Risso Patrón fue secuestrado en Presidencia Roque Sáenz Peña por un grupo de tareas que antes había secuestrado a su hijo de 15 años para obligarlo a entregarse. Luego el ex diputado fue visto en centros clandestinos de detención de Santiago del Estero y Tucumán.
Hoy el Tribunal tiene previsto inspeccionar el paraje El Gallinato, en la zona de La Caldera, donde fueron asesinados (sometidos a explosión) un número indeterminado de secuestrados por razones políticas, entre ellos, Gemma Fernández Arcieri de Gamboa y Héctor Domingo Gamboa, cuyas desapariciones se investigan en este proceso.
Envío:Agnddhh
Miércoles 10 de abril de 2013
Por Elena Corvalán
¿Un centro de detención en campos del Ejército?
Torturas en la Central de Policía
Cada vez se suman más datos para apuntalar la sospecha de que en los campos, y montes, del mismo Ejército funcionó un centro clandestino de detención y tortura. Testigos que declararon el martes 9 de abril en el megajuicio por delitos de lesa humanidad contaron haber sido trasladados a un campamento en medio del monte, donde había un curso de agua o arroyito, y donde fueron sometidos a todo tipo de vejámenes, incluidas las violaciones. Para los querellantes en campos del Ejército “funcionó como un centro clandestino de detención". Se presume que de ahí también fue la desaparición de Víctor Brizzi y todas las detenciones clandestinas del 24 de marzo de 1976.
La descripción se condice con el extremo sur de los campos del Ejército, que linda con Castellanos, conocido como Bella Vista, donde ahora se encuentra un salón de fiestas, que antes pertenecía a la familia Sola y que en la década del 70 era la casa del segundo jefe. “Hay un curso de agua muy pequeño hacia Bella Vista”, describió el actual jefe del Vto de Caballería, Juan Carlos Canpisano, que colaboró con la inspección que realizó el Tribunal Oral en lo Federal Criminal de Salta en el marco del megajuicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en esta ciudad. Cerca del casco hay un polvorín con una caseta para los guardias, y no hay más edificaciones militares, agregó el militar de apellido Zelaya.
El testigo Aldo Bellandi, que participó ayer de las inspecciones en la Central de Policía y en el Regimiento de Caballería V, aportó más datos que apuntalan la sospecha de un centro clandestino en los campos del Ejército. Bellandi, que fue jefe de Movilidad durante el gobierno de Miguel Ragone, fue detenido el 24 de marzo de 1976, alojado y torturado primero en la Central de Policía y llevado luego a un centro de torturas que él identifica como el Regimiento, porque se lo dijo otro compañero de detención (Elejalde) y porque esa es la percepción que tuvo al ser trasladado encapuchado.
Bellandi dijo que desde la Central hubo un viaje de varios minutos, que hubo una parada (que podría ser la Guardia del Regimiento) y luego el vehículo siguió “como 15 cuadras” por un camino que le pareció de tierra por “los barquinazos” que daba el auto, hasta que lo depositaron en un lugar con piso de tierra, donde había otros detenidos. Recordó que escuchaba sus quejidos y gritos de dolor, y él mismo fue torturado, sometido al submarino y a simulacros de fusilamiento. Otros dos testigos, Rodolfo Villalba Ovejero y Santiago Pérez Alsina, que el martes 9 de abril participaron de la inspección y que en 1976 estaban haciendo el servicio militar, recordaron que en esa época el camino que conduce a los fondos del Regimiento no estaba pavimentado.
A principios de 1976 estaba cumpliendo el servicio militar Víctor Brizzi, que fue desaparecido del mismo Regimiento de Caballería V, un hecho que también es parte de este proceso judicial.
Villalba Ovejero confirmó que compartía la instrucción con Brizzi. Dormían en unos galpones ubicados al fondo de las edificaciones. Una mañana, a eso de las 10, mientras recibían instrucción de teoría sobre tiro, vinieron de la Guardia de Caballería diciendo que lo buscaban a Brizzi y lo llevaron caminando “en diagonal”. “Nunca más lo vi”, sostuvo Villalba Ovejero.
Detrás de los galpones donde dormían solo había (y aún hay) un polvorín y campos. Delante ahora hay dos grandes galpones (de Logística), pero en 1976 no estaban y era “todo descampado”, confirmaron ambos testigos. En los alrededores de los galpones hacían la instrucción. Esos galpones están a unos 8 kilómetros de Bella Vista, el antiguo casco de estancia que linda con Castellanos.
Para los querellantes en ese lugar “funcionó como un centro clandestino de detención, lo que nos falta es especificar el lugar preciso en donde estuvieron, y se presume que de ahí también fue la desaparición de Víctor Brizzi y todas las detenciones clandestinas del 24 de marzo de 1976 que se probaron en la causa que estuvieron en el Ejército”, sostuvo Mariana Gamboa, hija de Gemma Fernández Arcieri y de Héctor Domingo Gamboa, cuyos secuestros y desapariciones se investigan en este proceso.
Es que también se tienen presentes los testimonios de los ex presos políticos Juana Isabel López y Enrique Cobos, quienes afirman haber sido llevados a un monte, a minutos de la ciudad de Salta, donde fueron depositados en un campamento, con otros detenidos, en el que fueron sometidos a torturas. López, que fue detenida en Metán, contó que fue traída hasta la ciudad de Salta y luego llevada hasta ese lugar, donde fue arrojada en una carpa, maniatada y encapuchada, y donde fue reiteradamente violada. Ambos testigos mencionaron que se trataba de un monte, y que cerca había un curso de agua, cuyo murmullo escuchaban. Aunque siempre estuvieron con vendas, López tuvo la oportunidad de ver que estaban en un campamento en medio del campo o monte, con muchos militares.
La inspección de martes 9 de abril en el Regimiento de Caballería V se hizo con la presencia de peritos de Gendarmería, que trabajaron con un GPS para tomar las mediciones exactas de acuerdo a los reconocimientos de los testigos.
Torturas en la Central
Tres testigos confirmaron ayer que la Central de Policía era usada como centro clandestino de detención y torturas. Recorriendo el interior del edificio, los testigos recordaron la disposición de las celdas donde recibieron castigos. En la inspección en el Regimiento de Caballería V, Cristina Cobos reconoció la habitación donde la recibía el teniente Benjamín Isidro de la Vega cuando iba a preguntar por su marido, Víctor Brizzi, y la oficina más grande donde fue interrogada por oficiales del Ejército.
Siguiendo el camino de sus captores, en la inspección en la Central Bellandi ingresó por la puerta principal, dobló a la derecha y se detuvo a mitad del patio interno, a la altura de la oficina de entrega de documentación. A pesar de los cambios edilicios, dijo que en ese lugar, donde ahora hay un patio, había celdas: “Era Robos y Hurtos, me acuerdo claro, había dos celdas ahí”.
El testigo Ernesto Luis Mamaní contó que fue ingresado (cerca de la medianoche del 26 de marzo de 1976) por “la puerta de atrás”, que da a la calle Santiago del Estero y que lo llevaron a Infantería, que estaba casi a la mitad del patio. Luego fue llevado a una celda, en el mismo lugar señalado por Bellandi. Allí amaneció, “mirando a la pared”, al otro día lo llevaron a la oficina de Contralor, en el pasaje Castro, al lado de la Central. Allí lo interrogó un oficial de apellido Nieva, y lo liberaron. A la tarde lo volvieron a detener y lo llevaron a una celda “sin techo”, en el sector opuesto de Infantería, donde fue torturado por Nieva, al que más tarde se sumó el oficial Mario Reinaldo Pachao, que está siendo juzgado en este proceso. Mamaní reconoció cada lugar donde estuvo, a pesar de los cambios. Recordó incluso que cuando lo llevaron ante el Jefe, lo hicieron ingresar por una puerta de atrás, la que todavía comunica con el despacho de Jefatura. Su hermano Héctor Alfredo Mamaní también reconoció el despacho del jefe, donde se reunió con el mayor Juan Carlos Grande para pedirle por la vida de su hermano.
Antes de las inspecciones, el Tribunal rechazó un pedido de apartamiento de este proceso del militar Joaquín Cornejo Alemán, quien está convaleciente de un infarto y está siendo juzgado por la desaparición de Brizzi.
Fuente:SaltaLibre
SALTA
SE REALIZÓ EN LA PLAZA DE METÁN DONDE APARECIÓ ACRIBILLADO EN 1976
Inspección por el caso Rizzo Patrón
16.04.13
Rizzo Patrón HerramientasEtiquetasAyudaCaso Rizzo PatrónGuarda notaCompartirEnviar por mail ImprimirAgrandar textoAchicar texto Rizzo Patrón fue diputado provincial durante el gobierno de Miguel Ragone. Fue secuestrado y luego acribillado a balazos. El 13 de julio de 1976 sus restos fueron arrojados en la plaza San Martín, en el centro de la localidad, junto a una caja con explosivos. Tenía varios impactos de bala y signos evidentes de haber sido torturado. El profesor era muy conocido en Metán como una persona trabajadora y buen vecino. Muchos lo recordaron ayer cuando se tomó conocimiento de la presencia de los integrantes del Tribunal Oral Federal de Salta que dispuso realizar una serie de inspecciones en distintos puntos de la provincia en el marco del juicio por la megacausa de la UNSa que se está desarrollando en la capital salteña desde mayo del año pasado. Estaba bajo amenazas de muerte y tuvo que irse a Santiago del Estero a refugiarse. Luego secuestraron a su hijo y lo emplazaron a entregarse. Diecisiete días después apareció muerto a los pies del monumento a San Martín en San José de Metán.
El imputado en la causa es el coronel Carlos Alberto Mulhall, quien actualmente se encuentra detenido y alojado en el hospital penitenciario de Ezeiza, en Buenos Aires. En la medida estuvieron el presidente del Tribunal Oral, Carlos Enrique Jiménez Montilla, y el juez Gabriel Eduardo Casas; el fiscal Ricardo Toranzos, el secretario del Tribunal, Mariano García Zavalía, y militantes de la Asociación de Derechos Humanos de Salta “Lucrecia Barquet”. Un testigo clave en la inspección de ayer fue el veterinario metanense Rodolfo Saravia Toledo, quien a las 4.30 del 13 de julio de 1976 iba cruzando por la plaza junto al productor agrícola Hilario Angel Retuerta, cuando observaron el cuerpo de Rizzo Patrón junto al busto del general San Martín, que en ese entonces se encontraba en otro lugar, cerca de la calle 25 de Mayo. “Ibamos a buscar mi camioneta para dirigirnos al campo cuando observamos el cuerpo del profesor que estaba boca arriba, con la mano derecha en la frente”. Aseguró que el docente tenía balazos en el pecho y alrededor había cuatro cajas, una de ellas decía “peligro explosivos”. Ante una pregunta del fiscal Toranzos, Saravia Toledo indicó a los jueces el lugar exacto donde arrojaron los restos de la víctima. “Yo conocía a Rizzo Patrón, era un vecino ejemplar”, destacó Saravia. Retuerta no pudo asistir a la medida por problemas de salud, pero otro de los testigos fue Nicolás Ernesto Vélez, un policía que en aquel momento se desempeñaba en la división Bomberos y asistió por el hallazgo de los explosivos. “Cuando llegué pude ver el cuerpo y había una caja que contenía 400 gramos de TNT, pero no tenía detonador. Recuerdo que había balas servidas en el lugar”, dijo Vélez.
Hoy en la finca El Gallinato
Las inspecciones oculares continúan hoy con la visita de jueces, fiscal y querellas a la finca El Gallinato, en el departamento La Caldera. Existen firmes sospechas de que durante el terrorismo de Estado ese lugar fue usado como centro clandestino de detención de personas apresadas de manera ilegal. Se cree que allí fueron dinamitados los cuerpos de la profesora de la UNSa Gemma Fernández y su esposo Héctor Gamboa, el 24 de septiembre 1976.
Fuente:ElTribuno




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