25 de julio de 2014

CÓRDOBA-MEGACAUSA LA PERLA: "LA IGLESIA SE ALEJÓ DE MI FAMILIA" RECORDÓ UN TESTIGO.

"La iglesia se alejó de mi familia", recordó un testigo
23-07-14
Cuatro testigos declararon en el marco de la megacausa La Perla por crímenes cometidos durante la dictadura cívico-militar.

Uno de los testigos fue el periodista Miguel Apontes, responsable de prensa de Unidos y Organizados en Córdoba, quien declaró sobre la desaparición de su hermano, José Antonio Apontes, de nacionalidad española, secuestrado el 18 de mayo de 1976 en Córdoba.

La víctima tenía en ese entonces 24 años y era miembro de la Comisión Directiva del Sindicato Trabajadores de Motores Diesel Perkins; adhería al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y actualmente se encuentra en condición de desaparecido.

"Yo tenía 17 años cuando tomamos noticias de la detención de mi hermano, en el departamento que subalquilaba en Barrio Cofico de la ciudad de Córdoba".

Apontes recordó que a partir de ese momento comenzó la búsqueda y cuando iban a las comisarías "te encontrabas con otra gente a la que les había pasado algo similar, y era una especie de rutina de lo que había que hacer, hábeas corpus, denuncias a organismos internacionales. Y te encontrabas con familiares de otras personas secuestradas y nos decían qué hacer, a quién escribir".

En otro momento de su testimonio recordó cómo vivió esta situación con su familia en la ciudad de Cruz del Eje en el norte provincial donde vivían.

"En un pueblo chico el aislamiento es más fuerte y la estigmatización era muy fuerte. La gente miraba para otro lado, la iglesia se alejó de mi familia que no encontraba explicación. Hasta yo, que era buen alumno, era citado por el director cuando aparecían noticias de allanamientos o aparición de arsenales", dijo.

A partir de lo sucedido con su hermano, en 1978 cuando se radicó en la ciudad de Córdoba, Apontes fue Secretario de la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y en 1984 integró el área de denuncias de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep).

Otro de los testigos fue Raúl Osvaldo Billar, quien fue detenido el 8 de marzo de 1976 por dos personas vestidas de civil que exhibieron credenciales de policías, quienes lo secuestraron en el Banco de la Provincia de Córdoba donde trabajaba.

Relató que entre tres y cuatro días lo tuvieron secuestrado en el Departamento de Informaciones de la Policía provincial (D2), donde fue sometido a distintos tormentos en los que le pedían nombres de otros miembros del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) donde militaba, además de la Mesa de Gremios en Lucha.

Tras recordar los nombres de distintos delegados bancarios que fueron secuestrados, precisó que la información para las patotas parapoliciales "surgía de la autoridad del banco y de sectores del sindicalismo que respondían al peronismo ortodoxo que por su metodología entreguista mantenían una confrontación política sindical muy intensa con los delegados de la organización social de base, todos perseguidos".

También declaró Carlos Jerónimo Palacios, actualmente de 77 años, quien fue metalúrgico y según se definió, "era un estorbo para la patronal".

"Uno es obrero y lucha por ganar mejor. Lamentablemente siempre hay represión", agregó.
Palacios fue secuestrado frente a su mujer y sus hijos el 15 de febrero de 1975 y durante su cautiverio fue llevado al D2, la alcaidía del cabildo, a las cárceles de UP1 y Sierra Chica.

Otro de los testigos fue María Soledad Martínez, en relación al destino de su hermano, José Agustín Martínez, empleado del Banco Roela, estudiante de Agronomía en la Universidad Nacional de Córdoba y militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), brazo universitario de Montoneros.

Fue secuestrado el 28 de enero de 1976 cuando salía de su trabajo y tras pasar por el centro clandestino de detención La Ribera, permanece en condición de desaparecido.

Tras escuchar a los cuatro testigos, el Tribunal Oral Federal número 1 (TOF1), resolvió pasar a un cuarto intermedio hasta el próximo martes 29 a las 10.
Fuente:Cordoba24N





Cartas 
Por Miguel Apontes*
Si algo me obsesiona, es que los juicios al Terrorismo de Estado, su difusión, la información en formato de noticia, caiga en una rutina. Mil veces me puse del lado del lector y temí que pueda sentir hastío. Que lo que sucede en los tribunales se banalizara, por la repetición, por la pérdida de interés.
Hoy me tocó ser testigo en la Justicia Federal, en el juicio por las atrocidades cometidas en La Perla. Y solo quiero transmitir lo que sentí, esta vez desde otro lugar, desde un banquillo y ante la solemnidad de un juicio oral.



Conocer quizás en profundidad las atrocidades de la dictadura o mi condición de protagonista un tanto “superado”, no me eximieron de la tensión y quiebre cuando estuve frente a los jueces. Mi relato fue desordenado, muy lejos de cuanto quería decir. Y remitió a mi familia, a los ausentes de mi familia humillada por la dictadura. Remitió a mi adolescencia, a mi pueblo, Cruz del Eje, al que debo haber nombrado muchas veces. Rondaba por la sala mi hermano José Antonio, increíblemente todavía calificado como “desaparecido”, y mis padres… como si fuera observado por ellos y buscara hacer el mejor papel en esta pretendida devolución de dignidad. Y también los grandes presentes, mis hijos, como para justificarme quizás de tantos lugares comunes a los que los sometí siempre, por lo que sentía o cómo reaccionaba toda vez que se hablaba de la represión, sus consecuencias, la juventud diezmada; y que seguramente muchas veces no entendieron.

Pero no sé por qué me detuve en las cartas. En cómo ayudaba a mi papá a redactarlas. Cartas al ministro, al comisario, al obispo, al arzobispo, al interventor, a la OEA, a la ONU, al embajador de España, a Amnesty… ¿Al nuncio todavía no le escribimos? ¡No! Uy ya consigo la dirección y le mandamos con aviso de retorno.

Las cartas eran nuestras armas. Sin los conocimientos o posibilidad de análisis, por aquellos aciagos tiempos con mi papá llevábamos adelante una tarea informativa impresionante, cual agencia clandestina de noticias.
Las cartas, por dios. Si ya, con mi tarea al frente de “prensa y propaganda”, en la vieja Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, con esos valientes compañeros, padres y madres que me acogieron, llegué a escribir una carta a la Sociedad Interamericana de Prensa denunciando a

La Voz del Interior porque se negaba a publicarnos nada. Fue por 1979, tras la negativa del diario a sacar una solicitada para el Día de la Madre, donde desde la Comisión reclamábamos la “aparición con vida”. En ese momento, ingenuamente, pensaba que la SIP era un gran sindicato de periodistas.

Cartas y más cartas.

Seguramente, el digno ejercicio de escribir una carta y depositarla en un buzón, aun anunciando “últimas malas noticias”, fue un aporte para llegar al juicio y castigo de los asesinos; para vivir en una sociedad que, más allá de las injusticias que persisten, no son pocos los pasos que ha dado para que mis hijos tengan un futuro mejor.
* Periodista y militante político. Brindó testimonio en el Juicio La Perla.
Fuente:InfonewsCdba.

1 comentario:

jose celso cebey dijo...

Gracias por su aporte.
Pase por varias carceles de CBA.Junio 1970.
Mi interes hacer contacto con expresos.
En la carcel de Encausados.En el sector de la escueliata.
Un saludo
Jose Celso Cebey
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