28 de enero de 2015

CUBA.

CUBA
Fidel Castro: Para mis compañeros de la Federación Estudiantil Universitaria ​ 
Cubadebate, 26 de enero de 2015

Queridos compañeros:
Desde el año 2006, por cuestiones de salud incompatibles con el tiempo y el esfuerzo necesario para cumplir un deber —que me impuse a mí mismo cuando ingresé en esta Universidad el 4 de septiembre de 1945, hace 70 años—, renuncié a mis cargos.

No era hijo de obrero, ni carente de recursos materiales y sociales para una existencia relativamente cómoda; puedo decir que escapé milagrosamente de la riqueza. Muchos años después, el norteamericano más rico y sin duda muy capaz, con casi 100 mil millones de dólares, declaró ―según publicó una agencia de noticias el pasado jueves 22 de enero—, que el sistema de producción y distribución privilegiada de las riquezas convertiría de generación en generación a los pobres en ricos.

Desde los tiempos de la antigua Grecia, durante casi 3 mil años, los griegos, sin ir más lejos, fueron brillantes en casi todas las actividades: física, matemática, filosofía, arquitectura, arte, ciencia, política, astronomía y otras ramas del conocimiento humano. Grecia, sin embargo, era un territorio de esclavos que realizaban los más duros trabajos en campos y ciudades, mientras una oligarquía se dedicaba a escribir y filosofar. La primera utopía fue escrita precisamente por ellos.

Observen bien las realidades de este conocido, globalizado y muy mal repartido planeta Tierra, donde se conoce cada recurso vital depositado en virtud de factores históricos: algunos con mucho menos de los que necesitan; otros, con tantos que no hallan qué hacer con ellos. En medio ahora de grandes amenazas y peligros de guerras reina el caos en la distribución de los recursos financieros y en el reparto de la producción social. La población del mundo ha crecido, entre los años 1800 y 2015, de mil millones a siete mil millones de habitantes. ¿Podrán resolverse de esta forma el incremento de la población en los próximos 100 años y las necesidades de alimento, salud, agua y vivienda que tendrá la población mundial cualquiera que fuesen los avances de la ciencia?

Bien, pero dejando a un lado estos enigmáticos problemas, admira pensar que la Universidad de La Habana, en los días en que yo ingresé a esta querida y prestigiosa institución, hace casi tres cuartos de siglo, era la única que había en Cuba.

Por cierto, compañeros estudiantes y profesores, debemos recordar que no se trata de una, sino que contamos hoy con más de cincuenta centros de Educación Superior repartidos en todo el país.

Cuando me invitaron ustedes a participar en el lanzamiento de la jornada por el 70 aniversario de mi ingreso a la Universidad, lo que supe sorpresivamente, y en días muy atareados por diversos temas en los que tal vez pueda ser todavía relativamente útil, decidí descansar dedicándole algunas horas al recuerdo de aquellos años.

Me abruma descubrir que han pasado 70 años. En realidad, compañeros y compañeras, si matriculara de nuevo a esa edad como algunos me preguntan, le respondería sin vacilar que sería en una carrera científica. Al graduarme, diría como Guayasamín: déjenme una lucecita encendida.

En aquellos años, influido ya por Marx, logré comprender más y mejor el extraño y complejo mundo en que a todos nos ha correspondido vivir. Pude prescindir de las ilusiones burguesas, cuyos tentáculos lograron enredar a muchos estudiantes cuando menos experiencia y más ardor poseían. El tema sería largo e interminable.

Otro genio de la acción revolucionaria, fundador del Partido Comunista, fue Lenin. Por eso no vacilé un segundo cuando en el juicio del Moncada, donde me permitieron asistir, aunque una sola vez, declaré ante jueces y decenas de altos oficiales batistianos que éramos lectores de Lenin.

De Mao Zedong no hablamos porque todavía no había concluido la Revolución Socialista en China, inspirada en idénticos propósitos.

Advierto, sin embargo, que las ideas revolucionarias han de estar siempre en guardia a medida que la humanidad multiplique sus conocimientos.

La naturaleza nos enseña que pueden haber transcurrido decenas de miles de millones de años luz y la vida en cualquiera de sus manifestaciones está siempre sujeta a las más increíbles combinaciones de materia y radiaciones.

El saludo personal de los Presidentes de Cuba y Estados Unidos se produjo en el funeral de Nelson Mandela, insigne y ejemplar combatiente contra el Apartheid, quien tenía amistad con Obama.

Baste señalar que ya en esa fecha, habían transcurrido varios años desde que las tropas cubanas derrotaran de forma aplastante al ejército racista de Sudáfrica, dirigido por una burguesía rica y con enormes recursos económicos. Es la historia de una contienda que está por escribirse. Sudáfrica, el gobierno con más recursos financieros de ese continente, poseía armas nucleares suministradas por el Estado racista de Israel, en virtud de un acuerdo entre este y el presidente Ronald Reagan, quien lo autorizó a entregar los dispositivos para el uso de tales armas con las cuales golpear a las fuerzas cubanas y angolanas que defendían a la República Popular de Angola contra la ocupación de ese país por los racistas. De ese modo se excluía toda negociación de paz mientras Angola era atacada por las fuerzas del Apartheid con el ejército más entrenado y equipado del continente africano.

En tal situación no había posibilidad alguna de una solución pacífica. Los incesantes esfuerzos por liquidar a la República Popular de Angola para desangrarla sistemáticamente con el poder de aquel bien entrenado y equipado ejército, fue lo que determinó la decisión cubana de asestar un golpe contundente contra los racistas en Cuito Cuanavale, antigua base de la OTAN, que Sudáfrica trataba de ocupar a toda costa.

Aquel prepotente país fue obligado a negociar un acuerdo de paz que puso fin a la ocupación militar de Angola y el fin del Apartheid en África.

El continente africano quedó libre de armas nucleares. Cuba tuvo que enfrentar, por segunda vez, el riesgo de un ataque nuclear.

Las tropas internacionalistas cubanas se retiraron con honor de África. Sobrevino entonces el Periodo Especial en tiempo de paz, que ha durado ya más de 20 años sin levantar bandera blanca, algo que no hicimos ni haremos jamás.

Muchos amigos de Cuba conocen la ejemplar conducta de nuestro pueblo, y a ellos les explico mi posición esencial en breves palabras.

No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra. Defender la paz es un deber de todos. Cualquier solución pacífica y negociada a los problemas entre Estados Unidos y los pueblos o cualquier pueblo de América Latina, que no implique la fuerza o el empleo de la fuerza, deberá ser tratada de acuerdo a los principios y normas internacionales. Defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos. Es lo que estamos reclamando para todos.

El Presidente de Cuba ha dado los pasos pertinentes de acuerdo a sus prerrogativas y las facultades que le conceden la Asamblea Nacional y el Partido Comunista de Cuba.

Los graves peligros que amenazan hoy a la humanidad tendrían que ceder paso a normas que fuesen compatibles con la dignidad humana. De tales derechos no está excluido ningún país.

Con este espíritu he luchado y continuaré luchando hasta el último aliento.
Fidel Castro Ruz
Enero 26 de 2015 12 y 35 p.m.






La “nueva política” de los Estados Unidos hacia Cuba (I) ​ 
Por: Elier Ramírez Cañedo 

Un análisis retrospectivo
Poco tiempo después de haber llegado a la Casa Blanca y cuatro días antes del comienzo de la V Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, en abril de 2009, Barack Obama anunció medidas de flexibilización de los viajes y el envío de remesas a Cuba, algo que constituyó una táctica inteligente del presidente estadounidense que le permitió llegar a la cita en un mejor ambiente y reducir las críticas de los países del hemisferio con relación a la absurda política hacia la Mayor de las Antillas. Fue en ese cónclave donde exclamó que intentaría hallar un “nuevo comienzo con Cuba”.

Pero de inmediato quedó entrampado en los límites que el sistema de poder en los Estados Unidos impone a la rama ejecutiva y, sobre todo, por las circunstancias internas y externas que limitaron su capacidad de maniobra en este y otros temas.

Quizás influyó en que no diera pasos más atrevidos para cambiar la política el hecho de que en Washington se valoró la posibilidad de una caída del régimen cubano, ante la repentina enfermedad de Fidel que implicó se apartara de la dirección del país y la dramática situación económica por la que atravesó la isla entre el 2008 y el 2009, debido fundamentalmente a la crisis económica internacional y el paso por territorio cubano de tres huracanes que causaron graves estragos. Error de cálculo que pudo llevar a los principales estrategas en Washington a pensar que la manida política de Estados Unidos hacia la Isla, con algunos retoques y una mejor instrumentalización del bloqueo, podía lograr finalmente el tan anhelado cambio de régimen.

También pueden haber manejado la quimérica idea de la “solución biológica”, es decir, la de esperar la desaparición física de la generación histórica para negociar con líderes supuestamente más dóciles.

En el aprensivo curso de acción seguido por la administración demócrata debe haber tenido alguna incidencia la difícil coyuntura tanto en el plano doméstico como exterior que enfrentó Obama al arribar a la presidencia. Situación que hacía que el tema Cuba no estuviera dentro de las más urgentes prioridades del presidente como para gastar capital político –el cual iba a necesitar para otros temas de mayor jerarquía para la “seguridad nacional” de los EE.UU- en una lucha por hacer cambios más significativos en la política hacia Cuba.

El hecho es que Obama y sus asesores escogieron en ese momento el camino que pensaron era más inteligente en sus objetivos por destruir la Revolución Cubana en un lapso de tiempo más reducido, utilizando el bloqueo como herramienta para ejercer presión política sobre Cuba, aunque de una forma más creativa a como lo había hecho la administración Bush.

También, haciendo un análisis del contexto de la realidad interna de los Estados Unidos, del entorno internacional y de la dinámica interna de la sociedad cubana en el 2009, es lógico pensar que hayan preferido seguir la “ley del menor esfuerzo”, buscando maximizar los resultados en la política hacia Cuba, al menor costo posible.

La detención en Cuba a finales del 2009 del ciudadano estadounidense Alan Gross, y luego enjuiciamiento por actividades ilegales y subversivas al servicio de la USAID, se convirtió en el nuevo pretexto y obstáculo fundamental impuesto por la administración demócrata para avanzar en una nueva dirección en la relación con Cuba.

Sin embargo, en poco tiempo, las variables fundamentales en torno al conflicto Estados Unidos-Cuba comenzaron a desfavorecer a la a administración demócrata y a empujar el cambio.

A Obama se le fue generando el mejor contexto interno y externo que jamás tuvo presidente alguno para realizar un cambio profundo en el enfoque de la política hacia Cuba. También se observó que Obama tenía incluso un significativo respaldo dentro de la clase dominante de los Estados Unidos, la cual reclamaba una política más pragmática hacia Cuba. Hubiera sido realmente poco inteligente de su parte haber regalado el mérito de hacer historia, teniendo una oportunidad única, a los que le sucedieran en la Casa Blanca. 

Una decisión histórica 
Está claro que Barack Obama desde que ejercía sus funciones de senador creía inefectiva y arcaica la política de los Estados Unidos hacia Cuba. El 20 de enero del 2004, en un discurso en la Universidad del Sur de Illinois, había expresado:

“Considero que es hora de poner fin al embargo contra Cuba… Nuestro planeta se está reduciendo. Y nuestro mayor desafío en política exterior… es cómo asegurarnos de que otros países, en naciones en desarrollo, estén proporcionando sustento a su pueblo, los derechos humanos a su pueblo y una estructura básica de gobierno a su pueblo, que sea estable y segura, para que puedan ser socios en un futuro más brillante para todo el planeta. Y el embargo Cubano ha fracasado en proporcionar tipos de niveles de vida crecientes, ha oprimido a los inocentes en Cuba y fracasado de manera total en derrocar a Castro, quien ahora ha estado allí desde que nací. Ahora es el momento de reconocer que esa política en particular ha fracasado”.

Mas es conocido que una cosa es lo que se puede decir y hacer fuera de la Casa Blanca, y otra, una vez que se está dentro de ella. Obama tuvo que moderar su discurso y encubrir en buena medida su pensamiento con relación a la política hacia Cuba, hasta que se le presentara el momento más oportuno para introducir las modificaciones que consideraba pertinentes; de ahí que una vez ganada las elecciones presidenciales del 2008, declarara que mantendría el bloqueo a Cuba, aunque manifestó que estaría dispuesto a dialogar tanto con amigos como enemigos.

De esta manera, hasta el 17 de diciembre de 2014, lo realizado por la administración Carter en el período de 1977 a 1981, seguía siendo el momento histórico en que ambos países más habían avanzado hacia una relación más civilizada. Pero luego de su discurso ese día, Obama se convirtió en el presidente de los Estados Unidos que marca el principal punto de inflexión –aunque sin variar sus esencias, eso sería como pedirle peras al olmo- dentro de la clásica política agresiva de Washington contra La Habana en los últimos 55 años.

Nunca antes presidente estadounidense alguno había realizado una llamada telefónica a su par cubano para hablar de manera cordial y respetuosa, apartándose al menos por unos minutos de la tradicional arrogancia imperial y reconociendo, de hecho, la legitimidad del gobierno cubano. Ningún presidente estadounidense había manifestado su opinión contraria al bloqueo contra Cuba, considerándola una política fallida. Carter y Clinton lo hicieron solo después de abandonar la Casa Blanca.

Tampoco en la historia de las relaciones Estados Unidos-Cuba, desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961, se había coordinado un mensaje televisivo simultáneo de los líderes de ambas naciones anunciando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el inicio de un proceso de normalización de las relaciones. 

Siempre, dentro los diferentes diseños de negociación con Cuba –fundamentalmente visibles durante las administraciones de Gerald Ford y Jimmy Carter- el restablecimiento de las relaciones diplomáticas fue contemplado por el gobierno de los Estados Unidos como parte del final de un largo proceso negociaciones. Obama invirtió el proceso, y de de un solo golpe, anunció que se abrirían embajadas en ambas capitales y pediría al congreso el levantamiento del “embargo”, tomando por sorpresa a los que más podían torpedear el proceso de acercamiento a Cuba, en especial a la extrema derecha cubanoamericana presente en el legislativo estadounidense.

Precisamente ese proceder fue el que recomendaron a Obama los investigadores estadounidenses William Leogrande y Peter Kornbluh en su recién publicado libro Back Channel to Cuba: “…aunque el gradualismo parece ser políticamente seguro porque cada paso en incremento es pequeño y por lo tanto debe ser menos controvertido, un enfoque en incremento prolonga la lucha política con los opositores internos en Washington, quienes protestan ruidosamente lo contra los pasos pequeños como contra los grandes. Cada paso incremental les da una nueva oportunidad de detener el proceso, y solo tienen que ganar una vez. La alternativa es un golpe audaz que cambie en lo fundamental la relación (incluso aunque no solucione cada asunto) y deje a los oponentes ante un hecho consumado. El viaje de Nixon a China es un ejemplo paradigmático”.

Si bien Obama tenía la autoridad para restablecer las relaciones diplomáticas con la Isla, la Ley Helms Burton limita sus posibilidades de barrer con el bloqueo de un plumazo, aunque en realidad, en uso de sus facultades ejecutivas el presidente norteamericano podría lograr una profunda flexibilización del bloqueo.

Obama quizás hubiera negociado con Cuba otros asuntos de mayor trascendencia para la mejoría de las relaciones bilaterales, aunque tardara más tiempo en hacer el anuncio de los acuerdos. Mas Obama estaba urgido por su principal objetivo de intentar reconstruir su hoy maltrecho “liderazgo” en Latinoamérica y el Caribe en la próxima Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá en el mes de abril, y por el poco tiempo con el que cuenta para que termine su mandato, apenas dos años.

Por otro lado, si durante su primer mandato, Obama tuvo otras prioridades y se cuidó de no dar pasos arriesgados que pudieran comprometer la reelección, es evidente que en este segundo mandato se decidió a trabajar en su legado como presidente. El anuncio el 17 de diciembre de 2014, puede convertirse en el paso más osado y relevante de todo su mandato, por el que sea recordado en el futuro.

Claro, ninguno de los predecesores de Obama en la presidencia del país, había tenido un contexto tan favorable para tomar ese camino, aun así, Obama mostró valentía política, pues eran predecibles los fuertes ataques que debería enfrentar de ciertos sectores de la clase dominante de los Estados Unidos, de figuras prominentes del partido republicano y de la extrema derecha cubanoamericana, defensores todos del más recalcitrante status quo. Obama sí, fue pragmático, pero llevar adelante ese pragmatismo requería valor, recodemos lo que le sucedió a J.F.Kennedy por intentar imponer su sello personal a la política hacia Cuba.

Aunque todas las medidas adoptadas por Obama persiguen un fin muy bien explicitado en sus palabras, que no modifica los intentos de lograr un cambio de régimen en Cuba –la llamada transición pacífica hacia el capitalismo-, hay que reconocer que fue verdaderamente audaz al dar un paso que ninguno de los anteriores inquilinos de la Casa Blanca había se había atrevido a realizar y que tomó por sorpresa a la mayoría de los analistas. Las experiencias anteriores de acercamiento a Cuba nunca llegaron tan lejos.

Si Kennedy tuvo el coraje en 1961 de reconocer el fracaso de la invasión mercenaria de Playa Girón -plan que había heredado de la administración Eisenhower- e incluso, asumir toda la responsabilidad, Obama también lo tuvo al reconocer el fracaso de la política de agresión y bloqueo de Estados Unidos hacia Cuba por más de cinco décadas.

Creo que respetar y reconocer determinas actitudes de quienes nos adversan, no deben interpretarse como una debilidad o desarme frente al enemigo. Nuestra historia recoge muchos ejemplos similares. Antonio Maceo no dejó de apreciar y respetar a Martínez Campos en los momentos en que éste se comportó con dignidad. Fidel hizo lo mismo con J.F.Kennedy, a pesar de que durante su mandato el clímax de la confrontación llegó a su punto más elevado durante la invasión mercenaria de Playa Girón y la Crisis de Octubre.

Obama desató el nudo gordiano que representaba, para poder avanzar hacia la normalización de las relaciones con Cuba, prolongar por más tiempo la situación de los héroes cubanos Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labañino, presos injustamente en cárceles estadounidenses, y al mismo tiempo, la del ciudadano estadounidense Alan Gross, condenado en la Isla por actividades ilegales y subversivas al servicio de Estados Unidos, cuando tenía la posibilidad de satisfacer el reclamo del gobierno cubano de buscar una salida humanitaria a ambos casos.

Otra decisión de extraordinaria importancia anunciada por el presidente estadounidense, fue la de revisar la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas. Este asunto que evidentemente nadie dentro de la administración Obama creía, sino más bien era utilizado como pretexto para sostener una justificación del bloqueo, una vez resuelto, será una notable contribución en el camino hacia la mejoría de las relaciones bilaterales y facilitará que algunas operaciones económicas y comerciales -hoy prohibidas por leyes estadounidenses- puedan ser sostenidas con Cuba.

Obama anunció además las siguientes medidas, no menos significativas:
-Estados Unidos colaborará con Cuba en temas de interés mutuo como migración, operaciones antidroga, protección medioambiental y tráfico de personas.

-Aumento de los viajes y el comercio

-Los viajeros estadounidenses podrán utilizar tarjetas de crédito y debito en Cuba.

-Aumento del monto de las remesas que pueden ser enviadas a Cuba a familiares en Cuba y eliminación de límites para enviar remesas que apoyan a proyectos humanitarios, al pueblo cubano y al emergente sector privado cubano

-Facilitación de las transacciones autorizadas entre Estados Unidos y Cuba. A las instituciones financieras estadounidenses se les permitirá abrir cuentas en las instituciones financieras cubanas. Y será más fácil para los exportadores estadounidenses vender bienes a Cuba.

-Autorización para incrementar las conexiones de las telecomunicaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Lo señalado anteriormente constituye un grupo de medidas anunciadas, algunas de las cuales ya se han publicado las regulaciones de implementación. Pero la mayoría de ellas implican un análisis previo y acuerdo con Cuba para poder llevarlas a la práctica. Conversaciones al más alto nivel entre funcionarios de ambos países, apertura de embajadas en ambas naciones, el retiro de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, y un posible encuentro de Obama y Raúl en la Cumbre de las Américas en Panamá, parecen ser los próximos pasos.

A pesar de que se trata de un paso histórico, lo esencial no se ha resuelto, como señaló el General de Ejército, Raúl Castro, en su alocución del 17 de diciembre. El bloqueo continúa ahí y el camino hacia la “normalización” parece ser un proceso largo y complejo. “Nuestro pueblo debe comprender que –añadió Raúl en su discurso ante la Asamblea Nacional el 20 de diciembre-, en las condiciones anunciadas, esta será una lucha larga y difícil que requerirá que la movilización internacional y de la sociedad norteamericana continúe reclamando el levantamiento del bloqueo”.

Creo que insistir en esto es clave. De lo contrario, perderíamos el apoyo decisivo que siempre ha tenido Cuba en su lucha contra el bloqueo. Si en estos años no se logra su levantamiento definitivo, habrá que seguir llevando el tema a las Naciones Unidas y a otros foros internacionales. La lucha contra el bloqueo no debe cesar y ni siquiera cuando este desaparezca debemos desmovilizarnos. Sería muy ingenuo pensar que el imperialismo no continuará buscando la manera de destruir nuestro proceso revolucionario. No hace falta leer entrelíneas para deducir los propósitos del nuevo enfoque pragmático que Obama quiere introducir en la política hacia Cuba. Pero sobre esto ampliaremos más adelante.

El 14 de julio de 2009 Cuba presentó oficialmente al gobierno de los Estados Unidos una propuesta de agenda cubana, con los temas que serían claves para nuestro país en un proceso de diálogo con los Estados Unidos . La agenda comprendía los siguientes puntos:

-Liberación de los antiterroristas cubanos presos en cárceles estadounidenses. -Levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero.

-Exclusión de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.

-Abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la política de “pies secos-pies mojados”. 

-Devolución del territorio ocupado por la Base Naval de Guantánamo

-Fin de la agresión radial y televisiva contra Cuba

-Cese del financiamiento a la contrarrevolución y a la subversión interna. -Compensación a Cuba por los daños del bloqueo y las agresiones.

-Restitución de los fondos congelados robados.

Como puede observarse, de esta agenda solo se ha hallado solución al primer tema, mientras que el tercero todo parece indicar que se resolverá en los meses siguientes. Todo lo demás, aun está pendiente de solucionarse junto a otros asuntos que estarán en la agenda de Washington como las reclamaciones por las propiedades estadounidenses nacionalizadas a inicios de la Revolución.

Lo cierto es que Obama ha comenzado a despejar el camino sobre la cuestión cubana a quien resulte candidato por el partido demócrata a las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Pero todavía hay mucha historia por ver y no debemos crearnos falsas expectativas. Lo más importante sería avanzar lo más rápido posible en la construcción de un puente de relación, que sea difícil derrumbar cuando en el 2017 arribe una nueva administración a la Casa Blanca.

Variables que incidieron en el cambio 
El escenario de inestabilidad política que pudo imaginarse Washington tras la salida de Fidel del gobierno de Cuba, no se presentó en ningún momento, pese a algunos intentos de reproducir en nuestro país los eventos ocurridos en el Medio Oriente, la llamada “Primavera Árabe”.

La Revolución comenzó a salir adelante a través del proceso de actualización del modelo económico-social y la estabilidad en la Isla dio notables pruebas de perdurabilidad en el tiempo, a lo que se unió que Cuba cosechó en los subsiguientes años los mayores éxitos en el plano internacional desde 1959 y aumentó su prestigio y liderazgo: el continuo voto contra el bloqueo en naciones unidas (la mayor derrota diplomática de los Estados Unidos año tras año en ese organismo), el inicio de negociaciones con la Unión Europea, su desempeño como garante en las conversaciones sobre la paz en Colombia, las reuniones de la CELAC, la ALBA y el CARICOM en La Habana y el reconocimiento universal en la batalla contra el ébola, son solo algunos ejemplos. Mientras esto ocurría, Estados Unidos era cada vez más criticado por sus guerras imperiales, las torturas en Guantánamo, el bloqueo contra Cuba, entre otras atrocidades que se conocieron a través de las revelaciones de Wikileaks y del excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, Edward Snowden.

No puede obviarse tampoco en el análisis el hecho de que Cuba ha demostrado enfáticamente durante muchísimos años, que lejos de ser una amenaza para la auténtica seguridad nacional de los Estados Unidos, más bien constituye una garantía en asuntos como: migración, terrorismo, narcotráfico, tráfico humano, situaciones de desastre, así como en el enfrentamiento a pandemias como el Ébola.

Ahora bien, cualquier análisis serio que se haga sobre los factores que estimularon la decisión anunciada el 17 de diciembre por el presidente de los Estados Unidos tiene que ponderar en primer lugar, la heroica resistencia del pueblo cubano por más de 50 años y la firmeza y sabiduría de su liderazgo histórico en el enfrentamiento a las más disímiles variantes de agresión que Estados Unidos ha practicado contra país alguno.

En segundo lugar, habría que considerar los cambios ocurridos en América Latina, desde la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez en 1998. Si en los años 60 Estados Unidos tuvo cierto éxito en su política de aislamiento a Cuba, en la primera década del siglo XXI eran los Estados Unidos quienes habían quedado aislados en la región en su política hacia Cuba, como lo reconoció el propio secretario de Estado, John Kerry.

Si las críticas de algunos gobiernos latinoamericanos y caribeños a esa política fueron tomadas por Washington durante una buena parte del tiempo como un elemento simbólico, en la actual coyuntura la necesidad de recuperar su “liderazgo” en el hemisferio pasa por una política constructiva hacia Cuba, y por la aceptación de la presencia de la misma en todos los foros interamericanos. En la Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena de Indias, Colombia, Obama prácticamente fue abucheado por la mayoría de los países de la región, que exigían la presencia de Cuba, dificultado el tratamiento de otros temas de interés dentro de la agenda norteamericana.

En ese sentido, pudiera decirse que Cuba no negoció sola frente a los Estados Unidos, sino que tuvo detrás el poder de una región unida contra la política de bloqueo y agresión de los Estados Unidos. Fue esa presión la que obligó también a Estados Unidos ha sentarse en igualdad de condiciones con Cuba en la mesa de negociaciones.

Otro factor importante ha sido la dinámica interna en los Estados Unidos, en la que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses y entre ellos, incluso, los cubanoamericanos, apoyan el levantamiento del bloqueo a Cuba y la normalización de las relaciones. Así lo mostraron una y otra vez las diferentes encuestas realizadas y divulgadas en esa nación. Nunca antes presidente estadounidense alguno tuvo un consenso interno tan favorable para modificar sustancialmente la política hacia Cuba.

En los últimos años fueron acrecentándose los pronunciamientos de tanques pensantes, del gremio agrícola, agroindustrial y petrolero, del sector de los viajes, la Cámara de Comercio, líderes religiosos, miembros del Congreso y de la sociedad civil en general a favor de la flexibilización de las regulaciones al comercio y la eliminación de las prohibiciones a los viajes. Dentro de este grupo, la gran clase empresarial estadounidense ha sido significativa en el empuje hacia un enfoque pragmático en la política hacia Cuba, en momentos en que el mercado cubano se vuelve más atractivo y otros países como Rusia, China y Brasil, están teniendo las mayores ventajas.

A lo anterior habría que agregar los cambios demográficos ocurridos en la comunidad cubana en los Estados Unidos, en donde se observa que los nuevos emigrados y las nuevas generaciones han ido modificando a nivel de tendencia el patrón electoral de los cubanoamericanos al Sur de La Florida, mucho más inclinado ahora hacia los demócratas. Las posiciones de estos grupos se distancian cada vez más de las del llamado “exilio histórico”.

Detrás de la decisión anunciada el 17 de diciembre por Obama, también incidió el factor geopolítico. En un momento de relativo declive de la hegemonía estadounidense en el mundo, Estados Unidos necesita replegarse hacia lo que consideran su “traspatio seguro” para ganar fuerzas que le permitan enfrentar los principales desafíos y adversarios a nivel global. El cálculo de Washington no deja de ser malévolo y todo indica que está dirigido a convertir a Venezuela en la punta del iceberg de su política agresiva hacia la región, después de eliminada la “distracción cubana”.

Destruyendo la Revolución Bolivariana, consideran se establecería el efecto dominó que revertería uno a uno los procesos revolucionarios del continente y una vez presentes en Cuba, después de establecidas las relaciones diplomáticas y económicas, su pensamiento pragmático –siempre errado a la hora de aplicarlo a nuestro país- los conduce a vaticinar que a la Isla no le quedaría otra alternativa que sucumbir dócilmente a sus pies. Máxime, cuando se acerca el cambio generacional en la dirección del país. “Si nos acercamos –dijo Obama el 21 de diciembre al ser entrevistado por un programa de CNN-, tendremos la oportunidad de influir en el curso de los acontecimientos en un momento en que va a haber cambios generacionales en ese país. Creo que debemos aprovecharlo y tengo intención de hacerlo”.

“La “normalización” de las relaciones con Cuba –señala magistralmente Atilio Borón- tiene pues una tenebrosa contrapartida: liberar las manos del imperio para abalanzarse con fuerza para doblegar al gobierno chavista y recuperar el petróleo venezolano. Además responde a una necesidad geoestratégica insoslayable, y ante la cual tanto la ruptura de las relaciones diplomáticas como el bloqueo se convirtieron en molestos estorbos para Washington. Lo que se logró con ambas políticas fue facilitar la penetración de China y Rusia en la mayor de las Antillas y, por extensión, en la “tercera frontera” de Estados Unidos: el Mar Caribe. Todos los textos e informes recientes sobre la seguridad nacional norteamericana señalan una y otra vez que aquellos dos países son “enemigos” que es preciso vigilar, controlar y, de ser posible, someter o derrocar…Máxime cuando, en el Mare Nostrum norteamericano China ha emprendido sin consultar ni mucho menos pedir permiso a Washington un megaproyecto llamado a ejercer una extraordinaria influencia no solo en el comercio internacional: un nuevo canal interoceánico a través de Nicaragua, obra para la cual el nuevo puerto cubano del Mariel asume una importancia estratégica”.

No menos considerable ha sido el papel de las personalidades que han estado detrás del anuncio del 17 de diciembre: Raúl Castro, Barack Obama, el Papa Francisco, John Kerry y los equipos negociadores de ambas naciones, que han trabajado intensamente y de manera muy profesional para alcanzar este resultado. En el futuro se conocerá cuanto contribuyó cada uno en ese proceso de conversaciones secretas que se extendió durante 18 meses.

Valdría la pena analizar los últimos 18 meses para ver como se preparó a la opinión pública estadounidense para dar este paso. No creo que la divulgación de diferentes encuestas como la del Atlantic Council, las revelaciones de AP y las 7 editoriales del New York Times, hayan sido todas coincidencias históricas. En el futuro seguramente sabremos también en qué medida fueron algunas de estas acciones coordinadas o no por la Casa Blanca. 





Reglamento cubano sobre inversiones asimila nuevo escenario económico 
Prensa Latina, 26 de enero de 2015 - La actualización del modelo económico cubano y la existencia de nuevas formas de gestión no estatal fueron elementos tomados en cuenta para confeccionar el Reglamento del proceso inversionista en este país, señalaron hoy fuentes oficiales.

Autoridades del Ministerio de Economía y Planificación (MEP) y del Instituto de Planificación Física afirmaron que para elaborar ese instrumento también se prestó atención a las nuevas posibilidades de participación del capital extranjero.

Funcionarios de esas entidades precisaron en conferencia de prensa algunos de los puntos más relevantes y novedosos del Decreto 327 publicado el pasado viernes en la Gaceta Oficial de esta nación, el cual contiene el citado reglamento, que entrará en vigor 60 días después de su publicación.

Ese marco incluye todas las inversiones que se ejecutan en el país por las entidades estatales, sociedades mercantiles de capital ciento por ciento cubano, empresas mixtas, asociaciones económicas internacionales y compañías de capital totalmente extranjero. 

Según explicó Johana Odriozola, directora jurídica del MEP, las empresas foráneas interesadas en emplear su capital en Cuba están regidas por lo fijado en la Ley 118 de la Inversión Extranjera.

Pero si quieren ejecutar alguna inversión una vez establecidas en la isla, deberán seguir en esencia los principios del Decreto 327, al cual no estarán sujetos, sin embargo, los proyectos de la Oficina del Historiador de La Habana y las Zonas Especiales de Desarrollo. 

Otro elemento nuevo que se incluye en el reglamento y en sus 14 resoluciones complementarias consiste en que cada fase del proceso inversionista podrá ser sometida a licitación, con vistas a buscar las mejores ofertas en un ambiente de transparencia y competitividad.

Ante una pregunta de Prensa Latina, Odriozola manifestó que todas las partes interesadas podrán concurrir a una licitación en igualdad de condiciones, tanto las formas estatales y no estatales como las empresas nacionales y extranjeras.

En tanto, el viceministro del MEP Oscar Acuña resaltó que la legislación comprende seis actores del proceso: inversionista, proyectista, constructor, contratista, suministrador y explotador, todos los cuales pueden ser personas naturales con la única excepción del proyectista.

Remarcó que el inversionista es la figura más importante de las inversiones, por lo cual se llevará a cabo un programa permanente de capacitación y se dará un título a las personas preparadas para esas funciones, sin el cual no podrán ejercerlas.

Acuña resaltó también la decisión de descentralizar gradualmente, a todos los niveles de dirección, las facultades de invertir, así como la aprobación de que cada proyecto cuente con un estudio de factibilidad para garantizar su rendimiento.
Envío:ResumenLatinoamericano

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