Más de 70 niños han muerto ahogados frente a Grecia desde la muerte en septiembre de Aylan
Resumen Latinoamericano / Público.es / 30 de octubre de 2015 –
La ONG Save the Children advierte de que el número podría seguir creciendo ya que miles de refugiados y migrantes siguen emprendiendo este peligroso viaje durante el invierno.
Más de 70 niños han muerto ahogados intentando llegar a Grecia desde la muerte del pequeño Aylan Kurdi hace casi dos meses, entre ellos siete niños el pasado miércoles por la noche, según ha hecho saber la ONG Save the Children, que advierte de que el número podría seguir creciendo ya que miles de refugiados y migrantes siguen emprendiendo este peligroso viaje durante el invierno.
La ONG advierte de que “el tiempo en invierno hace que cruzar el mar sea aún más peligroso, los niños suelen llegar empapados y temblando de frío cuando llegan a la playa, lo que aumenta el riesgo de hipotermia debido a la falta de refugio adecuado en los campos de tránsito”.
El personal de Save the Children ha comprobado cómo los niños llegan “tiritando, con las manos y los labios morados y algunos han requerido además tratamiento en el hospital”.
Una cuarta parte, niños
Entre enero y octubre de 2015 ha llegado más de medio millón de personas a las islas griegas, lo que supone un incremento del 1.370 % respecto a todo 2014. Cada día llegan cerca de 8.000 personas a Grecia y el 23% de ellas son niños, que a menudo no saben nadar y no llevan los chalecos adecuados.
A quienes consiguen llegar a las islas, les esperan muchos peligros en los campamentos, donde de algunos los más pequeños se ven separados de sus padres en el caótico proceso de registro.
Muchos niños han explicado a los profesionales de Save the Children que no pueden dormir por las noches porque no tienen ni refugio ni la ropa adecuada para protegerse del frío. Además, las previsiones señalan que, a medida que se acerque el invierno, habrá temperaturas bajo cero.
“Aunque el trayecto entre Turquía y Grecia es corto, el agua es muy peligrosa y puede provocar más muertes.
Necesitamos rutas seguras para los refugiados que quieren llegar a Europa, para evitar que la gente muera en el camino”, explica Kate O’Sullivan, personal de Save the Children en Lesvos.
“Para las familias que llegan a Lesvos y otras islas, el gobierno y las organizaciones como Save the Children estamos proporcionando la ayuda que podemos, pero hay miles de nuevas llegadas cada día y no hay sitio suficiente para todo el mundo.
He visto a niños durmiendo en el barro tapados con cartones y algunos con los labios y las manos moradas. La situación empeorará a medida que avance el invierno”, añade O’ Sullivan.
Ejército turco ataca al pueblo kurdo en el norte de Siria
Resumen Medio Oriente*, 29 de octubre de 2015 –
Turquía ha reconocido el martes pasado que ha atacado en dos ocasiones a las milicias kurdas de Siria que combaten al Estado Islámico (EI) en el norte del país.
Así lo ha explicado el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, quien no ha precisado ni el momento ni el lugar de las intervenciones, según informa el diario Sabah.
“Hemos dicho que el PYD (el Partido Unión y Democracia, la formación kurda hegemónica en Siria) no cruzará al oeste del río Éufrates.
Si cruza, lo atacaremos, dijimos. Lo atacamos dos veces”, ha explicado Davutoglu en una entrevista en la cadena ATV.
Un día antes de estas declaraciones, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, amenazó con intervenir militarmente contra la región semiautónoma de los kurdos en Siria, ya que supone una “amenaza” para Turquía.
En un discurso ante un sindicato de funcionarios difundido este lunes por la cadena local NTV, Erdogan criticó de manera enérgica que el PYD haya integrado de manera oficial la ciudad de Tal Abyad (norte de Siria), declarándola parte del cantón de Kobani, en la región norteña siria administrada por los kurdos.
Las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG, por sus siglas en kurdo) expulsaron en junio a los terroristas del Estado islámico de Tal Abyad, región fronteriza con Turquía, tras días de sangrientos combates.
El lunes, las YPG denunciaron que al menos dos civiles resultaron heridos en varios ataques del Ejército turco durante el fin de semana contra zonas bajo su control en el norte sirio, incluida Tel Abyad.
En julio, Turquía negó haber atacado a los kurdos de Siria, tal y como denunciaron las milicias.
Entonces, Ankara aseguró que sus objetivos eran el EI en Siria y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en suelo turco e iraquí.
Los kurdos de Siria controlan así una franja desde la frontera iraquí hasta el río Éufrates, además del enclave de Azaz, más al oeste. Turquía considera que el PYD es la versión siria del PKK e intenta evitar que gane continuidad territorial en la zona que controla, y que bordea la frontera común.
*Con información de EFE, RTVE e HispanTV
Silenciar las armas y frenar las masacres. Comunicado Çiftçi-Sen (Confederación de Pequeños Agricultores en Turquía)
Resumen Latinoamericano/ 29 de Oct. 2015.-
Nosotros, campesinos y campesinas, somos los que vigilamos las plantas mientras empiezan a brotar y a crecer; los que sembramos las semillas, las plántulas y los brotes nuevos en la tierra; los que nos alegramos cuando vemos que crecen sanos; que no podemos dormir cuando enferman; que cuidamos nuestros animales como si fueron nuestros hijos.
Sin embargo, los acontecimientos en el Medio Oriente y en Turquía ahora nos están quitando el sueño. Estamos siguiendo los eventos con un nudo en la garganta. ¿Por qué? Por qué las guerras golpean primero a los pequeños agricultores. Los campesinos se ven obligados a abandonar sus pueblos y sus tierras. Las familias campesinas no solo están perdiendo sus tierras, sino también sus vidas, y se ven obligados a emigrar. Además los bosques se están destruyendo, el agua se está contaminando y la naturaleza está en peligro de convertirse en una ruina.
Cada amanecer trae noticias de nuevas masacres. Las noticias de masacres en Turquía se han añadido a las noticias ya devastadoras de las masacres en Siria y en Iraq.
En junio, una bomba explotó en Suruç en medio de unos jóvenes que querían llevar unos juguetes a los niños de Kobanî, 33 personas perdieron la vida.
En vez que el gobierno encuentre y capture los autores de la Masacre de Suruç, observamos un incremento en las operaciones policiales que apuntan a fuerzas progresistas y democráticas. La gente joven se está muriendo: independientemente de que sean soldados o civiles, kurdos o turcos. Se ha declarado que se ha “congelado” el proceso de paz. Las políticas del gobierno actual están dividiendo a la gente en Turquía por raza, nacionalidad y denominación religiosa. Cada exigencia social, cada paso hacia el progreso democrático se está ahogando bajo esta opresión.
El gobierno de la AKP y del Presidente se han negado a aceptar los resultados de la elección del 7 de junio 2015, aprovechándose de las leyes anti democráticas y las lagunas legislativas, se ha bloqueado la formación de un gobierno nuevo y el Presidente ha anunciado una nueva elección anticipada.
A continuación, se explosionaron bombas en el mitin por la paz que se oponía a las políticas que están polarizando el país rápidamente y que conllevan a una guerra civil e internacional. El mitin pretendía levantar la voz de la paz sobre la de la Guerra, y fue organizada por DISK (Confederación de Sindicatos Revolucionarios), KESK (Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos), TMMOB (Sindicato de Cámaras de Ingenieros y Arquitectos Turcos) y TTB (Asociación Médica Turca). Docenas de organizaciones en masa, incluido Çiftçi-Sen, y varios partidos políticos de la izquierda, apoyaron al mitin. Según las cifras oficiales, 97 defensores de la paz fueron asesinados y 400 resultaron heridos en la capital, en plena vista de las autoridades del estado.
A la vista de los acontecimientos recientes, exigimos que la comunidad internacional y todo el mundo a quien le importa la justicia y la paz presione al gobierno de la AKP y al Presidente Recep Tayyip Erdoğan para que abandonen sus políticas de guerra y de prácticas anti democráticas para Silenciar las Armas y Frenar las Masacres.
Çiftçi-Sen (Confederación de Pequeños Agricultores en Turquía)
Miembro de ECVC (Coordinación Europea Via Campesina)
Turquía a las urnas entre la renovación y la continuidad
Julián Aguirre/Resumen Medio Oriente/Notas, 28 de octubre de 2015 –
El 1 de noviembre próximo, Turquía celebrará sus segundas elecciones parlamentarias en el año para definir el color de sus 550 representantes. Esto se da ante la imposibilidad del gobernante Partido Justicia y Desarrollo de conformar un gobierno con el suficiente consenso representativo, tras perder la mayoría en las elecciones de junio pasado.
En medio de un creciente clima de polarización e inquietante violencia política, el gobierno del presidente Recep Tayip Erdogan apuesta a recuperar los escaños suficientes para conformar un gobierno de un solo color y revivir el sueño de una reforma constitucional que le permita concentrar mayores poderes y prerrogativas en la figura presidencial. Su gobierno vive la mayor crisis de legitimidad en los 13 años que lleva al frente del país, en medio del ascenso de viejas y nuevas fuerzas políticas por izquierda y por derecha.
Los sueños del Sultán
Turquía hoy es una potencia económica y militar de casi 80 millones de habitantes, miembro de la OTAN (es el segundo ejército más grande dentro de la alianza, después del estadounidense) y aspirante a integrar la Unión Europea, puente geográfico y cultural entre los tan diversos mundos europeo e islámico.
El Partido Justicia y Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), liderado por el actual presidente Recep Tayyip Erdogan y el primer ministro Ahmet Davutoglu, supo conformar una hegemonía casi indiscutida durante gran parte de sus 13 años de gobierno. Su llegada al poder Ejecutivo supuso un hito histórico, al tratarse del primer gobierno de un partido islamista en un país con una larga y profunda tradición laica promovida desde el Estado y marcadamente arraigada en las capas medias urbanas de la sociedad y en las elites dirigentes.
Apoyado en la bonanza económica y en la expresión de expectativas de sectores hasta entonces marginados de la escena política, su gobierno combinó una política exterior activa que reacomodó al país como un actor de peso a nivel regional y mundial, la revalorización de los tradicionales valores islámicos y una renovada apertura económica que vio la conformación de una nueva elite empresarial.
Motivado por varias elecciones en las que superó el 40% de los votos, desde principios del año habían trascendido las intenciones del gobierno de reformar la constitución para hacer transitar al país hacia un sistema presidencialista, algo que reunió a las más diversas voces opositoras denunciando lo que se percibió como el plan de Erdogan por perpetuarse en el poder.
A toda acción una reacción
Hoy esa legitimidad se ha visto puesta en cuestión por el empeoramiento de los indicadores sociales y económicos, un crecimiento de la violencia institucional y la censura hacia las expresiones de disenso. Además, han mellado su poder los escandalosos hechos de corrupción que chocan con el discurso moralizante con el que el gobierno pretende reeducar a una sociedad más bien cosmopolita.
Asimismo, la polémica política de apoyo irrestricto dado a la insurgencia islamista en la vecina Siria ha hecho crecer al espectro del Estado Islámico, cuyo crecimiento en influencia y actividad se ha dado en gran parte gracias a la inquietante pasividad del Estado turco. Determinado a ver caer al gobierno de Bashar al Assad, el gobierno de Ankara ha dado vía libre sin distinción al tránsito de recursos, armas y combatientes a través de sus fronteras.
Este ha sido uno de los factores que ha posibilitado el crecimiento exponencial de las organizaciones extremistas en la región, que utilizan el suelo turco como base de reaprovisionamiento con la colaboración de los servicios de inteligencia locales.
Una creciente actividad terrorista se ha concentrado casualmente en ataques a organizaciones opositoras, principalmente de izquierda y de la comunidad kurda, coronándose con el atentado más sangriento en la historia de la república, que dejó más de 100 muertos en un encuentro por la paz en la capital, Ankara.
Finalmente, la nunca resuelta cuestión kurda ha regresado a ocupar los titulares, conflicto cuya resolución había sido en el pasado una de las banderas del gobierno. Unos 20 millones de habitantes pertenecientes a esta comunidad se han visto negados históricamente de sus derechos, reducidos a ciudadanos de segunda cuando no abiertamente perseguidos por el aparato de seguridad.
El agotamiento del proceso de paz se potenció ante la marcada hostilidad del Estado turco y los abusos por parte de las fuerzas de seguridad hacia organizaciones de derechos humanos, periodistas y agrupaciones que simpatizan con la causa del pueblo kurdo. Las detenciones y los asesinatos extrajudiciales han alcanzado cifras alarmantes, que recuerdan a los años de la “guerra sucia” que el país sufrió en las década del 70 y 80.
Todo esto ha mellado el apoyo al gobierno por parte de las más diversas expresiones políticas de la sociedad, representadas en la muy diversa oposición. Amenazando con acabar los años de mayoría indiscutida del AKP se encuentran por un lado los nacionalistas seculares del Partido Republicano Popular, formación hoy situada en el centro político; la ultraderecha del Partido Movimiento Nacionalista, heredera de los gobiernos militares de los años 80, y la izquierda, quizá la sorpresa de las elecciones de junio, representada por el Partido Democracia del Pueblo.
Catalogado de pro-kurdo, este partido ha reunido las mayores expectativas, al unificar en su programa anticapitalista reivindicaciones del movimiento de mujeres, del movimiento LGTB, así como de las minorías étnicas y religiosas. Hoy apuesta por superar el restrictivo piso de 10% del sufragio que el sistema electoral impone para alcanzar bancas en el Parlamento, elemento fuertemente cuestionado como una de las principales herramientas utilizadas por el gobierno para garantizar el cuasi monopolio de la representación política.
La guerra de Ankara contra la paz
Zeynep Gambetti/Resumen Medio Oriente/OpenDemocracy, 26 de octubre de 2015 –
Algunos funcionarios han insinuado que los kurdos podrían haberse hecho saltar por los aires a propósito. El término casi sagrado de “terrorismo” tiene hoy por finalidad de poner freno a la voluntad y la capacidad de resistir a la arbitrariedad.
El 10 de octubre, uno de los más mortíferos incidentes con bombas de la historia de la república de Turquía sacudió a la opinión pública, tanto la del país como la internacional. Las imágenes fotográficas y los vídeos que mostraban primero a personas ensangrentadas y después a otras ahogadas por los gases lacrimógenos lanzados por la policía en la manifestación por la paz realizada en Ankara eran sin duda atroces y terroríficos. Aun así, el espectáculo de la horrenda carnicería apenas puede dar una pista de lo complejo de la cuestión que está detrás de la herida que el ataque infligió a la sociedad turca.
Las generaciones más jóvenes dicen que se han iniciado en la conciencia política y la movilización gracias a los acontecimientos conocidos como “Ocupa [el parque] Gezi” del verano de 2013. Ese año fue el de las grandes esperanzas, no solo por la reaparición de la política de base, sino también por la creación de un nuevo partido político, el de los Pueblos Democráticos (HDP) liderado principalmente por los kurdos de Turquía, que nació como organización aglutinante para unir a varios grupos marginados. Dos años más tarde, a pesar de un breve y eufórico intermedio después de las elecciones generales del 7 de junio, la atmósfera general se está acercando a la desesperanza. La razón principal es que el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) está utilizando tácticas sin legitimidad alguna para someter o acabar con las formas alternativas de compromiso político. En lo que respecta a los movimientos y la oposición parlamentaria, la mayor parte de las acciones para canalizar las demandas o reparar los errores son bloqueadas mediante astutas maniobras que van desde aprovechar las lagunas legales hasta la opresión abierta.
La marginación del disenso
La táctica más insidiosa implica el uso incesante del término “terrorismo”. La organización guerrillera kurda (PKK) y algunas fracciones de la ultraizquierda ya estaban rotuladas de ‘terroristas’ por Turquía y sus aliados occidentales, pero el gobierno del AKP utiliza esta denominación para poner fuera de la ley y estigmatizar al movimiento Gülen (su antiguo aliado islamista, a Ocupa Gezi, al HDP (un partido que hoy está en Parlamento) y a numerosos periodistas y personalidades públicas que se atreven a expresar su descontento. Algunos funcionarios incluso han sembrado dudas en relación con quiénes perpetraron el atentado suicida con bombas en Ankara, insinuando que los kurdos podrían haberse inmolado adrede para ganar algunos votos más. Una vez que se reconoció públicamente que uno de los suicidas militaba en el Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS), la afirmación de que el PKK podría estar colaborando con el ISIS fue aireada para mantener turbias las aguas. Cinco días después del atentado, el gobierno impuso a los medios una interdicción de información sobre el hecho, prohibiendo “todo tipo de noticias, entrevistas, críticas y comentarios similares en la prensa escrita, televisada, las redes sociales y cualquier otro medio en Internet”.
El método adoptado por el gobierno para responder al ataque de Ankara que produjo más de un centenar de muertos hace recordar los años noventa, el periodo más negro en la “guerra de baja intensidad” contra los kurdos de Turquía. En lugar de romper con una larga tradición de poder estatal autoritario (como a menudo le gusta proclamar), sin lugar a dudas el AKP ha perpetrado ese atentado. Cualquier lucha o iniciativa que tuviera el potencial de descentralizar el aparato del Estado de modo de dar un lugar a la aspiración de las distintas lenguas, etnias, religiones o ideologías no aprobadas por la representación oficial de la ‘turquidad’, ha sido severamente aplastada en toda la historia de la república. Fue en los noventa cuando el país fue literalmente partido en dos: por un lado, los kurdos de las provincias del sureste vivían bajo un Estado de Emergencia que otorgaba poderes extraordinarios a los gobernadores y a las fuerzas armadas turcas para asesinar, poner en prisión, censurar y expulsar a la población de cualquier ciudad. Por el otro, los turcos del resto del país fueron intimados a creer que la cuestión kurda era el resultado de la traición de una banda de terroristas cuyo exterminio era el único medio de tratar el problema.
El término “terrorismo” y la complicidad de los medios hegemónicos esconden eficientemente la complejidad de la situación al público más amplio desde hace más de 20 años. En este sentido, la siguiente confesión del importante periodista Hasan Cemal es muy reveladora: “En Turquía, ni los periodistas ni la prensa cumplen con su deber en relación con los kurdos y el problema del sureste [del país]. El número de aquellos que lo hicieron sigue siendo reducido. Lo admito: como graduado en Ciencia política, yo no sabía en qué consistía el problema kurdo. Empecé a saberlo cuando el PKK entró en la escena política… Si en ese momento hubiéramos podido mostrar la prisión militar de Diyerbakir como lo que realmente era, es decir, un espacio horroroso en el que se cometían todos los crímenes contra los derechos humanos… es posible que algunas cosas podrían haber sido diferentes en Turquía”.
Breve historia del “terrorismo”
Terrorismo es una palabra en la que hay cierto acuerdo, aunque no en el sentido en el que pensamos hoy. Data de los tiempos de la Revolución Francesa, cuando se refería al terror inducido por el Estado, el que Robespierre desencadenó contra sus mismos compañeros en la forma de caza de brujas. Más tarde, quienes se oponían al zarismo en Rusia ‘democratizaron’ el término poniéndolo al alcance del populacho cuyo único medio de resistencia frente al régimen absolutista era perturbar la normalidad de la sumisión cotidiana mediante la difusión del miedo y el terror.
A los ojos del nazismo y sus colaboradores, la resistencia francesa era ‘terrorista’. La voladura del hotel King David en Jerusalén en 1946 por un grupo sionista clandestino fue una muestra de la utilización de tácticas terroristas para acabar con los colonizadores y las potencias imperialistas. Con el tiempo, todas las connotaciones anteriores presentes en la palabra terrorismo fueron relegadas al olvido. Y se convirtió en un término que da nombre a la amenaza al monopolio gubernamental de la violencia que reclama la prerrogativa ejecutiva, por ejemplo, el derecho que tiene un Estado a interrumpir los procesos democráticos de deliberación para decidir un curso de acción eficaz destinada a eliminar esa amenaza.
La “guerra contra el terror” de Estados Unidos es una de esas instancias en la historia reciente; otra es la actual ofensiva del Estado turco contra los kurdos y otros opositores. Lo que tienen en común ambos casos es el pretexto que proporciona el término ‘terrorismo’ para despreocuparse por los derechos y libertades elementales de las personas. No es que estos sean suficientes para proteger la vida frente a las prerrogativas gubernamentales, sino que pueden servir como armas retóricas empleadas y citadas por grupos y movimientos sociales en su lucha de resistencia contra formas de poder extremas. Lo que hoy hace la palabra casi sagrada de ‘terrorismo’ es poner freno a la voluntad y la capacidad de resistir la arbitrariedad.
La Ley de Seguridad de Turquía
En Turquía, la producción en serie de cadáveres ha alcanzado la masa crítica entre junio y mediados de octubre: han muerto 694 personas; entre las cuales, más de 200 no eran ni miembros de las fuerzas de seguridad del Estado ni de las guerrillas kurdas. Las bombas han destrozado vidas y miembros en tres manifestaciones pacíficas en Diyarbakır, Suruç y Ankara. El procedimiento y la tecnología empleados en los tres ataques han sido los mismos. Ciertamente, pueden ser catalogados como casos de ‘terrorismo’, pero hay algo más. La ecuación “PKK= terrorista= HDP” ha sido repetida y machacada insistentemente en la mente de la gente desde marzo [de 2014], cuando el presidente Recep Tayyip Erdogan empezó a criticar públicamente la hoja de ruta hacia la paz negociada entre el gobierno y el HDP.
En sorprendente contraste, más tarde –el 21 de marzo–, en la celebración del Newroz (Año Nuevo kurdo) se leyó ante una gran multitud de kurdos la carta de Abdullah Ócalan, líder del PKK actualmente en prisión. Öcalán hacía un llamamiento a las guerrillas para que realizaran una conferencia y discutieran la posibilidad de dejar las armas. Ignorando la voluntad de su propio partido en el gobierno, el presidente Erdogan se opuso también a la formación de una comisión de control que supervisara las negociaciones de paz y negó que existiera algo así como un “problema kurdo” en Turquía. A su vez, Erdogan fue criticado por el primer ministro suplente por entrometerse en asuntos que son jurisdicción del gabinete.
Pero el gobierno se sometió prontamente a la voz de su amo. “De manera fortuita”, el AKP omitió mencionar el proceso de paz en su manifiesto electoral. En abril, la mayoría AKP parlamentaria votó una draconiana ley de seguridad que permitía desnudar a las personas para registrarla y prolongar el periodo de detención hasta las 48 horas. Autorizaba a la policía a usar armas de fuego y a “sacar” a participantes de las manifestaciones para llevarlos a lugares desconocidos (no necesariamente las comisarías). La ley convertía prácticamente cualquier manifestación en un “acto terrorista”. Más aún, el primer ministro Dayutoglu llamó “banda de violentos y terroristas” al HDP y Erdogan dijo que ese partido estaba “apoyado por los terroristas”. Las acusaciones se produjeron en un momento en el que el HDP estaba preparándose para competir en las elecciones generales como un partido que prometía la paz, la participación democrática, la igualdad entre géneros y las libertades de expresión, de conciencia y de orientación sexual. En mayo, se informó de 56 ataques contra sedes del HDP en toda Turquía, algunos de los cuales fueron instigados por los gobernadores locales nombrados por el AKP.
Una selectiva “guerra contra el terror”
De este modo, bastante antes de las elecciones del 7 de junio en las que HDP obtuvo el 13,2 por ciento de los votos en el país y consiguió 80 escaños en el Parlamento, el AKP ya estaba preparándose para “luchar contra el terrorismo”. Resulta bastante llamativo que la misma lógica preventiva no fuera aplicada al ISIS. A principios de este año, el AKP rechazó la moción parlamentaria de investigar las actividades del ISIS en Turquía. Dado que sabemos con bastante certeza que los ataques con bomba en Diyarbakır, Suruç y Ankara han sido realizados por el ISIS, esta omisión resulta todavía más sospechosa. La duplicidad del gobierno –que habla de paz con los kurdos en el ámbito nacional mientras que desde 2014 asume una posición extremadamente hostil respecto de los kurdos sirios que luchan contra el ISIS– da una pista de cómo el AKP ha quedado atrapado entre dos o más fuegos. El PYD, Partido Democrático por la Unión, que apoya al PKK fue decisivo en la expulsión del ISIS de zonas del norte de Siria y el establecimiento del enclave autónomo kurdo de Kobane. El gobierno fue acorralado tanto por el juego geopolítico como por el juego electoral.
Los analistas turcos y extranjeros se han centrado sobre todo en la forma en que el proceso de paz fracasó cuando el PKK declaró que retomaría las acciones armadas tras la matanza de Suruç. Ciertamente, el PKK podría haber sobreestimado sus posibilidades de aprovechar el viento revolucionario que soplaba desde Kobane para declarar la autonomía de las provincias turcas pobladas por kurdos. El apoyo de Estados Unidos al PYD también desempeñó un papel en este cálculo equivocado. En cualquier caso, se optó por instigar un levantamiento armado de tal modo que oscureciera la victoria electoral del HDP.
Pero lo que frecuentemente pasa desapercibido es la escasa voluntad que el gobierno tiene para permitir el funcionamiento de un nuevo Parlamento. Habiendo superado el 10 por ciento del umbral electoral, una de las disposiciones más antidemocráticas de la Constitución de 1982 –redactada bajo la tutela de los generales golpistas–, el HDP estaba preparado para reiniciar las conversaciones de paz y proponer el restablecimiento de comisiones de la verdad sobre las matanzas, ejecuciones y desapariciones forzadas en la historia reciente. Mediante acciones que aunque legales son en buena parte ilegítimas, el AKP –que sigue siendo la mayoría en el Parlamento– paralizó las negociaciones con la intención de formar una coalición y después llamó a elecciones para el 1 de noviembre.
Mientras tanto, hay un feroz recrudecimiento de la violencia del Estado ejercida tanto contra los kurdos como contra los disidentes turcos. La llamada “guerra contra el terror” se convertido en una guerra contra la totalidad de las ciudades o distritos del sureste de Turquía. La ciudad de Cizre no fue la primera ni será la última en sufrir asedio militar y toque de queda pero, en Cizre, esta situación duró ocho días. Numerosos civiles, entre ellos varios niños, fueron alcanzados por disparos de francotiradores o muertos por fuego de mortero. Los habitantes de la ciudad sitiada deben soportar la escasez de agua y alimentos; los cortes de la electricidad y las telecomunicaciones, la falta de medicamentos y de cuidados sanitario duran días enteros. Detenciones masivas, docenas de asaltos a hogares y redacciones de periódicos y numerosos juicios contra sospechosos de “terrorismo” son moneda corriente. Mientras tanto, 128 sedes del HDP fueron atacadas en la noche del 8 de septiembre por turbas aparentemente ultranacionalistas, pese a que existen indicios de la implicación de grupos de jóvenes afiliados al AKP.
Turquía polarizada
Esta espiral de violencia y señalamiento ha resultado en la división de la sociedad turca, quizá no tan marcada como en los pasados años noventa, pero suficientemente grave. La diferencia tecnológica entre aquella y la de ahora es que las redes sociales permiten la circulación de noticias y opiniones que los medios hegemónicos convencionales censuran. Las fotografías de civiles y guerrilleros kurdos heridos o asesinados, los informes publicados por organizaciones de derechos humanos y las opiniones expresadas por los opositores hoy pueden hacerse circular; es por eso que el gobierno del AKP impone frecuentes apagones en las redes sociales. Si acaso las redes sociales ayudan a paliar la polarización social es otra cuestión. El odio racial (los kurdos tachados de “perros”, “bastardos” e incluso “armenios”), la desinformación y la difamación están tan extendidas en Internet como lo están en la prensa escrita o en la TV.
Esta es una de las razones por las que la manifestación del 10 de octubre en Ankara fue organizada por varias organizaciones sindicales y partidos políticos: se trataba de permitir la expresión a viva voce de exigencias por la paz. La manifestación era una ocasión para que aquellos que estaban por la paz aparecieran de cuerpo presente, mostrando así su solidaridad con los kurdos y esperando de este modo presionar al gobierno para que parara su agresión contra la oposición. En ese giro demoníaco de la suerte, ese día fueron destruidos cientos de cuerpos humanos; así también la prudencia de quienes creían que podían influir en los tradicionales sentimientos nacionalistas de los ciudadanos turcos.
La herida infligida a la sociedad turca por los atentados de Ankara se reveló en toda su dimensión dos días después de la masacre, con ocasión del partido de fútbol entre las selecciones de Turquía e Islandia. Cuando antes del encuentro se anunció por la megafonía del estadio que se haría un minuto de silencio por las víctimas de los atentados, algunos aficionados silbaron en señal de protesta y cantaron “Los mártires son inmortales; nuestra tierra es indivisible”. Estaban refiriéndose al más conocido de los eslóganes de la ‘lucha contra el terrorismo’ en Turquía, es decir, que los soldados que mueren en el combate contra el PKK son ‘mártires’ y que no se permitirá que los kurdos dividan el país. Tal como escribió Tim Arango en NewYork Times: “Nada parece ser suficiente para la unión de los turcos en estos días, incluso en un momento en el que se comparte la pena o el triunfo”.
Obviamente, los aficionados estaban haciéndose eco de la ecuación oficial “PKK= terrorista= HDP”, pero en esta ocasión la ecuación ya era más abarcativa e incluía también a los manifestantes y activistas por la paz. Era como si estuvieran pensando “Paz= terrorismo”, recordando en cierto modo al 1984 de George Orwell.
Aún peor, era como si aquellos que habían muerto en Ankara fuesen responsables de su propia muerte. Esto, desde luego, habla de un profundo trauma social. Pero, ¿es acaso sorprendente que semejante confusión pueda hacerse presente en el corazón y la mente de los ciudadanos cuando un estado pone sitio a sus propias ciudades y aterroriza a su propia población? Ciertamente, la perspectiva es desalentadora.
Traducción del inglés de Carlos Riba García
Envio:ReumenLatinoamericano
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