1 de diciembre de 2016

DIFUSIÓN.

Emotivo homenaje a los periodistas Miguel Hugo Vaca Narvaja (h) y Luis Carlos Mónaco 
29 de noviembre, 2016 
Por iniciativa de un grupo de trabajadores del multimedio universitario se descubrió una placa en homenaje a los militantes populares, víctimas del terrorismo de estado.
Por Katy García 
En el hall central del edificio de los Servicios de Radio y Televisión de la Universidad Nacional de Córdoba (SRT-UNC), se realizó el viernes pasado al mediodía un acto homenaje en memoria de los periodistas Luis Mónaco y Miguel Hugo Vaca Narvaja. Hablaron en representación de los trabajadores Gustavo Tejeda y María Teresa Macello. Paula Mónaco Felipe, hija de Luis, escribió un texto que fue leído por Liliana Córdoba. El periodista Hernán Vaca Narvaja lo hizo en nombre de la familia. Ofició de presentador el periodista ex trabajador de Radio Universidad, Jorge Mario Lewit.

Nunca más terrorismo

Gustavo Tejeda, uno de los mentores del homenaje 
Gustavo “Tavo” Tejeda, trabajador del canal de noticias CBA 24N, contó que junto a Eugenia Monti y otros trabajadores advierten que los periodistas asesinados por la dictadura no habían sido reconocidos. “Nos pareció que era un gesto, un acto de memoria, verdad y justicia”, expresó. A título personal, manifestó que había que desterrar el terror porque todos somos víctimas. Ex presos, familiares, exiliados, y aún los que nacimos después”. La emoción del joven al evocar a los militantes y sus trayectorias conmovió a los presentes.

Los legajos 
“Cuando les arrancaron la vida, ya habían escrito parte de su historia, y del periodismo en los SRT”, afirmó, María Teresa Macello, periodista de canal 10.
María Teresa Macello, periodista de Canal 10 

Con los legajos armó una línea de tiempo biográfica con información laboral y familiar. Miguel Hugo Vaca Narvaja ingresó en 1961. Tenía 20 años. Fue cronista y seis años más tarde jefe del servicio informativo de Radio Universidad. Al graduarse de abogado pasó a formar parte de la asesoría letrada.

Luis Carlos Mónaco ingresó en 1964, con 18 años. A los 20, era camarógrafo. Por la cobertura del Cordobazo recibió una nota de felicitación que lleva la firma de Santiago Pérez Gaudio. En 1972, pasó a ser cronista del informativo y al año siguiente lo eligieron delegado del sindicato de prensa.

El 30 de diciembre de 1974, fueron despedidos por aplicación de la ley de prescindibilidad. Gobernaba Isabel Martínez de Perón y la organización para policial Triple A y los Comandos Libertadores de América operaban impunemente desde el estado. Y un golpe policial desplazaba al gobernador Ricardo Obregón Cano.La cronista destacó “el compromiso sin límites” de los periodistas que “lucharon por algo que trascendía sus trabajos y sus propias vidas”.

Deudas pendientes
¡¿Cómo no lo hicimos antes?! Dijo como quien piensa en voz alta. “Quizá fue el tiempo necesario para comprender cuánto nos legaron y cuánto nos faltaron”, ensayó como respuesta. Parafraseando a Paula Mónaco Felipe -hija de Luis- cuando reclamó ante el Tribunal que le adeudaban “una infancia con sus padres, alegrías compartidas y abuelos para los hijos”, expresó que “A los trabajadores de los SRT también nos deben a éstos hombres que quizá hoy podrían estar aquí nutriéndonos con valor y sabiduría”. Destacó las trayectorias públicas de los hijos de Vaca Narvaja -Miguel Hugo, Hernán y Carolina- que siguieron sus pasos. Recordó, además, que en la sala de reuniones de la comisión directiva del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (Cispren) se encuentra colgado en la pared central un retrato pintado por su padre Luis Enrique Mónaco.

Para el multimedio eligió como legado “los valores defendidos e impulsados en sus años juveniles”. Para cerrar compartió los últimos versos del soneto Para recobrar de Francisco Luis Bernárdez: “…lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado”.

Militante y periodista 

Liliana Córdoba leyó el texto escrito por su amiga Paula. 
Paula Mónaco Felipe, envió desde México, donde reside, una nota que fue leída por su amiga Liliana Córdoba. En el primer tramo, habla de la identidad política de sus padres. Reconstruye el trabajo periodístico de Luis y a la vez recrea el funcionamiento de aquellas viejas redacciones hoy inexistentes.

Habla de los comienzos cuando cortaba cables y de su desempeño como cronista y camarógrafo. Un testimonio del reportero gráfico Héctor Negrito afirma que durante la cobertura del Cordobazo junto a Víctor Echenique decidieron seguir registrando los hechos aun cuando sus jefes -Santiago Pérez Gaudio y Tomás Robino, los habían liberado de la tarea por el peligro imperante.

Cita a Juan Marguch cuando en una crónica para el Cispren afirmó que Alejo Díaz y Pedro Troilo “comandaban una tropa demencial de genuinos periodistas: de esos que vivían la noticia, que aparecían por la redacción a cualquier hora del día o de la noche, que interrumpían sus francos o vacaciones si se producía algún acontecimiento de importancia”. Hablaba de la redacción de Radio Universidad y Canal 10. Pero las cosas cambiaron. Vino el preludio de la dictadura que anticipaba “tiempos oscuros de represión”. Sobre esta etapa retoma las palabras de Marguch cuando revela que “Hicimos cuanto pudimos por denunciar secuestros, asesinatos y torturas, hasta que las crecientes presiones, amenazas y censuras terminaron por amordazar al periodismo independiente”.

“Mis padres -Ester y Luis- vivían cuatro vidas. Eran psicóloga y periodista, así los conocían sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, pero al mismo tiempo y en absoluto secreto eran altos mandos de inteligencia del Ejército Revolucionario del Pueblo, el ERP”, relata.

Rearmando el rompecabezas supo que le tocó cubrir el Operativo Independencia que aniquiló al PRT-ERP, en Tucumán. De esa experiencia compartida con Nilo Neder lo vieron volver distinto. “Tal vez lo marcó la represión y más aún la saña contra el ERP porque era parte de esa guerrilla”, afirma.

En 1975, cuando un comando tomó el canal y transmitió un comunicado al aire al otro día echaron a 35 trabajadores entre ellos su padre. El matrimonio regresó a Villa María. Por un tiempo colaboró para el diario Noticias, luego se alejó del periodismo y trabajaba en un puesto del Mercado de Abasto.

-¿Lo hizo por seguridad o estaba desencantado de la profesión? -se pregunta Paula y no tiene respuestas. Trae al presente las contradicciones y el desaliento que provoca observar que todo sigue igual.

Entonces, dice, le surgen preguntas incómodas, perturbadoras. “¿Para qué mierda sigo haciendo esto, si nada cambia?”. Y no se refiere solo a un estado emocional. Brinda datos de la realidad. “En los 12 años que llevo en este país, más de 200 mil personas han sido asesinadas y al menos 40 mil desaparecidas (26 mil en la presidencia de Calderón y 14800 en lo que va del gobierno de Peña Nieto). Las fosas clandestinas se cuentan por cientos, aparecen cuerpos mutilados, ejecutan a niños en los pueblos, las mujeres son botín de guerra, la policía tortura y los militares desaparecen a quienes se les antoja, con total impunidad”, relata y lanza un conjunto de interrogantes sobre cómo frenar el horror. (…) 

Trabajar sin red 
Narrar estos hechos implica poner el cuerpo y saber que se puede perder la vida. “Porque México se ha transformado en cementerio de periodistas: cerca de 100 colegas han sido asesinados desde el año 2000, unos 20 desaparecidos y sólo en la provincia de Veracruz mataron a 19 reporteros en los últimos cinco años. Las amenazas llueven, en su mayoría desde oficinas de gobierno. El miedo se ha hecho cotidiano, nos arrincona, y trabajamos con terror: en algunos lugares del país, sales a reportear sin la certeza de que vas a regresar con vida. Las empresas no nos protegen, por el contrario se desentienden del riesgo, y no tenemos sindicatos. Muchos compañeros han tenido que huir”.

Sobre el final traza un parangón “entre la Argentina del terrorismo de Estado y este México de muerte” y afirma que “no hay dicotomía posible: no se puede ser periodista o militante, creo que en situaciones tan graves “somos ambas cosas”.

“Decirnos objetivos es una mentira y conformarnos con atestiguar la historia sería una mezquindad. En mi opinión, reconocernos militantes –no de una causa, de muchas- es un acto de honestidad, es decir, un valor irrenunciable”, concluye. (Ver texto completo aquí). 

No discutimos números

Hernán Vaca Narvaja agradece en nombre de su familia 
Hernán Vaca Narvaja cerró el acto. Minutos antes su familia le informó “democráticamente” que como periodista debía hacerlo. “No vine preparado”, confesó, y oxigenó una atmósfera cargada de emociones y recuerdos movilizadores disparados por las intervenciones anteriores.

“Estoy muy emocionado como creo que lo estamos todos aquí. Porque este merecido homenaje surge bien de abajo. Porque cuando te escuchaba a vos -dijo dirigiéndose a Gustavo- un chico tan joven, que recién entra a esta comunidad, y que te haya impactado y lo hayas motorizado con otros compañeros es conmovedor”. En este punto destacó que esta actitud demuestra que “no discutimos números que indiquen cuántos son los desaparecidos. Nosotros discutimos ideas, nosotros discutimos personas. Que se rescate a mi padre y a Luis me reconforta”, afirmó.

Con ese ánimo, desgranó anécdotas protagonizadas por su padre reconstruidas colectivamente en familia y con los amigos. En esa tarea, mucho tuvo que ver su madre Raquel Altamira a quien agradeció.

Del libro de cuentos inéditos La Estación -editado en 2011- contó algunas historias. Por caso, la referida a la firme decisión de trabajar los domingos. ¿La razón? No asistir con su madre a la tradicional misa de 11. En otra, surge la pasión y el compromiso puesto en la tarea periodística. Junto a Sergio Villarroel, habían viajado a cubrir la Cumbre de Cancilleres que se realizaba en Uruguay. En la frontera, tuvo que regresar porque no tenía la mayoría de edad. Volvió, consiguió la autorización paterna y viajó de nuevo a cubrir la reunión de la OEA donde Cuba fue expulsada.
Raquel Altamira y sus hijos junto a la placa
Antes de concluir habló de sus hermanos. El mayor, Miguel Hugo, que repetía en el consulado “¡no voy a ser abogado! Y ahí lo tienen, es Juez”. Y la menor, Carolina, que “se negaba a escribir y terminó haciendo los mejores textos del libro” y abrazó el arte desde una enorme sensibilidad artística heredada de su padre.

Sobre él dijo que probó estudiar abogacía pero rápidamente descubrió que no era lo suyo. No obstante, ironizó, “el oficio me llevó a tribunales más veces de la que hubiera querido” aludiendo al juicio que tuvo que afrontar cuando investigó un crimen que sigue aún impune. (Caso Nora Dalmaso). Tras agradecer citó el concepto de utopía rescatado por Eduardo Galeano que opera como insumo para seguir caminando detrás de los sueños. “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. 

Estuvieron presentes, familiares de los periodistas recordados, integrantes de los Organismos de Derechos Humanos, como Sonia Torres de Abuelas de Plaza de Mayo, Silvia Di Toffino y Emilio Pihén de HIJOS, María Eleonora Cristina y Emiliano Fessia, directores de los espacios Archivo provincial de la memoria y Espacio La Perla, autoridades de la empresa y Carlos Valduvino, secretario general del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (Cispren), trabajadores y ex trabajadores.
Fotografía gentileza de Osvaldo Ruiz
Fuente:prensaRed-Envío:Abajero

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