22 de enero de 2017

ROSARIO - SANTA FE.

22 de enero de 2017 
YA COMIENZA A DELINEARSE LA ESTRATEGIA DEL PJ PARA LOS COMICIOS DE ESTE AÑO 
Armado sólido para pensar en el 2019
El presidente del partido Olivera y el senador Perotti coinciden en armar desde abajo y con "un peronismo unido".
Perotti y Olivera, tendrán maratónicas reuniones desde febrero. 
Por Pablo Feldman
Cuando asumió la presidencia del PJ santafesino Ricardo Olivera se comprometió a "no ser candidato ni pasarme al PRO". Como toda broma tiene un trasfondo serio, y en este caso podría decirse que más de uno sino tres: Carlos Reutemann, Norberto Nicotra y Ricardo Spinozzi, quienes precedieron al ex senador por San Justo en la jefatura del peronismo son legisladores del PRO. Este dato, en buena medida ayuda a explicar la debacle del peronismo que desde la derogación de la promiscua Ley de Lemas no ha vuelto a ganar la gobernación ni los municipios más importantes de la provincia. Este experimentado legislador ‑tres veces senador departamental y una diputado‑ llega a la presidencia partidaria por aclamación, y al frente de una conducción que como le gusta decir "tiene a todos adentro". En efecto, después de mucho tiempo, y más allá de las internas que habrá por delante para definir candidaturas, la conducción del PJ santafesino incluye a la juventud ‑en diferentes expresiones‑ los gremios, la rama femenina y referentes de las agrupaciones más importantes de la provincia. "La estrategia es armar de abajo hacia arriba, de otro modo nos ha ido mal, y eso requiere mucho diálogo y compromiso" dice Olivera, quien además es economista y claramente sostiene que "el peronismo no comparte este modelo. Desde ya que la situación económica en los sectores de la producción es preocupante, como el retiro del estado o la caída del consumo interno". Como se ve, por si hay dudas razonables, quien conduce el PJ cree que "tenemos que tener un discurso opositor que construya, lo mismo en relación a la provincia y para eso es que vamos a caminar mucho", sostiene el contador que ya ha recorrido los 19 departamentos y tomado contacto con los referentes de cada territorio.

En febrero el PJ comenzará una serie de reuniones con diferentes sectores ‑especialmente internos‑ para perfilar la estrategia y luego las candidaturas para los comicios de la primavera. Participan de esta idea no sólo la conducción partidaria sino el Foro de Intendetes, los 11 senadores departamentales y los secretarios generales de organizaciones sindicales como la UOM o Smata ‑para citar los gremios más fuertes‑. Un síntoma de la armonía que por ahora se observa en que un puñado de reuniones en las que se trataron la posición del partido frente a la reforma constitucional y el calendario electoral; hubo unanimidad y en poco tiempo. A esto ha contribuido la posición de los principales dirigentes del proyección nacional, como el senador Omar Perotti que ha dicho que "estará a disposición del partido para lo que sea necesario dentro de la estrategia", al tiempo de descartar de plano la versión de una "candidatura testimonial" que lo ubicara al tope de la lista de diputados nacionales. En ese sentido, el legislador oriundo de Rafaela coincidió en que "si bien el nombre del candidato es importante, la construcción desde abajo es prioritaria" y no descartó que "haya algún nombre que al día de hoy no esté entre los que más se mencionan". En rigor, no hay nombres que suenen fuerte ‑como en otros partidos‑ pero sí la idea de que habrá más de una lista para dirimir los lugares en la nómina.

Tanto Perotti como Olivera prefieren no hablar de kirchneristas o no kirchenirstas, prefieren enfocarse en el peronismo y con el pragmatismo que ha caracterizado al movimiento, pretenden tener "a todos adentro". Eso por ahora parece posible más allá de algunas aspiraciones personales que además de legítimas, suponen un riesgo, como el caso de Agustín Rossi ‑que tiene representantes de su sector en la conducción partidaria‑ y que ya ha dicho que aspira a ser candidato a diputado en las primarias. Otro nombre que siempre aparece para estas oportunidades es el de María Eugenia Bielsa, que en anteriores procesos electorales prolongó su determinación perjudicando las chances de sus compañeros a la postre con su tardía pero recurrente deserción. En ese sentido, aunque sin nombrar a nadie en particular, Olivera fue muy claro "tenemos que salir del esquema de los monotributistas políticos para ir hacia una construcción colectiva. Eso es lo único que puede llevarnos al triunfo, tal vez no inmediatamente, pero sí al final del camino". Para algunos, el "final del camino" es 2019 y seguramente el armado y resultado de las elecciones de este año lo puedan instalar definitivamente. Pocos tienen dudas acerca de que para entonces el candidato será Omar Perotti, sucede que algunos dudan acerca de si será con el PRO o contra el PRO. En ese sentido, el mismo Perotti ‑que ha votado intermitentemente con el oficialismo y en su contra‑ explica que "el peronismo tiene diferentes expresiones, según los territorios y necesidades. En Santa Fe están expresadas las diferentes corrientes de opinión, y como dije yo voy a estar al servicio de la estrategia del peronismo". La respuesta es ambigua y a la vez precisa, aunque pueda parecer un contrasentido expresa no sólo las dotes de "equilibrista" del dirigente de la Perla del Oeste, sino una visión de coyuntura de cara al 2017 y estratégica pensando en el 2019. "No hay ningún apuro, nosotros no somos gobierno en la provincia ni en la nación, el gasto lo tienen que hacer los oficialismos, podemos esperar y ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Armar de abajo, tener todos adentro ‑como sostienen Olivera y Perotti‑ y como decía el General 'desensillar hasta que aclare', la pelea es el 2019, ahora hay que hacer un buen papel, capaz con gente nueva, que venga de otro palo, pero que comparta la visión estratégica", resumió un viejo dirigente, "retirado" de las lides pero como decía Jorge Luis Borges, incorregiblemente peronista.
Fuente:Rosario12 



Domingo 22 de Enero de 2017
"Antes no se hacía nada y ahora se reprime" 
Lo apodan "Chingui" y se ocupa de los jóvenes del barrio Ludueña, considerado socialmente como uno de los más peligrosos de Rosario. Allí, donde el lugar común es la muerte, Salmerón se ocupa de acompañar a la comunidad junto a otros curas salesianos. El peligroso enemigo que enfrentan es, por supuesto, la droga
por Alejandra Rey

Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital 
—¿Hay mucha droga? 
—Sí, lamentablemente mucha, como en toda la sociedad.

—¿Paco?
—No, paco no y otra gente que trabaja en el tema me dice que casi no se ve en Rosario. 

—¿Y por qué? ¿Hay razones políticas? 

—Mmmmm. Pensalo...

Hay que procesar despacito lo que dice Federico Chingui Salmerón, tucumano, 29 años, sacerdote salesiano, con diploma en prevención de adicciones y trabajador en el barrio Ludueña de Rosario.

Hay que procesar despacito porque este joven inquieto, de mirada transparente, sonrisa constante y hablar pausado conoce miserias, inequidades y desgracias, alegrías y tristezas que vive una parte de la población de Ludueña, la otra cara de una ciudad y de un país, la cara que nadie quiere ver.

Dirá que muchos pibes con los que él trata desconocen lo que significa la palabra resiliencia —la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas—, pero que son expertos en la materia: aprenden a enfrentar la vida y salir fortalecidos aun cuando la muerte los acompaña desde que nacieron.

Salmerón estudió doce años antes de ordenarse sacerdote y trabaja en la comunidad de Ludueña, donde cada día los salesianos dan de comer, juegan al fútbol, educan y promueven la vida de cientos de niños y jóvenes a través de actividades de educación formal e informal.

"Cuando le dije a mi familia que me iba a hacer sacerdote, a mis viejos y a mi hermano les costó aceptarlo, pero ahora están contentos".

Y dice que su madre, una vez que se ordenó, le contó una historia que quizá sea determinante: cuando él nació, tuvo severos problemas respiratorios y entonces lo encomendó a Dios para que lo salvara.

Federico pide una gaseosa con mucho hielo: ha llegado en bicicleta bajo el sol impiadoso de la ciudad y tiene sed.

A sorbitos va contando su vida y bebiendo. Cuenta que quiso ser sacerdote para ayudar, especialmente a los chicos. Que trabajó en los conventillos de la Boca y en un barrio pobre de Isidro Casanova, y jura que en el barrio xeneize hay quien vive en condiciones inferiores que en la villa: "Viven hacinados en conventillos que tienen como techo tablas de madera. Y si el perro del vecino hace sus necesidades, les cae encima a los de abajo".
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
El hombre responde lo que le preguntan, hasta las frivolidades de las que esta cronista no se priva: "¿Creés en el celibato? ¿Te enamoraste?".

Sí, dice a la primera, piensa que el celibato es el estilo de la vida consagrada que eligió y con él quiere expresar que Dios existe y su amor puede llenar una vida, aunque recuerda que en otros tiempos la Iglesia tenía ministros casados y que se podría plantear la opción. "En el celibato uno entrega todo, inclusive la sexualidad y la paternidad biológica que se vive como servicio a los demás. Yo lo vivo con paz y me siento pleno", explica.

Y sí, se enamoró a lo largo de estos doce años de estudios, pero siempre terminó eligiendo la religión.

En cuanto a los casos de pedofilia, el Chingui dice que son situaciones muy dolorosas en todo ámbito social, y que esos casos siempre se deben denunciar para seguir protegiendo a los más débiles: ¡con los pibes no!

"Lo que a mí me abrió la cabeza después de que hice mi estudio en Córdoba sobre adicciones fue el trabajo en las villas, y los salesianos tratamos de aportar una presencia cercana y contenedora, sobre todo con los jóvenes que están en mayor riesgo", explica.

A este sacerdote que lleva una cruz con las palabras de Don Bosco grabadas y suspendida en su pecho por un hilo negro, el primer caso que lo conmovió fue la adicción del hermano de un amigo, en Tucumán. Y cree que si ese pibe hubiera tenido un amigo que lo ayudara, tal vez no habría caído.

—O no. Las adicciones son muy tremendas. 
—Sí, seguro, es algo muy grave que destruye a las personas y sus familias (piensa, toma gaseosa). Yo creo que con los pibes lo primero que hay que hacer es compartir con ellos, charlar, acercarse, jugar al fútbol y generar lazos de confianza que los ayuden a dar el difícil paso de dejarse ayudar y querer salir, porque sólo ellos pueden, pero no pueden solos.

"En el barrio hay mucha vida y ganas de crecer. Son pibes que no tienen mala leche con nosotros. En cada uno de ellos hay bondad y aprendemos mucho de ellos, incluso de aquellos que están a la deriva..."

—¿Cómo son los pibes de Ludueña? 
—En el barrio hay mucha vida y ganas de crecer. Son pibes que no tienen mala leche con nosotros. En cada uno de ellos hay bondad y aprendemos mucho de ellos, incluso de aquellos que están a la deriva... pero están en un ambiente de exclusión y violencia tal que muchas veces saca lo peor de cada uno. Mirá, algunos tienen a sus padres presos o no los tienen, y aunque están involucrados con ciertos consumos problemáticos y violencia, se esfuerzan por salir adelante. Pero crecen en una realidad muy fea todos los días: hace poco hubo un tiroteo en las vías muy cerca de donde nenes de cinco años jugaban. Y todo parece naturalizado. Hay mucha violencia doméstica, trabajo infantil, machismo, violaciones, droga y muerte. Pero también es cierto que la Iglesia por mucho tiempo estuvo lejos de las zonas pobres y, aunque comenzando con el compromiso del padre Edgardo Montaldo que estuvo cuarenta años entregando su vida y fue un pilar desde la promoción humana, y siguiendo con el trabajo de las comunidades, fueron los evangelistas quienes coparon la parada.

Y dice con su eterna sonrisa que cuando llegó a Ludueña escuchó un dicho que resume todo: "Vamos a lo de los curas a comer y los sábados al culto evangélico".

—¿Entonces? 
—Entonces, tenemos que volver, sumar al trabajo de otros, y bancarnos la impotencia que nos producen estas realidades de consumo. Por eso siempre digo que hay que ser humilde y trabajar con los pibes.

—¿Hay desnutrición?
—Sí, siempre se dan casos, especialmente con bebés. Habría que ver las estadísticas pero se nota que hay chicos que tienen un nivel de deterioro mental por falta de alimentos en sus primeros años. Y a veces no llegamos a dar respuestas con los comedores porque éstas deben ser más profundas. Con todo eso, tozudamente te diría, tenemos esperanza y seguimos trabajando todos los días para evitar que haya personas en el barrio que no tengan acceso a un trabajo digno por portación de rostro.

El Chingui vive en comunidad a 15 cuadras de la villa, donde va todos los días en su bicicleta. Él no lo quiere contar, pero esta cronista sabe que hace poco, cuando llevaba leche a una adolescente primeriza y otros alimentos, uno de los chicos que conoce y que estaba totalmente drogado, le robó todo lo que llevaba, mientras un secuaz le apuntaba con un arma de fuego.

Los volvió a ver. A los dos. A los pocos días. Y como esa lógica tiene al silencio como cómplice, nadie dijo nada. Porque el Chingui sabía que el joven era víctima de su contexto de exclusión, en un mundo de basura, de chapas calientes, de poco alimento, escasas oportunidades y mucha violencia.

¿Hizo la denuncia? Claro que no: piensa que eso no les solucionaría el problema a los pibes. Y dice que en general la sociedad piensa al sistema policial y carcelario como una cuestión de represión y de castigo, aunque la Constitución diga lo contrario. "El sistema no busca que la gente se rehabilite, sino que se pudra en la cárcel".

"Las instituciones policiales y carcelarias no son ajenas a esta forma de pensar generalizada y el primer enfoque en su tarea es represión y castigo. El sistema policial está armado como una cuestión de castigo y no de reeducación", asegura. Y según dice el Martín Fierro, «la Justicia es como el cuchillo, no lastima al que tiene el mango»".

—¿Es verdad que la policía los lastima? 

—En el barrio hay mucha gente que denuncia eso en el boca a boca, el abuso en el uso de las fuerzas, algo de eso vi.

—Vos decías al principio que no consumen paco en Ludueña, pero que se drogan. ¿Con qué?
—Marihuana, cocaína (alita), pegamentos y muchas pastillas.

¿Hay armas en el barrio? 
—Sí, muchas y resulta fácil conseguirlas.

—¿La muerte está naturalizada? 
—En Ludueña hay muchísima gente honrada y trabajadora que se horroriza ante las muertes y lucha para generar conciencia de cuidado de la vida. Pero también hay familias que perdieron a algún ser querido por la impunidad, la violencia, el gatillo fácil y las drogas; hay pibes que tienen en las espaldas la muerte de algún ser querido y, como no tienen acceso a la Justicia, quieren hacerla por cuenta propia; algunos pocos están tan jugados que naturalizan la muerte y no tienen códigos con nadie.

—¿Los políticos hacen algo? 
—Mirá, la verdad es que antes (se refiere al gobierno nacional anterior) no se hacía nada y ahora se quiere reprimir. ¡Y eso no funciona! Todos tenemos que entender que son los pobres los que primero sufren la inseguridad, simplemente porque son víctimas constantes de robo, amenazas, y además de no tener seguridad son vistos ante la sociedad como peligrosos. El pobre no tiene dónde hacer la denuncia. Chingui cuenta, sin embargo, que hay pequeños intentos de política de Estado como la articulación del obispado con el municipio y algunos acuerdos barriales en el distrito, pero se necesita una política macro donde "el pobre no sea descartable, donde no se lo manipule con bolsones para los votos y las marchas, donde pueda acceder a trabajos dignos y donde haya instituciones de contención profesionalizadas. Es un escándalo por ejemplo que la Dirección de la Niñez de Rosario no pueda tener mejores respuestas por falta de fondos".

—¿Por qué, si hay cocinas de paco, no se distribuye en forma masiva en Rosario?
—No lo sé, de verdad, pero creo que sería una masacre. El Chingui se va en su bicicleta desde el centro hasta Ludueña bajo los hachazos del sol. Tiene una dura tarea por delante, pero no se achica.

Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital 

La voz de los chicos 
La realidad de las villas es el peor de los rostros de la pauperización social.

El salesiano lo sabe. Y sabe también que es mejor la voz de un niño que cuente sus problemas para ver si alguien, alguna vez, levanta el volumen de sus oídos.

Esta la escribió Lorena, alumna de cuarto año de la escuela secundaria Don Bosco de Ludueña, que en primera persona cuenta los dolores y dificultades, esperanzas y alegrías que se viven en lo cotidiano:

"Fuimos testigos de la pérdida de varios de nuestros pibes en los últimos tres años y hoy se ve en los rostros de muchos la falta de alimento, cada día se experimentan en nuestras calles la pobreza, la droga y la delincuencia". (...)

"Una vez, unos visitantes del barrio preguntaron ¿por qué eligen drogarse en lugar de comprarse algo para comer? Y los pibes contestaron que la droga te hace olvidar el hambre y la dura realidad en la que vivís, aunque sea por un momento. Estos pibes no tienen trabajo, y muchas veces no los contratan por no haber terminado la escuela, es por esto que son esclavos de sus realidades, esta secuencia se repite a diario, conduciéndolos a la total marginación de la sociedad, que encima mira para otro lado, como si no existieran". 

"Los pibes del barrio también tienen sueños, todos tienen bondad en su corazón, aunque a veces se sientan atrapados por una realidad que los impulsa a tomar malas decisiones. Las familias luchan día a día por crecer en dignidad, llevando un plato de comida para sus hijos, haciendo changas, cirujeando".
Fuente:LaCapital



Inundaciones en Santa Fe: ya renunciaron tres funcionarios
El último en dejar su cargo fue el director provincial de Obras Hidráulicas de Santa Fe. Por la subida del agua, peligra el comienzo del ciclo lectivo. Renunció un funcionario en Santa Fe tras las inundaciones 
21 DE ENERO 2017 


El director provincial de Obras Hidráulicas de Santa Fe, Eduardo Gentile, presentó la renuncia a su cargo en solidaridad con el desplazado Roberto Porta, de la secretaría de Recursos Hídricos, y por el alejamiento del subsecretario de Coordinación de Asuntos Hídricos, Luis Lombó. 

En declaraciones a la prensa, Gentile, señaló que su decisión "se basa en motivos personales y en solidaridad con Porta y Lombó", junto a quienes integraba un equipo de trabajo. 

"Ambos merecen mi más sincero respeto en cuanto al desempeño de sus funciones inherentes", resaltó. 

Gentile aseveró que "no se comparte la visión en cuanto a adjudicarle al primero de ellos (en referencia a Porta), la responsabilidad por la actual situación hídrica de la provincia" tal como lo había deslizado el gobierno provincial. 

A la hora de apartar a Porta, el gobernador Miguel Lifschitz adujo "falta de presencia territorial en la crisis hídrica".

Los funcionarios apartados son todos de extracción política radical, lo que agranda la brecha que existe políticamente en el Frente Progresista santafesino. 

“El ingeniero Porta siempre dijo de hacer el control de este ingreso de líquido desde la vecina provincia, pero desde el gobierno no se hizo”, señaló Gentile.
Fuente:ElDestape




INUNDACIONES EN EL SUR DE LA PROVINCIA“Esto requiere cambios culturales”
21/01/2017
Por Laura Hintze
Foto: Denise Avendaño.
Foto: Denise Avendaño.
El especialista Eduardo Spiaggi dialogó con este medio con el eje y la excusa puesta en las inundaciones en la región. Una mirada optimista con el foco puesto en recuperar el suelo y cambiar el modelo productivo.
La casa de Eduardo Spiaggi está en una de las puntas de barrio La Sexta. A pocas cuadras de su patio, atravesando La Siberia, el río Paraná pasa. Sólo saber eso le suma un plus al lugar desde donde Spiaggi ceba mates. El patio, sin embargo, se la banca solo: una pequeña jungla en medio de la ciudad, donde se mezclan los pajaritos con la radio vecina, el calor urbano y la calma que trae la sombra de la parra. Spiaggi es integrante del Taller Ecologista, a cargo del área de Humedales de la institución. También es docente de la UNR e investigador. Un referente que puede ayudar a entender qué es lo que está pasando en la región cada vez que llueve. No es la primera vez que lo va a hacer, tampoco la última. Entre mates, el hombre hace referencia a más de una entrevista en donde advierte, analiza y concluye: el suelo no da para más, hay que cambiar el modelo productivo, es posible hacerlo, se pueden recuperar las tierras. La entrevista con este semanario no va a ser la excepción en ese sentido. Pero vale la pena machacar.  
¿Qué es lo que pasa en la región? ¿Es cierto que el suelo no aguanta más?
Vamos desde el principio. Lo más técnico e interesante es pensar que en toda esta zona había pastizales naturales, antes de la llegada de los colonizadores. Eran pastizales de dos metros, y de distintas especies. Eso era una capa vegetal que no dejaba entrar el agua. Llovía, el agua pegaba, caía la gota hacia abajo y el suelo absorbía perfectamente. Después, llegan los colonizadores y hacen una cosa que no era tan mala, que es la chacra mixta: animales y cultivos. La cosa se mantuvo durante ciento y pico de años, hasta que llega la soja y lo que hace es facilitarle mucho la tarea a los productores, porque es una receta que se aplica en todos lados y necesitás muy poca gente para hacerlo. Lo que pasó en la región pampeana es que en veinte años el suelo cambió muchísimo con la imposición de la soja y la siembra directa. La siembra directa se trata de una máquina que clava la semilla dentro del suelo, no da vuelta la tierra, no pasa un arado. En un principio, fue positivo. Vino a ser una ayuda que después se transformó en un problema, porque hace veinte años que unas enormes máquinas están pasando por el suelo. A eso, agregale que se trata de un monocultivo. Y que generó riqueza en muchos sectores, aunque por el otro lado fue expulsando gente. El campo ahora es una especie de pastoría de miles y miles de hectáreas manejadas por muy poca gente que hace lo mismo en todos lados. Este modelo fue compactando el suelo: son miles de kilos de máquinas que pasan todos los años. Se hace una costra en el suelo. Eso es parecido a pavimentarlo y el agua corre, no es absorbida. Pero hay que sumar más: el cambio climático que el propio modelo está creando a nivel mundial; los canales clandestinos. Es como un combo al que se aplica parche tras parche, en vez de agarrar el tema en serio: ordenamiento territorial, política de Estado entre provincia y Nación.
Vos decís “llegó la soja”. ¿Eso qué significa?
La soja es un cultivo oriental que llegó a principios de los setenta. Cuando llegó, fue un cultivo más, se lo pensó como una leguminosa que produce mucha proteína. Lo mismo sucedió con tantos otros cultivos. El gran problema de la soja es cuando hacen la transgénica, que es lo que genera este paquete tecnológico: siembra directa, soja transgénica, glifosato. Son tres patas que hacen que esta receta se aplique fácilmente y se expanda a 20 millones de hectáreas, eso es más de la mitad de la tierra cultivable de Argentina. Es una barbaridad, porque es tierra que se usa para lo mismo. Y a eso agregale el veneno que se inventó para este cultivo. Las inundaciones no son la única consecuencia: está la salud, el desmonte, la falta de gente en el campo. Es un combo que es la ceguera del capitalismo a nivel global. Es un modelo enemigo de la naturaleza y de la mayoría de la sociedad. Le genera recursos a un sector pero genera un fuerte impacto social y ambiental por otro lado.
Pensando en la llegada de la siembra directa, ¿se podían prever estas consecuencias?
Somos muchos y de distintas épocas los que hablamos de esto. Ya hace veinte, treinta años, que se habla de esto. Pero nuestra prensa es mucho menor. Y además hay cierta cooptación de los sectores científicos y tecnológicos. Hay muchos técnicos formados con la cabeza puesta en la siembra directa y la soja, que no ven más allá del alambrado. A veces no es ni mala voluntad, sino su formación. Hay de todo. También somos muchos los que creemos que tiene que haber un cambio de políticas públicas en el país en este sentido.
¿Se puede recuperar la tierra o ya perdimos en la región?
Con trabajo y cambio de modelo, sí. Se demora, pero se puede. Uno de nuestros faros es el campo “Naturaleza Viva”, que está en Reconquista. Es un lugar que demuestra que se puede vivir, hacer plata, ganar dinero y trabajar la tierra de otra manera. Son 170 hectáreas. Pero todo esto requiere cambios culturales, volver al campo. Está demostradísimo en todo el mundo que uno puede producir de otra manera.
Pensando en lo que está sucediendo en la región, todo está pasando por quien no hizo lo que había que hacer.
El tema es que la gente está desesperada y quiere obras para sacar el agua. Y está bien, claro, pero eso no es una solución.
¿La obra pública es una solución? ¿O un parche?
Depende cómo lo plantées. Tenes que tener una mirada de todo el sistema, de todas las cuencas. Hay que pensar, además, que el agua dulce es un bien escaso en el mundo. Hay que pensar qué hacer con eso cuando no hay inundaciones. Se puede pensar en represas. Por ejemplo, una buena obra pública fue la represa del Ludueña. Los canales, los caños, no son la solución. Llenar de canales la ciudad no es una obra. Esto es una planificación, con gente mirando todo el territorio, no enfocados en cómo sacar el agua. Hay que reforestar las cuentas, cambiar el sistema productivo. Hoy, en la urgencia, todo el mundo se quiere sacar el agua y está bien, hay que atender las urgencias. Pero hay que repensar el modelo productivo de la provincia, metiendo ahí lo ambiental, lo social y lo económico. Mirar el agua, los pueblos, las ciudades, los sistemas productivos. El gobierno se tiene que animar a convocar y comerse algún bardeo. En una mesa de muchos actores hay que ver la urgencia y el largo plazo. Hay que habilitar mecanismos de planificación, ver cómo se puede recuperar la naturaleza. Porque se puede recuperar, regenerar y recrear sistemas más diversos que los que había ¿Qué nos impide? Bueno, soy ingenuo con esta pregunta (se ríe). El tema es qué hacer a largo plazo. Lo grave es que esto se viene discutiendo hace bastante.
Hiciste mención al cambio climático, ¿llueve más o cambiaron los efectos de esa lluvia?
Los niveles de lluvia no han cambiado tanto, lo que cambiaron son los modos en que llueve. Antes caían 60 milímetros y no pasaba nada, y hoy es un desastre. Eso es el suelo, que no absorbe. Y mira que hasta ahora sólo hablamos de los cultivos. Hay que mencionar también las urbanizaciones, los countries. Son varias cosas. El tema es cómo lo miras, si como sistema complejo o como el agua y la obra hidráulica que me hace falta para el agua. Ese es el cambio de paradigma que tiene que haber. Nosotros estamos produciendo mercancía de exportación. El grano de soja no es un alimento, es una mercancía. Y esas empresas facturan millones de dólares y no pagan ni ingresos brutos. A esas empresas, que son las que traccionan el modelo, ¿no se les puede cobrar impuestos y eso usarlo para ir revirtiendo no en la obra sino en el modelo? Lo mismo con las retenciones. Y por eso digo que es una línea de continuidad agravada de lo que venía antes. También hay una cuestión cultural que es algo mucho más complejo: ¿queremos cambiar el modelo?, ¿estamos dispuestos a no comprar en supermercados? Hoy, lo que hagamos en las ciudades tiene mucha incidencia.
¿Y qué se puede hacer desde, por ejemplo, Rosario, para cambiar?
Repensar nuestros modelos de consumo. ¿A quién le compramos la comida? ¿Por qué la gente no va a las huertas urbanas, a mercados de cercanía? Nosotros tenemos que exigir comida local y sana. Eso repercute. Cambia el modelo productivo y esos campos absorben más. No es inmediato, pero ese va a ser el gran cambio. Argentina es el país más urbano en Latinoamérica, lo que hacemos y hagamos en la ciudad es fundamental. No hay que verlo con culpa, sino preguntarse qué está pasando y qué puedo hacer. ¡Nos han metido tanto esas pautas de consumo! Las cultura del shopping en el supermercado es una pauta que nos han metido y que es muy destructora. Yo no voy al supermercado. Es un cambio que no me queda práctico, pero lo disfruto. Voy a La Toma, al Trocadero, al almacén del barrio. Es un poco más caro, sí, a veces, pero es una decisión política. Hay una discusión que es o cambia todo o no cambia nada. Pero creo que son las dos cosas: mientras cambiamos nosotros, cambia el sistema. Es fácil tener una visión pesimista, porque es real: el mundo va para atrás. Yo hago las cosas desde la alegría y entonces esto no es una carga.
Fuente: El Eslabón.
Fuente:RedaccionRosario

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