24 de marzo de 2017

A 41 AÑOS DEL MÁS BRUTAL y SANGRIENTO GOLPE DE ESTADO.

DURANTE EL RÉGIMEN SE PRODUJERON ATROCES VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS 
A 41 años del más brutal y sangriento Golpe de Estado
23 /03 / 2017 

Hace 41 años, en medio de una convulsión política y social sin límites, el país entró en uno de los períodos más trágicos de su historia. Los primeros minutos del 24 de marzo de 1976, cuando la Junta Militar depuso a la presidenta María Estela Martínez de Perón, llevándola en helicóptero desde la terraza de la Casa Rosada hasta el Aeroparque -desde donde fue trasladada, detenida, a la residencia El Messidor, en Neuquén-, las Fuerzas Armadas concretaron el golpe de Estado más anunciado del siglo XX. Hoy se conmemora el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, fecha que hace alusión a esa oscura etapa de la Argentina, signada a sangre y fuego por la dictadura.

Terrorismo de Estado 
Cada 24 de marzo, el recuerdo de dichas víctimas imprime en el colectivo social no solo la necesidad de recordar y rendir homenaje a aquellas personas que, por cuestiones políticas, ideológicas y culturales, entre otras, fueron perseguidas por un cruento régimen que supo perpetrar el denominado “Terrorismo de Estado” en todo su espectro: torturas, vejaciones, robo de bebés, asesinatos y desapariciones forzadas son, tan solo, algunas de las postales que dan cuenta de una realidad a la que, cuatro décadas más tarde, nadie quiere realmente volver.

El plan sistemático, concebido por los altos mandos de la dictadura, era depurar nuestro país mediante una forma extrema de eugenesia, que incluía la eliminación de todos aquellos que los represores consideraban “irrecuperables”. Esto incluía a obreros, estudiantes, empleados, docentes, y también políticos, sindicalistas, periodistas, diplomáticos, religiosos y algunos deportistas y militares.

Desapariciones y torturas 
Al cabo de casi ocho años, los militares dejaron un país dividido, miles de desaparecidos, una fuerte recesión económica, una guerra perdida y un aislamiento internacional. Con la represión como telón de fondo, Videla confió la política económica a José Alfredo Martínez de Hoz. La Cancillería y el área de Bienestar Social, entre otras zonas sensibles, quedaron bajo el mando de Massera.

Los ojos del mundo posaron su mirada sobre la Argentina y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA envió en 1979 una misión, para certificar en el propio campo lo que en el exterior ya se condenaba. Denunció que había detenciones arbitrarias, desapariciones y torturas. Al año siguiente, Adolfo Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz por su lucha en favor de los derechos humanos.

Para el editor y ensayista Alejandro Katz, la dictadura “es el lugar adonde nunca más deberíamos ir” y hoy la lección principal es “evitar que la política se convierta en violencia y la violencia se convierta en muerte”.

Apoyado en la sucesión de gobiernos surgidos de la voluntad popular, Katz advierte sin embargo que “la democracia le debe mucho a la sociedad y la sociedad le exige poco a la democracia. Nos hemos vuelto demasiado complacientes”.

Una historia de golpes y “procesos” 
Desde 1930, el país ha sido marcado por el derrocamiento de gobiernos, las elecciones fraudulentas y los gobiernos “de facto”, entre ellos, el de José Félix Uriburu (1930-1932), la denominada “Revolución del 43’”, desde dicho año hasta 1946 y la Revolución Libertadora, que dio su paso tras el derrocamiento del entonces presidente Juan Domingo Perón, e instalando un régimen cívico-militar desde 1955 hasta 1958.

La mal llamada “Revolución Argentina” le dio la posibilidad de dirigir el país “de facto” al general Juan Carlos Onganía entre 1966 y 1973, y tres años más tarde, tendría lugar aquél gobierno reconocido como el más cruel en términos de atentar contra sus propios gobernados, el “Proceso de Reorganización Nacional”, así llamado por sus propios ejecutores, los integrantes de la Junta Militar, el teniente general y comandante general del Ejército, Jorge Rafael Videla, el almirante y comandante general de la Armada, Emilio Massera, y el brigadier general y comandante general de la Fuerza Aérea, Orlando Agosti. 

Antes y ahora
Lo que sucedió después, es hoy memoria colectiva, impresa bajo el propio halo de tragedia que marcó el ADN de generaciones de ayer, hoy y mañana; la discusión por la cantidad de desaparecidos, un tema de debate que ha sido impuesto desde determinados sectores en la actualidad, no hace más que torcer el eje del verdadero debate que la sociedad debe afrontar, y este es: por qué se permitió que ello ocurriera, más aún, teniendo en cuenta que dicho proceso tuvo nada menos que la complicidad de innumerables sectores de la sociedad civil. En tiempos en los que el ciudadano común se encuentra, muchas veces, desprotegido desde el propio Estado y cuyos derechos humanos, establecidos bajo un estándar universal e inquebrantable, se encuentran vulnerados por acción u omisión, es menester por parte de la propia sociedad argentina, utilizar el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, no sólo para recordar aquella época cuyo oscuro recuerdo prevalece hasta nuestros días, sino también reflexionar sobre los motivos que llevaron a una sociedad a padecer tales atrocidades y preguntarnos, a ciencia cierta, si dicho colectivo ha madurado en términos de memoria, solidaridad y preocupación por el otro y si la pelea por los derechos humanos debe darse únicamente en el pasado, o también en el presente.
Fuente:ElDiario

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