3 de junio de 2017

HIJAS DE REPRESORES EXIGEN QUE SUS PADRES NO SALGAN DE PRISIÓN.

HIJAS DE REPRESORES EXIGEN QUE SUS PADRES NO SALGAN DE PRISIÓN 
01 de junio, 2017
Buenos Aires.- Hijas de represores de la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983 comenzaron a organizarse después de 40 años para exigir que sus padres condenados no salgan de prisión y que se aporten pruebas de los delitos de lesa humanidad que cometieron.
“Historias desobedientes. Hijas e hijos de genocidas por la verdad, la memoria y la justicia”, es el nombre elegido por un grupo que unió dolores, temores y sentimientos de lucha a partir de una crónica periodística.
El 12 de mayo pasado, la revista digital Anfibia publicó una entrevista con Mariana D., hija de Miguel Etchecolatz, uno de los represores más temibles de una dictadura que dejó un saldo de 30 mil desaparecidos y 500 bebés nacidos en cárceles clandestinas y entregados en adopciones ilegales.
“Es un ser infame, no un loco. Un narcisista malvado sin escrúpulos”, dijo la mujer que se cambió el apellido paterno y que pidió que su padre muriera en prisión.
Mariana D. habló en medio de la conmoción social que había provocado el fallo de la Corte Suprema de Justicia que recortó la pena en la cárcel de un represor y que le abrió la posibilidad de este beneficio a cientos de condenados, opción que fue cancelada luego por el Congreso.
La entrevista impactó en la opinión pública porque por primera vez la hija de un represor emblemático lo repudiaba públicamente y contaba que no sólo torturaba y maltrataba a los presos políticos sino a su propia familia.
Durante estas cuatro décadas, muchos de los hijos de los represores optaron por el silencio o por justificar los asesinatos, torturas, secuestros, desapariciones y apropiación de recién nacidos.
Sin embargo, a partir de la entrevista a Mariana D. otras hijas de exmilitares condenados por genocidio decidieron crear una organización no sólo para compartir sus propias historias de terror, sino para aportar elementos que puedan ayudar a los tribunales que juzgan los crímenes de lesa humanidad.
Antes que ella, ya habían dado entrevistas Rita Vagliati, quien se cambió el apellido de su padre, el excomisario Valentín Milton Pretti; y Analía Verónica Kalinec, hija del exsubcomisario Eduardo Emilio Kalinec.
Ambos casos no tuvieron la misma repercusión que el de Mariana D. porque se realizaron hace años, cuando los juicios de lesa humanidad avanzaban, además de que sus padres no eran represores de la importancia jerárquica de Etchecolatz, quien lideró 21 centros clandestinos de detención.
Ahora, en cambio, Erika Lederer, hija de Ricardo Lederer, exjefe de una maternidad clandestina, y Liliana Furio, hija del exteniente Paulino Furio, crearon “Historias desobedientes”, una organización a la que cada vez se suman sobre todo hijas de represores.
En su declaración fundacional, explicaron que no se sienten representadas “por las voces de los familiares de represores que se venían pronunciando. Alzamos nuestra voz para romper el mandato de silencio y sumarnos a una lucha por la verdad”.
Fuente:Net.NoticiasMx


Entrevista a Erika Lederer “Somos hijos de milicos genocidas” 
Por Santiago Garat 
02/06/2017 
La historia de Mariana, la hija del represor Miguel Etchecolatz que marchó para repudiar el intento de otorgarle el beneficio del 2×1 a un condenado por delitos de lesa humanidad, y que fue publicada por la revista Anfibia, movilizó a Erika –su padre, Ricardo Lederer, desempeñó un alto cargo en la maternidad clandestina de Campo de Mayo– a publicar en su muro de Facebook: “Los hijos de genocidas que no avalamos jamás sus delitos, esos que gritamos en sus caras las palabras «asesino» y «memoria, verdad y justicia», por pocos que seamos, podríamos juntarnos para aportar datos que hagan a la construcción de la memoria colectiva”. Y se empezaron a juntar nomás.
“El puntapié inicial, porque ya veníamos cada uno haciendo un camino, solitarios, pero haciendo un camino, fue la nota de Mariana Etchecolaz, eso fue lo que nos movilizó”, cuenta Erika, abogada especialista en mediación en contextos de encierro del Ministerio de Justicia y nacida en el oscuro 1976. “Ante una propuesta mía, a aquellos que estábamos en la misma condición y con la misma consigna de memoria verdad y justicia, casi que con urgencia y a los dos días de la propuesta ya nos encontramos con dos compañeras más, Analía Kalinec y Liliana Furio. Después ya fuimos 6, sumando incluso a un varón, Martín Azcurra, y se formó el colectivo, que es lo lindo de esto. Porque si es una idea social, entendemos que la única manera de sanarla y propender a una cura posible, es de manera colectiva. Ahí surge la página de Facebook Historias Desobedientes y con Faltas de Ortografía”.
Ese es el espacio virtual que sirve de plataforma para estos primeros pasos que están dando aquellos hijos e hijas de genocidas que se atrevieron a cuestionar y repudiar los crímenes cometidos por sus padres. “Estamos muy conmocionados, es dulce pero también mueve muchas cosas, muchos recuerdos. En los encuentros hay palabras claves que fueron apareciendo mucho como «soledad», «traición», «vergüenza», que muestran como venía dándose el camino individual”, señala Erika, y remarca: “En el seno familiar, opinar de esta manera implicaba romper un pacto de silencio y ser desplazado del clan”.
—¿Cómo fue tu infancia y el empezar a saber a qué se dedicaba tu papá?
—Los procesos son dispares en cada individuo. En el mío fue paulatino. Iba tomando conciencia de manera paulatina, con cosas que no cerraban. A muy temprana edad hacía preguntas de las cuales no encontraba respuestas, o recibía reprimendas, como por ejemplo cuando lo escracharon en Página|12 a mi viejo por defender a Camps. Fue bravo desde siempre. Mi viejo se va de baja en el 82, cuando era incipiente el desprecio hacia los militares pero se estaba empezando a dar, y no entendía porqué todos pensaban y opinaban muy distinto a lo que se escuchaba en casa, y porqué no podía hablar de eso afuera. Lo importante es poder salir del dolor y poder pasar a la acción, y a la esperanza, y que no suene poético solamente sino que implique una praxis. Por eso nos estamos juntando casi todos los días y el 3 de junio, en el marco de la movilización del Ni una menos, ya vamos a marchar con bandera propia.
—¿Podías hablar con tu madre de esos temas?
—Con mi mamá de eso no se hablaba, con ella siempre fue más que nada silencio. Algo que hablamos con los compañeros ahora es que ellas son como las hijas “sanas” del patriarcado, de una sociedad que en ese momento aplaudía muchas de esas cosas. Cómplices civiles de la dictadura, no son otra cosa que eso.
—¿Y con tu papá?
—Con mi viejo hablé de manera franca siempre. Me costaba mucho hacerlo y muchas veces me costó incluso palizas feroces, pero lo pude hacer siempre. Siempre pude decirle a él, asumiendo las terribles consecuencias que eso me significaba, lo que yo opinaba. Hasta el último día.
—¿Tenés hijos?, ¿cómo manejaste tu historia con ellos?
—Tengo dos hijos y les hablo de mi historia, por supuesto. La única manera que entiendo que se puede formar seres de bien, es educándolos en la verdad, aunque duela. Y vaya si duele. Los he visto llorar bastante, pero no concibo otra forma de educarlos.
Ricardo Lederer, obstetra de una de las maternidades clandestinas que funcionaron en los sangrientos años en que se perpetró el terrorismo de Estado, se suicidó en 2012, cuando se confirmó la identidad del nieto recuperado Pablo Javier Gaona Miranda, de quien el represor había firmado el acta de nacimiento falsa que facilitó su apropiación, y a los pocos días de que su hija le enviara un mensaje de texto que rezaba: “Memoria, Verdad y Justicia”.
“Muchos de los compañeros y compañeras con los que nos venimos juntando, tienen a sus progenitores vivos, detenidos y cumpliendo condena. Algunos no tienen vínculo, otros sí. Y lo que tenemos claro es que tenemos que exigirles que aporten lo que sepan. Ese es el pedido y la razón, a la vez, por la que uno deja de vincularse ante la negativa de dar datos que uno sabe que existen”, destaca Erika, y abunda: “Muchos de los que se comunicaron con nosotros a través de Facebook, son personas que han perdido a sus padres en lugares de detención por los que saben pasaron nuestros padres. Y se comunican para pedirnos eso, que les demos algún dato. Es muy fuerte”.
—¿Cuál fue la repercusión que tuvieron a partir de que se publicaran sus historias?
—Estamos recibiendo un aluvión de historias. Algunas cruzadas, porque uno dice «hijos» y por ahí puede referir a un hijo de un represor o a un hijo o familiar de un desaparecido. Nos llegan de todo el país y algunas son de un tenor y una urgencia que jamás hubiésemos pensado. Por eso aclaramos que estamos en una etapa de organizarnos, de intentar dar una respuesta a cada una de esas historias siendo respetuosos de ellas. Viendo cómo articular todo esto y lo primordial es ponernos en contacto con organismos de derechos humanos, que ya se han acercado varios, porque ellos entienden muchísimo más y vienen de años de organización y lucha. Nosotros no llegamos a 10 días. Pero, repito, hay casos que ameritan urgencia porque incluso están siendo amenazados hoy en día. La herida y el daño son actuales y se están dando hoy. Hay personas que la están pasando realmente muy mal.
—¿Cómo fuiste viviendo los retrocesos que se fueron dando a partir del cambio de gobierno en torno a los juicios contra responsables del terrorismo de Estado y los embates contra todo lo que tenga que ver con la lucha por los derechos humanos?
—No me asombra para nada todo lo que está sucediendo. Se veía venir claramente porque uno entiende la lógica con la que piensan. Reflotar la teoría de los dos demonios y poner en duda la cantidad de desaparecidos es algo que habilita a un montón de cosas. Incluso a que se tomen decisiones que después la sociedad legitima. En relación al 2×1 y los beneficios excesivos que se les estaban otorgando o se le pretendían otorgar a los genocidas en este último periodo, no cabe más que repudio, y tiene que ver con nuestro estallar en la bronca porque son años de lucha. Nosotros mismos, que somos hijos de milicos genocidas, vivimos las consecuencias de lo que pasó. Nos afectó. Y nos sigue doliendo nuestro país porque faltan niños, hoy de mi edad, que hay que encontrar. Y faltan cuerpos por despedir.
Fuente:ElEslabon - Fuente:RedaccionRosario 

02 de junio de 2017 
Opinión
Las voces impensadas 
Por Adriana Taboada * 
Vienen de un mismo relato histórico acerca de lo sucedido en los 70, y sin embargo han construido universos comunicacionales y subjetivos opuestos. Memoria, verdad, justicia le dice una hija a su padre, otra considerará al suyo víctima de terrorismo subversivo. Unos sentirán el horror de la caricia regalada con la mano asesina, otros negarán crueldades. 

Los hijos e hijas de los genocidas crecieron con un relato, un marco de interpretación de nuestra historia reciente que justifica las peores acciones en pos de salvar la patria, que reivindica lo actuado, que tergiversa y niega hechos. También tienen un marco de interpretación del camino por juicio y castigo a todos los culpables, visto como venganza o curro de los derechos humanos. 

“No elegimos la negación, ni el silencio, ni la complicidad”, dice una de estas hijas, otros consideran que el juicio, la sentencia de culpabilidad y la cárcel de su familiar es fruto de la venganza y la mentira. 

Hace 20 años un equipo de investigación de la universidad alemana de Hannover se abocó a estudiar los modos de transmisión inter y transgeneracional en las familias alemanas, de las representaciones del nacionalsocialismo. Eligieron para ello familias donde coexistieran tres generaciones y que no tenían nazis entre sus integrantes. Sin embargo, durante el proceso de entrevistas surgieron un par de casos donde el propio abuelo puso al descubierto su participación en el Holocausto. Una de las observaciones realizadas es que frente a esta información, los hijos y los nietos reaccionaron como si no hubiesen escuchado. Reemplazaban esa narración con historias de los abuelos plagadas de buenas acciones. De manera muy sugerente el libro se titula Mi abuelo no era nazi. 

Hay otras experiencias vinculadas a las maneras en que los hijos de los nazis enfrentaron su historia, buscando la manera de sobrellevar y elaborar el “ser hijo de”. Parafraseando a Erika Lederer “la mierda que les tocó”. 

Hace más de 30 años que mi práctica profesional se desarrolla en el campo de los derechos humanos, por ello mi contacto es con las víctimas y no con el mundo de los genocidas. Sin embargo, hay inquietudes que me acompañan hace mucho tiempo. Una década atrás presenté en un trabajo en un congreso de psicología. En él intentaba pensar en los efectos del silencio, el ocultamiento y la mentira en la descendencia de los represores. Silencio, ocultamiento y mentiras que me llevaban a inferir, además, la presencia de secretos. Reflexionaba allí sobre el rol que el mundo psi jugaba en la transmisión de esos silencios y secretos, ya que fue imposible encontrar en aquel momento producciones científicas que pudieran hablar de la salud mental de la descendencia de los genocidas (en clínica es posible escribir sin violar el secreto profesional). Sólo diré que en aquella ocasión me quedé sola ante el silencio de mis colegas y la única persona que se acercó lo hizo en secreto.

40 años de lucha, una década con procesos de juzgamiento en marcha, testimonios, libros, películas, los sitios de memoria recuperados, la asistencia de jóvenes y docentes a las audiencias de juicio son un enorme capital simbólico de este país. Hace un año y medio que el gobierno macrista intenta borrar lo conquistado y crece la tensión y el conflicto en torno a la políticas de Memoria, Verdad y Justicia. 

El mes de mayo comenzó con un tremendo cachetazo: el 2x1. A partir de allí un movimiento visceral y racional sacude nuestra historia: 1.000.000 de personas en las calles de toda la patria diciendo “Nunca Más” y una puerta que, inesperada y sorpresivamente, acaba de abrirse de la mano de las hijas de los represores. 

¿Un nuevo actor entró en escena?, ¿otra vez mujeres rompiendo el silencio y develando lo oculto? Imaginamos un proceso que viene de lejos, largo y doloroso. Imaginamos una gran fortaleza para afrontar la “desobediencia y las faltas de ortografía”. Imaginamos un sujeto ético que asume verdad y se expone rompiendo el pacto del clan, lo cual tiene un costo que están afrontando.

Valorando una decisión de vida tan trascendente y radical, espero que podamos acoger respetuosamente el ingreso de estas otras voces que, de tan inesperadas, por un instante, nos dejan sin palabras. Creo que no debemos apresurarnos a buscarlas. 

* Psicóloga. Ex coordinadora del equipo asistencial del Movimiento Solidario de Salud Mental-Comisión de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Perito psicóloga en causas de lesa humanidad. Investigadora de Centro de Estudios sobre Genocidio-Untref.
Fuente:Pagina12

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