18 de julio de 2021

A 27 años del atentado a la AMIA.

 17/07/2021  - A 27 AÑOS DEL ATENTADO

Anita Weinstein, la sobreviviente de la AMIA que rescata la memoria de un pueblo

Hija de dos jóvenes que escaparon del Holocausto en Polonia, Anita Weinstein también vivió en carne propia el horror del odio. El 18 de julio de 1994 estaba en el edificio de la AMIA y salvó su vida de milagro. La directora emérita del Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino Marc Turkow -hoy a cargo de Elio Kapszuk- sigue manteniendo presente el recuerdo de las 85 víctimas.

Por Gabriel Esteban González


AMIA: El viaje a la Memoria de Anita


Hacía un año y medio que Anita Weinstein no bajaba las escaleras hasta el subsuelo del edificio de la AMIA, donde está el flamante Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino Marc Turkow, del cual es directora emérita.

Es un gran archivo con la historia de la comunidad judía, repleto de libros, publicaciones periodísticas, árboles genealógicos y videos, y que, desde 1994, sumó un nuevo objetivo, el de no olvidar el criminal atentado que dejó 85 muertes.

Anita en la muestra Re-Memoria, compuesta con 85 acuarelas del artista Marcos Acosta, en recuerdo de las víctimas del atentado. Todo con la supervisión de Elio Kapszuk, director de Arte de la AMIA. (Foto: Pablo Añeli)
Anita en la muestra Re-Memoria, compuesta con 85 acuarelas del artista Marcos Acosta, en recuerdo de las víctimas del atentado. Todo con la supervisión de Elio Kapszuk, director de Arte de la AMIA. (Foto: Pablo Añeli)


Para Anita, este miércoles 14 de julio de 2021 tiene un valor especial además del regreso al lugar donde trabaja desde 1985. Por la mañana se descubrió una placa en el Centro de Documentación en memoria de Mirta Strier, su asistente personal y amiga, que falleció el 18 de julio de 1994, a las 9.53 de la mañana, cuando estalló la bomba.

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Las imágenes fueron tomadas por Julio Menajovsky, uno de los primeros fotógrafo en llegar a la AMIA tras el atentado.


Los ojos y la voz de Anita reflejan su emoción. Por su mente seguramente desfilan los recuerdos de Mirta -que al morir tenía 42 años-, de Gastón, Gabriel y Matías -los tres hijos que Mirta había criado sola porque su marido los había abandonado-, del momento en que aquel trágico día fue a buscar una computadora al área técnica de la AMIA, hasta donde la onda explosiva no llegó con su máxima fuerza. Un hecho que salvó su vida.

Un viaje a la memoria

Detrás de la Anita, la escultura abierta del israelí Yaacov Agam y el Muro de la Memoria, del artista Martín Ron. (Foto: Pablo Añeli)
Detrás de la Anita, la escultura abierta del israelí Yaacov Agam y el Muro de la Memoria, del artista Martín Ron. (Foto: Pablo Añeli)

El Centro Marc Turkow iba a ser inaugurado el 13 de febrero de 2020 para que fuera visitado por investigadores y estudiantes pero la pandemia y el inminente aislamiento lo impidieron.

Ese lugar es un eslabón más de los recorridos en el reconstruido edificio de la AMIA, que en la plaza seca de la entrada tiene cuatro hitos que Anita describe ante Télam.

Está el imponente “Muro de la Memoria” -una obra del prestigioso muralista Martín Ron, de 12 metros de ancho y 30 de alto-, sobre la medianera del edificio vecino.

Debajo está el listado con los nombres de las 85 víctimas del atentado. En orden alfabético, excepto el último, a quien se pudo identificar recién hace cinco años: un joven que tenía 20 años cuyos nombres eran Augusto Daniel y un apellido tan simbólico como Jesús.

También está la escultura abierta del israelí Yaacov Agam, que cuenta con nueve columnas de 3,70 metros de alto y que, según desde dónde se la mire, tiene siete diferentes interpretaciones, cada una con un concepto -Destrucción, Janukiá, Estrella de David, Arcoiris, Candelabro, Maguén David de Colores y el Símbolo de la AMIA- y siete valores a destacar -Vida. Continuidad. Igualdad. Solidaridad. Respeto por la diversidad. Memoria y Justicia-.

En el Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino Marc Turkow. (Foto: Pablo Añeli)
En el Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino Marc Turkow. (Foto: Pablo Añeli)


Sobre la pared opuesta a la obra de Ron está el mural que inauguró en 2017 el exprimer ministro israelí Benjamin Netanyahu y que muestra imágenes, pasadas y actuales, de la ciudad de Jerusalén.

También hay una placa que recuerda las 29 víctimas del atentado a la embajada de Israel, en 1992, y un relieve en memoria de los desaparecidos judíos durante la última dictadura, realizado por Sara Brodsky. La artista -madre de Fernando, un joven de 22 años detenido por fuerza militares y del que no se volvió a tener noticias- bautizó en 2004 a su creación “Ellos están”.

Aquel lunes de tanto dolor

Anita, con las imágenes de muchos de sus compañeros y amigos que murieron en el atentado. (Foto: Pablo Añeli)
Anita, con las imágenes de muchos de sus compañeros y amigos que murieron en el atentado. (Foto: Pablo Añeli)

Un problema informático le salvó la vida a Anita. Poco antes de las 9,53 del 18 de julio de 1994, salió de su oficina en el segundo piso del edificio de Pasteur 633 hacia el sector Técnica de la AMIA, ubicado en la parte trasera del predio, para consultar sobre el funcionamiento de su nueva computadora.

De pronto, sintió que todo a su alrededor temblaba, se sacudía, el techo que parecía despedazarse, las paredes se abalanzaban sobre los cuerpos, y una cegadora y oscura nube de polvo los cubrió por completo; apenas si se percibían las voces de dolor. Anita recuerda que al gatear a tientas casi cae al vacío ya que el piso, de pronto, había desaparecido, dejando un abismo de unos diez metros.

La entrada del Centro de Documentación, en el subsuelo de la AMIA. (Foto: Pablo Añeli)
La entrada del Centro de Documentación, en el subsuelo de la AMIA. (Foto: Pablo Añeli)

Al ganar la calle y ver esa postal de destrucción, se preguntó quién podría querer matarlos, por qué tanto odio. De la explosión salió prácticamente ilesa, al punto de regresar a la semana siguiente a trabajar -"sentí no debía darle el gusto a los que me quisieron matar”- para continuar con su labor por mantener la memoria.

Sin embargo, la imagen de los gritos, de la atmósfera irrespirable, el edificio desmoronándose, del olor a muerte, todavía está presente. Cómo olvidarlo si muchos de sus compañeros de trabajo murieron ese lunes. Mirta Strier; Bernardo Mirochnik -Buby-, el mozo que llevaba el café cada mañana; Marisa, la recepcionista; los jóvenes de Seguridad; en fin, decenas de personas con los que compartía cada día.

Es por eso que durante mucho tiempo Anita requirió ayuda terapéutica ya que por las noches, en sus sueños se aparecía una enorme montaña que se desvanecía.

Su propia historia

Antes de la pandemia, Anita organizaba visitas estudiantiles por la plaza seca de la AMIA para mantener el recuerdo de tanto horror. (Foto: Pablo Añeli)
Antes de la pandemia, Anita organizaba visitas estudiantiles por la plaza seca de la AMIA para mantener el recuerdo de tanto horror. (Foto: Pablo Añeli)

Anita, buceadora de tantas historias de la colectividad judía en la Argentina, también tiene su propio y revelador pasado. Porque si bien ella es una sobreviviente de un atentado, medio siglo atrás su familia, en Polonia, escapó de la muerte del Holocausto.

Los padres de Anita vivían en Włodawa, un pueblo del este polaco, próximo a la frontera con la Unión Soviética, que fue invadido por los alemanes en 1939. Lograron salvarse escapándose hacia el campo. Pola y Salo, la madre y el tío de Anita, estuvieron meses escondidos en un granero, mientras que el papá, también de Wlodawa, se refugió en un bosque.

Terminada la guerra, decidieron buscar un futuro mejor en América, más precisamente en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, donde se había radicado un familiar. Allí se casaron y allí nació Anita, quien al terminar la secundaria cumplió con la promesa de visitar Israel con sus padres. Ellos volvieron para asentarse en la Argentina. Ella, en cambio, se quedó en Jerusalén para estudiar Sociología y Ciencias Políticas. Recién al recibirse viajó por primera vez a Buenos Aires, en principio, solo por unos meses.

“Pero aquí conocí a quien sería mi marido y la Argentina se convirtió en mi vida. El amor me hizo quedar, luego llegaron los hijos -muchos después los nietos-, en 1985 ingresé a la AMIA como investigadora y…. aquí estoy”.

Reflexiones, 27 años después


“Cuando me reencontré con mi mamá por primera vez después del atentado, me dijo: ‘Nunca me imaginé que una hija mía sería sobreviviente de un ataque de odio, pensé que con el Holocausto se había aprendido la lección’”, cuenta con dolor hoy Anita que sigue sin poder entender cómo el fanatismo que provoca el odio puede llevar a matar, quitar una vida simplemente por una ideología.

Acostumbrada a no bajar nunca los brazos, Anita ve con preocupación la reaparición de la extrema derecha en Europa “con sus mensajes de odio hacia el que piensa diferente, al que se ve diferente, al que vive diferente”.

Con respecto a las nuevas generaciones -muchos de esos chicos que antes de la pandemia ella recibía en la AMIA, para enseñarles el pasado reciente-, Anita sostiene que el peor mensaje que les puede dar es el de la falta de justicia. “Mis nietos me preguntan: ‘Bobe, ¿dónde estaba la policía cuando explotó la bomba?’ Por ellos tenemos que demostrar que la justicia existe“.

Así era el edificio de la AMIA



17/07/2021  - A 27 AÑOS DEL ATENTADO

Los sobrevivientes del ataque a la AMIA prestaron sus rostros y voces para ya no sufrir en silencio

La muestra virtual "Ese día" está conformada por 26 retratos fotográficos y

 testimonios. "Las víctimas fatales son nuestra bandera, pero también hay cientos de

 heridos que quedaron con secuelas de todo tipo", explicaron algunos sobrevivientes en

 diálogo con Télam.

Por Ornella Rapallini


Diego Furman. Foto: Alejandra López
Diego Furman. Foto: Alejandra López

Una resignificación emocional y política del hecho que los marcó para

siempre los llevó a autodenominarse "víctimas sobrevivientes" del ate

ntado extremista contra la AMIA, del que este domingo se cumplen 27 años, 

por lo que decidieron prestar sus rostros y voces a una muestra fotográfica 

virtual para seguir clamando por justicia y advertir que todo este tiempo "

sufrieron en silencio".


El 18 de julio de 1994 el atentado contra la mutual judía de la Ciudad de 


Buenos Aires asesinó a 85 personas e hirió a otras más de 300, en quienes 

dejó múltiples secuelas que aún persisten. Ante la falta de justicia y la 

necesidad de rescatar y preservar la memoria, cada año la AMIA emprende 

diferentes iniciativas artísticas para visibilizar ese reclamo que se mantiene 

vigente.


Este año, entre otras propuestas, realizó la muestra virtual "Ese día", 

conformada por 26 retratos fotográficos y testimonios de víctimas 

sobrevivientes, en los que señalan el momento bisagra que vivieron.

"No me voy a sentir bien hasta que la sociedad no tenga una respuesta"

CÉSAR GABRIEL ROMERO

"Las víctimas fatales son nuestra bandera, pero también hay cientos de 

heridos que quedaron con secuelas de todo tipo", explicaron algunos 

sobrevivientes en diálogo con Télam.



Sin perder la singularidad del caso AMIA, ellos se sumaron a la 

reconceptualización que ha tenido entre quienes padecieron este tipo de 

ataques en otras partes del mundo.



A partir de ello, se autodenominan "víctimas sobrevivientes". Se trata de 

una idea "reciente en el mundo en casos vinculados con el terrorismo", 

explicó a Télam Daniel Pomerantz, una de las supervivientes retratadas y 

actual director ejecutivo de AMIA.



"Es importante que nosotros podamos contar lo que vivimos, que se vea 

que hay personas que sufrieron y seguimos sufriendo en silencio", dijo a 

esta agencia Laura Moragues, una de las víctimas sobrevivientes retratada.

"No me voy a sentir bien hasta que la sociedad no tenga una respuesta",

agregó César Gabriel Romero, que también participa de la muestra.

Samuel Szurman. Foto: Alejandra López
Samuel Szurman. Foto: Alejandra López


La muestra

Los retratos fueron realizados por la fotógrafa Alejandra López, con la

curaduría de Elio Kapszuk, y pueden verse en http://esedia.amia.org.ar/.

A partir del ingreso a ese enlace es posible realizar un recorrido virtual en

una sala expositiva 3D y acceder a cada retrato así como a sus testimonios

 audiovisuales que reconstruyen, desde distintas perspectivas, lo que fue

"ese día" y sus vidas a partir de entonces.

Gabriel Roffe. Foto: Alejandra López
Gabriel Roffe. Foto: Alejandra López


"Ese día"

A las 9:53 minutos de la mañana lluviosa del lunes 18 de julio de 1994

, cuando estalló el coche bomba en la AMIA, Daniel Pomerantz tenía 31 años

y estaba en el segundo piso del edificio parado en el ingreso a la oficina de

su compañero Salo, que lo retenía con algunas consultas laborales.


En ese mismo instante, Laura Moragues (24) atendía a una clienta en un

comercio ubicado a pocos metros de la mutual, sobre la calle Pasteur; y 

César Gabriel Romero (18) caminaba sobre la misma cuadra junto a su amigo

Cristian luego de ver pasar un coche a toda velocidad que los alarmó.


Daniel recuerda que el piso se movió por el estallido, y que con Salo

intentaron sostenerse luego de trastabillar. No veían nada, solo se 

escuchaban gritos.


El impacto llevó a Laura dos metros más adentro del negocio. Para César, el

tiempo se detuvo cuando la onda expansiva lo "voló" varios metros hacia

adentro de un local y comenzó a ver vidrios caer y gente ensangrentada

cubierta por un espeso polvillo blanco.

"Esto forma parte de mi identidad, soy una cantidad de cosas, entre ellas, soy quien estuvo ahí esa mañana y todo lo que pasó después con haber estado ahí"

DANIEL POMERANTZ

Daniel y Salo lograron llegar a una terraza que se mantuvo en pie, donde

encontraron a otros compañeros que trataban de orientarse hacia una

posible salida.


Daniel, ahí, pudo ver que la parte delantera del edificio de la AMIA ya no

estaba. Su siguiente recuerdo es escuchar a Tamara que pedía auxilio y de

Ana María, que de forma desgarradora preguntaba por su hija, una de las

víctimas fatales del atentado.


Por su parte, Laura, luego de recuperarse del impacto, salió a la calle a

buscar a su hermano que tenía otro local a pocos metros del suyo.


Vio el desastre al salir de lo que quedaba del local entre una nube de polvo,

cuerpos destrozados, personas tiradas en el piso y objetos que seguían

volando.


Todo sucedía lento para ella, y en medio de la polvareda logró ver a su

hermano, que se acercaba para abrazarla.


Cuando César logró levantarse empezó a caminar junto a su amigo y

también vio el desastre.


Había un olor extraño, describió, luego supo que era amonio.


Junto a Cristian ayudaron a sacar personas hasta que debido al shock y las

heridas decidieron alejarse del lugar y dirigirse al hospital.

"Durante mucho tiempo no toleraba el sonido de las ambulancias, y cuando hay tumulto o mucha gente me pongo nerviosa"

LAURA MORAGUES

"Después de ese 18 cambió todo en mí", dijo César a Télam desde su casa en

Pontevedra, Provincia de Buenos Aires, donde vive junto a su esposa y sus

cuatro hijos.


"Comencé a hablar hace poco -del tema- porque hace seis años empecé a

sentir angustia, dolor agudo en el pecho, recuerdos, sueños y porque me

despierto llorando", explicó.


Y agregó que llegó a expresar su angustia "en forma de furia, ante cualquier

caso de injusticia explotaba, me afectó en la forma de socializar", agregó.


César explicó que este cuadro de estrés postraumático le impidió seguir

trabajando, subirse a colectivos y hasta caminar solo.


Daniel, por su lado, logró salir por un edificio lateral sobre la calle Tucumán, y

luego se dirigió a Pasteur, donde se quedó dando vueltas hasta

reencontrarse con sus padres.


"Después de ese día cambié profundamente, tenía la compulsión de no parar

a pensar lo que había pasado, las circunstancias que había transitado, pero

estaba para contarlo", explicó Daniel en su video testimonial de la muestra.

Laura también ayudó como pudo y formó se integró a la cadena humana

que asistía en la tragedia y su negocio fue utilizado como centro de

operaciones de los rescatistas. "Durante mucho tiempo no toleraba el sonido

de las ambulancias, y cuando hay tumulto o mucha gente me pongo

nerviosa", dijo Laura en el video testimonial.


Para Daniel, participar de esta muestra es un imperativo ético.

Los retratos fueron realizados por la fotógrafa Alejandra López, con la curaduría de Elio Kapszuk, y pueden verse en http://esedia.amia.org.ar/.
Los retratos fueron realizados por la fotógrafa Alejandra López, con la curaduría de Elio Kapszuk, y 
pueden verse en http://esedia.amia.org.ar/.

"Esto forma parte de mi identidad, soy una cantidad de cosas, entre ellas, soy

quien estuvo ahí esa mañana y todo lo que pasó después con haber estado

ahí", dijo a Télam.



"Vi el retrato (su foto en la muestra) y me pareció que tengo algo adentro

todavía, como que hay algo que tengo que expresar", concluyó César.


Para Laura fue importante participar de "Ese día" porque "la herida sigue

abierta y es necesario visibilizar y no olvidar este desastre. Seguimos

pidiendo Justicia", concluyó.

Fuente:Telam

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