2 de septiembre de 2022

OPINION.

 

El atentado contra Cristina Kirchner y los discursos de odio

Una pregunta, al menos

Por Eduardo Aliverti

Difícil dormir.

La mente fría es muy improbable en momentos como éstos.

El pronóstico es que así seguirá.

No supongan, ni por un segundo, que ser un comentarista profesional acerca ventajas analíticas frente a la imagen de un arma gatillada a centímetros de la cabeza de Cristina Fernández.

Recorro absorto de acá para allá, de un canal a otro. Prendo la radio. Veo las redes.

Escucho y leo que puede ser un loco suelto; que la custodia falló; que debe ser un sicario; que está todo armado por los kirchneristas; que de golpe hay una horda de expertos en pistolas, calibres y recámaras; que si pasa esto en Estados Unidos, que es un país serio, al otro día no se mueve nadie y acá el pelotudo de Alberto llama a manifestarse en las calles. Y así.

La verdad es que no escucho ni leo casi nada. Oigo y miro. Lo único que veo realmente es esa imagen de Cristina apuntada y, de inmediato, llevándose las manos a sus oídos.

Lo demás, lo que oí y miré, ya lo sabía y no esperaba otra cosa.

Me pregunto, sin embargo y en vano, cómo es posible que ese retrato estremecedor del odio no convoque a sus promotores para bajar siquiera un tono, un adjetivo, una jactancia.

Eso sí que lo vi y escuché, pero quizás me perdí algo. ¿Hubo alguien de la oposición -diría, sobre todo, de la mediática- que además del repudio y el protocolo solidario con Cristina llamara a eso de bajar un cambio, ahora que se cruzaron ¿todos? los límites?

Continuará.

Pero, por el momento, que vaya esa pregunta.



Los discursos de odio y el atentado a CFK

¿Y ustedes cuánto más, ex compañeros periodistas?

Por Mempo Giardinelli
Imagen: Bernardino Avila

He sido compañero de redacciones y amigo de muchos de ustedes, Leuco, Majul, Rossi, Lanata y muchos más, y hoy, a minutos del atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quiero manifestarles mi más profundo y sincero desprecio por vuestro miserable comportamiento periodístico de los últimos años, sembrando odio y resentimiento, fabricando mentiras, inventando patrañas y azuzando a una sociedad que sólo necesitaba –y necesita– paz, democracia y serenidad.

No los maldigo, pero sí los señalo públicamente y si dependiera de mí los condenaría a padecer el desprecio de una sociedad que ustedes contribuyen día a día y hora a hora a exacerbar.

Después de alcanzar cimas de prestigio periodístico que dilapidaron supongo que por dinero –ya que hoy todos ustedes son millonarios– en mi opinión son apenas unos pobres infelices y yo quiero decirles que lo son.

E incluso sumo a ustedes, para más degradarlos, a quien se apellida Reato y acaba de decir en la telebasura que este atentado "claramente es positivo para Cristina". Dicho en el mismo tono casual con que ustedes cacarean que "evidentemente fue un gran susto, pero muy relevante para ella", mientras otro despreciable añade, como al pasar, que "es cierto: esto es importante para sus expectativas electorales".

Hasta ahora, y por años, se han soportado en silencio todas sus mentiras, todas sus invenciones, todas sus exageraciones, todas sus acusaciones infundadas y toda la vulgaridad de vuestras violencias verbales y mentiras sistemáticas. Ese miserable mecanismo, estoy diciendo, de gente que al perder toda decencia se presta –como ustedes se prestaron, y sin retorno– a celebrar toda alteración de la verdad y del orden constitucional, mediante el repugnante oficio de lamerle el trasero a la dizque Justicia infame que padece mi Patria.

Ex amigos, ex compañeros, ex colegas: es inútil, y mentiroso, que en esta emergencia pretendan parecer moderados y como objetivando un caso que en el fondo ha de frustrarlos, inconfesadamente, porque el sicario enviado no logró matar a la vicepresidenta.

Escribo y sostengo que la Patria, mi Patria, está en esta emergencia feroz por culpa de ustedes. Yo los acuso y me arrepiento de haber creído en ustedes alguna vez. Y de haber sido sus amigos. Y de haber compartido el sagrado oficio de informar, comunicar, ser veraces y formadores de opinión. Todo eso que traicionaron ustedes y encima por dinero, como presumo, que es la más infame de las inmoralidades.



Todo lo que cambió este jueves 

Atentado a Cristina Kirchner: La tragedia no sucedió, los peligros que siguen ahí

El arma usada en el atentado contra Cristina Kirchner.

El atentado contra la vida de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner fue transmitido casi en vivo por la tevé. Este cronista lo estaba mirando. Como siempre debe sincerar “desde dónde escribe”. Escribo estremecido, emocionado, alelado en buena medida. Con algo más parecido a la congoja que a la indignación.

Hay momentos de la historia que demarcan un antes y un después, un quiebre, el comienzo de una etapa. El reciente aniversario de la masacre de Trelew reencuadra ese hecho como el comienzo del terrorismo de Estado que asoló el país desde 1976.

En la medianoche del jueves se deben evitar especulaciones prematuras que las investigaciones judiciales tendrían que develar. De cualquier modo, lo ocurrido debería demarcar un cambio en la cultura política argentina. Decimos “tendría”, “debería” porque sabemos que es imprescindible y no sabemos si sucederá.

El intento de magnicidio armoniza con palabras y hechos habituales, añejos y recientes. Sucedió en el escenario de la provocación cometida por el Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta el sábado. Armoniza con la represión que lo siguió. Y con la descalificación que le propinó la exministra de Patricia Bullrich acusándolo de blando, pidiéndole mano dura, balas de goma, palos.

La derecha argentina, se escribió en esta columna el domingo, está desbocada. Aplicó la doctrina Irurzun, encarcelando opositores durante la presidencia de Mauricio Macri. Reprimió ferozmente en la Patagonia segando las vidas de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Las invectivas de odio llevan a sus dirigentes a una competencia interna interminable a ver quién es más intolerante y virulento. El diputado Ricardo López Murphy era hasta hace poco un neoconservador extremo en lo económico. También un hombre capaz de discutir en público y hasta de ser cortés. Días atrás publicó un tuit primitivo antidemocrático : “Son ellos o nosotros” que también hace juego con la barbarie que nos convulsiona ahora. Ayer repudió. En buena hora y sin haberse empatado.

En el registro propio de la época numerosos dirigentes opositores se apuraron a calificar el hecho como atentado (esquivando medias tintas) y a repudiarlo. Los más trogloditas hicieron excepción a la regla. Pero la mayoría cuestionó, sin ambages. Es bueno que así ocurra, es lo mínimo que podían hacer y no es bastante. Tendrán que ponerles el cuerpo a los breves textos, ser coherentes con ellos de aquí en más.

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Los hechos deberían mover a ellos y al oficialismo a recapacitar, repensar la Argentina, hacerse cargo de que ni la gobernabilidad ni la paz social son eternas, ni están garantizadas para siempre.

La pandemia pudo esclarecer al respecto. La gobernabilidad --en medio de la penuria, la muerte y el miedo-- la construyeron la templanza y la solidaridad del pueblo argentino, en especial sus sectores populares.

La aldea global da ejemplos de retrocesos impensados poco tiempo atrás. Regresiones feroces.  A veces llegan por vía institucional como el fallo de la Corte Suprema estadounidense sobre al aborto. Otras veces salen de la sociedad.

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Las elecciones de 2023 están cerca. En un contexto enfurecido y hasta envilecido “todo el mundo” da por hecho que el escenario político será continuidad, reacomodará a las fuerzas existentes. Habrá o se suspenderán las Primarias Abiertas (PASO). Tal vez el diputado Javier Milei consiga terciar, si concreta el milagro de encontrar un resquicio a la derecha de Patricia Bullrich o de Macri.

Supuestamente no se cree que haya riesgo de zozobra del sistema político o del marco de convivencia aún con sus fallas, zonas grises o déficits. Pero acaso estén en jaque. El pacifismo de los argentinos, su impenitente hábito a manifestarse sin romper nada colisionan con el ensimismamiento de buena parte de la dirigencia política. Con la injusticia en la distribución del ingreso. Y con ese juego de suma cero en el que todo vale, aún pegarles a diputados. O proclamar que se derogó la presunción de inocencia en el proceso penal. O pedir a la ligera pena de muerte para Cristina … sin suscitar en ese caso repudio de los compañeros de bancada cambiemitas.

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La vida es frágil. Los humanos lo sabemos aunque lo negamos de distintas formas. Cristina estaba a sus anchas y al mismo tiempo desprotegida, en peligro de muerte. El mismo perpetrador u otro habría podido asesinarla porque impera un lógico grado de relajamiento, producto de “esto acá no pasa”.

Pues pasó, lo que impone solidarizarse con Cristina Fernández de Kirchner y su familia, abrazarlos así sea de modo simbólico. Y prepararse para defender al sistema democrático que no es de titanio, ni inmune a tanta violencia.

Hasta ahora una mayoría notable de la sociedad civil fue garante contra la anomia y  a la inestabilidad del sistema democrático… seguirá siéndolo. Pero le cabe también a las dirigencias políticas, sociales y gremiales ponerse a la altura de los nuevos tiempos.

Ayer no salió el tiro pero se disparó una advertencia. Nada será igual desde ahora.

Fuente:Pagina12




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