18 de septiembre de 2022

OPINION.

 Cuéntaselo a las abejas

18/09/2022 
Cuéntaselo a las abejas

Isabel II, se sabe, era lo que en el barrio llamamos "una persona bichera". Se calcula que a lo largo de su vida tuvo una treintena de perros de la raza Corgi, poco común entre nosotros (petisos, patones y un poco feos, pero a ella le gustaban). Por supuesto también tenía caballos, aunque ese era más bien un negocio. Y -se viene a saber ahora- tenía también panales de abejas, que por supuesto eran atendidos por un lacayo. La prensa británica se ha afanado especialmente en informar que este buen hombre, John Chapple, el apicultor de Buckingham Palace, tuvo la tarea de informar a las abejas sobre la muerte de la Reina.

 

Primicia.

 

La enorme primicia la tuvo The Daily Mail, pero fueron las redes sociales las que se encargaron de propagarla y comentarla. ¿Era realmente necesario preocupar a las abejas con la noticia? ¿Tuvieron o tienen alguna opinión al respecto?

 

La verdad es que esto de "contarle a las abejas" es una práctica común entre apicultores allá en el viejo mundo, que se remonta a siglos atrás, y se supone que no continuar esa costumbre es de mal agüero. Según esa tradición -no sólo británica, sino también europea- las abejas, como "miembros de la familia", deben ser informadas de los acontecimientos importantes como nacimientos y muertes. El procedimiento incluye un par de golpes a la colmena -previo a la emisión de la noticia, en voz baja- para luego cubrirla con algún paño negro durante el duelo.

 

Hoy la costumbre se mantiene por una "cuestión de respeto", y es de esperarse que nadie crea seriamente eso de que no observarla podría traer desgracias, o hacer que las abejas se ofendan y se muden a otro panal. ¿No se estila, acaso, cuando se vende una empresa, notificar a los empleados de que tendrán un nuevo patrón?

 

Sensibles.

 

La verdad es que por muy bichera que fuera, cuesta un poco imaginarse a Isabel II teniendo una relación muy personalizada con sus abejas. Convengamos, son un montón. Y además, ¿cómo hace uno para andar acariciando, mimando o alimentando a un insecto, por buena fama que tenga, o por útil que sea el producto de sus afanes?

 

Por otra parte, lo que se sabe del aparato sensorial de las abejas no da para imaginarse un vínculo muy fuerte con los humanos, a los que apenas toleran, y si nos descuidamos, bien que nos atacan. Tienen una visión algo limitada, al punto que no perciben el color rojo, con lo que mal podrían detectar el rubor de la monarca. Y además tienen otra curiosidad: sus sentidos del olfato y del tacto -los que más usan en su faena- están concentrados en los mismos órganos, por lo que se especula que, en su particular universo, ambas sensaciones puedan estar integradas en una sola. No sería de extrañar que para ellas existan olores con volumen o forma.

 

Puestos a especular -y sin ninguna legitimidad para ello- se nos da por imaginar que, más que preocuparse por las cuestiones de la monarquía británica y las sutilezas de ese rancio sistema político, las abejas deben estar atentas a cosas más cercanas y terrenas para ellas, como por ejemplo, el deterioro del medio ambiente en que se desarrollan y viven. Y muy especialmente, deben estar ocupadas en esquivar los pesticidas con que estamos exterminando no sólo a las plagas dañinas para los cultivos, sino también a otros bichos que consideramos útiles, incluyendo a los propios humanos.

 

Odio.

 

Curiosamente, un capítulo de la serie británica "Black mirror" ("Espejo negro") se ocupaba del tema de las abejas en el Reino Unido. O, mejor dicho, se imaginaba un futuro distópico en el cual las abejas se extinguían por obra de nuestra torpeza y avaricia.

 

En ese episodio (para los nerds: Se llama "Odio nacional" y es el último de la tercera temporada) se especula con que el gobierno de Londres, consciente del importante rol que cumplen estos insectos en la vida vegetal -ya que son responsables de la polinización y consecuente reproducción de una enorme cantidad de plantas- decide crear un ejército de pequeños "drones" mecánicos, con forma de abeja, para cumplir el rol de esos bichos de rayado (por cierto: el apodo del músico Sting -"Aguijón"- proviene precisamente de que usaba una remera a rayas negras y amarillas).

 

Por supuesto, como en toda ficción distópica, el gobierno no puede limitarse a dejar las cosas como están, y mucho menos desperdiciar la oportunidad de ser maligno. Tarde o temprano resulta que los pequeños insectos artificiales comienzan a ser empleados para tareas de espionaje interno. Y no falta, tampoco, quien descubre la forma de "hackear" a ese ejército de mini helicópteros para cumplir funciones aún más perversas. Esto es todo lo que podemos decir sin incurrir en el llamado "spoiling", que, tal parece, es un pecado capital entre los millenials y demás clientes de plataformas digitales de video.

 

Por algún motivo, nos resulta más fácil imaginarnos un futuro en el que se exterminen las abejas, a uno en que haya desaparecido la tozuda monarquía británica. Quién sabe, si en esos tiempos aciagos por venir, se mantendrá esta costumbre de comunicarles novedades a las abejas. En todo caso le harán "download" de alguna aplicación a tales fines. Quien sabe cómo reaccionarán esos bichos cibernéticos del futuro. Quizá hasta hagan una coreografía alusiva y la suban a TikTok, al ritmo de Queen.

 

PETRONIO

Fuente:LaArena

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