¿Es posible tener un plan industrial
como el que lanzó Lula?
Por Augusto Taglioni, Resumen Latinoamericano, 4 de febrero de 2024.
“La primera condición para una política industrial exitosa es el orden macroeconómico”, sostiene Mora Alfonsín. Lula anunció un mega plan industrial de 300 billones de reales, financiado por el BNDES. Los contrastes con Milei y las diferencias con las experiencias peronistas.
Lula anunció una mega inversión para el impulso de desarrollo industrial de Brasil. Se trata de una política de 300 mil millones de reales de financiamiento para el que se denominó Nuevo Brasil Industrial (NBI) hasta la finalización del gobierno en 2026 pero con una proyección a 2033.
La política será instrumentada por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y cuenta con el apoyo del sector privado, entre ellos la poderosa Federación de Industriales de San Pablo (FIESP). El paulista vicepresidente y ministro de Comercio Exterior, Gerarldo Alckmin, cumplió un rol clave en el diseño de la política.
El otro motor fue el presidente del BNDES, Aloizio Mercadante, quien explicó que la inversión de 300 mil millones de reales estarán disponibles en líneas de crédito subsidiadas – 271 mil millones de reales reembolsables y 21 mil millones de reales no reembolsables- además de 8 mil millones de reales para que el Estado capitalice directamente a empresas.
Las empresas deberán cumplir requisitos para participar en el programa, como no estar en la lista de organizaciones que utilizan mano de obra similar a la esclavitud y, en el caso del agronegocio, Mercadante afirmó que una pauta será no deforestar, lo que abrirá un frente de tensión con un sector económico clave pero muy identificado con el bolsonarismo, como relevó LPO.
En ese marco, el director de desarrollo productivo del BNDS, José Luis Gordon, dijo a LPO que “Brasil vive un proceso de desindustrialización temprana que le ha hecho perder posiciones importantes en el ranking de producción industrial mundial y en la representatividad de este sector en la economía durante los últimos 40 años”.
Brasil vive un proceso de desindustrialización temprana. la industria manufacturera era responsable de más del 30% del PIB en la década de 1980, pero este porcentaje se redujo a sólo el 15,1%. Este movimiento regresivo se manifiesta también en el patrón de las exportaciones, compuestas actualmente por alrededor del 48% de bienes no industriales.
El funcionario brasileño sostuvo que “la industria manufacturera era responsable de más del 30% del PIB en la década de 1980, pero este porcentaje se redujo a sólo el 15,1%” en la actualidad.
“Este movimiento regresivo se manifiesta también en el patrón de las exportaciones, compuestas por alrededor del 48% de bienes no industriales. Como resultado de una industria debilitada, se nota la baja productividad laboral y de calidad, resultado de una década en la que la industria manufacturera creció 1,4% anual”, agregó Gordon.
Gordon explicó que “el plan de Lula tiene como prioridad una nueva política industrial centrada en la innovación y la transición ecológica, capaz de reconstruir la industria brasileña sobre nuevas bases”.
“Se trata de una política industrial para los próximos cuatro años, entendiendo que para el fortalecimiento de la economía brasileña, la industria es fundamental”, detalló.
No debe haber oposición entre actividades agrícolas e industriales, ya que, junto con las actividades de procesamiento de productos primarios, la agroindustria es responsable de más del 20% del PIB de Brasil.
Sobre la idea de fortalecer la industria para compensar el poder del agro, identificado con el bolsonarismo, Gordon destacó que “Brasil es el tercer exportador de productos agrícolas del mundo. La agricultura brasileña desempeña un papel fundamental en la seguridad alimentaria del país y en la generación de divisas y fue ayudada (por el Estado) a generar un superávit comercial récord de casi 100 mil millones de dólares en 2023”.
“No debe haber oposición entre actividades agrícolas e industriales, ya que, junto con las actividades de procesamiento de productos primarios, la agroindustria es responsable de más del 20% del PIB nacional”, agregó.
Como adelantó LPO, el programa brasileño se basa en políticas similares a las aplicadas en Estados Unidos, la Unión Europea y China pero genera una reacción negativa de algunos empresarios defensores de un libre comercio ortodoxo que cuestionan una excesiva presencial estatal a través de créditos y subsidios.
Sobre este punto, el director del BNDS respondió que “los valores anunciados para el plan de financiación de la industria suman 300 mil millones de reales en cuatro años, de los cuales casi 280 mil millones de reales son para de crédito. Este valor es inferior a la concesión de sólo un año para financiar actividades agrícolas (el llamado Plan Safra), que implica subsidios públicos en forma de equiparación de impuestos”.
“Para financiar el NIB no se cobrarán impuestos adicionales y no habrá aumento de los impuestos y tasas existentes. Los montos anunciados no están en el presupuesto y forman parte de los préstamos ofrecidos por BNDES a tasas de mercado. Se otorgarán préstamos con condiciones más atractivas sólo para dos cuestiones fundamentales para la competitividad de la industria brasileña: apoyo a la innovación y descarbonización”, enfatizó Gordon.
Para el director del BNDS, “el primer año del gobierno de Lula marcó la reanudación de varias agendas interrumpidas o descuidadas en áreas como salud, medio ambiente, ciencia y tecnología, relaciones exteriores e industria. La recuperación de la confianza en el país fue superada por el esfuerzo conjunto del Gobierno y el Congreso Nacional para aprobar un nuevo régimen de gestión fiscal (“Régimen Fiscal Sostenible”) y, a más tardar a finales de 2023, una Reforma Tributaria que debería resultará en un importante aumento de la productividad económica en los próximos años”.
Hay una diferencia obvia como la disposición de capital, Argentina no ha estado en condiciones de afrontar un despliegue de recursos de la magnitud anunciada por Lula, ni aún ajustando por tamaños relativos de las industrias de cada paísBrasil.
En espejo con Argentina, Brasil, aún con una deuda pública equivalente al 74% del PIB, tiene espalda para una política industrial expansiva, algo que hicieron los gobiernos peronistas de Néstor y Cristina e incluso de Alberto Fernández pero con fuente aumento del déficit fiscal. El plan de Lula busca estimular la industrialización del país con el estado como el principal impulsor, todo lo contrario de lo que propone Milei en Argentina.
Sobre la política industrial de Milei, Gordon cree que “la desindustrialización temprana no es sólo un fenómeno brasileño. Como señaló la CEPAL en el informe Perspectivas Económicas 2023, el progreso socioeconómico se ha estancado en América Latina en los últimos años”.
“Argentina y Brasil, como las economías más grandes y más estrechamente relacionadas de la región, tienen mucho que beneficiarse de las asociaciones para promover sus sectores industriales”, concluye el especialista.
LPO también consultó a Leandro Mora Alfonsín, economista, especializado en desarrollo productivo, ex director Nacional de Desarrollo Regional y Sectorial del gobierno de Alberto Fernández quien explicó que “en términos de diferencias hay algo que obvio como la disposición de capital, Argentina no ha estado en condiciones de afrontar un despliegue de recursos de la magnitud anunciada por Lula, ni aún ajustando por tamaños relativos de las industrias de cada país”.
“Es interesante que la orientación de las misiones del Plan Nova Industria de Lula apuntan a fortalecer la diferenciación de las ventajas y potencialidades productivas brasileñas: cadenas agroindustriales y bioeconomia, y la mayor incidencia de inversión se presume en infraestructura”, opina Mora Alfonsín.
“La infraestructura es fundamental porque es una de las principales falencias históricas de los procesos de industrialización en Latinoamérica, particularmente en nuestros países de amplia extensión, topografía desafiante y centros de producción separados. Si bien Brasil viene mejorando muchísimo en lo que va del Siglo XXI su infraestructura, un desenvolvimiento exitoso de Nova Industria puede ser un impulso que mejore costos estructurales y posibilidades de exportar producciones más diversas”, agrega el argentino.
Según Mora Alfonsín, “Argentina ha mostrado dificultades en infraestructura, tenemos un profundo déficit en materia de rutas, caminos, puentes, instalación para la distribución de energía, conexiones de gas, calado de ríos y rutas navegables; el retroceso hace 30 años del ferrocarril ha tenido pocos avances para recuperar conexiones”.
La inversión en infraestructura es fundamental porque es una de las principales falencias históricas de los procesos de industrialización en Latinoamérica, particularmente en nuestros países de amplia extensión, topografía desafiante y centros de producción separados.
El ex funcionario, que trabajó con Matías Kulfas, recuerda que “Argentina presentó en 2021 “Argentina Productiva 2030″, en un estilo muy parecido a Nova Industria y con un enfoque superador en todo sentido del PEI 2020, su predecesor inmediato. No obstante, al comparar procesos, la propia macroeconomía argentina hace que nuestras re-industrializaciones recorran una rápida curva de recuperación, pero se encuentren limitadas para dar el salto por la lógica pendular tanto electoral, como de inestabilidad en nuestra macroeconomía. Una política industrial, como tal, no solo depende de su buen diseño y profundidad, sino del empuje de ella misma como una política de estado que trascienda gobiernos”
El economista considera que “sin duda alguna” la estabilidad macroeconómica de Brasil facilita una política industrial expansiva. “La primera condición de una política industrial exitosa es el orden macroeconómico. Sin una macro ordenada, no hay micro que valga. Esto implica estabilidad de precios y previsibilidad de contratos, capacidad de acumulación de reservas, solidez fiscal para tener margen y grados de libertad para la política fiscal. La macro ordenada asegura rentabilidad sostenible, que es lo principal para captar inversiones”.
“Con ello se puede pensar y ejecutar mejor una estrategia de desarrollo productivo. Argentina intentó esa doble tarea: estabilizar y desplegar política industrial, a partir de 2020, pero las incidencias exógenas (pandemia como hecho sobresaliente) y la interna política que perjudicaba la conducción de un proceso de estabilización exitoso no favorecieron el andar dicho camino de forma duradera y con resultados integrales”, enfatiza.
Por último, sobre la política para el sector industrial de Milei, Leandro Mora Alfonsin asegura que “más allá del concepto “protección”, que merece ser discutido con mucha honestidad intelectual y racionalidad política, mi principal preocupación es la falta de idea sobre la importancia de la industria en el desarrollo productivo del país que muestra el actual gobierno en sus expresiones más genuinamente ideológicas”.
La primera condición de una política industrial exitosa es el orden macroeconómico. Sin una macro ordenada, no hay micro que valga. Esto implica estabilidad de precios y previsibilidad de contratos, capacidad de acumulación de reservas, solidez fiscal para tener margen y grados de libertad para la política fiscal. La macro ordenada asegura rentabilidad sostenible, que es lo principal para captar inversiones.
“Los indicios de esto podían encontrarse en la baja mención de Milei sobre los desafíos productivos del país. Pero, más allá de eso, los instrumentos propuestos en la Ley Omnibus muestran un marcado sesgo anti-industrial. Solo dos ejemplos, la derogación de la ley de compre argentino y la propuesta de elevar las retenciones de la industria al 15%”, agrega.
Los instrumentos normativos propuestos por el gobierno en el el proyecto de Ley Omnibus han mostrado un marcado sesgo anti-industrial Solo por nombrar dos ejemplos, la derogación de la Ley de Compre y Desarrollo de Proveedores y la propuesta de elevar las retenciones de la industria al 15% denuncian una falta de mirada total en materia estratégica
” Potenciar proveedores a través de márgenes de preferencia y estímulos para que se inserten en cadenas sofisticadas (naval, petroleo y gas, proveedores mineros, satelital, nuclear) permite mejorar la calidad del entramado productivo, generar aprendizajes, al tiempo de impactar positivamente en la balanza comercial y el desarrollo de capacidades en regiones”, insiste Mora Alfonsin.
“La idea del gobierno (hoy retirada junto con el resto de paquete fiscal) en materia de retenciones a la industria es ominosa y anti exportadora. Proponen subir las retenciones industriales del promedio actual de 2,2% a 15% y bajar del container a la mayoría de las PyMEs industriales, impactando en mercados cuya maduración y conquista llevan años (en algunos casos décadas) y con la torpeza incluida de no comprender que la merma de exportaciones afectaría la recaudación que se pretende apuntalar”, señala Mora Alfonsín.
“Dentro de los (pocos) consensos que tenemos en Argentina uno es que debemos producir y exportar más. Los esfuerzos en este sentido deben multiplicarse; retirar al estado de la planificación productiva y la política industrial es un gravísimo error. El costo de ese error es profundizar la divergencia de nuestra trayectoria de desarrollo no ya respecto a los países centrales, sino también a nuestros vecinos América del Sur”, concluye el especialista.
FUENTE: La Política Online
Envio:RL
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