Por Diego Martínez
Fernández Gez (el segundo a la derecha) en los tribunales de San Luis.
La obediencia debida volvió al ruedo de un modo impensado. A dos décadas de la sanción de la ley que garantizó la impunidad a las Fuerzas Armadas, un lustro de su anulación en el Congreso y tres años desde que la Corte Suprema de Justicia la declaró inconstitucional, por primera vez un militar imputado por crímenes de lesa humanidad argumentó ante un tribunal constitucional sobre el absurdo que implica no juzgar a secuestradores, torturadores y asesinos por el solo hecho de que cumplían órdenes superiores. "¡Parece que ustedes hubieran sido títeres manejados a control remoto!", ironizó con bronca el coronel Miguel Angel Fernández Gez, ex jefe del Comando de Artillería 141 de San Luis, ante la pretendida inocencia del coronel Guillermo Daract, por entonces su asesor como jefe de la Plana Mayor del Comando, peculiar testigo en estos días.
Fernández Gez rinde cuentas ante el Tribunal Oral Federal puntano junto al capitán Carlos Plá y tres ex policías de San Luis por el asesinato de Graciela Fiochetti y la desaparición de Santana Alcaraz y Pedro Ledesma, previos secuestros y torturas de rigor. Hace más de un año, como informó Página/12, el coronel de 81 años declaró que mientras cumplía su arresto domiciliario recibió la visita de Daract y los tenientes coroneles Juan Carlos Moreno y Jerácimo Dante Quiroga. "Me exigieron que asumiera mi responsabilidad por haber sido el comandante", dijo, y agregó que le relataron en detalle la ejecución de Fiochetti en septiembre de 1976. La visita había sido en octubre de 2006 pero decidió incluirla en el expediente un año después, tras la detención del Chueco Plá, que se reunió con sus camaradas en un bar porteño mientras estaba prófugo.
Daract se explayó lunes y martes sobre "ideas extrañas al sentir nacional" y la "moral occidental y cristiana", dijo no conocer "a nadie que haya estado en contra de la lucha contra la subversión apátrida" y aseguró ignorar que las Fuerzas Armadas hayan torturado y matado también en San Luis. "Nunca lo hubiera aceptado", afirmó, según la exhaustiva crónica del periodista Gustavo Senn. El militar admitió que luego de un enfrentamiento que culminó con la muerte de un militante montonero encontró "información que justificaba un procedimiento" y recomendó acciones rápidas, léase las detenciones e interrogatorios de las víctimas por las que se juzga a sus camaradas, pero se desvinculó de las consecuencias de sus consejos.
Daract admitió la visita a Fernández Gez pero no el motivo. No fueron a apretarlo sino a "solidarizarse", dijo. Aseguró que no confesaron ninguna ejecución y que se enteró por Página/12 de la versión de su superior. Fue entonces cuando Carlos Mercado, abogado del imputado, pidió el careo, una discusión fuerte dominada por la vergüenza, que les impidió mirarse a los ojos. Daract no dudó en atribuir todas las responsabilidades al entonces comandante Fernández Gez, que con furia hizo trizas la legitimidad de la obediencia debida. "¡Parece que ustedes hubieran sido títeres manejados a control remoto, que no tenían participación en las decisiones y que el único responsable era yo! –gritó el viejo coronel–. ¡Tienen que hacerse cargo de su responsabilidad!", reclamó en vano el comandante.
Fernández Gez (el segundo a la derecha) en los tribunales de San Luis.
La obediencia debida volvió al ruedo de un modo impensado. A dos décadas de la sanción de la ley que garantizó la impunidad a las Fuerzas Armadas, un lustro de su anulación en el Congreso y tres años desde que la Corte Suprema de Justicia la declaró inconstitucional, por primera vez un militar imputado por crímenes de lesa humanidad argumentó ante un tribunal constitucional sobre el absurdo que implica no juzgar a secuestradores, torturadores y asesinos por el solo hecho de que cumplían órdenes superiores. "¡Parece que ustedes hubieran sido títeres manejados a control remoto!", ironizó con bronca el coronel Miguel Angel Fernández Gez, ex jefe del Comando de Artillería 141 de San Luis, ante la pretendida inocencia del coronel Guillermo Daract, por entonces su asesor como jefe de la Plana Mayor del Comando, peculiar testigo en estos días.
Fernández Gez rinde cuentas ante el Tribunal Oral Federal puntano junto al capitán Carlos Plá y tres ex policías de San Luis por el asesinato de Graciela Fiochetti y la desaparición de Santana Alcaraz y Pedro Ledesma, previos secuestros y torturas de rigor. Hace más de un año, como informó Página/12, el coronel de 81 años declaró que mientras cumplía su arresto domiciliario recibió la visita de Daract y los tenientes coroneles Juan Carlos Moreno y Jerácimo Dante Quiroga. "Me exigieron que asumiera mi responsabilidad por haber sido el comandante", dijo, y agregó que le relataron en detalle la ejecución de Fiochetti en septiembre de 1976. La visita había sido en octubre de 2006 pero decidió incluirla en el expediente un año después, tras la detención del Chueco Plá, que se reunió con sus camaradas en un bar porteño mientras estaba prófugo.
Daract se explayó lunes y martes sobre "ideas extrañas al sentir nacional" y la "moral occidental y cristiana", dijo no conocer "a nadie que haya estado en contra de la lucha contra la subversión apátrida" y aseguró ignorar que las Fuerzas Armadas hayan torturado y matado también en San Luis. "Nunca lo hubiera aceptado", afirmó, según la exhaustiva crónica del periodista Gustavo Senn. El militar admitió que luego de un enfrentamiento que culminó con la muerte de un militante montonero encontró "información que justificaba un procedimiento" y recomendó acciones rápidas, léase las detenciones e interrogatorios de las víctimas por las que se juzga a sus camaradas, pero se desvinculó de las consecuencias de sus consejos.
Daract admitió la visita a Fernández Gez pero no el motivo. No fueron a apretarlo sino a "solidarizarse", dijo. Aseguró que no confesaron ninguna ejecución y que se enteró por Página/12 de la versión de su superior. Fue entonces cuando Carlos Mercado, abogado del imputado, pidió el careo, una discusión fuerte dominada por la vergüenza, que les impidió mirarse a los ojos. Daract no dudó en atribuir todas las responsabilidades al entonces comandante Fernández Gez, que con furia hizo trizas la legitimidad de la obediencia debida. "¡Parece que ustedes hubieran sido títeres manejados a control remoto, que no tenían participación en las decisiones y que el único responsable era yo! –gritó el viejo coronel–. ¡Tienen que hacerse cargo de su responsabilidad!", reclamó en vano el comandante.
(Fuente:Rdendh).
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