15 de octubre de 2009

LA HIPOCRESÍA REPETIDA.

Por Carlos del Frade (APE)
Esteban Martín Leiva tenía dieciséis años. Lo detuvieron por haber sido protagonista -según dice el relato policial- de distintos disturbios en las calles céntricas de Posadas, capital de la provincia de Misiones.
También lo catalogaron de falopero. De consumidor consuetudinario de pegamento y alcohol.
Martín, el pibe que tenía dieciséis años ya estaba condenado.
Lo dejaron en un calabozo. Lo aislaron.
Horas después apareció ahorcado en la seccional VIII en el interior de ese calabozo. Usó la camisa que llevaba puesta como soga letal y un barrote de la celda sostuvo su cuerpo. Cuando un preso avisó ya era tarde.
La sentencia impulsada por los dichos y habladurías del barrio y la policía ya había sido cumplida.
Después siguieron los procedimientos de rutina.
Sumarios contra el comisario y los jefes de guardia de la unidad.
Pero la condena no solamente fue ejecutada contra Martín.
A cinco cuadras del lugar, su casa fue incendiada al parecer como consecuencia de una venganza de vecinos.
Martín, el pibe que tenía dieciséis años y que ya estaba condenado antes de aparecer ahorcado en el calabozo misionero formaba parte de una familia de catorce hermanos.
-Nadie los quiere en el barrio porque los chicos son faloperos; conmigo tuvieron muchos problemas porque le traje a Canal 12, Canal 4, porque son un peligro y no respetan nada... Son chicos malos, te amenazan, te roban todo, yo hablé con el comisario anterior y me dijo que tenía que conseguir 400 firmas para echarlos, pero acá no reunís ni 20, porque todos tienen miedo -contó una vecina de nombre Nélida a los medios periodísticos del lugar.
Según otros vecinos: “Lo veíamos a don Morais pasar por la zona con su carrito de cartonero y así crió a todos esos chicos; él es bueno, viene, habla, a veces pide unos pesos, pero no hace problemas”.
La casa de los Morais estaba dividida en tres partes “fabricadas con pedazos de madera y techos de chapa de cartón. La parte incinerada fue la del frente, que por poco no quemó la casa de unos familiares de los Morais-Leiva, cuya pared lindante quedó marcada por el fuego. Finalmente, con la ayuda de vecinos y policías, pararon las llamas y evitaron que se propague. Según los investigadores, el incendio fue intencional, aparentemente en una disputa de los hermanos de Leiva con otros lugareños”, apuntaron los medios de comunicación regionales.
Después vinieron las versiones que tienden a justificar ambas condenas, el ahorcamiento y el incendio.
De acuerdo a las fuentes periodísticas fue la misma policía la que “precisó que varios familiares de Leiva tienen antecedentes y causas penales en curso, inclusive los menores de edad. Inclusive se supo de situaciones en las que la mamá llamó a la Policía porque los hijos rompían las cosas de la casa y la golpeaban a ella y no tenía cómo controlarlos”.
Chicos malos, final anunciado.
Nadie pregunta por los responsables de esa supuesta maldad.
Simplemente interpretan su rol en la parodia hipócrita del sistema: sumar voces para condenar a los desesperados. Los que terminan como Martín, este pibe misionero de dieciséis años que ya estaba marcado desde hacía rato.
(Fuente:Argenpress).

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