15 de noviembre de 2009

OPINIÓN.

¿Somos demasiados?
Sumaremos siete mil millones de habitantes en 2012 y nueve mil en 2050. Pero el problema no es la fecundidad, que ya se está frenando, sino la distribución de recursos .
Por Verónica Calderón
El País, de Madrid
La gravedad de la crisis alimentaria, el aumento inusitado en la población de los países menos desarrollados y los efectos del cambio climático son algunas razones para repetir la misma frase: "Somos demasiados". Y seremos más.



En 2012, la población mundial alcanzará los siete mil millones de personas. En 2050, la Tierra albergará a 9.100 millones. La gran mayoría de los nuevos habitantes vivirán en países pobres.



Según cálculos de la ONU, las poblaciones de países como Níger, Somalía y Uganda crecerán hasta en un 150 por ciento en los próximos 40 años.



La población en los países desarrollados se mantendrá prácticamente igual, y en algunos incluso disminuirá. En cambio, las naciones más pobres del mundo tendrán un acelerado crecimiento.



De los 2.400 millones de personas más que habrá en el mundo en 2050, el 98 por ciento vivirá en países pobres. ¿Hay suficiente espacio y recursos para todos?



Las tasas de natalidad han disminuido en un 50 por ciento en los últimos 30 años, y se espera que se reduzcan aún más. Incluso en los países más pobres del mundo, la natalidad se reducirá a la mitad. Las previsiones de la ONU coinciden en que la tendencia se mantendrá.



En 2050 se prevé que la fertilidad mundial sea de tan sólo 1,85 niños por mujer. Sin los métodos anticonceptivos, la población mundial crecería hasta los 11 mil millones de personas en 2050. Los controles de natalidad han sido fundamentales. Pero no son la única solución.



Peor que Malthus. Desde hace más de 200 años, la advertencia ya era explícita: el inglés Thomas Malthus advertía en su célebre Ensayo sobre el principio de la población que los recursos naturales serían insuficientes para abastecer a la población mundial.



La investigadora Rosamund McDougall, directora adjunta de la organización no gubernamental Fondo para una Población Óptima (OPT, por sus siglas en inglés) advierte que "una población de más de nueve mil millones de personas tendría un impacto terrible sobre la Tierra, no sólo en la calidad de vida. La cantidad de emisión de gases de efecto invernadero haría imposible vivir en el planeta en 2050".



¿Quiénes ocuparán la Tierra entonces? La población en los 49 países más pobres del mundo se duplicará, de 840 millones hasta los 1.700 millones de personas, según apunta el informe Perspectivas sobre la población mundial, difundido en 2008 y elaborado por la División de Investigación Demográfica y Población Mundial de la ONU.



Los países desarrollados, en contraste, no sufrirán un cambio significativo en su población: de 1.230 millones de habitantes en 2009 a 1.280 millones en 2050. Incluso, Japón, Georgia, Rusia y Alemania perderán un 10 por ciento de población.



El científico y escritor británico Fred Pearce opina que el problema no está en cuántos somos, sino en la manera en que repartimos los recursos. "Es evidente que el problema es el consumo excesivo de los países desarrollados y no la sobrepoblación de los más pobres", afirma.



El consumo de una persona en Estados Unidos emite 20 toneladas de dióxido de carbono cada año; el equivalente de dos europeos, cuatro chinos, 10 hindúes o 20 africanos. El 80 por ciento de la población pagaría las consecuencias económicas y ambientales del consumo de un 20 por ciento.



Stephen Pacala, director del Instituto Ambiental de la Universidad de Princeton, calcula que los 500 mil habitantes más ricos del mundo –cerca de un 0,7 por ciento de la población– son responsables del 50 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono del mundo.



Y la situación no hará sino agravarse en los próximos años. "El reto es que los recursos se repartan de una manera más equitativa. Los efectos sobre el medio ambiente son extremadamente difíciles de revertir a través de las tasas de natalidad", advierte Pearce.



"Incluso si redujéramos a cero la fertilidad en el mundo, las emisiones de gases con efecto invernadero deberían rebajarse, por lo menos, un 50 por ciento para mediados de siglo", explica.



El hambre, máquina de matar. Además de los efectos del cambio climático, los países menos desarrollados se enfrentan al hambre, la causa directa o indirecta de un 58 por ciento del total de muertes del mundo según un estudio de la ONU difundido en 2004.



El Instituto de Recursos Mundiales advirtió la semana pasada que en 2050 habrá otros 25 millones de niños desnutridos en el mundo, que se añadirán a los 150 millones que sufren hambre en la actualidad.



Los niveles de pobreza seguirán creciendo: entre 1981 y 2001, el número de personas que vivían con menos de un dólar al día en África subsahariana se duplicó, de 164 millones hasta 316 millones. Y en los próximos 40 años, dos tercios de la población mundial vivirá en países en vías de desarrollo.



El hecho es que ahora, mil millones de personas –un sexto de la población mundial– sufren hambre. En 2050, serán 1.700 millones, un 18 por ciento de la población prevista para entonces. Además del deterioro ambiental, los conflictos y el bajo desarrollo causan la escasez de alimentos.



Los agricultores africanos emplean el equivalente a uno por ciento del fertilizante que utiliza un agricultor en un país rico. Y mientras en los países pobres consumen una dieta basada en vegetales, los ricos consumen comida que come vegetales. Para producir un kilo de carne son necesarios, por lo menos, 10 kilos de pasto. Un estadounidense promedio consume 120 kilos de carne al año, mientras que en los países en vías de desarrollo, el promedio es de 28 kilos.



"La cooperación marcaría una diferencia significativa", según afirma Stephen Pacala. "Las hambrunas se deben, en la mayoría de las ocasiones, al pobre desarrollo de los países y a que la producción ha sido insuficiente", comenta. La falta de tecnologías que desarrollen la agricultura en los países menos desarrollados y los efectos de la crisis económica global empeora las circunstancias.



La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) advirtió en 2008 que el gasto anual en alimentos importados en los países más pobres podría suponer cuatro veces más que en 2000. "Para los consumidores más pobres, que gastan un 60 por ciento de su gasto habitual en comida, el aumento significa un golpe brutal para sus finanzas", observa el informe.



La FAO también señala que para combatir el hambre, el mundo debe producir en 2050 un 70 por ciento más de alimentos que en la actualidad.



Hay que invertir. El reto no es nuevo. La llamada revolución verde consiguió duplicar la producción de alimentos entre 1960 y 1990. Y, en la actualidad, aún existe un 60 por ciento de tierra fértil en el mundo. ¿Pero qué garantiza a los países pobres un desarrollo sostenible en los próximos años?



Pearce y Pacala coinciden en que un buen inicio es la inversión. Un informe del Ministerio de Desarrollo Británico calculó en 2008 que para reducir el hambre en el mundo serían necesarios, por lo menos, unos 987 millones de euros para garantizar el desarrollo y las tecnologías necesarias para favorecer la agricultura en los países más pobres.



El presupuesto de la FAO sumó en 2008 unos 870 millones de dólares. En 2009 ascendió ligeramente, hasta 930 millones de dólares.



Al comparar la cifra con los 700 mil millones de dólares que el gobierno de Estados Unidos destinó para evitar la quiebra del banco de inversión Bear Stearns, las hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae y la aseguradora AIG en setiembre del año pasado. El presupuesto mundial dedicado a combatir el hambre apenas representa un dos por ciento de esa cifra.



Los líderes reunidos en la reciente cumbre del G-20, celebrada en Pittsburgh en setiembre pasado, acordaron destinar unos dos mil millones de dólares a ayudas para combatir el hambre del mundo, pero un estudio publicado por el Instituto Internacional para la Investigación de Políticas Agrarias difundido en octubre señala que es insuficiente.



"Son necesarios al menos unos siete mil millones de dólares al año para la investigación agropecuaria y la mejora de la infraestructura rural en los países. De continuar con una política que privilegie las ganancias, las consecuencias serán desastrosas", advierte Gerard Nelson, uno de los autores del informe.



La prioridad para resolver el hambre, un grave efecto de la mala repartición de recursos en el mundo, tampoco es nueva. Cuando en 1972 Dick Cavett le preguntó en una entrevista a John Lennon sobre los efectos de la sobrepoblación, el artista fue claro en definir el primer paso: "Tenemos suficiente comida y dinero para alimentar a todos. Hay suficiente espacio, y algunos hasta van a la Luna".
(Fuente:Cecilio M. Salguero-Lavoz).

No hay comentarios: