28 de noviembre de 2010

Hasta siempre compañera Ana María Di Salvo
27/11/10

Hay que saber irse de la vida habiéndola honrado, habiendo homenajeado la palabra compañeros y compañeras. Ana María Di Salvo lo hizo. Hace una semana soltó la vida, después de mucha lucha, de haber sostenido en su cuerpo una de esas historias de sobrevivientes.
Cuando despedimos a un compañero o a una compañera, empezamos a sentir que la Justicia nos debe mucho. Porque Ana se murió antes de conocer las sentencias para los ocho genocidas del Vesubio, Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio donde estuvo secuestrada en 1977.
Los juicios a los genocidas deben acelerarse. Por mucho motivos. Pero hoy sentimos muy fuertemente la necesidad de que sea para que los cientos de ex detenidos-desaparecidos que dedicaron la mitad de sus vidas a dar testimonio puedan tener una vida con justicia y que ninguno más se muera sin que sus secuestradores y torturadores sean condenados a cárcel común, perpetua y efectiva.
Ana María era la compañera de Teddy. Ambos estuvieron secuestrados en El Vesubio. Quisieron robarles la vida, pero no pudieron: lograron sobrevivir. Estuvieron 73 días en cautiverio y, desde que salieron, nunca dejaron de luchar por justicia. Este año dieron testimonio en el juicio al entonces Jefe del centro clandestino, Pedro Durán Sáenz, y a otros siete represores: Hugo Pascarelli, Héctor Gamen, Diego Chemes, Rubén Erlán, José Maidana, Roberto Zeoliti y Ricardo Martínez.
Era 1977 cuando Teddy le dijo a su compañera: “Ana: el Ejército”. A partir de entonces vivieron 73 días de horror, de tormentos y torturas, de sobrevivir en las entrañas del terror.
En mayo de este año Ana dio testimonio, el mismo día en que se cumplía un aniversario de la fecha en que dejó de estar en cautiverio. Habían pasado 33 años. Le dijo a los jueces: “Un día como hoy daban la orden de liberarme. Esta bufanda que llevo puesta, me acompañará toda la vida”.
Así fue: esa bufanda la acompañó toda su vida. Fue hecha por Marta Brea, quien estuvo detenida-desaparecida en El Vesubio. La hizo con pedacitos de lana, con resistencia, con rebeldía. Dejó una marca para siempre: esa bufanda es parte de la historia del Vesubio y sigue dando testimonio, por Ana, por Marta, por María Teresa, por Roberto, por Susana, por todos los compañeros.
Ana la tuvo en su cuello durante las ocho horas que duró su testimonio. Salió agotada, en camilla. A los pocos días fue abuela. El sábado pasado, la bufanda estuvo en su velatorio, donde estaban su familia, amigos y compañeros, despidiéndola.
La impunidad duró mucho, demasiado. Ya dijimos muchas veces cuáles son las consecuencias sociales, colectivas. Pero hoy, con el dolor de la despedida de esta compañera, queremos decir que la ausencia de justicia deja heridas irreparables. El horror deja las marcas más imborrables. Pero cuando lo que sigue es la impunidad, las heridas no cierran y arden.
Como Ana, como Teddy, hay cientos de testigos diariamente dando testimonio. Sigamos acompañándolos, abrazándolos con los aplausos y el grito de ¡presentes! por todos los compañeros. Sigamos concurriendo a las audiencias.
Ana se fue, pero nos dejó mucho. Como los 30.000. Y, una vez más, reafirmamos nuestro compromiso de llevar esas banderas y nuestra lucha hasta la victoria.
H.I.J.O.S.Capital

1 comentario:

iara kr dijo...

Ana María Di Salvo es mi abuela. A ya 14 años de su muerte, sigo buscando toda la información de ella que pueda encontrar. Leer esto fue hermoso, muchas gracias por sus hermosas palabras.