9 de marzo de 2011

MÉXICO.

martes 8 de marzo de 2011
El mensaje y el mensajero
Por Eduardo Ibarra Aguirre

Como típico aldeano, Felipe Calderón utilizó una conversación con los editores de The Washington Post para enviar un mensaje a Carlos Pascual –“¡No me ayudes compadre!”-- y al jefe de éste –Barack Hussein Obama--, poco antes del encuentro en la Oficina Oval y de la conferencia de prensa en la que intercambiaron desmedidos elogios como gobernantes y el mexicano presumió que tiene “un amigo en lo personal”, la relación y cooperación binacional como “paradigmática” y se comprometió, a cambio de nada, a explorar con el Senado cómo proteger más y mejor a los agentes estadunidenses que intervienen en asuntos de los mexicanos.

Y como era de esperarse, la respuesta la recibió Calderón a las 48 horas, por la misma vía, la de los medios de comunicación, y en la voz de un funcionario de nivel secundario, el vocero del Departamento de Estado Philip Crowley, porque su “amigo en lo personal” no se iba a molestar en atender un reclamo enviado por medio del Post, con todo y que el abogado de Chicago y otrora senador por Illinois declaró: “(…) no tengo más que admiración por el presidente Calderón y la lucha que ha emprendido. Él ha demostrado gran valor y afrontado grandes riesgos para enfrentar a los cárteles de la droga.”


Mas el principal inquilino de la Casa Blanca ya no se atrevió a compararlo con Eliot Ness, sí recordó algo básico, elemental, para que la guerra contra el crimen organizado que ya es sólo lucha, llegue a buen puerto “debería ser también de la sociedad mexicana”. Debería, pero no lo es. Y lo que cuentan son las realidades no los sueños del michoacano, saturados de estrategias unilaterales, moralina y autoritarismo, que no entusiasman ni a las organizaciones civiles arropadas desde Los Pinos.


No le faltan razones y motivos al también abogado, además de economista y administrador público, para exigir por el camino equivocado --el desplante ante un influyente diario--, la cabeza del procónsul del imperio con oficinas en Paseo de la Reforma y con el nombramiento formal de embajador, y por ello mismo está obligado a cumplir todas y cada una de las tareas que le asigna Hillary Rodham Clinton. Y si entre éstas aparecen informes sobre temas complicados, pues a trabajar, como todos los diplomáticos ante sus respectivos gobiernos.


La enorme soberbia del imperio ya no se corresponde con su declinante poderío y el Medio Oriente es el más reciente y espléndido capítulo, además no se previó una filtración y un servicio informativo como el de Wikileaks, quien con documentos oficiales lo desnudó ante el orbe. Pero el especialista en estados fallidos no podía preverlo y lo pincharon con los dedos en la puerta, opinando sobre “la aversión al riesgo” de los militares mexicanos, la falta de coordinación entre el Ejército y la Marina, la disputa pública entre Genaro García Luna y Eduardo Medina Mora…


Los juicios de Pascual y sus hombres indignaron a Calderón, como en general “el daño severo” que causó el portal que dirige Julian Assange –bajo proceso para ser extraditado a Suecia, donde tiene dos acusaciones de abuso sexual que no ocultan el verdadero objetivo de Estados Unidos--, pero no pareciera inquietarse por el papel desempeñado por el entonces embajador Anthony Garza para que recibiera “enérgica señal de apoyo” de George W. Bush y fuera impuesto como presidente, apuntalado por las fuerzas armadas y en medio de una conflicto político y social que perdura.


Calderón confunde al mensaje con el mensajero y se lanza contra éste. No entiende que es la política de subordinación a Washington la que genera los hechos que exhiben a su gobierno y pequeña persona, pues la agencia AP reveló que podría estar enojado porque la novia de Pascual es hija de Francisco Rojas, líder de la diputación del tricolor.
Fuente:Argenpress                                                                               

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