viernes 6 de mayo de 2011
Bin Laden esta muerto: El terrorismo no
Por Jorge Gomez Barata
Ultimar a Bin Laden del modo como lo fue no aporta resultados conclusivos a la lucha contra el terrorismo. Criaturas así no surgen porque la humanidad sea intrínsecamente perversa sino por razones sociales, económicas, ideológicas e incluso circunstanciales. La buena noticia es que en la medida en que exista voluntad política, el mal es curable.
El mundo sería mejor y más seguro si tampoco existieran los otros, aquellos que en lugar de en la frustración y el fanatismo, justifican sus actos terroristas en empeños políticos, piden “licencia para matar”, se amparan en razones de Estado o creen que para defender a Estados Unidos tienen que “atacar en 60 o más rincones oscuros”. El mundo sería preferible sin comandos letales como el que operó en Pakistán ni lugares donde criminales de semejante ralea puedan ocultarse con impunidad y pretender vivir como burgueses jubilados.
Osama Bin Laden y el 11/S formaron parte de la tormenta perfecta para difundir la idea de que el terrorismo es de matriz islámica cuando en realidad, desde hace 20 siglos, los árabes han sido yunque y no martillo. Manipulado, el trágico evento se asoció con otros fenómenos políticos y sirvió como justificación para la Cruzada emprendida por Bush, que esta vez no procuraba incurrir en la paradoja de “liberar” a Jerusalén de los jerosolimitanos, sino para apoderarse del petróleo y asegurar la hegemonía sobre el Medio Oriente. Irak y Afganistán fueron los primeros capítulos, Libia, Siria, Argelia, Irán y los países del golfo serán otros; cada cosa a su tiempo.
El desconcierto, asociado también a la desaparición de la Unión Soviética y la llegada de la unipolaridad, abarcó incluso a quienes desde la izquierda, asociaron ciertos elementos de la legítima violencia revolucionaria con prácticas terroristas, afirmando incluso que la pobreza podía ser la causa del terrorismo. De ser así los terroristas serían mendigos de Haití, campesinos bolivianos, montañeses de Albania y no retoños de la burguesía o la clase media de Arabia Saudita o Kuwait.
Quienes fraguaron y ejecutaron los atentados del 11/S y la oleada sucesiva, eran personas ricas y de clase media, capacitados para manipular explosivos y tecnologías avanzadas, dominar idiomas, viajar y vivir en Europa y Estados Unidos con pasaportes e identidades falsas, burlar servicios secretos, aprender a pilotar aeronaves y realizar perfectas e imaginativas operaciones, entre ellas la de convertir aviones de pasajeros en misiles y atacar el corazón de Manhattan. Los pobres no saben ni pueden hacer nada de eso. Para ser terrorista es preciso odiar con una intensidad que las personas humildes no conocen.
Más allá de su nefasto papel en el terrorismo internacional, lo más negativo en la ejecutoria de Bin Laden fue la confusión que introdujo en las filas de los luchadores contra la dominación y la hegemonía imperialista, principalmente entre la juventud árabe. Con el aval de haber confrontado la presencia soviética en Afganistán y luego volver sus armas contra Estados Unidos, la propaganda comenzó a forjarle una imagen de luchador por la yihad y las causas populares, cosa que no fue.
Formado al amparo norteamericano y resultado de una compleja coyuntura, Osama Bin Laden era lo que nadie necesitaba: para los luchadores por causas legítimas un paradigma equivocado, para el islam un exponente funesto, para los jóvenes un ejemplo nefasto y para Estados Unidos un adversario temible, no por sus posiciones políticas, sino por sus métodos, sus habilidades, su ascendencia entre elementos radicales y su falta de escrúpulos.
Entre sectores políticamente inmaduros, principalmente jóvenes, la confrontación del terrorismo con Estados Unidos, que obedece a razones que pueden ser explicadas aunque no justificadas, alimentó ideas éticamente insostenibles como que: “El fin justifica los medios” o “El enemigo de mis enemigos es mi amigo”. Como bien lo hizo durante la lucha revolucionaria en Cuba y lo sostuvo durante 50 años, Fidel Castro deslindó perfectamente la lucha armada revolucionaria, históricamente justificada y el terrorismo repudiable en cualquiera de sus formas.
Eso explica la posición asumida por Cuba el 11/S que, sin ceder un ápice en los puntos de vista respecto al imperialismo norteamericano, cuando todavía ardían las Torres Gemelas, repudió el atentado y ofreció cualquier tipo de ayuda, incluyendo abrir el espacio aéreo de la Isla a decenas de aviones con destino a Estados Unidos que carecían de sitios seguros donde aterrizar.
Haber sido ultimado en circunstancias censurables por fuerzas norteamericanas, no puede conducir a nuevos equívocos respecto al terrorismo y sus representantes; tampoco tiene sentido poner en duda la identidad del muerto cosa que, de hecho, alimenta la idea de una presencia simbólica.
Recuerdo que dejándome llevar por la curiosidad, coleccioné algunos datos que ponían en duda la muerte de Hitler. Se dijo por ejemplo que poco después de un mes de la toma de Berlín, durante la Conferencia de Potsdam, el presidente norteamericano Harry Truman preguntó a Stalin si Hitler estaban muerto a lo que el líder soviético respondió: “No”. También se dijo que durante una recepción asociada a aquel evento, el ex secretario de Estado norteamericano James Byrnes interrogó al gobernante soviético: “Mariscal, ¿cuál es su teoría sobre la muerte de Hitler?” “Él no está muerto. Puede haber escapado hacia España o Argentina", replico Stalin.
También en 1945 el Mariscal soviético Zhukov que dirigió la toma y ocupación de Berlín declaró: “Nosotros no hemos encontrado un cuerpo que pueda ser el de Hitler…” y en 1956 Dwight Eisenhower, que había sido el Comandante Aliado en Europa informó: “No tenemos ni pizca de evidencia sobre la muerte de Hitler…” El coronel W.J. Heimlich, ex jefe de la inteligencia de EE.UU. en Berlín a cargo de la investigación sobre la muerte de Hitler en su reporte final escribió: "No hay evidencia incontrovertible para sostener la teoría del suicidio de Hitler…”
En un museo de Berlín comenté tales dudas con un veterano que fue concluyente: “Olvide esas especulaciones. Le garantizo que muerto o no, Hitler no volverá a aparecer en Alemania ni en ninguna otra parte; fue individual e históricamente derrotado. El fascismo es otra cosa y puede resurgir. Ayude a probar que es una aberración a la que es preciso combatir y liquidar y cuando se haya logrado, olvídelo…”
Años después, cuando ya existían las pruebas de ADN me enteré de que las autoridades rusas habían desclasificado cierto material genético, incluyendo el fragmento de un cráneo que se dijo era el de Hitler. No me interesó el asunto. Como el viejo y sabio militante alemán me aconsejó cerré el capítulo de las dudas sobre Hitler y me concentré en los peligros del fascismo. También lo hago ahora. Bin Laden está muerto, el terrorismo no. Primero lo primero. Allá nos vemos.
Fuente:Argenpress
viernes 6 de mayo de 2011
Mentiras verdaderas
Por Álvaro Cuadra
La reciente operación llevada a cabo por el gobierno estadounidense en las cercanías de Islamabad para capturar a Osama Bin Laden resulta ser un hecho paradigmático sobre el estatuto de la noticia en los medios internacionales. El desplazamiento de una estructura comunicacional “Broadcast”, centralizada, a la modalidad “Podcast”, tejido reticular planetario, es característica de esta era de Hiperindustria Cultural. Una vez producida la operación de los comandos SEAL y anunciada la muerte de Bin Laden comienzan a surgir por la red una serie de “hipótesis alternativas” a la “versión oficial”. El efecto se multiplica en la medida que las autoridades de Washington se niegan a entregar fotografías del extinto líder de Al Qaeda.
Es claro que una operación de estas características se inscribe en el opaco mundo de los servicios de inteligencia y de los comandos especializados. Esto quiere decir que cualquiera sea la verdad de los hechos, es virtualmente imposible aproximarnos ni remotamente a lo cierto. Cada imagen, cada palabra, cada información “filtrada” a los medios corresponde a una jugada calculada de antemano, un juego de mentiras verdaderas y verdades mentirosas que se escenifica en los medios de comunicación del mundo entero. En pocas palabras, en toda guerra lo primero que muere es la verdad y la muerte de Bin Laden es solo un capítulo más de una guerra que comenzó apenas terminada la Guerra Fría.
Un hecho noticioso del que se poseen escasos antecedentes - como es el caso - da origen a una serie de noticias, próximas o alejadas, de la versión oficial. Esto origina una serie de hipótesis que recaen sobre el hecho mismo. No olvidemos que dado el avance tecnológico actual, el “documento” ya no es garantía referencial: Todo es susceptible de ser falsificado. La pavorosa conclusión es que todo hecho noticioso puede ser objeto de un “montaje”. Por lo tanto, podemos barajar a lo menos tres grandes hipótesis en torno a la operación que culminó con la muerte de Bin Laden:
Versión oficial. Osama Bin Laden fue considerado aliado de los Estados Unidos mientras la ex Unión Soviética ocupaba Afganistán. Más tarde, este “amigo” prosiguió su lucha junto al gobierno de los Talibanes contra sus antiguos aliados, convirtiéndose en un peligroso “terrorista”. Tras la caída de las Torres Gemelas su nombre recorrió el mundo y el gobierno norteamericano lo declaró enemigo numero uno, poniéndole precio a su cabeza, vivo o muerto. Tras una década de búsqueda, las agencias de inteligencia dieron con su paradero y lo ultimaron. Luego tiraron su cuerpo al mar. No se quiere publicar fotografías del cadáver para no convertirlas en un trofeo mediático al servicio de la contra propaganda.
Hipótesis Conspirativa Blanda. Si bien Osama Bin Laden era considerado un peligroso enemigo de los intereses estadounidenses, las agencias especializadas – que lo vigilaban desde agosto pasado – lo querían vivo. La razón es evidente, en su calidad de líder, Bin Laden era una fuente de información insustituible para la desarticulación de su red mundial. Así, entonces, nada tiene de raro que no se quiera publicar fotos de su cuerpo, aunque se insista en su muerte. Su futuro, en un algún lugar desconocido, no es otro que el de estar muerto para el mundo, aunque sus días transcurran en un infinito interrogatorio, sometido a drogas duras, técnicas psiquiátricas y otras.
Hipótesis Conspirativa Dura. La hipótesis más radical sostiene que Osama Bin Laden es y ha sido siempre un hombre de Washington y que el mismo 11-S fue un montaje del gobierno Bush para justificar invasiones en el Golfo Pérsico y la expansión de gastos militares frente a una población sumida en el terror. De este modo, la política internacional de los Estados Unidos reclama su legitimidad en una bien planificada “performance” que marca su historia hasta el presente.
Más allá de las hipótesis que circulan por la red en sus más diversas variantes, lo interesante es destacar que en el mundo Podcast, “la noticia” ha dejado de ser un discurso estable, un verosímil afincado en la referencia. Más bien estamos ante una desestabilización global del sistema informativo mundial en que cada “noticia” da origen a discursos alternativos que la desmienten o, por lo menos, la relativizan. De suerte que, cuando el “documento” pierde su espesor informativo – referencial surge un mundo en que lo único posible es el imperio de las mentiras verdaderas.
Álvaro Cuadra es investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS.
Fuente:Argenpress
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