“La lucha de cuarenta años llega a su fin”
Su primer esposo, Rubén, fue uno de los 16 fusilados en la base Almirante Zar. Ella peleó por años en busca de justicia y hoy será la primera en dar testimonio en el juicio a los responsables de aquella masacre. Habló con Página/12 de su historia y sus expectativas.
Por Ailín Bullentini
Alicia Bonet siente que su declaración en el juicio por la masacre de Trelew será “fundamental”.Imagen: Rolando Andrade
Alicia Bonet está agotada y preocupada, dice. Sabe que la tarea que le toca hoy no es fácil, pero no porque tenga que reconstruir –una vez más– la historia que la obliga a sentarse frente al Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. Es la primera persona que brindará su testimonio en el juicio por la Masacre de Trelew. Tampoco porque le cueste recordar cada detalle de lo acontecido hace poco menos de 40 años. Lo difícil será contar su historia, ésa que la une eternamente a Rubén Bonet, su compañero, primer esposo y una de las 16 víctimas del fusilamiento cometido en la base aeronaval chubutense Almirante Zar, delante de quienes están acusados de haber apretado los gatillos de las metrallas aquella madrugada del 22 de agosto de 1972. “Yo no vi a personas la primera vez que los tuve enfrente (en la inauguración del juicio, la semana pasada). Yo sólo vi figuras de hombres mayores cubiertas de sangre. En mis ojos apareció eso”, relató. Pese al obstáculo, más emocional que visual, que la cansó y la mantiene nerviosa, sabe que éste es un buen momento, “el más esperado”: “Siento que mi declaración es fundamental”, sentenció.–¿Siente alguna responsabilidad especial por ser la primera en dar su testimonio?
–Es que soy la primera persona que, como familiar de una de las víctimas, va a contar todo lo que vivió y lo que pasó en Trelew con los 16 muertos y también lo que dijeron los sobrevivientes en Buenos Aires. Soy, además, prácticamente la única que vivió todo en ese entonces y que está viva para contarlo. Llevo en mis espaldas esa responsabilidad, en nombre de todos los familiares que siempre me pidieron que hablara. Era la más joven, era la que más sabía de los asesinatos. Los únicos que me acompañaron entonces fueron los abogados de algunos de los muertos, Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. A Rodolfo la Triple A lo asesinó en el ’74. Eduardo me abandonó hace poco. Con él, sobre todo, compartí estos difíciles 40 años de lucha.
Alicia conoció a Rubén Monet en 1964. El, un militante y obrero de 21 años, la vio en la puerta de la fábrica en la que trabajaba ella, que entonces tenía 19 y repartía volantes con sus compañeros de militancia. En el ’65 se casaron, en el ’66 nació su hijo, en el ’68 su hija. En el ’71 detuvieron a Rubén por razones políticas. Devoto, primero. Rawson, después. La base y la muerte, finalmente.
–¿Qué pasó en ese tiempo? ¿En qué consistió esa lucha?
–La iniciamos ellos como abogados y yo como familiar el mismo día en que ocurrió la masacre. Nos habíamos conocido en las cárceles. Cuando pasó todo esto, la relación se vuelve más fuerte y el sufrimiento se vuelve común. No hay un juramento de por medio, pero hubo un pacto de no dejar nunca de luchar porque se diga verdaderamente lo que pasó en Trelew, cada uno desde el lugar en el que se encontrara. A una semana de los fusilamientos denuncié a la Armada por los asesinatos en Buenos Aires. Ese juicio se frenó, pero tuvo algunas acciones. Un juez ordenó la autopsia del cuerpo de mi marido. Luego, un tribunal les tomó declaración a los tres sobrevivientes (Alberto Camps, Ricardo Haidar y María Antonia Berger) que todavía estaban en la enfermería en Devoto, incomunicados. Nos ocupamos de difundirlas inmediatamente. Cuando salimos de la cárcel con sus versiones, teníamos en la mano la verdad sobre Trelew. Después empezó un período complicado: la presidencia de (Héctor) Cámpora, el Devotazo (la amnistía de entonces a los presos políticos) y el comienzo de la Triple A. En sus listas estábamos los abogados y los familiares de Trelew, señalados para ser asesinados.
El período fue realmente complicado. Alicia y su familia –los dos hijos que había tenido con Rubén, su segundo esposo y el bebé de ambos que llevaba en la panza– debieron pasar a la clandestinidad cuando asesinaron a Ortega Peña. En las vacaciones de invierno de 1977 cruzaron a Brasil, con documentos falsos que ella misma fabricó. Pidieron asilo político a las Naciones Unidas. Francia los terminó acogiendo. Allí vive desde entonces.
–¿Cómo mantuvo la batalla por Trelew desde el exilio, con la impunidad de las leyes de los ex presidentes Ricardo Alfonsín y la ignorancia de los ’90 durante el gobierno de Carlos Menem?
–Nunca paré. Escribí artículos para explicar lo que había pasado en la Masacre de Trelew. Les escribí a los docentes argentinos para que lo enseñaran en las aulas; a los senadores y diputados de la Nación para que cumplieran con la Constitución y exigieran justicia. Mandé a cada presidente una carta abierta explicando lo que pasó en la Base Zar y pidiéndoles lo mismo: justicia. El único que me contestó fue Néstor Kirchner. Y en esto tuvo mucho que ver Duhalde. Cuando fue nombrado por Kirchner secretario de Derechos Humanos no se olvidó de lo que siempre quiso: llevar a juicio a los muertos de Trelew. En 2005 Kirchner me invitó al país, hacía poco se habían derogado las leyes de impunidad. Me preguntaron qué quería hacer con Trelew y yo pedí que se retomara la causa, que se transformara el aeropuerto en un espacio para la memoria y que se abrieran los archivos de la Armada. El entonces presidente me contestó que haría todo lo que estuviera en su poder para que todo aquello se llevara a cabo.
En el 2007, Alicia regresó al país, esta vez acompañada por sus hijos y sus nietos, para la inauguración del aeropuerto viejo de Trelew, allí en el que su compañero y el resto de los jóvenes asesinados se entregaron a las fuerzas de seguridad tras intentar fugarse de la UP6, transformado en centro cultural. Ese día declaró ante el juez Hugo Sastre, a cargo de la instrucción de la causa.
–¿Cómo vivió el inicio del juicio?
–Es sentir que el túnel de 40 años de lucha y espera llega a su fin. Fue postergado muchas veces durante estos años. Fue muy largo el proceso de prepararse para la largada y que no se haga. El día de la inauguración fue de una emoción difícil de explicar, porque no sabíamos si estábamos viviendo la realidad o era imaginación. Sin embargo, fue duro enterarnos de que los represores estaban libres. Teníamos información de que estaban presos aunque sea en sus domicilios. Que estén libres nos pareció inmoral desde el punto de vista humano: verlos llegar libres, saber que van a la misma confitería que nosotros, que duermen en los mismos hoteles que nosotros, como me pasó a mí, es algo inconcebible. Pero los jueces autorizaron que esto se mantenga. Aunque siempre confié en la Justicia. Desde el primer día supe que debía avanzar en este camino para saldar lo que ocurrió con mi compañero y el resto de los chicos.
–¿Qué fue la Masacre de Trelew para usted?
–Es el momento en que se puso en práctica por primera vez en tanto política de Estado, la teoría que plantea que hay que eliminar físicamente a todo aquel que se opusiera a las ideas gobernantes. Es la primera muestra del terrorismo de Estado que luego se convirtió en 30 mil desaparecidos. En Trelew, el Estado argentino asesinó a jóvenes de alrededor de 20 años por pensar diferente. Estaban presos hacía mucho, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, no estaban en ninguna acción subversiva. Eran todos militantes de diferentes organizaciones políticas, pero compartían la idea de que era insoportable vivir de golpe militar en golpe militar, insoportable la injusticia que había en Argentina, compartían las ganas de cambiar el país por uno más justo socialmente. Por eso los mataron: desnudos, indefensos, desarmados, reducidos en celdas, rodeados permanentemente de soldados y de marinos listos para disparar.
Fuente:Pagina12
jueves, 17 de mayo de 2012
Se fueron los procesados y algunos volverían recién para la sentencia
El juicio por la Masacre de Trelew podría seguir sin la presencia de todos los marinos acusados de los fusilamientos de 19 presos políticos.
Sólo permanece en la zona el ex cabo Carlos Marandino (63), quien está con prisión domiciliaria. Los otros cuatro procesados viajaron a su lugar de residencia. No se descarta que algunos vuelvan para la sentencia y sigan las audiencias por videoconferencia.
Los ex marinos enjuiciados, Rubén Paccagnini (85), Luis Emilio Sosa (77), Emilio Del Real (76) y Jorge Bautista (86), están en libertad, por lo tanto se fueron de la zona dado que el juicio se retomará recién el jueves próximo en el Cine Teatro José Hernández de Rawson, según determinó el Tribunal Oral Federal. Durante la primera audiencia del juicio, el Tribunal ratificó la situación de excarcelados de cuatro de los imputados, que pueden moverse con total libertad. Tienen obligación de concurrir al juicio, pero no de presenciarlo. De todos modos, y teniendo en cuenta la edad de los procesados, los abogados defensores esperan definiciones en cuanto a la posibilidad de utilizar el sistema de videoconferencia para seguir el desarrollo de las audiencias y posibilitar así que sus clientes no regresen hasta el momento de la sentencia.
El pasado lunes comenzó el juicio contra los cinco ex marinos por el fusilamiento de 19 militantes de organizaciones armadas durante la madrugada del 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar de Trelew.
VIDEOCONFERENCIA
Cuando se reanuden las audiencias el jueves próximo a las 10 de la mañana, el Tribunal que preside el juez Enrique Guanzirioli deberá resolver si permite que algunos de los imputados que tengan problemas de salud que les impida asistir, puedan seguir las audiencias por videoconferencia. El defensor del procesado Bautista ya realizó la petición, y remarcó la intención de su cliente, quien está acusado de encubrimiento, de prestar declaración testimonial en la próxima audiencia. Bautista fue el único de los procesados que participó de la inspección ocular que se realizó el pasado jueves en la Base Zar, escenario de los hechos que se investigan.
jueves, 17 de mayo de 2012
«Nada me sugirió un intento de evasión», confesó Bautista
El ex investigador de la Armada dijo que los tiradores dispararon contra los presos hasta vacias los cargadores y que no gubo disparos de los dos lados
«Era un cuadro impactante ver la cantidad de muertos, sangre. Recorrimos sorteando cuerpos y piernas de los muertos, calabozo por calabozo», relató el procesado Jorge Bautista al declarar ayer en la reanudación del juicio por la Masacre de Trelew y describiendo su impresión del primer contacto con el lugar de los hechos.
El ex marino imputado de encubrimiento, fue el enviado de la Armada para investigar lo ocurrido aquella madrugada del 22 de agosto de 1972 en la que fueron fusilados 19 presos políticos. Dijo que cuando llegó al lugar, nada le hizo pensar en un intento de fuga y que no existieron disparos de ambos lados. Más de cuatro horas estuvo prestando declaración indagatoria Bautista, quien sólo aceptó preguntas de los integrantes del Tribunal Oral Federal que lleva adelante el juicio, y de su abogado defensor. El resto de los imputados debió esperar en una sala contigua para no escuchar el relato. Bautista, de 86 años, había iniciado su declaración el miércoles de la semana pasada durante la inspección ocular en la Base Zar, escenario de los acontecimientos, y a la que regresó 40 años después.
Ayer se sentó frente al Tribunal y dejó a un costado un portafolios del que extrajo una carpeta con abundante documentación y anotaciones con las que acompañó gran parte de su declaración. «Fui con la orden de determinar la responsabilidad del personal militar ante el intento de evasión de un grupo de detenidos alojados en la Base Zar», relató el ex marino sobre su designación como juez ad-hoc que motivó su llegada a Trelew el mismo 22 de agosto del ’72. «Pero cuando yo llego a la zona de calabozos y veo el cuadro, ni me acordé de pensar en un intento de fuga», reconoció Bautista. Para que no quedaran dudas, el juez Enrique Guanzirioli le preguntó nuevamente sobre su primera impresión en la zona de calabozos y el procesado ratificó que «nada me sugirió que ahí se podía cometer un intento de evasión, para nada, ni se me pasó por la cabeza».
TIROS DE UN SOLO LADO
Según los testimonios que recogió el propio Bautista de la declaración de los marinos imputados horas después de los hechos, el preso Mariano Pujadas habría atacado al capitán Luis Emilio Sosa cuando éste recorría el pasillo entre los calabozos. Le habría quitado el arma y disparado, pero sin alcanzar a herir a ninguno de los militares.
Bautista ordenó pericias sobre un proyectil extraído del marco de una puerta y que supuestamente correspondía al arma disparada por Pujadas, aunque no se pudieron determinar huellas en la empuñadura.
Además, el propio Bautista enfatizó durante su declaración de ayer que «no hubo tiros de los dos lados», desbaratando la teoría de que Pujadas disparó contra los marinos.
A pesar de ello, el procesado había señalado anteriormente que los militares que indagó le «describieron los hechos en una forma uniforme y sin grietas».
En cambio, sobre las declaraciones que les tomó en Puerto Belgrano a los sobrevivientes Alberto Camps y Ricardo Haidar, dijo que «los dos me demostraron que no decían la verdad».
También le tomó declaración a María Antonia Berger, de la que dijo que no tuvo predisposición.
El informe de 400 fojas elaborado por Bautista a pedido de la Armada, permanece desaparecido.
«VACIARON LOS CARGADORES»
«Fue un fuego iniciado hasta que el tirador no tiene más municiones en el cargador», dijo Bautista.
Consultado por el presidente del Tribunal, el procesado insistió en que los tiradores «vaciaron los cargadores de las pistolas PAM, que tienen 32 balas».
Mientras que «con las pistolas 45 fueron muy pocos tiros», y agregó que fueron atribuidos al cabo Carlos Marandino, de quien dijo que le llamó la atención «que hubiera tirado tan pocos tiros». Bautista señaló como los tiradores a Bravo, Del Real, Marandino, Marchand y Herrera (estos dos últimos están fallecidos).
SE DESPEGÓ DEL RESTO
Sobre el final de su declaración testimonial, Bautista intentó despegarse del resto de los ex marinos procesados, al señalar que «jamás se podrá decir que mi obrar fue direccionado a favorecer al personal naval que intervino».
Y agregó que «cualquiera sea la resolución que el Tribunal tome con respecto a los demás imputados, para mí será ajena».
FuentedeOrigen:CasaPueblos
Envío:Andrea Benotes-Dumont
Bautista dijo que no hubo intento de fuga y que les vaciaron tres cargadores de ametralladora
El histórico juicio por la Masacre de Trelew.
Quiero hablar. Con un bastón y su carpeta de documentos, el marino retirado dejó pistas para saber la verdad.
Por Rolando Tobarez
Ni se me pasó por la cabeza y nada me sugirió que lo que vi en los calabozos haya sido un intento de fuga”.
El Cine Teatro “José Hernández” de Rawson enmudeció al escuchar la frase del capitán de navío Jorge Bautista, el responsable de la investigación militar de la Masacre de Trelew. Está acusado de encubrir los 19 fusilamientos y ayer aceptó declarar pero sin responder preguntas de la querella. Se le ocurrió la frase del principio porque “al razonar lo que uno vio se pregunta cómo pudo haber sucedido”.
Por más de tres horas el marino retirado mostró una estrategia despegada de los otros cuatro acusados. Su declaración no los ayudó. “Para mí esa noche les vaciaron el cargador de las ametralladoras”, le dijo al tribunal. Explicó que cada cargador tenía 32 balas y que la orden de un militar es tirar a matar hasta quedarse sin municiones.
Como se sospecha que al menos Luis Sosa, Emilio Del Real y Roberto Bravo usaron esas ametralladoras, la madrugada del 22 de agosto los presos habrían recibido como mínimo tres ráfagas de casi cien disparos en total. Sin contar las pistolas calibre 45 que también se usaron y que según Bautista, Carlos Marandino gatilló aunque el cabo niegue haber disparado. Otros dos marinos ya fallecidos, de apellido Herrera y Marchant, también habrían participado pero se ignora con qué armas. Si usaron metrallas, la ráfaga fue mucho peor.
Su investigación de 400 fojas nunca se encontró. Pero Bautista admitió que en su opinión, “no hubo tiros de los dos lados”, dato que desbarata la hipótesis de que los militares se defendieron de la agresión armada de presos que intentaron huir.
Apoyado en un bastón y “sin tratar de ser perfecto en mi declaración”, recordó que lo despertaron en su casa y desde Puerto Belgrano llegó a Trelew entre las 12 y las 13 del mismo 22 de agosto para investigar la conducta de Sosa, Bravo y el resto. Aunque aseguró que “para evitar suspicacias debo decir que no me eligieron por mi nombre sino por mi función”, admitió que había jueces militares preparados para episodios así. Para este caso no los convocaron, detalle que no explicó.
Viajó con un escribiente, dos médicos y tres enfermeros. El decreto para designarlo lo firmó el presidente de facto Agustín Lanusse. “Nunca lo conocí pero sí me hizo llegar que quería saber cuándo terminaría el sumario y qué recomendaciones daría. Como me designó él me pareció lógico que quisiera saberlo antes de que se cumplieran las vías correspondientes”.
A Bautista le avisaron que en la Base Almirante Zar había muertos y heridos. No conocía Chubut ni imaginó lo que vería. “Lo más natural era ir a los calabozos y empezar por ahí. Indudablemente fue un cuadro impactante por la cantidad de muertos y de sangre en un hecho desgraciado; ni me imaginé la magnitud de lo que vi”, le contó al juez Enrique Guanziroli. “Entré sorteando cuerpos y piernas”, recordó.
Mientras revisaba el famoso pasillo, Sosa y compañía esperaban el interrogatorio aislados en sus camarotes. Revisó paredes y pisos en busca de huellas de balazos y proyectiles usados. En la entrada había al menos 13 cuerpos. Otros 6 presos ya estaban en la Enfermería. “La cantidad de heridos y de marcas de balas bajaba a medida que uno se acercaba al final del pasillo”, ratificó.
“A los cuerpos no los revisé porque estaban vestidos y yo no podía ver las heridas. Tampoco era mi función. Sí recuerdo que había un muchacho con 4 orificios en el gamulán, la ropa que se usaba entonces. Los cadáveres ya tenían la dureza del rigor mortis y no es natural en esa circunstancia ponerse a revisar”.
No sabe si los cuerpos fueron movidos antes de su llegada. No vio cadáveres encimados pero sí rastros de sangre de los heridos, que tras la balacera reptaron buscando refugio en los calabozos. “Me dijeron que lo más razonable era no interrogar en ese momento a los sobrevivientes y me pareció algo humano. No quise forzar nada”, subrayó.
Bautista aseguró “algo que no se dijo hasta ahora”: que los militares acusados “estaban acuartelados” y sugirió lo que sucede cuando un grupo de militares –algunos solteros- se reúnen en el Casino de Oficiales. “Van a pasar el tiempo, toman, juegan, hasta que se hace tarde y Sosa decide una inspección”.
No habló de tiroteo mutuo pero avaló la teoría de un ataque de Mariano Pujadas a Sosa que termina en la reacción militar, y no un fusilamiento a mansalva. “Los hechos que me relató el personal naval es uniforme y sin fisuras”, aseguró.
La noche lluviosa del 23 de agosto vio en la Base cómo cargaban los féretros con cada cuerpo rumbo a su provincia natal. El piloto del avión era un tal teniente Martí. Luego no supo más y en 40 días terminó su investigación interna.
Ayer sacó mucha documentación de su valija negra, casi de escolar. Se quejó por su procesamiento y advirtió de posibles culpas de sus superiores. “Muchos fallecieron pero las instituciones no se cerraron –graficó en referencia a las Fuerzas Armadas-. ¿Se investigó si alguien sabía algo más? ¿o acaso todo pasó por Bautista?”. El anciano dijo que no se lo puede condenar con pruebas que se obtuvieron después de los hechos y que él no tuvo disponibles hace 40 años. “Aunque el tribunal concluya que actué incorrectamente, con negligencia o equivocado, jamás se podrá decir que mi trabajo fue doloso, intencional o direccionado a favorecer a un miembro de la Armada”.
Por ley, ya que deberán declarar otro día, Sosa, Del Real, Rubén Paccagnini y Marandino no escucharon el testimonio y fueron aislados en una oficina del recinto. Por eso no oyeron que según Bautista, “cualquier resolución que el tribunal tome con el resto de los imputados será ajena a mí”. Soltar la mano, como quien dice.
FuentedeOrigen:LaJornada
Fuente:Agndh
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