17 de agosto de 2012

LA RIOJA: EL CURA GONZALO LLORENTE.

jueves, 16 de agosto de 2012

EL CURA GONZALO LLORENTE

Cadena de muertes

 Por Alejandra Dandan - Desde La Rioja

El juicio todavía no empieza. En la calle, entre quienes todavía no saben que el comienzo se postergó hasta la tarde, está el cura Gonzalo Llorente, parte de las comunidades eclesiales de base que cuando tenía 19 años y todavía no era sacerdote dejó la militancia en la JUP de Buenos Aires para venirse a formar parte de la primera experiencia de uso y tenencia colectiva de la tierra, impulsada en Vichigasta por el obispo Enrique Angelelli. Por esa experiencia se exilió primero en la capital de La Rioja y después en Buenos Aires, cuando fusilaron a uno de sus compañeros, el laico Wenceslao Pederna, cinco días después de que arrojaran los cadáveres de los dos curas Carlos Murias y Gabriel Longueville en un espiral –como alguna vez lo llamó el obispo– que terminó quince días más tarde con la ejecución de Angelelli. La pelea por la lectura en sucesión de estos casos es uno de los ejes de este juicio. Aquí, el hombre que luego volvió a Buenos Aires a ordenarse de cura y ahora es sacerdote de Chepes vuelve despacio, desde la ventana de un bar, a esa historia que siguió a comienzos de agosto de este año con un encuentro con su obispo en la región de los llanos.

“Creo que en La Rioja se han acallado las voces de nuestro pueblo con distintos manejos, y esto del inicio del juicio oral y público es como una puerta que se abre. Es como que nos quedamos callados frente a tanta impunidad, como resignados. Sí nos falta como Iglesia no predicar la resignación, y la presencia acá como curas es alentar. Este juicio alienta nuevas esperanzas, por eso uno está acá, porque no queremos que se frustre, y no queremos más la resignación ni la impunidad. Empezaremos con los curitas, con Wenceslao y el pelado (Angelelli). La sociedad civil nos ha dado muchas lecciones a la sociedad religiosa, a la que se nos ha metido esto del perdón y del olvido y esto que muchas veces la Iglesia es cómplice en su silencio o actitudes y eso es como que también nos ha ido metiendo esa falsa conciencia, porque estoy seguro de que Dios no quiere esto, menos cuando el otro no hace ningún gesto de culpa o arrepentimiento.”

–¿En quién está pensando?

–En Videla, en Menéndez, en Estrella (comodoro Luis Fernando acusado en el juicio), en Vera (ex comisario Domingo Benito también acusado), en los que mataron a Wenceslao frente a la familia con saña y con odio y nosotros nos hemos quedado callados, uno siente culpabilidad en los silencios.

–¿Estuvo con Wenceslao?

–Compartí bastante. Estuvimos trabajando juntos en un campo, en la lucha por la tierra donde uno está en la zona rural porque se siente inclinado vocacionalmente por estos sectores de nuestra gente, porque lleva la tierra en el corazón. Con Wences estuvimos juntos un año y medio en la lucha con monseñor Angelelli en la zona de Vichigasta, un campo que se llamaba La Buena Estrella. Ahí trabajamos con Carlos y Rafael y Wences del movimiento rural, con Coca, su esposa, y sus hijos. Eso empezó después del fracaso político que hubo frente a las traiciones de Carlos Menem en la primera gobernación y de los sectores justicialistas y radicales, que en ese momento no quisieron expropiar el latifundio a Salinas, que estaba en otro lugar.

–¿En qué año fue? ¿Qué pasó?

–Fue para el año ’72, ’73. Monseñor llegó a La Rioja en el ’68 y una de las realidades que descubrió con su oído atento era que la situación del hombre rural era de las más postergadas: todos en negro, a la gente que era empleada le pagaban miserias o solamente vivían porque los dejaban estar en el campo, no le pagaban sueldos, les dejaban tener sus gallinitas y algunas cabritas. Todo eso reclamó la conciencia de monseñor y de la Iglesia. Quiso dar respuesta a esa realidad y vinieron los del movimiento rural diocesano, que era como la juventud obrera católica, pero en la zona rural, preocupados por el sentido de justicia, por las estructuras de pecado que padecía el hombre de campo. En ese momento había un latifundio improductivo e hizo una propuesta de cooperativa. Cosa que fue muy rechazada y creo que la muerte se puede leer con muchos argumentos desde el conflicto con la tierra. El conflicto más virulento que tuvo con los empresarios y la oligarquía de La Rioja era por el tema de la tenencia de la tierra, por un sistema de manejo de la tierra muy injusto y muy atropellador.

–¿Qué pasó con la propuesta de la cooperativa?

–Su idea era expropiar ese latifundio que lo habían tomado los dueños de una forma muy injusta, despojando a la gente, y buscaba formar una cooperativa de trabajo que beneficiaría a unas setenta familias. La propuesta estaba apoyada por el trabajo de las hermanitas que estaban allí y la gente del movimiento rural. Carlos Menem en campaña primero dijo que sí, pero cuando asumió, en la Legislatura se desató una lucha por la expropiación y allí los legisladores se opusieron a entregarla a la cooperativa. Querían hacer parcelamientos individuales. Y el obispo lo sintió como una traición muy dura.

–¿Qué dijo?

–Angelelli lo expresó en misas radiales (que hacía todos los domingos hasta que se lo prohibieron después del golpe). Al final no se hizo nada. Nunca se expropió, pero fue un golpe duro porque él tenía mucho aprecio al trabajo de la gente por el campo, pero a la vez porque veía que eso podía tener efecto multiplicador sobre el uso y tenencia de la tierra.

–¿Ahí empezó la persecución?

–Todavía no. A partir de una donación de las Hermanas de la Asunción en Palermo, se compraron unas tierras. Ahí me vine yo de Buenos Aires a La Rioja para sumarme a esa experiencia con Wensceslao y Carlos y Rafael. Armamos una cooperativa, integramos la economía, había un trabajo sobre 340 hectáreas con riego. Ya a fines del ’75 estaban todas las amenazas de la Triple A. Angelelli nos dice: “Changos, yo les voy a pedir que salgan de aquí porque no les voy a poder garantizar la seguridad, y ahí fue cuando Wensceslao se fue a Sañogasta con su familia, que estaba cerquita del primer lugar. En ese momento, la amiga de un cura francés le compró una tierra para que puedan vivir. Nosotros nos vinimos aquí a la capital de La Rioja. Y el 25 de julio de 1976 lo mataron, lo acribillaron frente a la familia violentamente.

–¿Hacía cuánto que se habían ido?

–Nos fuimos a fines del ’75, o sea que fue medio año después. Yo me vine a La Rioja, cuando lo mataron a él me volví a Buenos Aires. Yo estaba solo, tenía 19 años cuando llegué en el ’73, tenía una militancia política en unos barrios, pero también en la juventud universitaria peronista, después entré al seminario en el ‘78.
La pastoral de los mártires

–Acá –dice Gonzalo– el que lideraba el proyecto de construcción de vida y popular era monseñor Angelelli, creo que era el que aglutinaba todas las fuerzas diríamos revolucionarias de ese tiempo, de transformación de la sociedad, de un modelo más social, socialista. Me parece que estaba bien identificado en la construcción del reino, pero un reino de vida para todos, donde todos tengamos lugar. A partir de esta militancia, yo descubrí un rostro del pobre, de la situación de opresión y por eso me vine. Dejé el peronismo para involucrarme en una militancia más desde la Iglesia, que tenía muchas afinidades con el proyecto peronista, con algunos laicos y muchos otros compartíamos la mirada del proyecto. El que conducía los sueños y la construcción de las organizaciones barriales, de trabajos comunitarios, de un modelo distinto del uso de la tierra y la tenencia a partir de esas orientaciones de Medellín y San Miguel era Angelelli. La gente que vivió esa Iglesia era de Dios, y uno está convencido de que son mártires: si los mataron era para acallar una Iglesia, para acallar una voz, por eso es una memoria que nos interpela, nos compromete y seríamos muy incoherentes si no rescatamos ese compromiso y esa lucha que llegó hasta derramar la sangre.

–Hubo un acto el último 18 de julio. El obispo no dijo mártires, sino supuestos mártires, como si aún a la Iglesia le costara reconocer.

–Eso es. La estructura de la Iglesia es una estructura pesada que la vamos haciendo caminar, y uno tiene esperanzas de hacerlo. Este dictamen del juez de declarar a la muerte de Angelelli como premeditada, que no fue un accidente sino un asesinato, ayudó. El Episcopado recién ahora dice que fue así. El 5 de agosto pasado celebramos una misa en los llanos con el obispo de acá. En esa zona seguimos alentando ese espíritu de la pastoral quizá porque nos ha tocado más de cerca el martirio. Pero vino el obispo a compartir la eucaristía. Leyó la carta del Episcopado, donde expresa y hace suyo el dictamen de la Justicia civil que hasta ahora había silenciado. Una cosa que nos duele profundamente es que todavía no se ha podido iniciar la causa de beatificación porque no estaba el dictamen, ahora ya está, depende de nosotros.

–¿Qué harían ellos si siguieran acá?

–Carlos era joven y tenía muchas expresiones interesantes. Los 18 de julio se hace una peregrinación juvenil, y se va haciendo memoria, rescatando lo que ellos vivieron y tratando de que a ellos se los interpele hoy. Los imagino en la lucha de hoy, que es el tema del campesinado. Angelelli alentaba la organización popular, aunque hagan el grupo de la remolacha, decía. Ahora muchos campos se están vendiendo. Como se corrió la frontera agrícola, valen más para la crianza de ganado, y los que llegan ya no tienen relación con los vecinos que entonces se quedan sin campo para hacer andar a sus cabras. Porque vivir en el campo en nuestra zona es muy difícil. Tenemos 300 milímetros de agua en el año y siempre la plegaria de nuestro pueblo es la lluvia. Ahora, en agosto empezamos, seguimos en septiembre y octubre: todas las misas para que nos llueva. Si no llueve tienen que traer agua del pueblo o vender los animales y en este tiempo estamos con sequía grande. No es fácil. Y el sentido de la vida es cuando vos tenés desafíos y sueños, que se hacen de la construcción y de la escucha y no de esperar que el otro se resigne a darme algo o llevarme el agua.
Fuente:CasaPueblos
Envío:Andrea Benítes-Dumont


jueves, 16 de agosto de 2012


Inicia el juicio por los curas de Chamical asesinados en 1976

Con Menéndez, en primera fila

Carlos Murias y Gabriel Longueville cayeron muertos dos semanas antes que Angelelli. Dos militares y un policía, juzgados.

 Por Alejandra Dandan
Desde La Rioja

Luciano Benjamín Menéndez se sentó en la esquina de la sala, pulóver liviano, color sangre apagado. Llegó desde Córdoba, subió suelto de cuerpo las escaleras hasta el primer piso del Tribunal, desde ahí ascensor al quinto piso. “¡Está como si hubiese venido de Londres!”, se escuchó en la calle entre los ex detenidos y sobrevivientes de la dictadura. El ex jefe del II Cuerpo del Ejército, que con distintos exámenes médicos se consiguió salvoconductos para evitar los últimos juicios, esta vez no logró escapar a la fuerza de la batalla de querellantes y fiscales. Sólo eso estaba previsto. El juicio iba a empezar a las cinco de la tarde con Menéndez, pero no: las chicanas que dilataron durante treinta y seis años el comienzo del juicio por los dos curas de Chamical volvieron a activarse. A las 17, los otros acusados no estaban. A las 18.34, las ambulancias salieron a buscar al que faltaba. Las defensas presentaron otro pedido de inconstitucionalidad. A las 19 llegó el último acusado. A las 19.30 se descompuso. A las 20, el presidente del TOF, José Quiroga Uriburu, empezó a leer los cargos: el juicio que intenta buscar la sistematicidad en la persecución a los curas populares acababa de empezar.

“Por homicidio calificado reiterado en dos oportunidades, por privación ilegal de la libertad seguida de muerte y por los tormentos” a los sacerdotes Carlos Murias y el francés Gabriel Longueville, acusaron a Menéndez, como ex jefe del área y a dos de los responsables de la represión local: el vicecomodoro Fernando Luis Estrella, segundo jefe de la Base de la Fuerza Aérea de Chamical que funcionó como centro clandestino, y el ex comisario de Chamical, Benito Domingo Vera, considerado uno de los asesinos y la persona que hasta hace tres días estaba excarcelado y en libertad.

Si los parentescos determinan los linajes, en La Rioja explican la reproducción de la impunidad que estos hombres volvieron a poner en escena enseguida. Apenas todo empezó, el abogado de Vera, Juan Carlos Pagotto, la voz cantante de los defensores, pidió la suspensión del juicio porque la llegada de Menéndez obliga a un colega a ponerse al día. El TOF lo paró. Comenzó la audiencia. Se leyeron los cargos, pero Pagotto poco después volvió a la carga.

En ese andamiaje que opera abajo del juicio, Vera es el hermano de un camarista de Chamical y su abogado, hermano de un juez del Tribunal Superior de Justicia. Cuando los miles de recursos que presentó su abogado para salvarlo cayeron sin consideración, Vera llegó el martes a ser evaluado al hospital público de La Rioja. El director del hospital es hijo de otro juez del Superior Tribunal y el juez a su vez es hijo de un intendente de la dictadura. Los abogados de la secretaria de Derechos Humanos y la querella del equipo de Viviana Reinoso creen que si no conseguían un médico de parte, el juicio volvía a caer. No consiguieron un doctor en La Rioja. Acudió el médico Hugo Daniel Barrionuevo, de Catamarca.

“¡Cómo te meten en la amansadora para cansarte!”, suspiró un ex detenido en la puerta del Tribunal, en el ir y venir de ambulancias. Las organizaciones presionaron desde la calle: “¡El juicio sí se hace!”, cantaban. Cuando llegó el ministro de Justicia, le gritaron: “¡Queremos justicia!”. Cuando la policía corrió de un lado a otro, se oyó: “¡Yo sabía! ¡Yo sabía! ¡Que a Angelelli lo mató la policía!”.

Lucía Maraga entró cuando las puertas se abrieron. “El juicio es muy importante”, dijo ella, que es ex detenida política. “Se llega por fin a los que empiezan a ser los autores intelectuales; lo que pedimos es que se los condene a cárcel común, pero también que se siga con los otros responsables de este crimen, entre los que están los militares y civiles.” Apretó la mano de una compañera. “Espero volver entera”, le dijo.

Al final, el juicio se suspendió por tres días. El TOF aceptó el pedido de Pagotto. El fiscal federal Carlos Gonella se opuso, también las querellas, pero creen que la decisión esta vez fue, por lo menos, técnicamente correcta. “En definitiva se abrió el debate –dijo Gonella– y esto ya no tiene vuelta atrás.”
Fuente:CasaPueblos
Envío:Andrea Benítes-Dumont
HERMANA DE CURA ASESINADO ESPERANZADA EN LA JUSTICIA 
16 de agosto de 2012 
Marta Murias, hermana de Carlos Murias, uno de los "mártires del Chamical", afirmó hoy que está esperanzada en la justicia aunque lamentó que en estos 36 años que pasaron desde el asesinato de su hermano muchos de los cientos de testigos se han ido muriendo, a horas del inicio del juicio por el asesinato de su hermano y otro sacerdote durante la dictadura militar. 

Quisiéramos llegar a ver justicia, imploró al borde del llanto, en diálogo con Télam mientras se manifestaba junto con miembros de organismos de derechos humanos en la entrada del Superior Tribunal de Justicia de la provincia, ubicado en la Avenida Perón al 200, en la capital provincial. 

En la misma línea, manifestó su indignación porque los genocidas están más cuidados que nosotros al señalar que los acusados han logrado postergar el inicio del juicio oral en más de una oportunidad y que ella, y otros familiares, a estas horas no sabe si accederá a la autorización ingresar al recinto para presenciar la audiencia pública.
Fuente:Telam

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