“Lo que está en juego es la libertad femenina”
En conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Página/12 entrevistó a la referente del feminismo para repasar la agenda pendiente en el camino a la igualdad de género en el país. La despenalización y legalización del aborto es el tema prioritario, sostiene.
Por Mariana Carbajal
“Se necesita vivir en democracia para que las demandas femeninas aparezcan”, dice Birgin.
“Las feministas no mordemos”, le dice con ironía Haydée Birgin al fotógrafo del diario, que acaba de llegar a su casa y pregunta si puede escuchar la entrevista. “¿Por qué no vas a poder escuchar?”, quiso saber esta cronista. No es una pregunta que suelen hacer los fotógrafos. “A lo mejor me toman como espía”, respondió él, con cierta sorna. La escena, una anécdota pequeña, muestra los prejuicios y estereotipos que persisten todavía en la sociedad cuando hay delante una mujer que, como Haydée Birgin, se define como feminista. En conmemoración del Día Internacional de la Mujer, este diario conversó con ella para repasar la agenda pendiente en el camino a la igualdad de género en el país. Desde su mirada, la despenalización y legalización del aborto es el tema prioritario. Las resistencias a debatirlo, opina, tienen que ver con que no se trata de un tema de igualdad, sino que atañe directamente a la libertad de las mujeres. “La criminalización del aborto es el límite al ejercicio de la libertad. A vos te pueden dar cantidad de medidas para avanzar en la igualdad, pero el derecho a decidir, no. El punto en juego es la libertad femenina”, dijo durante la entrevista.
Las plantas están recién regadas. En el living de su departamento, un quinto piso frente al zoológico, en Palermo, abundan las macetas. Referente en materia de equidad de género, Birgin es abogada y socióloga, con una larga trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres tanto en su labor profesional privada como en el sector público. La hipocresía de los sectores conservadores a la hora de ampliar los derechos sexuales y reproductivos es algo que le indigna. “Hace algunos años, una asesora del senador Ramón Puerta, que era miembro del Opus Dei y había sido funcionaria de Salud durante el gobierno de Menem, me dijo: ‘¿Vos sabés cuál es el sector social que se hace más ligaduras de trompas? Los sectores más católicos. Porque así tienen que confesarse una sola vez’”, recuerda.
Le molesta que la feliciten por el Día de la Mujer. Y se enoja con las publicidades sexistas que encasillan a las mujeres como amantes de los shoppings. No es que a ella no le guste comprar. El punto es el mensaje que transmiten y el lugar en que colocan a las mujeres.
Birgin fue una de las primeras especialistas en América latina que vio el problema de la violencia hacia las mujeres más allá del delito penal, y se preocupó hace muchos años por promover lo que luego serían las leyes de “protección de la violencia familiar”, habilitando la intervención rápida y cautelar de la Justicia civil, que podría actuar con más rapidez y menos restricciones que los jueces penales, para imponer órdenes de protección y medidas de no acercamiento. Cuando la contracepción quirúrgica estaba prohibida salvo indicación médica –y aun así era difícil acceder a esa práctica hasta que se legalizó en 2006—, litigó para conseguir ligaduras a mujeres que las necesitaban. El otro gran tema que puso en discusión fue el acceso a la Justicia como garantía de equidad.
“El tema del feminismo –dice– está totalmente imbricado con la política. Cuando tenés una política democrática sube el feminismo. Creo que en la Argentina el feminismo no prendió, salvo ahora, porque tenía que ver con la historia no democrática del país. En los países de Europa el feminismo creció con la política, pero tenían democracias estables. Nosotros saltamos de dictadura en dictadura. No había tiempo de consolidar eso”, dice Birgin.
–¿Cómo analiza este momento en términos de la situación de las mujeres?
–En lo que se creció una barbaridad es en lo que las italianas dicen es “el fin del patriarcado”. Ya ninguna mujer piensa que está bien que la discriminen o la golpeen. Lo cual no significa que no la sigan discriminando o golpeando. Pero ya nadie cree que eso es correcto o está bien. Creo que el feminismo en la Argentina avanzó en eso, en la toma de conciencia. Pero de ahí a irradiar... falta mucho.
–Se instaló en la agenda pública...
–Se necesita vivir en democracia para que las demandas femeninas aparezcan. Si no, no hay espacio. Cuando yo llegué a México había un movimiento de mujeres importante, ni hablemos en Perú y en otros países de América latina. Y me impactó mucho cuando volví a la Argentina, porque acá no había nada. Y fue en ese momento que fundamos Lugar de Mujer.
Lugar de Mujer ocupaba el quinto piso del famoso edificio de los 70 balcones, en Corrientes y Pueyrredón. Se trató de uno de los primeros espacios de producción y de debate de ideas feministas que se abrieron con el regreso a la democracia. Durante el gobierno de Alfonsín, Birgin fue coordinadora de la Unidad de Planeamiento de la Subsecretaría de la Mujer.
Esta abogada de hablar recio, nació y creció en un hogar de clase media porteño, donde tanto su padre –dueño de una papelería comercial– como su madre –ama de casa– le inculcaron desde chica que tenía que estudiar para trabajar y trabajar para tener independencia económica. Con ese mandato ingresó en 1958 a la Facultad de Derecho en la UBA. “La gente cree que yo era feminista en la facultad. La verdad es que no fue así. Siempre fui muy reivindicativa. Yo peleaba los espacios de la mujer. En los centros de estudiantes, las mujeres siempre ocupaban el lugar de secretaria de actas. Cuando a mí me tocó ser candidata a algo peleé no ser secretaria de actas. Entonces, fui tesorera. Lo mismo cuando fue la primera toma contra los fascistas en la facultad, vienen y dicen: las mujeres no participan. A mí me dio un ataque. Las únicas dos que protestamos fuimos una amiga y yo. La gente se acuerda de esas cosas y me asocia como feminista.”
Su entrada al feminismo, recuerda, vino de la mano de la historiadora española y activista Marysa Navarro. “Ella empezó a venir a la Argentina y juntaba gente para que escucharan sus charlas. Eran fines de los ‘60, había pasado el Mayo Francés. Pasé muchos años encontrando dentro del marxismo una explicación que me permitiera definir el feminismo. Fue un delirio. Después vino el Año Internacional de la Mujer, en 1975, y decidimos formar un grupo”, sigue Birgin, mientras saborea una bay biscuit que ablanda en su taza de café. En ese grupo, cuenta, estaba Mimi Langer, vienesa, peleó en la Guerra Civil Española, se exilió y fue pionera del psicoanálisis en la Argentina. “Estuvimos reunidas un año y no fuimos capaces de escribir una página. Después algunas nos fuimos. Y el grupo se deshizo.” Birgin y su entonces esposo –diputado– junto a su hija tuvieron que dejar el país perseguidos por la Triple A y se instalaron en México. Entre 1973 y 1976 fue secretaria del bloque de la Alianza Popular Revolucionaria (APR). En México profundizó su vínculo con el feminismo. “Yo llego a México, y me dice Langer: ‘Acompañame a una reunión con las feministas’. Era el grupo de Marta Lamas. Sin ese grupo no sé si yo hubiera sobrevivido en el exilio”, dice Birgin, agradecida por la camaradería que encontró en esos vínculos que todavía cultiva. “La Langer quería que yo les contara a las feministas cómo se podía tener una relación de amor que te potenciara. Porque las chicas en esa época se proponían compartir un tipo para no perder tiempo. Porque pensaban que los hombres te hacían perder mucho tiempo”, recuerda, divertida. Su relación de pareja no la había retraído, sino todo lo contrario: había potenciado su actividad política.
–¿Cuál es la agenda de género pendiente?
–En primer lugar, la despenalización y legalización del aborto, porque el aborto se sigue cobrando muertes a patadas. Y me parece un tema de hipocresía. En segundo lugar, las políticas de cuidado. La gente de escasos recursos no tiene dónde dejar a los chicos para ir a trabajar. Que haya más guarderías, más jardines maternales.
–¿Por qué piensa que cuesta tanto instalar en el Congreso el debate sobre el aborto?
–Porque el tema de las mujeres no es la igualdad, sino la libertad. Y la criminalización del aborto sería el límite de ejercicio de la libertad. A vos te pueden dar cantidad de medidas para la igualdad, pero el derecho a decidir no lo quieren otorgar. El punto es la libertad femenina.
Las actividades para hoy
- De 10 a 13, en el Parque Rivadavia, Feim en conjunto con la Comuna 6 realizará una jornada de intervenciones artísticas.
- A las 11: presentación del libro Violencia de género y las respuestas de los sistemas penales, compilado por Encarna Bodelón, en la Defensoría General de la Nación. Participará Daniela Heim, de la Universidad Nacional de Río Negro, y una de las autoras incluidas en la publicación. Avenida Callao 970, PB, CABA.
- Desde las 14: homenaje a las mujeres en el Espacio Memoria. Ciclos de cine, teatro e intervenciones artísticas. Las actividades arrancan hoy y continúan todo el mes. A las 19, en el ECuNHi se proyectará Aborto Clandestino, crucifixión democrática, de Colectivo Elsa Torres; el 15, Vidas privadas, del Grupo Chaya, sobre la trata de personas, desde una perspectiva de género y derechos humanos, y el 22, Lesa Humanidad, de Luis Ponce y Secretaría de DD.HH. de Córdoba.
- A las 16: Conferencia Género y Justicia. Expositores: la vicepresidenta del Consejo de la Magistratura de la Nación, Stella Maris Córdoba; el defensor general de la Ciudad, Mario Kestelboim; la coordinadora Nacional de Políticas de Género del Inadi, Cecilia Lipszyc, y la periodista Mariana Carbajal. Organiza la Representación Institucional de la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires ante la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema. En Libertad 1046, CABA.
- A las 18, la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales presenta el libro Mujeres científicas de las Américas y la exposición sobre El rol de la mujer en la ciencia, donde se destacará la figura de Eugenia Sacerdote de Lustig. En Avenida Alvear 1711, piso 4º.
- A las 21: En el nombre de Raquel. Teatro Municipal de Lomas de Zamora
Un amparo de la UCR
La Unión Cívica Radical presentó ayer un amparo colectivo en representación de todas las mujeres que en el país son víctimas de la violencia de género para que el Consejo Nacional de las Mujeres “cumpla con las obligaciones que le fueron impuestas por la ley 26.485, de protección integral contra la violencia hacia las mujeres en todos los ámbitos de sus relaciones interpersonales”. La norma fue aprobada en 2009 y reglamentada por la presidenta Cristina Fernández un año después, pero todavía no se implementó en su totalidad.
La presentación fue hecha por el presidente de la UCR, Mario Barletta, la titular de la Convención Nacional, Lilia Puig de Stubrin; el presidente del bloque de Diputados, Ricardo Gil Lavedra; los diputados Manuel Garrido, María Luisa Storani, Ricardo Alfonsín y Juan Pedro Tunessi, entre otros. Storani destacó la importancia de la ley. “Esta ley buscó adecuar la normativa interna a los tratados internacionales de derechos humanos que rigen en materia de violencia de género e implica un cambio de paradigma en tanto aborda la temática de la violencia de género desde una perspectiva infinitamente más amplia y abarcativa de la que hasta ahora existía en la legislación argentina”. Sin embargo, Barletta advirtió que “a casi cuatro años de sancionada la ley, el Consejo Nacional de las Mujeres no está cumpliendo con la mayoría de sus obligaciones previstas, a pesar de encontrarnos ante una situación alarmante en lo referente a la violencia contra las mujeres, que día a día son víctimas del maltrato de los hombres”. Garrido, patrocinante de la causa, enfatizó que “el Consejo de las Mujeres no cuenta con un Plan Nacional de Acción para la prevención, asistencia y erradicación de la violencia, tal como lo obliga el artículo 9º de la ley”.
Fuente:Pagina12
El día que me quiera
Por Juan Forn
Natalia Ginzburg se creía una inútil. Los nazis acababan de matarle al marido antes de abandonar Roma, tenía tres hijos que alimentar no sabía cómo, rodaba de casa en casa de parientes y almas caritativas, creyó que era por pura lástima cuando los dos mejores amigos de su marido muerto le ofrecieron trabajo en la editorial que él les había hecho inventar antes de la guerra, porque lo único que había querido en vida (además de combatir al fascismo) era que en Italia se pudiera algún día leer a sus amados rusos traducidos como dios manda. Así se había enamorado Natalia de su marido Leone Ginzburg, cuando lo vio junto a aquellos dos amigos sentados alrededor de una estufa en una infame habitación de hotel en Turín, inventando la mejor editorial de todos los tiempos. La historia es conocida: en 1934, tres amigos se sofocaban en la Italia fascista, dos de ellos sabían escuchar incluso cuando estaban ensimismados en sus insaciables lecturas, uno adoraba la literatura rusa y el otro la literatura yanqui, el tercero rebasaba de energía y no tenía un gramo de paciencia, así que convenció a los otros dos de que se pusieran a traducir la mejor literatura rusa y la mejor literatura yanqui y él se encargaría de publicar esos libros y cambiarle la cabeza a Italia. Era un plan hermoso, a pesar de Mussolini. Empezaron con Moby Dick y Los hermanos Karamazov, iban a seguir con Tolstoi y Chejov y Hemingway y Faulkner, pero vino la guerra. El mandón, que se llamaba Giulio Einaudi y le había puesto su apellido a la editorial, debió escapar a Suiza. Leone se ocultó en las montañas de Abruzzo con Natalia y sus hijos. El tercer amigo, que era Cesare Pavese, fue el encargado de mantener la editorial en marcha (tan luego él, que había escrito, en su poema más famoso: “Trabajar cansa”) y ofrecerle aquel trabajo a Natalia, cuando logró ubicarla en el jubiloso caos que siguió a la retirada de los nazis. Pero ella creyó que se lo ofrecían de lástima, porque se creía una inútil, una perezosa sin remedio con el corazón roto y tres hijos que criar.
Trató de hacerse invisible en un escritorio del fondo, iba a trabajar cada mañana como iba por la tarde a la consulta de un viejo psicoanalista austríaco al que la habían mandado para que no se derrumbara. Por pavor a la pereza trabajaba con furia, incluso pidió una llave para poder ir los domingos a la oficina, pero se seguía creyendo una inútil. Hasta esas cositas que escribía a la noche, después de acostar a sus hijos, le parecían insignificantes, aunque las seguía escribiendo igual. Años después, en un librito monumental llamado Las pequeñas virtudes, confesó: “A veces pienso que no he sido desgraciada en mi vida, que soy injusta cuando acuso al destino de haber tenido tan escasa benevolencia conmigo, porque me ha dado mi oficio. No podría imaginar mi vida sin él. Ha estado siempre ahí, no me ha dejado nunca, cuando lo creía dormido su mirada vigilante estaba puesta en mí. Nunca fue un consuelo, una distracción, una compañía. Es un amo. Hay que tragar saliva y lágrimas, apretar los dientes y servirlo, cuando él nos lo pide. Entonces nos ayuda a mantenernos en pie, a vencer la locura, la desesperación y la fiebre. Pero debe ser él quien manda, debemos saber que se negará a prestarnos atención si se la pedimos. Sé muy bien que soy una escritora pequeña. Si me pregunto ¿escritora pequeña como quién?, me entristece pensar en otros nombres, así que prefiero creer que nadie ha sido nunca como yo, por pequeña que sea, aunque como escritora sea una pulga o un mosquito”.
En aquellos primeros años de posguerra en que se sentía la más inútil en las oficinas de Einaudi, estaba haciendo una de las mejores traducciones que existen de los dos primeros tomos de En busca del tiempo perdido de Proust. Cuando Pavese se suicidó poco después, fue la única que supo hacer ver silenciosamente a los demás cómo debía sobrellevarse esa pérdida irreparable. Incluso cuando le dijo a Primo Levi que no era momento aún de publicar Si esto es un hombre (en 1946, a un año y meses de la muerte de su marido judío a manos de los nazis), resultó tener razón, de una amarga pero visionaria manera (Levi lo publicó en otra editorial, el libro pasó inadvertido, Einaudi lo rescató en los años ’50 y lo leyó el mundo entero). Pero seguía creyéndose una inútil. Pensaba que no servía ni como paciente de aquel viejo junguiano (aunque con los años, mucho después de haber dejado esa terapia, descubrió que en los momentos difíciles se hablaba a sí misma en su cabeza con suave acento austríaco). Se creía sorda a la música, también a la política, al valor del dinero, a la realidad: siempre trataba de prestar atención, pero siempre terminaba perdiéndose en sí misma, en sus ensoñaciones. Sólo entendía el pasado: sólo entendía lo que rememoraba, lo que había vivido, lo que había perdido.
En un opaco departamento del opaco Londres de los años ’50, adonde había ido a acompañar a su segundo marido (un buen hombre que la ayudó a criar a sus hijos), una vez más sin saber qué hacer, una vez más sintiéndose una inútil, agarró una lapicera y escribió casi de corrido Las pequeñas virtudes y Léxico familiar, dos libritos que son casi uno solo, dos libritos engañosamente insignificantes. Toda la Italia de preguerra y de posguerra está ahí, en pequeñas viñetas de vida fulgurante, contadas por la inútil de la casa, la menor de cinco hermanos que no mandaron al colegio para que no se contagiara enfermedades, que se convierte en la recién casada que se electrifica sin entender del todo cuando oye a su marido y a Pavese inventar el futuro al lado de una estufa, la madre torpe devenida viuda de guerra que quiere hacerse invisible en las oficinas de Einaudi, la mujer de mediana edad que contempla todo eso desde una anónima ventana nocturna londinense, lapicera en mano, y escribe: “En cuanto vemos nuestros sueños rotos, nos consume la nostalgia por el tiempo en que bullían dentro de nosotros, porque nunca fueron parte de la realidad, pero eran parte de nosotros”. La que escribe: “Sólo detesto las cosas oscuras cuando siento que detrás de su oscuridad no hay nada, porque cuando la desesperación humana se nos ofrece de verdad, no sentimos náusea o extenuación sino que nos sentimos transportados a lo más alto de una ola, el horror y el esplendor aparecen acoplados y unidos, y un acoplamiento semejante genera acoplamientos infinitos, infinitas mezclas y similitudes”.
Nada le sorprendió más que descubrir, con los años, que sus libros, sus libritos, eran útiles, en el sentido más profundo de la palabra, para miles y miles de personas. No lo digo yo: lo dijeron desde Pasolini a Italo Calvino, pasando por Fellini y Sciascia y todas las paradas intermedias. Pero ella nunca se lo creyó del todo, siguió escribiendo hasta su muerte con la esperanza de aclarar el malentendido, no se dio cuenta de que lo había explicado inmejorablemente, cuando en aquella ratonera de Londres en los años ’50 escribió: “Conocemos bien nuestra cobardía y bastante mal nuestro valor”.
Fuente:Pagina12
08.03.2013
Tiempo atrás, el Día de la Mujer era una fecha donde a ellas se las homenajeaba con flores, bombones y cartas.
Para este año, la ONU propuso renovar la lucha contra la violencia de género y desde INFOnews las homenajeamos con historias de mujeres que representan orgullosamente al género.
Por: Cecilia Toledo
Se las acusó de ser el sexo débil, se las remitió exclusivamente a las tareas del hogar, se las privó de ejercer derechos como ciudadanas y se las sometió y violentó incansablemente. Pero no pudieron con ellas, y a lo largo de la historia demostraron que las diferencias nos hacen diversos, pero ni mejores ni peores. En honor a esas luchas, desde INFOnews decidimos homenajear a las mujeres en su día. A las de carne y hueso, a las que van para adelante, las pujantes y las que diariamente aportan su trabajo para un mundo más justo e igualitario.
Mujeres en la calle
María Rosa “La Negra” Bonati, maneja el 1414 y habla con conocimiento de causa: “Hace 3 años que trabajo como taxista. Cuando empecé había alrededor de 15 mujeres, y hoy somos más de 120 en las calles de La Plata”, cuenta la mujer que se abrió paso en un mundo donde lo masculino domina. Pero ojo, contradiciendo todo tipo de pronóstico estadístico sobre mujeres al volante, los pasajeros las prefieren.
“La Negra” Bonati, con su coche 1414
Pero no hay frutos sin espinas, y como sucedió con todos los espacios que fueron conquistando las mujeres, la resistencia estuvo presente. “Al principio fue un poco chocante para el resto. Como no hablaba con nadie, me enteré que pensaban que era lesbiana. Con el tiempo comencé a relacionarme con algunos compañeros, y ahí empezaron a decir que era una atorranta. Un día me agarraron cruzada, y adelante de 60 chóferes les dije de todo. Desde ese momento, para mis compañeros soy La Negra”, relata la primer mujer que se inmiscuyó entre los trabajadores taxistas de la capital bonaerense. Y, claro, supo conquistar terreno.
Identidad femenina
Claudia Vázquez Haro es la primera transexual extranjera que obtuvo el nuevo DNI con su verdadera identidad: la de mujer, y hoy será su primer Día de la Mujer con una acreditación que responde a su género.
Como el resto del colectivo trans, además de sentirse incluida en el universo femenino, Claudia asegura que el vínculo con las mujeres siempre ha sido muy bueno. “Son ellas las que más entienden la cuestión del género, porque fueron siempre invisibilizadas y saben lo que es la discriminación. En Argentina, el feminismo ha acompañado la lucha por la diversidad. Son las que nos abrieron el camino”, aseguró la mujer que se desempeña como directora del Observatorio de Género y Diversidad en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata.
Claudia Vázquez Haro, directora del Observatorio de Género. UNLP
La ciencia tiene cara de mujer
Por imposición del imaginario machista, o por inseguridad de las propias mujeres, se instaló la idea de que el éxito laboral y el proyecto de formar una familia son incompatibles, por lo que se debe elegir entre uno y otro camino. Pero son muchas las mujeres que vienen a refutar tan tremenda hipótesis. Ruth Ladenheim, es una de ellas, y según contó a INFOnews además de ser una reconocida científica que se desempeña como Secretaria de Planeamiento y Políticas, en el Ministerio de Ciencia y Tecnología, tiene tres hermosas hijas.
Ruth Ladenheim, Secretaria de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia y Tecnología
08.03.2013
Opinión
Una larga historia de luchas y conquistas
La lucha por los derechos de las mujeres en la Argentina empezó a fines del siglo XIX, principios del XX, con la lucha de las mujeres universitarias. Les fue muy difícil el ingreso y entonces formaron la Asociación Universitarias Argentinas, para ayudarse a entrar a las facultades y luego a ejercer las profesiones. Porque hasta 1926 las mujeres no tuvieron derechos civiles, eran consideradas como incapaces y menores. De la tutela del padre, cuando se casaban pasaban a la del marido, de manera que resultaba absurdo desde ese punto de vista que existiera una mujer médica o abogada, aunque al mismo tiempo era una incapaz.
Por: Araceli Bellotta
En esta asociación estuvieron Cecilia Grierson, primera médica de la Argentina, Julieta Lanteri, Elvira Rawson, entre otras. Esa fue la primera agrupación feminista del país y fue la que convocó, en 1910, para el Centenario, al primer congreso feminista internacional, donde se presentaron de todo el mundo y expusieron sobre distintos temas y aspectos, como sociología, medicina, educación, y demás.
Al mismo tiempo, las socialistas, como Alicia Moreau, se lanzaron pidiendo el derecho del voto y Julieta Lanteri fundó el Partido Feminista Nacional, en 1919, presentándose a elecciones nacionales como candidata a diputada, compitiendo con los varones. Por supuesto, sabía que no iba a conseguir su banca, pero lo tomaba como una oportunidad para reclamar el derecho del sufragio. Las socialistas organizaron en 1920 ensayos de voto. El día que había elecciones, armaban una mesa con todo igual: presidenta, fiscales, etcétera. Allí votaban las mujeres pero obviamente no eran consideradas en el escrutinio. Muchos se mofaban en los diarios y decían que ellas jugaban al voto como de chicas jugaban a las visitas.
Lanteri se presentó a elecciones hasta 1930, cuando el golpe de Estado suprimió los escrutinios, y murió en un extraño accidente en 1932. Todo indica que la asesinaron: la atropelló un auto en plena tarde. Era Uriburu persiguiendo a todo lo que no era él mismo.
Tuvieron que esperar hasta 1947, con la promulgación de la ley 13.010, para obtener ese derecho al voto, por el cual habían peleado.
En 1926, la ley del socialista Mario Bravo, les había otorgado los derechos civiles. Las mujeres votaron por primera vez en 1951 porque antes había que empadronarse. Fue una enorme y larga lucha. Después hubo que pelear para el ingreso a los partidos.
Había algunos hombres acompañando estas luchas. En el caso de las socialistas, tenían sus compañeros al lado: Alfredo Palacios, Mario Bravo, Nicolás Repetto. Pero Lanteri y Rawson no tenían compañía para eso. Con la llegada del peronismo, la mujer ingresó a la Cámara de Diputados y de Senadores de la Nación, y también a las provinciales.
08.03.2013Perla Prigoshin, Mabel Bellucci, Manuela Castañeira y Malena Pichot analizan avances y retrocesos en clave de género "Este día no es para que te regalen flores, sino para reforzar la lucha"
Feministas con distintas miradas coinciden en que el 8 de marzo debe convertirse en una jornada de reivindicación de derechos, y se alejan del concepto mercantilista. Señalan al aborto legal como la prioridad a conseguir en breve.
Por: Florencia Halfon-Laksman
Algunas militan en el feminismo por una historia personal. Otras lo hacen por haberse conmovido con vivencias de sus colegas de género. Hay quienes se pronuncian en contra de que esa lucha esté institucionalizada, y también existen aquellas que celebran los logros obtenidos con el apoyo del Estado. En lo que coinciden todas las feministas, sin una mínima vacilación, es en la importancia de que exista el Día de la Mujer, pero no para recibir regalos, sino para salir a la calle a visibilizar los reclamos, ya que lo que se conmemora es la lucha de 129 trabajadoras que, por pelear por sus derechos, murieron quemadas, al ser encerradas en una fábrica textil de Nueva York, en 1908.
"Si me dan una rosa, se las tiro por la cara", sienta posición Mabel Bellucci, activista feminista queer ("raro", en inglés), y explica dicho adjetivo del siguiente modo: "Yo no veo malos a los hombres y buenas a las mujeres. Lo que más cuestiono es la heterosexualidad obligatoria como régimen político."
Bellucci empezó a militar a comienzos de los años '80, en el retorno de la democracia, cuando se trataba de un "feminismo salvaje, primitivo", según su propia descripción. "Estaba todo por hacerse –describe–. Ahí me vinculé con militantes, y Graciela Maglie, guionista de cine, me preguntó si era feminista. '¡No!', le dije, y me preguntó qué cosas defendía. 'Los derechos de las mujeres', respondí. 'Entonces sos feminista', me aseguró."
Bellucci considera que para ser feminista es necesario vivir en carne propia algún tipo de discriminación, y por ello advierte: "Las mujeres estamos mucho más propensas a vivir la desigualdad, la opresión."
Para Perla Prigoshin, a cargo de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género (Consavig), que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, "todavía es importante que haya un Día de la Mujer y que exista el cupo femenino en distintos espacios", y argumenta: "Todas las medidas de discriminación positiva me parecen bien porque estamos muy lejos de la igualdad. Lo que me parece mal es el contenido que se le intenta dar, como un día de festejo, de desfile de modelos. Eso es una mezcla de ignorancia y mala fe, porque desvirtúa el verdadero sentido del día y lo transforma en una pelotudez frívola."
El feminismo de Prigoshin comenzó en los '70. "Fui víctima de una violación en mi matrimonio. Me escapé con mis hijos y, a los 40 días, me di cuenta de que estaba embarazada. Aborté en el departamento de una partera, con dinero prestado por una tía y acompañada por mi mamá. Al despertar, además de angustia por la clandestinidad, lo primero que pensé fue en pelear para que no le pase a ninguna otra. Entonces, sin saber que así se llamaba, me convertí en feminista."
Desde los medios de comunicación, la guionista y comediante Malena Pichot milita la causa. Lo hizo, por ejemplo, en el programa televisivo Duro de domar, y ahora lo hace en FM Nacional Rock. Se considera feminista y, en sintonía con sus compañeras de lucha, dice: "Me parece bien que exista este día para la concientización, pero el discurso machista tuerce el mensaje y se usa para vender flores y bombones."
Pichot recuerda que su primera reflexión feminista se le presentó mientras miraba un programa: El show del Clío. "Pasaron una publicidad inglesa de toallitas, en la que una mujer se encontraba junto a un gran manchón de sangre, como si hubiera matado a alguien. Se escuchaban sirenas de la policía, ella ponía una toallita sobre la escena del crimen, que absorbía la sangre y, con ello, las pruebas. Quedé fascinada ante la posibilidad de mostrar a la mujer de cualquier otra manera, en vez de a esa etérea retardada que danza en jeans blancos cada vez que se indispone", detalla.
Sobre las feministas de hoy y de otros tiempos, Pichot habla de una diferencia puntual: "En los '60, la liberación femenina estaba signada por lo sexual. El machismo logró torcer esa consigna. Ahora, más que liberada sexualmente, representa al sexo. O sea: la mujer no tiene sexo, sino que es el sexo, y desde ese lugar se cosifica a nuestros cuerpos." Considera que "las conquistas han sido pocas" y advierte: "Las mujeres tenemos enemigos en nuestro propio equipo: somos machistas, que es lo mismo que un judío nazi."
A Manuela Castañeira, de la agrupación de mujeres Las Rojas y el Nuevo Mas, la hizo militar el caso de Romina Tejerina, la joven que fue presa por haber matado a la beba que tuvo como producto de una violación. Tomó la bandera por la libertad de Tejerina y por el aborto legal, una lucha de todas las feministas consultadas por Tiempo Argentino y que será el principal reclamo en las movilizaciones de hoy en el país.
Perla Prigoshin adhiere, y suma "la fertilización asistida paga por el Estado y la búsqueda por igual remuneración por tareas del mismo valor. Ahí se juega algo que parece estructural del hombre, que es ser el más poderoso."
Al igual que Pichot, Manuela suma a esa lista "la lucha contra las redes de trata y la violencia", y cree que "en muchos sectores de la sociedad hay más conciencia de que la diferencia entre mujeres y varones no debe traducirse en desigualdad", pero, como sus compañeras, considera que "no se ha eliminado para nada el sistema patriarcal". Castañeira menciona como un logro que se llegara a "la conclusión de que las mujeres no llevan en la biología ser sumisas, sensibles, y con instinto maternal. Eso es una construcción social."
Sobre la participación de los gobiernos, Bellucci sostiene que "lo institucional te encorseta, te impone la agenda. Siempre va a haber temas que le van a resultar ríspidos al régimen." Perla propone: "Tenemos que trabajar con los hombres para que construyan masculinidades alternativas a la hegemónica. Que puedan sentirse hombrecitos aunque no manejen el control remoto, ni tengan el pene todo el tiempo erecto, ni se sienten con amigos a hablar de 'las brujas'".
cuestión de lenguaje
"Me subleva que las mismas mujeres hablen en masculinos. Que digan 'uno', en vez de decir 'una'. Yo uso 'todos y todas', para democratizar el lenguaje. ¿Por qué tiene que ser una hegemonía masculina?", cuestiona la activista Mabel Bellucci.
Para Perla Prigoshin, de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género, "la solución merece un debate", y analiza: "Es cierto que esto, o usar 'x' en lugar de la vocal puede resultar tedioso. Pero hay tantas cosas tediosas a las que nos sometemos, que me llama la atención esta preocupación. Es una violencia simbólica. Si ni siquiera nos nombran, ¿cómo nos van a respetar?".
Manuela Castañeira, de Las Rojas, ofrece otro punto de vista: "Creo que la opresión no la vamos a terminar porque hablemos diferente. Sí está bueno reconocer que las mujeres estamos presentes, por eso siempre tratamos de incluir a 'las compañeras y los compañeros'. Me preocupan más los dichos peyorativos machistas. Odio que digan 'no seas maricón' o 'maricona'". Malena Pichot aclara que comprende que el lenguaje refleja en su morfología el discurso hegemónico masculino, aunque reconoce: "La utilización de esa reforma morfológica aleja a la gente que no entiende ni sabe nada de nuestra causa. Creo que para explicarles nuestro mensaje a los que no nos entienden, esa estrategia (la de utilizar '@' o 'x' para señalar un genérico) es contraproducente."
Fuente:TiempoArgentino
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