8 de marzo de 2013

En "Género y poder", María Sondereguer cruza violencia de género y terrorismo de Estado.

07.03.2013El volumen fue editado por la Universidad Nacional de Quilmes
En "Género y poder", María Sondereguer cruza violencia de género y terrorismo de Estado
María Sondereguer, compiladora del volumen "Género y poder".
Por Milena Heinrich 
La violencia de género en el marco de terrorismos de Estado y conflictos armados, una perspectiva ignorada por la Justicia durante años que hoy se considera crimen de lesa humanidad, es develada por la compiladora María Sonderéguer en el libro "Género y Poder", un conjunto de investigaciones que reflexionan sobre el impacto diferenciado entre varones y mujeres. Publicado por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI), el volumen reúne 11 estudios que ponen de relieve los avances de la jurisprudencia internacional, interamericana y argentina, a cargo, entre otros, de la ministra de la Corte Suprema Carmen Argibay, las abogadas Inés Weinberg de Roca y Lorena Fries, la politóloga Miranda Cassino y la psicóloga Victoria Hurtado.

"El género es un concepto relacional y posicional que nos informa de una estructura en la que los lugares de la femineidad, o de quienes muestran los signos de ésta, se subordinan respecto de quienes sostienen los atributos de la masculinidad", explica la académica Sonderéguer a Télam.

Hablar de género es hablar de relaciones de poder, de ahí que esa estructura patriarcal se traduzca en un valor diferencial entre las personas. Esa distinción -que aún hoy se perpetúa- fue constante en las prácticas represivas y recién hace pocos años fue reconocida como crimen contra la humanidad.

En el caso de Argentina, la compiladora se remonta al primer Juicio a las Juntas cuando "las violencias de género quedaron subsumidas en la figura de tormentos y distintas vejaciones".

"En los 80 la violación sexual estaba tipificada como `delito contra la honestidad` -repasa- y recién en 1999 se la tipificó como delito contra la integridad sexual`". Esta falta de distinción inicial es el punto de partida del volumen, que traza la incorporación de la perspectiva de género en la investigación de violaciones sistemáticas a los derechos humanos en Tribunales de todo el mundo, como los de Ruanda y la entonces Yugoslavia.

A partir de este viraje jurídico "se permitió caracterizar la violencia sexual en el terrorismo de Estado como una violación específica de los derechos humanos, un delito autónomo diferenciado de los tormentos; y en 1998 el Estatuto de la Corte Penal Internacional la tipificó como crimen de lesa humanidad".

Apenas declaradas inconstitucionales las leyes de impunidad, los Tribunales consideraron a las violaciones, abusos y otras formas de sometimiento sexual como prácticas sistemáticas.

En 2010 la Justicia de Santa Fe estableció la violación como delito de lesa humanidad; y en Mar del Plata se la distinguió por primera vez de los tormentos y se dictaminó que "para probarlo bastaba con los testimonios de las víctimas", señala Sonderéguer.

-Télam: ¿Cómo leer la violencia de género en ese contexto?

-Sonderéguer: En esta suerte de `tributo` sexual del cuerpo que se expresa en las violencias de género se cristaliza una privación de derechos que responde a una lógica de larga duración. Las violencias sexuales en el terrorismo de Estado no fueron resultado de decisiones individuales ni necesariamente respondieron a directivas específicas: fueron un modo de dominación y se explican como un dispositivo disciplinario. Los abusos sexuales informan del desposeimiento de las mujeres, del enfrentamiento de varones, del reforzamiento del estatus masculino. Para comprender los significados de esa violencia tenemos que interrogar la dinámica jerárquica de las relaciones de género. Los mecanismos de confirmación o restitución de un orden de estatus pueden ser `invisibles` y expresarse en modalidades de control económico o afectivo, en estereotipos o manifiestos, hasta llegar a la agresión y la violencia física.

-T: ¿Cómo se expresa hoy?

-MS: Hay violencias discursivo-simbólicas que entrañan diversas formas de descalificación a partir de la legitimación de ciertos estereotipos en las publicidades, en programas televisivos, en las interacciones personales. Hoy persisten numerosas regulaciones y prácticas que es necesario repensar. La única forma de erradicar las violencias de género es a través de una transformación de los significados de la masculinidad y de la feminidad tal como los conocemos en el presente.
Fuente:Telam

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