03 04 2013
“El mejor regalo es haber encontrado 108
nietos”
Es la primera entrevista que dan juntos Guillermo Pérez Roisinblit y su
abuela Rosa Roisinblit, vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Reunidos en
la casa de la asociación, recordaron cómo fue su encuentro después de 21 años de
búsqueda.
Guillermo es hijo de José Manuel Pérez Rojo y Patricia Julia Roisinblit,
quien estaba embarazada de ocho meses cuando la secuestraron y desaparecieron
durante la última dictadura cívico-militar. El 15 de noviembre de 1978 Guillermo
nació en cautiverio en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio
que funcionó en la ESMA. Tanto Patricia como José continúan desaparecidos.
-¿Recuerdan cómo fue la primera vez que se vieron?
Rosa Roisinblit: -Me acuerdo perfectamente, fue muy emotivo. Estábamos en un estudio jurídico donde nos teníamos que encontrar y vi a un muchacho grandote de 1,80 metros de altura y le dije: “Yo soy tu otra abuela” (la materna). Él me dijo muy displicentemente: “Ya lo sé Baba”. Yo definiría este momento como idílico. Uno no se lo olvida tan fácilmente, porque después de la búsqueda de 21 años –la edad de Guillermo cuando lo encontramos- fue un momento muy trascendental como para que él no lo recuerde a través del tiempo. Ahí fue donde por primera vez escuché la palabra abuela.
-Rosa, ¿recordás cómo recibiste el aviso cuando apareció tu nieto?
R. R.: -El día que me dieron el título de Doctora Honoris Causa organizamos una reunión y, de repente, recibí un llamado telefónico. Pensé que me llamaban para felicitarme por la distinción, pero cuando atendí me dijeron: “Soy la Dra. Mary Claire King (genetista). Rosa, es tu nieto”, así nomás me lo zampó. Cuando corté me puse a reír, bailar, cantar, llorar, porque la emoción trae todo eso. Tenía que ir a Washington a hacer un trámite y les dije: “Señores, yo no voy. Voy a casa a conocer a mi nieto”, y así fue.
-Guillermo, vos no estabas buscando tu identidad y todo empezó con las denuncias recibidas en Abuelas. ¿Cómo fue reencontrarte con tu verdadera historia?
Guillermo Pérez Roisinblit: -Fue todo muy raro. Hasta mis 21 años era hijo único, de padres divorciados, nacido el 24 de noviembre de 1968 en domicilio católico apostólico romano y hasta fui monaguillo en una Iglesia cercana a mi casa, hasta que el 27 de abril de 2000 apareció una chica que estaba buscando un hermano que podía ser yo. Ese mismo día fui para Abuelas y, por la urgencia que tenía de saber si Mariana era mi hermana, decidimos ir derecho con el primer análisis de ADN el 27 de abril. El 2 de junio llegó la confirmación, de la cual yo estaba casi seguro porque me veía idéntico a mi papá. Ahí cambió todo, porque ya no era más hijo único, sino que tenía una hermana, no era hijo de padres divorciados, sino que era hijo de desaparecidos, no era del signo de Sagitario, sino de Escorpio, no era católico apostólico romano, sino judío, porque mi mamá era judía.
-¿Te encontraste con compañeros de tu mamá o de tu papá que reconocieran cosas de ellos en vos?
G. P. R.: -Sí, yo me encuentro muy parecido a mi papá. De hecho, comparo una foto de cuando tenía 16 años con una foto de mi papá, la más conocida, y somos idénticos. El año pasado conocí a unos primos hermanos de mi viejo y uno de ellos me dijo que tengo el mismo timbre de risa que mi papá. Eso fue fuerte porque no había pensado en la risa de él y, de repente, reírme y escuchar el tono de mi padre es movilizante. En la sentencia del plan sistemático de robo de bebés se me acercó un señor y me preguntó: “¿Vos sos Rodolfo?”, y le contesté que sí, y me dijo: “Te reconocí por los ojos, tenés la misma mirada de tu papá”.
-¿Cómo se sienten con la posibilidad de que se haga justicia por el plan sistemático de robo de bebés?
R. R.: -Hace 35 años que estoy en Abuelas de Plaza de Mayo buscando justicia, memoria y verdad, ¿cómo no voy a estar contenta? Hace 16 años, seis abuelas de Plaza de Mayo nos presentamos ante la justicia para reclamar por el plan sistemático y durante muchos años esa querella quedó guardada y no se hizo nada. Pero gracias a la determinación de la Corte Suprema de Justicia y la decisión de decretar las leyes de Punto Final y Obediencia Debida como inconstitucionales se pudieron llevar adelante los juicios en todo el país. Estamos comprobando que esa gente cometió delitos, no solamente los que se apropiaron de nuestros nietos, sino que se está juzgando a los represores en términos generales por los 30.000 desaparecidos, y para nosotros es una gran satisfacción.
G. P. R.: -El ideal de justicia lo vamos a tener no sólo en el momento en que aparezcan todos los que faltan, sino también cuando se sepa qué es lo que pasó por ejemplo con mis padres, dónde están sus restos, y cuando se determinen quiénes fueron los responsables. Ahí vamos a estar definitivamente satisfechos y sintiendo que realmente se hizo justicia. Igualmente, todas estas sentencias sirven. Poder llevar a represores como Videla a una sentencia de 50 años de prisión me parece espectacular. Nos pone en la vanguardia en relación con los derechos humanos ante la mirada del mundo.
-¿Cómo te sentís cada vez que presenciás esos juicios?
R. R.: -Me siento conforme. Aunque la justicia tarda, pero llega. Estos juicios terminan con la sentencia de los imputados, así que me siento tranquila y satisfecha con el trabajo que hemos hecho. Me doy cuenta, y lo digo siempre en todas las conferencias de prensa que hacemos cuando encontramos un nieto, que poder encontrarlos nos demuestra que no estábamos equivocadas, que no éramos las locas de Plaza de Mayo como decían. Sabíamos lo que buscábamos y finalmente no nos fue tan mal porque somos las Abuelas, somos conocidas en el mundo entero gracias a los viajes que hemos hecho al extranjero para dar a conocer la situación. Somos conocidas y reconocidas y me atrevo a decir que somos admiradas también, tanto en el país y como en el extranjero. Así que poder presenciar esos juicios, me hace sentir conforme.
-Guillermo, si bien tu experiencia con la justicia empezó en otro momento en relación con la de Rosa, ¿cómo vivís cada uno de los juicios por delitos de lesa humanidad?
G. P.R.: -Mi experiencia con la justicia empezó de una manera muy distinta pero, independientemente de eso, en relación con el juicio por el plan sistemático de robo de bebés, yo entendí que no necesitaba la confirmación de la justicia para comprender que hubo toda una maniobra y que había estado estratégicamente diseñado el robo de niños.
Los juicios son válidos para que de una vez por todas la justicia le de la razón a estas señoras, que en 1978 se las denominaba viejas locas con el fin de embarrar ante la opinión internacional la mirada que se tenía de la Argentina; yo escuché los audios de la época en pleno relato mundial de fútbol. El juicio por el plan sistemático es absolutamente válido y tiene además mucha militancia encima, mucha lucha, estamos hablando de 16 años de perseguir esa sentencia, la cual sale solamente por 35 casos pero no importa, nos alcanza.
El ideal de justicia lo vamos a tener no sólo en el momento en que aparezcan todos los que faltan, sino también cuando se sepa qué es lo que pasó por ejemplo con mis padres, dónde están sus restos, y cuando se determinen quiénes fueron los responsables. Ahí vamos a estar definitivamente satisfechos y sintiendo que realmente se hizo justicia. Igualmente, todas estas sentencias sirven, me imagino para mi abuela que estuvo 35 años luchando, un año más de lo que es mi vida -yo tengo 34 años-. Poder llevar represores como Videla a una sentencia de 50 años de prisión me parece espectacular. Nos pone en la vanguardia, en relación con los derechos humanos, ante la mirada del mundo.
-Guillermo, ¿Cómo era tu relación con las Abuelas y con el 24 de marzo -Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia- antes de conocer tu identidad?
G. P. R.: -Yo me crié y cursé la secundaria en una escuela industrial que estaba dentro de una brigada área, en el Palomar y me recibí de técnico aeronáutico. Fui ahí esperando de una vez por todas tener un poco de aceptación de quien creía que era mi padre, el cual trabajaba en la Fuerza Área. Me metí a estudiar en esa escuela a ver si lo complacía un poco pero resultó ser que no. Esto era lógico porque el tipo no era mi padre, por eso no había ningún tipo de acercamiento ni tampoco cumplía con su función. Entonces, al pasar gran parte de mi adolescencia en una brigada área había temas que no se tocaban. Por ejemplo, el programa de Historia llegaba hasta la Década Infame, ni hablar del Peronismo. Por lo tanto, yo no tenía idea de nada, de qué era la militancia, la política del momento, una unidad básica, nada. De hecho, me asombraba de los colegios que tenían centros de estudiantes, eso era impensado dentro del lugar donde yo estudiaba. La única vez que tuvimos una charla fue con un profesor civil en 5º año que nos contó sobre cómo se vivía en esos años, que cuando iban a bailar no podían ir más de cuatro personas caminando juntas a la par de la vereda porque los paraba la policía.
Por otro lado, había visto por canal 9 “La noche de los lápices” que me pareció aberrante, sabía que algo había sucedido pero jamás en la vida investigué a fondo, ni me preocupé. Sabía que existían las Abuelas, pero no sabía diferenciar Abuelas de Madres, ni Madres Línea Fundadora, ni hijos con puntitos, sin puntitos, no sabía nada de eso, no tenía ningún tipo de información, para mí era todo lo mismo. Después me tocó conocer mi verdadera identidad y ahí durante cuatro años tuve un momento muy fuerte de negación y no quise ver a nadie de mi familia, encima en ese momento el accionar de la justicia lo tenía que impulsar mi abuela que era la querellante. Recuerdo el momento en el que vino un patrullero a casa para llevarme a una declaración y me dice que la querellante era mi abuela, y además todo era en contra de la que yo había creído que era mi madre durante 21 años, eso fue muy raro para mí. Esa situación me generó un trastorno que hizo que no quisiera saber más nada. Me negué a aceptar mi identidad, a verlas, a atenderlas por teléfono, a hablar con ellas, no quería saber nada. Entonces, todo ese tiempo en que estuve tan negado, me jugó en contra para entender lo que estaba pasando. A partir de 2004 todo empieza a cambiar, nosotros retomamos una relación, empezamos a vernos, y empecé a salir adelante, comencé a aceptar mi identidad, y pedí que se me incluyera el apellido Roisinblit. Después me casé y mi mujer tuvo el gran gesto de resignar su apellido del nombre de mi nene; entonces mis hijos son Pérez Roisinblit también. Con lo cual, fui aceptando mi identidad a través de la identidad de ellos. Formar una familia fue lo que más me ayudó a transitar esos momentos.
-Hace poco se supo que Jorge Luis Magnacco, quien participó en los partos en cautiverio en la ESMA, violaba su prisión domiciliaria…
R. R.: -Sí, Magnacco es el que atendió el parto de mi hija y lo encontraron paseándose por el shopping, pero ahora tiene que ir a cárcel común, por suerte lo detuvieron, se acabó eso de la prisión domiciliaria. Es muy importante lo que ahora se consigue; en nuestros primeros años de lucha no nos imaginábamos que eso iba suceder, todo lo que estamos logrando. Y el mejor premio que tenemos es haber encontrado a 108 nietos. Quiere decir que nosotras estamos luchando por la vida y nuestros nietos son los desaparecidos con vida y eso es lo que nos da fuerzas, ilusión y nos empuja a seguir buscando.
Fuente:MegacausaEsma
-¿Recuerdan cómo fue la primera vez que se vieron?
Rosa Roisinblit: -Me acuerdo perfectamente, fue muy emotivo. Estábamos en un estudio jurídico donde nos teníamos que encontrar y vi a un muchacho grandote de 1,80 metros de altura y le dije: “Yo soy tu otra abuela” (la materna). Él me dijo muy displicentemente: “Ya lo sé Baba”. Yo definiría este momento como idílico. Uno no se lo olvida tan fácilmente, porque después de la búsqueda de 21 años –la edad de Guillermo cuando lo encontramos- fue un momento muy trascendental como para que él no lo recuerde a través del tiempo. Ahí fue donde por primera vez escuché la palabra abuela.
-Rosa, ¿recordás cómo recibiste el aviso cuando apareció tu nieto?
R. R.: -El día que me dieron el título de Doctora Honoris Causa organizamos una reunión y, de repente, recibí un llamado telefónico. Pensé que me llamaban para felicitarme por la distinción, pero cuando atendí me dijeron: “Soy la Dra. Mary Claire King (genetista). Rosa, es tu nieto”, así nomás me lo zampó. Cuando corté me puse a reír, bailar, cantar, llorar, porque la emoción trae todo eso. Tenía que ir a Washington a hacer un trámite y les dije: “Señores, yo no voy. Voy a casa a conocer a mi nieto”, y así fue.
-Guillermo, vos no estabas buscando tu identidad y todo empezó con las denuncias recibidas en Abuelas. ¿Cómo fue reencontrarte con tu verdadera historia?
Guillermo Pérez Roisinblit: -Fue todo muy raro. Hasta mis 21 años era hijo único, de padres divorciados, nacido el 24 de noviembre de 1968 en domicilio católico apostólico romano y hasta fui monaguillo en una Iglesia cercana a mi casa, hasta que el 27 de abril de 2000 apareció una chica que estaba buscando un hermano que podía ser yo. Ese mismo día fui para Abuelas y, por la urgencia que tenía de saber si Mariana era mi hermana, decidimos ir derecho con el primer análisis de ADN el 27 de abril. El 2 de junio llegó la confirmación, de la cual yo estaba casi seguro porque me veía idéntico a mi papá. Ahí cambió todo, porque ya no era más hijo único, sino que tenía una hermana, no era hijo de padres divorciados, sino que era hijo de desaparecidos, no era del signo de Sagitario, sino de Escorpio, no era católico apostólico romano, sino judío, porque mi mamá era judía.
-¿Te encontraste con compañeros de tu mamá o de tu papá que reconocieran cosas de ellos en vos?
G. P. R.: -Sí, yo me encuentro muy parecido a mi papá. De hecho, comparo una foto de cuando tenía 16 años con una foto de mi papá, la más conocida, y somos idénticos. El año pasado conocí a unos primos hermanos de mi viejo y uno de ellos me dijo que tengo el mismo timbre de risa que mi papá. Eso fue fuerte porque no había pensado en la risa de él y, de repente, reírme y escuchar el tono de mi padre es movilizante. En la sentencia del plan sistemático de robo de bebés se me acercó un señor y me preguntó: “¿Vos sos Rodolfo?”, y le contesté que sí, y me dijo: “Te reconocí por los ojos, tenés la misma mirada de tu papá”.
-¿Cómo se sienten con la posibilidad de que se haga justicia por el plan sistemático de robo de bebés?
R. R.: -Hace 35 años que estoy en Abuelas de Plaza de Mayo buscando justicia, memoria y verdad, ¿cómo no voy a estar contenta? Hace 16 años, seis abuelas de Plaza de Mayo nos presentamos ante la justicia para reclamar por el plan sistemático y durante muchos años esa querella quedó guardada y no se hizo nada. Pero gracias a la determinación de la Corte Suprema de Justicia y la decisión de decretar las leyes de Punto Final y Obediencia Debida como inconstitucionales se pudieron llevar adelante los juicios en todo el país. Estamos comprobando que esa gente cometió delitos, no solamente los que se apropiaron de nuestros nietos, sino que se está juzgando a los represores en términos generales por los 30.000 desaparecidos, y para nosotros es una gran satisfacción.
G. P. R.: -El ideal de justicia lo vamos a tener no sólo en el momento en que aparezcan todos los que faltan, sino también cuando se sepa qué es lo que pasó por ejemplo con mis padres, dónde están sus restos, y cuando se determinen quiénes fueron los responsables. Ahí vamos a estar definitivamente satisfechos y sintiendo que realmente se hizo justicia. Igualmente, todas estas sentencias sirven. Poder llevar a represores como Videla a una sentencia de 50 años de prisión me parece espectacular. Nos pone en la vanguardia en relación con los derechos humanos ante la mirada del mundo.
-¿Cómo te sentís cada vez que presenciás esos juicios?
R. R.: -Me siento conforme. Aunque la justicia tarda, pero llega. Estos juicios terminan con la sentencia de los imputados, así que me siento tranquila y satisfecha con el trabajo que hemos hecho. Me doy cuenta, y lo digo siempre en todas las conferencias de prensa que hacemos cuando encontramos un nieto, que poder encontrarlos nos demuestra que no estábamos equivocadas, que no éramos las locas de Plaza de Mayo como decían. Sabíamos lo que buscábamos y finalmente no nos fue tan mal porque somos las Abuelas, somos conocidas en el mundo entero gracias a los viajes que hemos hecho al extranjero para dar a conocer la situación. Somos conocidas y reconocidas y me atrevo a decir que somos admiradas también, tanto en el país y como en el extranjero. Así que poder presenciar esos juicios, me hace sentir conforme.
-Guillermo, si bien tu experiencia con la justicia empezó en otro momento en relación con la de Rosa, ¿cómo vivís cada uno de los juicios por delitos de lesa humanidad?
G. P.R.: -Mi experiencia con la justicia empezó de una manera muy distinta pero, independientemente de eso, en relación con el juicio por el plan sistemático de robo de bebés, yo entendí que no necesitaba la confirmación de la justicia para comprender que hubo toda una maniobra y que había estado estratégicamente diseñado el robo de niños.
Los juicios son válidos para que de una vez por todas la justicia le de la razón a estas señoras, que en 1978 se las denominaba viejas locas con el fin de embarrar ante la opinión internacional la mirada que se tenía de la Argentina; yo escuché los audios de la época en pleno relato mundial de fútbol. El juicio por el plan sistemático es absolutamente válido y tiene además mucha militancia encima, mucha lucha, estamos hablando de 16 años de perseguir esa sentencia, la cual sale solamente por 35 casos pero no importa, nos alcanza.
El ideal de justicia lo vamos a tener no sólo en el momento en que aparezcan todos los que faltan, sino también cuando se sepa qué es lo que pasó por ejemplo con mis padres, dónde están sus restos, y cuando se determinen quiénes fueron los responsables. Ahí vamos a estar definitivamente satisfechos y sintiendo que realmente se hizo justicia. Igualmente, todas estas sentencias sirven, me imagino para mi abuela que estuvo 35 años luchando, un año más de lo que es mi vida -yo tengo 34 años-. Poder llevar represores como Videla a una sentencia de 50 años de prisión me parece espectacular. Nos pone en la vanguardia, en relación con los derechos humanos, ante la mirada del mundo.
-Guillermo, ¿Cómo era tu relación con las Abuelas y con el 24 de marzo -Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia- antes de conocer tu identidad?
G. P. R.: -Yo me crié y cursé la secundaria en una escuela industrial que estaba dentro de una brigada área, en el Palomar y me recibí de técnico aeronáutico. Fui ahí esperando de una vez por todas tener un poco de aceptación de quien creía que era mi padre, el cual trabajaba en la Fuerza Área. Me metí a estudiar en esa escuela a ver si lo complacía un poco pero resultó ser que no. Esto era lógico porque el tipo no era mi padre, por eso no había ningún tipo de acercamiento ni tampoco cumplía con su función. Entonces, al pasar gran parte de mi adolescencia en una brigada área había temas que no se tocaban. Por ejemplo, el programa de Historia llegaba hasta la Década Infame, ni hablar del Peronismo. Por lo tanto, yo no tenía idea de nada, de qué era la militancia, la política del momento, una unidad básica, nada. De hecho, me asombraba de los colegios que tenían centros de estudiantes, eso era impensado dentro del lugar donde yo estudiaba. La única vez que tuvimos una charla fue con un profesor civil en 5º año que nos contó sobre cómo se vivía en esos años, que cuando iban a bailar no podían ir más de cuatro personas caminando juntas a la par de la vereda porque los paraba la policía.
Por otro lado, había visto por canal 9 “La noche de los lápices” que me pareció aberrante, sabía que algo había sucedido pero jamás en la vida investigué a fondo, ni me preocupé. Sabía que existían las Abuelas, pero no sabía diferenciar Abuelas de Madres, ni Madres Línea Fundadora, ni hijos con puntitos, sin puntitos, no sabía nada de eso, no tenía ningún tipo de información, para mí era todo lo mismo. Después me tocó conocer mi verdadera identidad y ahí durante cuatro años tuve un momento muy fuerte de negación y no quise ver a nadie de mi familia, encima en ese momento el accionar de la justicia lo tenía que impulsar mi abuela que era la querellante. Recuerdo el momento en el que vino un patrullero a casa para llevarme a una declaración y me dice que la querellante era mi abuela, y además todo era en contra de la que yo había creído que era mi madre durante 21 años, eso fue muy raro para mí. Esa situación me generó un trastorno que hizo que no quisiera saber más nada. Me negué a aceptar mi identidad, a verlas, a atenderlas por teléfono, a hablar con ellas, no quería saber nada. Entonces, todo ese tiempo en que estuve tan negado, me jugó en contra para entender lo que estaba pasando. A partir de 2004 todo empieza a cambiar, nosotros retomamos una relación, empezamos a vernos, y empecé a salir adelante, comencé a aceptar mi identidad, y pedí que se me incluyera el apellido Roisinblit. Después me casé y mi mujer tuvo el gran gesto de resignar su apellido del nombre de mi nene; entonces mis hijos son Pérez Roisinblit también. Con lo cual, fui aceptando mi identidad a través de la identidad de ellos. Formar una familia fue lo que más me ayudó a transitar esos momentos.
-Hace poco se supo que Jorge Luis Magnacco, quien participó en los partos en cautiverio en la ESMA, violaba su prisión domiciliaria…
R. R.: -Sí, Magnacco es el que atendió el parto de mi hija y lo encontraron paseándose por el shopping, pero ahora tiene que ir a cárcel común, por suerte lo detuvieron, se acabó eso de la prisión domiciliaria. Es muy importante lo que ahora se consigue; en nuestros primeros años de lucha no nos imaginábamos que eso iba suceder, todo lo que estamos logrando. Y el mejor premio que tenemos es haber encontrado a 108 nietos. Quiere decir que nosotras estamos luchando por la vida y nuestros nietos son los desaparecidos con vida y eso es lo que nos da fuerzas, ilusión y nos empuja a seguir buscando.
Fuente:MegacausaEsma
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