18 de agosto de 2014

TUCUMÁN: LA CARTA DE UN SANIAGUEÑO EN UN CCD.

La carta de un santiagueño en un centro de detención
El manuscrito fue incorporado a la causa y se convirtió en el primer documento que revela las atrocidades sufridas por la víctima. La familia reconoció la letra.


Dra. Inés Lugones con Nuevo Diario.
Extrañaba. Reflexionaba. Tranquilizaba. Desdramatizaba. Y, sobre todo, amaba. De todo eso dan cuenta las expresiones de cada párrafo que Germán Cantos escribió a su familia el 15 de diciembre de 1976. Lo inquietante es el contexto de terror y muerte en el que el joven desaparecido los redactó: quedó acreditado en la megacausa que el conscripto santiagueño estaba prisionero desde septiembre de ese año en el centro clandestino de exterminio que funcionó en el Arsenal “Miguel de Azcuénaga”.

El viernes, durante la cuarta audiencia del proceso que juzgará al ex militar Jorge D’Amico por el secuestro y desaparición forzada de Cantos, la prosecretaria del Tribunal Oral Federal (TOF), Florencia Pero, prestó su voz a la víctima. La carta fue leída para ser incorporada como prueba. Así, se convirtió en el primer documento escrito en el Arsenal por una víctima en ser parte de un expediente judicial en Tucumán. La misiva había sido atesorada por los Cantos desde que les fue entregada por un desconocido, pocos días después de la fecha escrita en el papel. La familia reconoció la letra de Germán en la carta.

“Queridos todos: Hoy es un día de lluvia y viento. Es uno de esos días que uno extraña la casa, la tibieza de mi casa y el guiso caliente compartido con los que quiero. No crean que hoy es para mí un día triste. Al contrario. El recuerdo me hace vibrar aún más la grandeza de mi familia y la unidad que formamos bajo cualquier circunstancia (...)”.

Esas primeras líneas silenciaron la sala. Algunas lágrimas empaparon mejillas. Sucede que, de acuerdo con los testimonios de sobrevivientes, los recluidos en el Arsenal sufrían condiciones de vida inhumanas. Hambre, frío, tortura y dolor son términos coincidentes en todos los relatos. En otro pasaje, Germán advirtió que era el cumpleaños “de mi Gustavo”.

“Él, como ustedes saben es mi compañero y no puedo dejar de saludarle. Estiro mis brazos tanto, tanto, que puedo tocarle y canto tan, pero tan fuerte, que puede escucharme ¡Y la pucha si me reconoce! Y qué alegre está... Más vale que empiece a hacer los planos para la casita que construiremos cuando yo vuelva, así puedo compartir con él su mundo, en su casita”.

Un hombre corpulento estaba sentado en una de las primeras filas del público. Sollozaba, fruncía la boca y se apretujaba las manos. Se hacía mínimo en su asiento. Gustavo Cantos tenía 9 años cuando su hermano mayor, Germán, de 21, no volvió más. “Era como un padre para mí, estaba todo el día con él. A mí nunca me faltaban barriletes y si mi bicicleta se rompía, me la arreglaba. Germán y yo teníamos la idea de armar en la higuera del patio una casa de madera. Es lo único que nos quedó pendiente”, recordó con tristeza.

En la carta hay líneas dedicadas también a su padre (“mi más sagrado propósito es recuperar para ustedes la carcajada feliz de la gente que se quiere”) y a su madre (“espero poder verte pronto para sentirme, cuando te miro, abandonado a tu amor”). Pero hay varios segmentos llamativos por su optimismo. 
Remarca que deben quedarse tranquilos por su “integridad”, que lo “tratan bien” y que la experiencia era “positiva”.
Fuente:NuevoDiario

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