Abuela de otra plaza
Alfredo Grande (APE)
Democracia restitutiva es un concepto que utilicé en un artículo para la revista “Enfoques Alternativos” que dirigió Jorge Beinstein. Su título: “Democracia restitutiva: del ritual al escrache”. Publicado en el 2001. Restitutiva se opone a representativa, y me parece una denominación más apropiada. Walter Bulacio nació en esa democracia restitutiva y fue asesinado en otra de las formas restitutivas de la democracia. Un privilegio de la cultura represora.
En noviembre de 1973 los perfumes de la primavera camporista ya se habían disipado. El presidente que no fue, al decir de Miguel Bonasso, dio paso a la patria peronista para exterminar a la patria socialista. El nombre de la infamia fue Lastiri. No el único, pero con seguridad uno de los más olvidados. La traición al presidente que no fue porque lo fueron, y de la peor manera, dos décadas después fue continuada por otra traición. De la revolución productiva y el salariazo, al pacto con Bunge y Born y luego otro pacto perverso con el liberalismo reaccionario del ingeniero doble AA. Parece que también la traición vence al tiempo.
¡Embriones del mundo uníos!
(Aforismo implicado con el nuevo
Código Civil. AG)
El 26 de abril de 1991 es secuestrado Walter Bulacio para ser brutalmente asesinado. Seccional 35 a cargo del comisario Espósito fue la mano de obra ocupada que decidió detenerlo en averiguación de antecedentes. Cruel forma de realizarlo. La continuación de la dictadura por otros medios. Menos averigua Dios y nunca perdona. El terrorismo de estado fue enfrentado por Madres y Abuelas de la plaza. Heroica lucha colectiva que nunca será olvidada por todas y todos que las acompañaron desde el primer momento. Pocos. Muy pocos.
La ingratitud es el peor de los venenos. Y hoy que el oportunismo político las ha sacralizado, conviene recordar esos tiempos de solitaria lucha contra un enemigo colosal. Fueron las diversas expresiones de la izquierda quienes acompañaron esos reclamos. Militantes y profesionales que estuvieron cerca, muy cerca, del pedido de aparición con vida. Y la vida era luchar no sólo por otro mundo posible, sino para que ese otro mundo posible fuera socialista, anticapitalista, anti imperialista.
El terrorismo de estado asesinó en forma planificada, sistemática, para exterminar “trapos rojos” de la argentina. Walter fue asesinado apenas por ir a un festival de los redonditos de ricota. Así paga el Estado Terrorista. Denominación que utilizo para designar la siniestra pareja entre Estado de Derecho y Terror Institucional. ¿Quién puede dudar del terror que aniquiló a Walter mientras lo torturaban apenas por ser joven? La cría del proceso, como alguna vez dijo el dictador que murió sin ser excomulgado por sus crímenes de lesa humanidad, esa cría se encarnizó con Walter. Que no fue una excepción, sino otra de las letales reglas de las democracias restitutivas. ¿Restitutivas de qué? Del terror. Y enfrentar ese terror con nombre y con apellido, es la dolorosa tarea que algunos familiares desean sostener.
“'Yo aprendí a luchar cuando la policía mató a Walter', decía Mary cuando le preguntaban de dónde sacaba la fuerza. Tenía 62 años cuando su nieto de 17 fue asesinado por la policía. A partir de entonces, su cara humilde y sufrida, detrás de esos anteojos que le sirvieron para conocer las atrocidades de un sistema aniquilador y desquiciado, se convirtió en el ícono de la lucha antirrepresiva. Hoy, a los 85, su cuerpo dijo basta” (Correpi. 4/10/2014).
Mary Bulacio conoció en cuerpo y mente propia, los terrores institucionales de la democracia restitutiva. Su pedido de justicia nada tenía que ver con el estado de derecho. La justicia es la condición de la verdadera paz. Sin justicia, la paz no es paz sino apenas tregua. Y la única justicia verdadera es la justicia por mano propia, colectiva y solidaria. Es la justicia de las marchas, de los escraches, de las pintadas callejeras, de los artistas populares, de los militantes cuerpo y coraje. Esa justicia por mano propia que a veces, cuando la impunidad satura, deriva en venganza. El único terror que nubla a los inquisidores de la historia. Esa venganza tan temida que sin embargo, el Poder Absoluto no deja de parir. La venganza más fiera de todas: la del tiempo, como nos enseñara el poeta filósofo Discepolín.
El tiempo arrasa con inquisidores y torturadores, con dictadores y con cómplices. Quedan los luchadores, los únicos que saben de alegrías porque son los únicos que saben de tristezas. Para los que saben porque luchan, no hay fines de semana largos, feriados puente, licencia por vacaciones, por días femeninos o masculinos, licencia con goce de haberes, sin goce. Sólo hay lucha contra todas las formas de la cultura represora. Que si bien es obvia en dictadura (y gracias a los mundiales de fútbol, plata dulce y guerras truchas mediante, ni siquiera tan obvia) no es nada obvia en democracia.
Las víctimas de las diferentes formas de cultura represora quizá no hayan podido conocer a sus victimarios. Nosotros si los conocemos y como escribiera Marx, nuestro cerebro seguirá oprimido con la pesadilla de esas generaciones muertas. Aquellos que prefieren ser los burritos del teniente, tendrán esa carga aunque no lo sientan. Pero de los que sientan toda forma de injusticia, por pequeña que sea, como enseñara el Che, serán todos los reinos, incluso el de los cielos. Construido en la tierra para perdurar en generaciones y generaciones.
"Lo que la mujer y el hombre unen
en la Tierra, que ningún dios lo
separe en el cielo"
(Aforismo implicado con el nuevo
Código Civil. AG)
Por eso Walter siguió viviendo en Mary, Mary en su nieta Tamara, todos en las luchas de Correpi, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, entre otras y otros. Cuando entrevisté a María del Carmen Verdú para el programa radial “Sueños Posibles”, hicimos la semblanza de Mary. Por vez primera, noté que la enorme luchadora de tantas desiguales peleas con varios Poderes, se conmovía. No es posible en la charla telefónica saber con precisión hasta donde quiebra una emoción. Pero la voz tiene tonos y cadencias que la razón no entiende. Y nosotros en los estudios de La Retaguardia, también nos emocionamos.
Nos dimos cuenta de que para luchar contra los terrores de la democracia restitutiva, otras plazas son necesarias. Mary Bulacio marcó en esa otra plaza. Nosotros con ella. Al igual que con Herminia Severini que nos espera para continuar luchando juntos. Más temprano que tarde, otras plazas albergarán a las y los luchadores contra el terror institucional de las democracias restitutivas.
Y de esa lucha tampoco habrá ni un solo paso atrás. Y mucho menos a los costados.
Fuente:Argenpress
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