23 de marzo de 2015

ENTREVISTA CON GERMÁN LOZANO.

Germán Lozano: "Los jóvenes deben aprender a cultivar la memoria porque no se puede olvidar"

a 39 años de la ultima dictadura 
Germán Lozano cumplió 76 años el sábado y se puede llegar a decir que las vivió todas; entre ellas la última dictadura cívico militar de la Argentina. El hombre es tarijeño y vino exiliado de la dictadura boliviana promediando la década del 60.

Cuando llegó a Salta entró en Agua y Energía y rápidamente se encolumnó en el combativo sindicato de Luz y Fuerza. Dentro de la Tendencia, apoyó a Miguel Ragone, por lo que luego padeció en carne propia el denominado terrorismo de Estado antes y luego del golpe del 24 de marzo de 1976, del que mañana se cumplirán 39 años.

Finalmente, y aunque suene extraño, tuvo que volver a exiliarse en su propio país. Como una idea tácita de Ernesto Guevara, este militante comunista practicó la premisa de ser duro, pero sin dejar de lado la ternura.

"Es el mejor ejemplo de lo que tiene que ser un militante", dijo alguna vez una de sus "cumpas" más queridas haciendo referencia a su compromiso por la lucha contra las injusticias y su enorme afecto hacia los demás.

La dictadura fue militar, cívica y continental... 
Fue una dictadura que destruyó no sólo vidas sino también economías completas. Fue una estrategia regional que se plasmó en el plan Cóndor. En esos tiempos no había dónde refugiarse. Comenzó por Bolivia en el 72. Muchos de los compañeros tuvieron que irse a Chile, donde se vivía el proyecto socialista del presidente Salvador Allende.

Luego fue terrible el golpe del 73. En Salta estábamos en la Semana del Milagro. Salimos a la calle y todos nos miraban (ríe). Esa gente se exilió luego en Argentina. Entonces, para ellos fue peor el golpe del 76. Ya no había a dónde ir. Nos desmantelaron todo.

¿El golpe fue como confirmar todas las sospechas? 
El golpe le destapó la cara y legalizó el terrorismo de Estado porque los grupos paramilitares ya estaban actuando durante el gobierno de Estela Martínez. Por esos días en Salta ya habían ocurrido secuestros y desapariciones como la del gobernador Miguel Ragone, antes del 24 de marzo.

También sirvió para que luego los crímenes cometidos se declararan como de lesa humanidad. 
Sí, se legalizaron sus crímenes. Pero además tenemos que decir claro que el poder militar contó con una participación civil terrible. Además, con el poder judicial y económico.

También algunas personas lo tomaban como un alivio porque pensaban que se iba a terminar el terror de la Triple A.

¿Recuerda ese 24 de marzo? 
Yo estaba dictando unos cursos de capacitación en el sindicato (Luz y Fuerza). Tenía a 15 compañeros del interior provincial. Yo estacioné, como siempre, mi auto frente al sindicato (España 111). De ahí caminé a la empresa (en calle Juramento) y los militares ya habían tomado el edificio del sindicato y la empresa. Sería antes de las 7 de la mañana. Ya me imaginaba todo. Me fui a verlos a los compañeros, a decirles que se vuelvan a sus casas como sea. No nos queríamos mover del sindicato porque teníamos miedo de que los milicos nos metan armas y nos acusen de terroristas.

¿Había mucha incertidumbre? 
Total. Fui a ver a los compañeros, a organizar una reunión en el complejo del sindicato, en la calle Zuviría. Parece que los militares no sabían que lo teníamos como lugar de reunión. Como no sabíamos del peligro, no reunimos a los delegados más combativos. Formamos una comisión de reserva medio clandestina porque no sabíamos hasta dónde íbamos a llegar. Entonces pasamos a ser una organización semiclandestina. Pero, por otro lado, nos dedicamos a preservar la obra social.

¿Entonces primero no estaba tan complicada la situación? 
En Salta no comenzó tan duro. Se publicaron los nombres de los que estaban detenidos. Por subversivos o por sindicalistas, decían. Estuvieron muchos dirigentes y obreros. Ese error permitió luego que se declaren imprescriptibles los crímenes. Mientras nosotros nos estábamos preparando para las peores consecuencias. Hasta fines de 1976 nos respetaron. En enero del 77 comenzaron las persecuciones. Nosotros éramos tosquistas (por Tosco) y nos desaparecieron a muchos.

¿Ahí se va de la empresa? 
En esos tiempos montaron un aparato de inteligencia dentro de la empresa donde los mismos empleados nos espiaban, Nosotros también teníamos a gente dentro de la Policía (ríe). Cuando se enteraban de algún operativo nos avisaban. Entonces así pudimos reconstruir algunas historias como la de Rubén Yáñez. Yo salí de licencia en enero del 77. Tenía que volver el 18 de enero, pero en diciembre me citan de la empresa para decirme que me habían suspendido la licencia. Entonces comenzó un contrapunto epistolar. Me niegan las vacaciones y entonces pido licencia extraordinaria de 2 años sin goce de sueldo. También me la niegan así que decidí irme de la empresa.

¿Qué hecho desencadena el exilio en Bolivia? 
Yo vivía frente a la empresa, en el barrio San José, frente a la usina. Entonces me cruzaba por la plaza a trabajar. Yo tenía un teléfono en la oficina y en la mañana del 20 de enero me llaman y me dicen que tenían a mi hijo en la plaza y yo lo estaba mirando. Atilio tenía entonces 11 años y ahí me doy cuenta del peligro. Ese mismo día me fui para Santa Cruz de la Sierra.

¿Cuál es el mensaje para los jóvenes? 
Que la memoria debe ser cultivada, reiterada. No se puede olvidar. Nosotros llevamos la marca, pero los jóvenes deben aprender a cultivar la memoria porque lamentablemente estos casos son cíclicos. Siempre hay quien añora o cree que tenían razón.

El "por algo será" quedó en la gente. Yo era el tipo más bueno, laburador y ejemplar del barrio hasta que me allanaron la casa. Luego pasé a ser el terrorista subversivo.

Con respecto a esta fecha, hay una ley y nosotros nos debemos llegar a las escuelas y a las universidades para que sean los chicos los que pregunten en sus respectivas familias. En Salta deben haber 5 de 10 familias que no hayan sufrido algo en la dictadura. Luchar contra la naturalización de los atropellos a los derechos humanos...

Las prácticas se naturalizaban y nadie decía nada. Yo me acuerdo de que en Pampa Blanca una vez estaban todos los pasajeros de un colectivo tirados en la tierra boca abajo. Yo llego con la camioneta de Agua y Energía y me tiraron también.

Cuando tomaron Malvinas y vi en los noticieros cómo tenían a los kelpers, de la misma manera, tirados boca abajo, no me conmovió tanto la recuperación de las islas sino ver que utilizaban los mismos métodos.
Fuente:ElTribuno

No hay comentarios: