14 de abril de 2015

¡HASTA SIEMPRE EDUARDO!.

Murió Eduardo Galeano
El hijo de sus días
Por Silvina Friera

Opinan:
Silvina Friera, Hugo Soriani, Eduardo Aliverti, Víctor Hugo Morales, Eduardo Fabregat, Horacio González, Osvaldo Bayer, Eduardo Pavlovsky, Eduardo Jozami, Mempo Giardinelli,
Carlos Ulanovsky, Teresa Parodi, Ricardo Forster, Roberto “Tito” Cossa, Diego Maradona



EL HIJO DE SUS DIAS > A LOS 74 AñOS, MURIO AYER EL ESCRITOR Y PERIODISTA URUGUAYO EDUARDO GALEANO
La pluma y la voz de América latina
Sus libros acompañaron las pasiones políticas y literarias de varias generaciones. Periodista de Página/12 desde sus comienzos, el autor de Las venas abiertas de América Latina, Memoria del fuego y Los hijos de los días fue un ejemplo de coherencia y militancia.
Por Silvina Friera

Imagen: Daniel Dabove
La tristeza gotea finito en el Río de la Plata, como la lluvia sobre los corazones de sus lectores que lo lloran y ya lo extrañan. Su voz inolvidable, modulada y cautivante, tan latinoamericana como universal, fue la compañera de las pasiones políticas y literarias de muchas generaciones. El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, el hombre que escribía y hablaba como si pintara las palabras, convencido de que cada sustantivo, adjetivo y verbo que utilizaba podían acariciar el alma del otro, murió ayer a los 74 años en Montevideo, a causa de un cáncer de pulmón. El duelo se extiende a lo largo y ancho del mundo, comenzando por el mítico Café Brasilero, un boliche ubicado en la Ciudad Vieja que era como el segundo hogar del autor de Las venas abiertas de América latina, donde cada tarde se tomaba un café con Dios, el apellido de una radiante andaluza de nombre Alba Marina que suele atender las mesas del bar. “Cuando sea incapaz de pensar, sólo quiero que me ayuden a morir con dignidad –expresó hace dos años en una entrevista–. ¿Qué es lo que yo le pediría al tiempo? Eso, que me permita morir con dignidad.” El único consuelo que asoma en el horizonte próximo son dos libros póstumos: Mujeres, una antología de sus relatos, seleccionada por el propio Galeano, dedicados a personajes femeninos –Sherezade, Teresa de Avila, Rigoberta Menchú, Marilyn Monroe y protagonistas anónimas como las guerreras de la revolución mexicana o las luchadoras de la Comuna de París–, que se publicará el 1° de mayo. El otro libro, aún sin fecha de edición, lo llamó El cazador de historias, pero luego propuso otro título, comenta Carlos Díaz de la editorial Siglo XXI a Página/12.

El peor pecado es encasillar a un eximio narrador y cronista tan esquivo a los muros genéricos como a las etiquetas. El mismo solía aclarar cómo se hizo escritor: “Había nacido gritando gol, como todos los bebés uruguayos, y quiso jugar al fútbol. Fue un mamarracho. / Después, quiso ser santo. Peor. / Intentó dibujar, y pintar, pero nunca consiguió nada digno de ser mirado. / Cuando se convenció de que era un inútil total, se hizo escritor. / Cada día camina por la costa de Montevideo, donde nació y creció, y ella, la costa, lo camina, caminante caminado, y en esos lentos ires y venires van y vienen las palabras que le caminan adentro. / Lo grave es que las deja salir”. Su escritura periodística y literaria, difíciles de escindir, están impregnadas de una profunda fe en la condición humana. Eduardo Germán Hughes Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940 en el seno de una familia de clase alta y católica de ascendencia italiana, española, galesa y alemana. De su madre Licia Ester Galeano Muñoz tomó prestado el apellido para firmar como periodista y escritor. Cuando era chico fue muy creyente, muy místico. “Eso es como la borra en el fondo del vaso del vino, te queda para siempre. No es una cosa que se va; se transfigura, cambia de nombre. En el fondo, uno busca a Dios en los demás. O en la naturaleza, entendida como una bella energía del mundo, que es a la vez terrible y hermosa. ¿Dónde está aquel Dios que tuve de chico y un día se me cayó por un agujerito del bolsillo y nunca más lo encontré? Después supe que lo estaba llamando por otros nombres.” Superado el trance místico de la infancia, irrumpió el adolescente que garabateaba dibujos y aspiraba a convertirse en una suerte de Picasso rioplatense. Publicó sus primeras caricaturas para El Sol, un semanario socialista de Uruguay, con el seudónimo de Gius. Su itinerario periodístico empezó a principios de 1960 como editor del semanario Marcha y luego como director del diario Época. Estuvo en Puerta de Hierro y conoció a Juan Domingo Perón. Cuando el uruguayo le preguntó por qué no se mostraba en público más seguido, Perón le contestó con una definición típica de la picaresca peronista: “El prestigio de Dios está en que se hace ver muy poco”. Al final de su exilio se sumó a la aventura de Página/12 desde el comienzo y la acompañó hasta ayer, a lo largo de casi 28 años.

Tenía 31 años cuando publicó su obra más famosa, Las venas abiertas de América Latina, en 1971, que sería prohibida por las dictaduras militares de Uruguay, Brasil, Chile y Argentina. “Uno siempre siente orgullo de sus hijos pero a veces los querés agarrar del cuello –reflexionaba el autor uruguayo–. Para mí es una satisfacción enorme haber escrito un libro que sobrevivió a más de una generación y que sigue estando vigente, pero a la vez me genera una enorme tristeza porque el mundo no ha cambiado nada. Para mí sería mejor que ese libro estuviera en un museo de antropología junto a las momias egipcias, pero no es así. La gente, no toda pero mucha, me identifica con ese libro y eso es como si me invitaran a morir. Es como si no hubiese escrito nada más desde la década de 1970. Y no es así, después de eso escribí mucho y cambié mucho. Pero, bueno, es un libro que corrió con distintas suertes: perdió el concurso de Casa de las Américas, la primera edición nadie la compraba y así anduvo más de un año. Todo hasta que la dictadura militar me hizo el inmenso favor de prohibirlo, y no hay mejor publicidad que la prohibición.”

Muchos no olvidarán cuando en la Cumbre de las Américas, en 2009, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez le regaló al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, un ejemplar de Las venas... Hay gestos que se traducen en una estampida extraordinaria de ventas. En un solo día el libro saltó de la posición 60.280 de la lista de los títulos más vendidos en Amazon al décimo lugar. “Ni Obama ni Chávez entenderían el texto –afirmó Galeano en la Segunda Bienal del Libro en Brasilia, en abril del año pasado–. El (Chávez) se lo entregó a Obama con la mejor intención del mundo, pero le regaló a Obama un libro en un idioma que él no conoce. Entonces, fue un gesto generoso, pero un poco cruel.” Para asombro de muchos de los periodistas que lo escuchaban, agregó que no sería capaz de leer de nuevo su libro más emblemático. “Caería desmayado –confesó–. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital.”

El autor de la monumental trilogía Memoria del fuego abrazaba con su mirada cristalina. “Tuve la sensación, y además sentí, que las palabras pueden tener dedos, es decir, que tocan a quien las lee y que esa relación casi física de la palabra con el lector vibra con mucha intensidad. Esto lo siento cada vez que cruzo el charco y me reencuentro con ese país que también siento que es mío”, dijo el escritor sobre su relación con Argentina, un vínculo preludiado por la dictadura uruguaya, que encarceló primero a Galeano y después lo obligó a exiliarse en Buenos Aires, donde dirigió Crisis, una emblemática revista cultural y política que llegó a vender 35 mil ejemplares. “Nosotros no sólo escribíamos para ser leídos, también tratábamos de recoger las voces de la calle y de la realidad. Mientras la revista duró sus 40 números, que por cierto dejaron una huella dentro y fuera del país, lo logramos. Fue una experiencia exitosa porque pudimos darles su espacio a las voces jamás escuchadas o rara vez escuchadas. Por eso siempre digo que discrepo con mis buenos amigos de la Teología de la Liberación cuando dicen que quieren ser la voz de los que no tienen voz. Eso no es así. Todos tenemos voz y algo que decir, algo que merece ser escuchado, celebrado o perdonado por los demás”, planteaba el escritor lo que significó la experiencia de dirigir esa revista, entre mayo de 1973 y agosto de 1976, con un equipo integrado por Juan Gelman y un listado de colaboradores de primerísima línea: Haroldo Conti –”mi hermano del alma”, lo llamaba Galeano–, Raúl González Tuñón, Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, Julio Cortázar, Roberto Fernández Retamar y Miguel Briante, entre otros.

El terror de la dictadura cívico-militar le pisó los talones en la Argentina. Su nombre figuraba en las listas negras y decidió exiliarse en Cataluña, donde escribió Días y noches de amor y de guerra, una crónica sobrecogedora del horror político de mayo de 1975 a julio de 1977, Premio Casa de las Américas 1978. “A veces, se me da por sentir que la alegría es un delito de alta traición, y que soy culpable del privilegio de seguir vivo y libre –se lee en una parte de este libro–. Entonces me hace bien recordar lo que dijo el cacique Huillca, en el Perú, hablando ante las ruinas: ‘Aquí llegaron. Rompieron hasta las piedras. Querían hacernos desaparecer. Pero no lo han conseguido, porque estamos vivos’. Y pienso que Huillca tenía razón. Estar vivos: una pequeña victoria. Estar vivos, o sea: capaces de alegría, a pesar de los adioses y los crímenes.”

Diez años de trabajo y un total de mil páginas que abarcan toda la historia de América latina vista desde el ojo de la cerradura. Esta podría ser una síntesis de la trilogía Memoria del fuego, un audaz híbrido que mixtura elementos de la poesía, la historia y el cuento, conformado por Los nacimientos (1982), Las caras y las máscaras (1984) y El siglo del viento (1986), que recibiría el American Book Award de la Universidad de Washington, además del premio otorgado por el Ministerio de Cultura de Uruguay. Una obra indispensable que vale por el oro que Colón no encontró en América. Esta trilogía funda lo que se podría denominar un estilo “galeanesco” que se aceitaría en sus siguientes libros: Patas arriba, Bocas del tiempo y Espejos. A Galeano se lo lee con pasión. No hay otro modo de respirar esa prosa pulida, esa bellísima desnudez de sus textos que cabalgan a rienda corta. Cada palabra tiene su peso, su sabor, su aroma y su música. Volvió a Montevideo en 1985 y en octubre de ese año fundó la revista Brecha.

El fútbol fue otra de sus grandes pasiones. Se declaró “messiánico”, es decir, ferviente admirador y fanático de Lionel Messi. Cuando era un botija, quería ser jugador de fútbol, pero pronto descubrió que jugaba “muy bien mientras dormía”. En la mochila o la biblioteca de un futbolero de estirpe no puede faltar El fútbol a sol y sombra, publicado en 1995 y reeditado y actualizado hasta 2010, en una edición que incluye el Mundial de Sudáfrica visto por el narrador uruguayo. En ese libro hay un texto de Osvaldo Soriano que Galeano consideraba “la mejor página del libro”, una carta que Soriano le escribió contándole un gol imaginario de José Sanfilippo. “Ver jugar a (Lionel) Messi da placer”, subrayó Galeano. “Así como (Diego) Maradona lleva la pelota atada al pie, Messi lleva la pelota dentro del pie. Lo cual es un fenómeno físico inverosímil”. Parece que esta hipótesis llegó hasta el jugador del Barcelona, que le mandó una camiseta de regalo.

Su obra, traducida a más de veinte idiomas y publicada por Siglo XXI, está enhebrada a partir de un puñado de obsesiones o “manchas temáticas”: el militarismo, el racismo, el machismo y otros ismos. “Ignoramos la plenitud de la belleza que nos rodea –alertó en una entrevista en 2012 cuando se publicó Los hijos de los días y se presentó en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires–. Tenemos que recuperar el arcoíris terrestre, que para mí es lo más importante de todo, porque tiene muchos más fulgores y colores que el arcoíris celeste. El arcoíris terrestre somos todos nosotros, los humanitos, un arcoíris mutilado por el machismo, el elitismo o el militarismo, que hoy por hoy se refleja en un hecho muy concreto: el mundo está destinando tres millones de dólares por minuto a la industria militar, que es el nombre artístico de la industria de la muerte, mientras que al mismo tiempo, por minuto, mueren de hambre o de alguna enfermedad curable quince niños.”

En 2013 recibió tres distinciones: el premio A. E. Havens Center Lifetime Contribution to Critical Scholarship, de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos; fue condecorado con la medalla Juana Azurduy de Padilla, la máxima distinción que otorga la Universidad Andina Simón Bolívar, de Bolivia; y el Premio Alba de las Letras, un reconocimiento que al escritor le confirmó que “lo que uno escribe puede ser algo más que un desahogo solitario: palabras que se unen a otras escritas o dichas por otras manos y otras bocas, en lugares muy diversos”. Además, le otorgaron el premio José María Arguedas (Casa de las Américas de Cuba), la medalla mexicana del Bicentenario de la Independencia; los premios italianos Mare Nostrum, Pellegrino Artusi y Grinzane Cavour; el premio Stig Dagerman, de Suecia; la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Fue elegido primer Ciudadano Ilustre de los países del Mercosur y fue también el primer galardonado con el premio Aloa, de los editores de Dinamarca, y el primero en recibir el Cultural Freedom Prize, otorgado por la Fundación Lannan, en Estados Unidos, entre otros. “Todos tenemos algún vidrio roto en el alma, que lastima y hace sangrar, aunque sea un poquito. Entonces, al escribir, siento que puedo sacar un poco de esos vidrios fuera de mí. Al ponerlos en un papel, ya no me dañan. Ya no me hacen la vida imposible, sino que la multiplican, porque me permiten entenderme mejor con los demás”, explicaba Galeano. “Creo que la literatura es comunicación o no es nada. No escribo para mí, escribo para comunicarme con otros, para llegar a otros que van a ser mis amigos, aunque no los conozca todavía.”

El escritor uruguayo se nutrió con los libros de aventuras de Emilio Salgari, se formó con la literatura de Juan Carlos Onetti y en los cafés de Montevideo, donde había narradores orales que eran “verdaderos maestros en el arte de contar una historia, de tal manera que lo que se contaba volviera a ocurrir cuando era narrado. Esta era una victoria sobre la muerte: el arte de la resurrección”. Aunque Onetti tenía “fama de erizo”, de ser un tipo insoportable, fue “cariñoso” con Galeano. “Quizá porque yo le aguantaba el vino: bebía unos vinos de cirrosis instantánea, y yo era de los pocos que se lo aguantaba, aunque mi hígado protestara a viva voz”, comentó en una de las entrevistas incluida en Los días de Galeano, el programa que se emitió por canal Encuentro basado en su libro Los hijos de los días y que Página/12 ofreció en dos DVD. “La Revolución Cubana nació para ser diferente. Sometida a un acoso imperial incesante, sobrevivió como pudo y no como quiso. Mucho se sacrificó ese pueblo, valiente y generoso, para seguir estando de pie en un mundo lleno de agachados. Pero en el duro camino que recorrió en tantos años, la revolución ha ido perdiendo el viento de espontaneidad y de frescura que desde el principio la empujó. Lo digo con dolor. Cuba duele”, escribió en la contratapa de este diario el 20 de abril de 2003, un texto crítico que produjo un vendaval de opiniones cruzadas sobre el fusilamiento de tres cubanos que intentaron secuestrar una lancha de pasajeros que brindaba servicios en la bahía de La Habana. “No me arrepiento ni de una coma de ese artículo –aseguró el uruguayo en una entrevista a la revista Sudestada–. Yo creo en la solidaridad con la Revolución Cubana desde la libertad de conciencia, no desde el deber de obediencia. O sea, yo no creo que la solidaridad con un país, con una revolución, con una persona, se practique desde la obligación de decir que sí. Desde el papagayismo, como diría don Simón Rodríguez. Creo en la libertad de conciencia, creo que uno tiene no solamente el derecho, también el deber de contradecir, de criticar, de dudar, de coincidir con lo que se coincida pero también de decir no (...). La profundización de la democracia en Cuba es un asunto de los cubanos y sólo de los cubanos. Desde siempre creo que la autodeterminación de los pueblos es sagrada. Buenas lluvias de piedras recibí, hace años, por defender la autodeterminación en Hungría, Checoslovaquia, Polonia y Afganistán, cuando ese sagrado derecho era avasallado en nombre del socialismo. Soy un hereje de larga data. Siempre tuve líos. Son precios que se pagan. Es normal ¿no? Gracias a eso, no me avergüenza la cara que cada mañana afeito ante el espejo.”

El último libro que publicó en vida, Los hijos de los días, es una suerte de almanaque literario con 366 historias breves, una para cada día del año, de un extremo a otro de los siglos y del planeta. “Todos los días tienen alguna historia que contar, que vale la pena escuchar. Yo creo, como los mayas, que somos hijos de los días, y por lo tanto estamos hechos de átomos pero también de historias”, señaló en una entrevista a Radar. En la entrada correspondiente al 27 de febrero, llamada “También los bancos son mortales”, se lee: “En 1995 el Banco Barings, el más antiguo de Inglaterra, cayó en bancarrota, este banco había sido el brazo financiero del imperio británico. La independencia y la deuda externa nacieron juntas en América latina. Todos nacimos debiendo”. En el relato correspondiente al 9 de abril escribió: “En el año 2011, por segunda vez la población de Islandia dijo no a las órdenes del Fondo Monetario Internacional. El Fondo y la Unión Europea habían resuelto que los trescientos veinte mil habitantes de Islandia debían hacerse cargo de la bancarrota de los banqueros, y pagar sus deudas internacionales a doce mil euros por cabeza. Esta socialización al revés fue rechazada en dos plebiscitos. –Esa deuda no es nuestra deuda. ¿Por qué vamos a pagarla nosotros? En un mundo enloquecido por la crisis financiera, la pequeña isla perdida en las aguas del norte nos dio, a todos, una saludable lección de sentido común”. Una de las historias que más lo impresionó, según reveló, fue una que le contó Marta Platía en Córdoba sobre un muchacho asesinado por la dictadura militar que murió sin haber hecho nunca el amor. “La escribí en siete líneas, pero fue fuerte la tentación de palabrearla”, reconoció el escritor uruguayo emparentado con Gelman en su flirteo con los neologismos.

“El compromiso social no tiene nada que ver con las buenas intenciones. Toda obra de arte, toda literatura que nos ayude a ver y a vernos tiene proyección social y está comprometida aunque no lo sepa –declaró Galeano–. Se puede hablar en prosa sin saberlo, como el personaje de Molière, y muchas veces ocurre que la literatura nacida del compromiso político, que quiere dirigirse a los oprimidos del mundo, no hace más que conversar con el espejo. Franz Kafka fue el escritor que más profundamente retrató la tragedia del siglo XX, y él se hubiera reído si alguien le hubiera hablado del compromiso político. En el fondo, yo creo que ese compromiso, cuando es verdadero, no es más que un homenaje al mundito que quiere nacer desde la barriga del mundo que padecemos.” Sus palabras tocaron el cuerpo de miles de lectores. “No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores –rubricó en uno de los textos de El libro de los abrazos–. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.” Las palabras de Galeano permanecerán en las playas de nuestra memoria como la espuma blanca que queda en la orilla cuando el agua se retira.
Producción: Oscar Ranzani,
María Daniela Yaccar y
Emanuel Respighi.




EL HIJO DE SUS DIAS
Esos papelitos
Por Eduardo Aliverti

Galeano era un tipo tan enormemente sencillo como lo que escribía. No sé por qué algunos le habían hecho cierta fama de persona complicada, presa de su ego, algo despectivo. Supongo que por envidia, como en tantos casos respecto de los grandes. Rescato esa faceta de su personalidad, la sencillez, porque justamente no se encuentra todos los días la coherencia entre cómo se piensa, cómo se dice y cómo se vive. Tenía el raro mérito de hablar como se escribe, además. Hacerle una nota a Galeano significaba que después no había que preocuparse por el tiempo que llevaría la desgrabación. Su sintaxis oral era perfecta, sin una sola muletilla, sin un solo cliché, y eso es un símbolo de convicciones muy profundas, además del placer inconmensurable que es charlar con alguien que habla así. Llevaba esos papelitos donde anotaba todo cuanto le era de interés. Los tenía en los bolsillos del pantalón, arrugados. Papelitos de servilleta de bar, de libretas, de cualquier cosa. Estaban transcriptos signos, palabras y oraciones, que podían provenir de algo que acababa de ver desde el taxi, de un dato tras encontrarse con una indígena a la orilla de un lago centroamericano, de lo que se le ocurrió en el almuerzo. En esos papelitos, no me cabe la menor duda, estaba el resumen de la sensibilidad social de Galeano. Y entre eso, su capacidad de observación y el talento para transcribir, se encuentra el secreto obvio de una obra monumental. No tenía una técnica específica para escribir, quizá con la única excepción de las frases cortas. Una vez escuché decir que sus palabras eran como cuchillos, porque siempre –siempre– tenían la propiedad de atravesar al lector. Tal vez sea una definición algo cursi, pero es indesmentible. Uno no encuentra oraciones de Galeano que lo dejen indiferente, porque son todas de una precisión asombrosa en el logro del objetivo. Es el escritor de las imágenes y los sonidos. Sus textos se ven y se oyen como pocos o ninguno.




Eduardo
“Yo no sé si el alma tiene alitas y sube al cielo, o cae, fulminada al infierno.
Me lo decían en la infancia.
Como no me morí, no pude comprobarlo.
En cambio sí sé, me consta, que hay palabras que viajan.”
Escribió Eduardo Galeano en este diario en este lugar cuando murió Idea Vilariño.
“El sigue vivo en todos los que lo quisimos, en todos los que lo leímos, en todos los que en su voz hemos escuchado nuestros más profundos adentros.
Nunca encontraremos palabras que expresen nuestra gratitud al hombre que fue muchos, al que fue nosotros y seguirá siendo en las palabras que nos dejó.”
Escribió en este diario en este lugar cuando se despedía de Juan Gelman.
Sigue entonces Eduardo en este diario en este lugar con sus palabras. “Esas palabras que, –como concluyó él mismo– dolidas y dolientes, andan por los caminos del aire.
Van en busca de queridos y querientes.”




EL HIJO DE SUS DIAS
Imperdibles
Por Hugo Soriani

El cartel de bienvenida que escribieron Paula y Jorge, mis hijos, para recibir a Joaquín, su nuevo hermano.
El dibujo que en una servilleta del bar Gildo, de Corrientes y Medrano, hizo Adriana, una compañera a la que siempre amé y nunca nos amamos. Adriana desapareció en el ’76.
El aro de Laura, mi mujer, que se desprendió en nuestro abrazo, cuando me dijo que estaba embarazada.
Un pedazo de vidrio de la cárcel de Caseros que rescaté entre los escombros, luego de que Néstor la terminara de demoler.
La pequeña libreta con tus palabras, que sacaste del bolsillo y me regalaste la otra noche, cuando cenábamos juntos.
Son las cosas que nunca voy a perder.
Gracias, Eduardo.




EL HIJO DE SUS DIAS
Otras voces


  • Carlos Ulanovsky (periodista y escritor): “Admiré mucho a Galeano porque era un tipo coherente, algo no tan frecuente. Era un tipo que vivía como decía, como pensaba y como escribía. Eso me consta. Me gustaban muchas cosas de él. Por ejemplo, que escribiera a mano. Le hice varios reportajes. El primero fue para La Maga, en 1994. El tenía una cosmovisión, era un tipo tremendamente culto que podía opinar absolutamente de todas las cosas. Por otro lado, hablaba como si estuviera escribiendo. Repito: me gustó mucho que él escribiera a mano. Y me regaló alguna de las libretas en las que escribía. Lo hacía en libretitas chicas con plumas de punta muy finita. Y la verdad, lo que resultaba de eso era una especie de mapa. Yo a ese recuadro le puse ‘La búsqueda del tesoro’, porque era como una búsqueda del tesoro de las palabras. También me gustó que Galeano, sin ningún tipo de prejuicios, se hubiera puesto a escribir sobre fútbol. Además, porque le gustaba el fútbol. Era un tipo capaz de ver el fútbol de Costa Rica. Y era un fanático de Nacional de Montevideo, pero el jugador que más admiró en su vida fue de Peñarol, se llamaba Julio César Abbadíe. Era un wing a la antigua usanza, tipo Garrincha, muy gambeteador. Y decía que aun traicionando a sus colores, porque era fanático de Nacional, el jugador que más admiró fue de Peñarol. Desde la izquierda, fue un tipo que nunca traicionó sus convicciones”.
  • Leonardo Padura (escritor cubano): “Destaco de Galeano su visión latinoamericanista y a la vez universal, así como su búsqueda de una posible utopía para construir una sociedad mejor. Galeano, desde América latina, asumió todo el proceso de las revoluciones, de las frustraciones y las dictaduras que ocurrieron en los años ’70 fundamentalmente. Es una amarga coincidencia el hecho de que en el mismo día hayan muerto Galeano y el alemán Günter Grass. Galeano y Grass tienen tanto en común, no tanto por el tipo de obra que escribían como por la posición intelectual y civil que tuvieron”.
  • Ricardo Forster (secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional): “Para pensar en Galeano tengo que retrotraerme a mis quince, dieciséis años, al año ’72, ’73, al impacto de la lectura de Las venas.... Allí hay un antes y un después. Es un texto que marcó a más de una generación, que ofreció una visión intensa y profunda de América latina, que se inscribió también en un momento histórico muy potente del continente. Se publicó en 1971, con Salvador Allende como presidente de Chile, la irradiación de la Revolución Cubana, era una lectura a contrapelo de la historia de América latina, la historia de los humillados, olvidados y explotados. Un libro generacionalmente muy intenso, demarcatorio. Ahí hay algo muy poderoso en Galeano: es el libro con el que más se lo recuerda, no creo que sea el mejor en términos literarios o el que más le gustara a él, pero sí el políticamente más decisivo. Constituyó, además, una innovación en una determinada línea de construcción de América latina. Desde ahí hay que leer a Galeano, por lo que significó en cuanto a la valoración de tradiciones utópicas, el modo en que se inscribió en la historia caliente de América latina, desde allí dibujó el recorrido hacia adelante. Desde Montevideo pensó la complejidad de su época, de América latina. Vivió la experiencia del exilio. Primero en la Argentina, donde fue parte de una aventura que tuvo a Crisis en el centro; Galeano como periodista y editor forjó una tradición cultural en nuestro país, del mismo modo que lo hizo en Uruguay con Marcha y con Brecha. Después, su tiempo de exilio en España le permitió revisar, en los años de oscuridad y tragedia de las dictaduras, la historia de América latina. En él hay una fuerte combinación de escritura política, dimensión ética e intento de poetizar las historias de los olvidados”.
  • César Luis Menotti (director técnico): “Cuando se mueren los malos uno siente una vibración fea, pero cuando se mueren los buenos es muy injusto, sobre todo siendo Eduardo Galeano tan joven. Era un genio de la literatura, representativo de esta región tan maltratada y tan ofendida como somos los sudacas. Tenía una visión del fútbol como un lugar de expresión popular. Era un militante de un mundo mejor. Por sobre todas las ideologías, defendió siempre lo popular, lo que está ligado a nosotros como hecho cultural. Y el fútbol evidentemente es un hecho cultural”.
  • Elena Poniatowska (escritora): “Galeano nos devolvió una historia que no se nos olvidará. Puso en nuestras manos una historia de América comprensible y estremecedora. Galeano recogió los episodios, los sentimientos y las ideas de nuestra historia que más lo impactaron, y nos los devolvió de modo que no se nos olvidará”.


EL HIJO DE SUS DIAS - LAS REACCIONES POLITICAS QUE ATRAVESARON TODO EL CONTINENTE
“Día triste para los latinoamericanos”
En cuanto se conoció la noticia, todos los presidentes latinoamericanos y varios políticos salieron a expresar sus sentimientos, a través de comunicados o por Twitter: mensajes en los que fueron recurrentes las menciones a la Patria Grande.
“Va a seguir viviendo en su literatura, en su enfoque, en nuestra formación cultural”, dijo Pepe Mujica.

Presidentes latinoamericanos y dirigentes políticos de toda América latina y representantes de organismos de derechos humanos despidieron con afecto a Eduardo Galeano y reconocieron la influencia de su obra en la literatura de la región. “Eduardo Galeano, pensador clave de la Patria Grande, falleció hoy en Montevideo #lasvenasabiertasdeamericalatina”, escribió la cuenta oficial de la Casa Rosada en la red social Twitter para despedir al periodista y escritor. El gobierno uruguayo de Tabaré Vázquez expresó “tristeza y dolor” por la muerte de su compatriota y recordó a Galeano como “una personalidad que trascendió su actividad, con una dimensión nacional e internacional”. El presidente boliviano, Evo Morales, dijo a la prensa que con la muerte de Galeano, a quien consideró un “hermano”, el mundo pierde “a un maestro de la descolonización y la liberación de nuestros pueblos”.

Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, escribió en un comunicado que hoy “es un día triste para nosotros los latinoamericanos” y consideró que la muerte de Galeano “es una gran pérdida para todos los que luchamos por una América latina más inclusiva, justa y solidaria”. “Hoy fallece un gran maestro de la Patria Grande: Eduardo Galeano, escritor uruguayo y querido amigo. Las venas de América latina están abiertas por tu partida, querido Eduardo!”, escribió en Twitter el presidente ecuatoriano, Rafael Correa. El vicepresidente de Venezuela, Jorge Arreaza, sostuvo que Galeano fue “digno, valiente, genial, escritor de los pueblos, creador de conciencias, reescribidor de la historia”.

El ex presidente de Uruguay José “Pepe” Mujica dijo que Galeano fue un hombre “intelectualmente brillante” que se hizo a sí mismo y que va a reverdecer “en el canto protestador de las nuevas generaciones cada vez que reclamen ante la injusticia y el dolor”.

“Va a seguir viviendo entre nosotros, en su literatura, en su enfoque, en nuestra formación cultural y en lo que van a recoger las nuevas generaciones que seguramente no lo conocieron”, explicó el veterano político. Asimismo, recordó que el autor, un “amplísimo conocedor de la historia latinoamericana”, era un autodidacta “que se fue puliendo a sí mismo” y masificó una cultura de carácter social, histórico y una profundidad “difícil de encontrar en un universitario formado con todos los títulos”.

El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva lamentó la muerte de Galeano y expresó su deseo de que la obra y el ejemplo del autor inspiren un futuro mejor para América latina. “Que su obra y su ejemplo de lucha permanezcan como inspiración para que podamos construir cada día un futuro mejor para América latina”, dijo Lula en un comunicado. Quien fue el primer presidente de izquierda de Brasil consideró que la obra de Galeano es “una referencia para todos aquellos que luchan por una América latina más desarrollada, justa e integrada”.

En el ámbito local, el Ministerio de Cultura expresó su profundo pesar por el fallecimiento de Galeano y afirmó que el autor uruguayo será recordado como “un intelectual de la Patria Grande comprometido con las causas de los olvidados y los desposeídos”. El ministro de Defensa, Agustín Rossi, manifestó su “enorme tristeza por el fallecimiento de Eduardo Galeano” y destacó que “sus palabras fueron fundamentales para nuestra generación”. En tanto, el secretario general de la Presidencia, Eduardo “Wado” de Pedro, expresó su “gran tristeza por la muerte de Galeano” y agregó que “su gran obra, Las venas abiertas de América Latina, seguirá inspirando a las generaciones futuras”.

El senador nacional Juan Abal Medina consideró que Galeano fue “uno de los grandes pensadores de nuestra América”, por lo que remarcó que “su palabra nos acompañará por siempre”. El gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, escribió: “Eterno homenaje al escritor que entró en las venas de nuestra América latina y luchó por el sueño de la patria grande”. “Enorme tristeza por la muerte de Eduardo Galeano. Se nos fue un imprescindible, que nos ayudó a entender la historia y el presente de América latina”, fueron las palabras con las que lo despidió el secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Daniel Filmus.

La presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, aseguró en una carta dedicada al escritor: “Esta mañana me desperté con la noticia que, como nos pasó a todos, nos deja sin respiración”. “Sólo quiero decirte –continúa el texto– que ojalá que en todos los últimos momentos de tu vida te haya acompañado ese pañuelo de las Madres, con la ternura con la que siempre lo trataste, con las bellas cosas que vos dijiste de él. Ojalá te haya acompañado porque seguro que te habrá dado fuerzas.” La emotiva carta de despedida finaliza: “Como todo hombre que hace lo que vos hiciste, rescatar a los más pobres y a los más desposeídos, no vas morir nunca. Te aseguro que vas a estar en la Plaza (de Mayo) junto a todos los que allí nos acompañan cada jueves. ¡Hasta siempre, Eduardo!”




EL HIJO DE SUS DIAS
El mejor de todos
Por Osvaldo Bayer


Cuando esta mañana me informaron de la muerte de Eduardo Galeano tuve una sola reacción: “Ha muerto el mejor de todos”. Y es así y cuento para ello a mi generación. Su obra Las venas abiertas de América Latina es una obra máxima de esos días. Allí está tal cual la verdad, los hechos, los intereses. La gran injusticia cometida contra todos los pueblos comenzando por los pueblos originarios. Repito: Las venas abiertas... es una verdadera biblia de la verdad y la sabiduría y debería ser de lectura obligatoria en todos los colegios secundarios del continente. Sólo así lavaríamos las culpas de las persecuciones ideológicas que sufrió el gran Eduardo Galeano.
Cuando salí a la calle también dije mirando al cielo: “Seguiremos tus pasos, querido amigo”.




EL HIJO DE SUS DIAS
Un hombre para tener de modelo
Por Eduardo “Tato” Pavlovsky *


Yo no dudo de que la muerte de Galeano me impactó enormemente. No es cierto que haya sido gran amigo suyo, sí un admirador de su obra, por supuesto. Pero sobre todo admirador de la coherencia. Fundamentalmente del amor que tenía, de su fervor por todos los procesos revolucionarios. Creo que Eduardo siempre fue una reserva moral de la izquierda, no sólo por Las venas abiertas de América latina, que fue tal vez su obra más poderosa, leída por tantas generaciones, sino por su presencia. Una manera coherente de pensar durante toda la vida.

El único robo que hizo fue un lápiz Faber alemán, lo hizo en primer grado y la maestra lo retó. Fuera de ese pequeño robo, uno lo vio siempre alejado de negocios, de todo tipo de pensamiento que no fuera la misión cultural del revolucionario. Era un hombre para tener de modelo. Yo mismo como hombre de izquierda lo he tenido siempre presente en mis raros vericuetos como autor de teatro, pero no porque él escribiera teatro, sino por el ejemplo moral, muy bien descripto en sus devenires periodísticos. No es fácil encontrar otra personalidad como la de Eduardo Galeano. Esa manera de hablar, tan lenta. Parecía mascullar el espíritu de un revolucionario cabal y comprometido. Personalmente, cuando me entreguen el premio de Ciudadano Ilustre no voy a dejar de nombrar esta pérdida, este latinoamericano en serio, que no descubrió Latinoamérica hace pocos años, sino que en toda su vida fue zurdo e hincha de fútbol. No sé si de Peñarol o de Nacional. Un hombre que uno percibía coherente en sus manifiestos periodísticos y en todos los acontecimientos que uno podía marcar artificialmente desde la Revolución Cubana hasta hoy.

Pierdo un amigo que no fue. Lo que no tuve. Tal vez, una figura que hubiera deseado tener cerca. No lo conocí sino un rato en el exilio, porque me ofreció una nota para una revista alemana en la que tenía que contar toda la odisea de mi escapada. Lamentablemente dije que no, porque ya tenía el pasaje de vuelta. Era para mí medio peligroso, haberme ido así y volver con la nota en la revista alemana. Pero fue un encuentro de dos hermanos. De dos compañeros. De dos hinchas de fútbol. De todo eso que es inherente a los uruguayos, a los argentinos.

Chau Eduardo. Me llevo de vos no solamente lo que te llevás vos. Sino esa luz. Esa luz imborrable, que tiene la izquierda cuando es coherente y fue siempre decente.
* Dramaturgo, director de teatro, actor, psicoanalista.




EL HIJO DE SUS DIAS - PARRAFOS SELECTOS DE GALEANO: LOS LIBROS, LA SOCIEDAD, EL FUTBOL, LA VIDA
“Soy la suma de mis metidas de pata”
Las entrevistas a Galeano siempre dejaron mucho material para leer y disfrutar. Aquí se ofrece un recorte inevitablemente incompleto, pero que da cuenta de varios temas que siempre aparecían, de la dictadura del consumo a los problemas de ser Maradona.
Dos postales de Galeano con escritores: con Juan Gelman, y con Mario Benedetti y Mauricio Rosencof
  • “Cuando era chico quise ser un montón de cosas que resultaron imposibles: por patadura no pude ser jugador de fútbol; por pecador tampoco pude ser santo; también quise ser pintor, pero el talento no daba. Pero de algún modo escribo pintando: si no cierro los ojos y no veo lo que voy a escribir, lo que voy a contar con palabras, que puede ser una idea, una noción, una experiencia, no puedo hacerlo. Tengo que verlo antes, lo que indica que tengo una manera plástica de escribir. Por otra parte, creo que es una pena que se haya perdido aquella sana costumbre de leer en voz alta en las escuelas, porque eso hacía que uno desde temprano se familiarizara con la música de las palabras. A cada texto lo escribo y lo reescribo, lo hago y lo rehago muchas veces, pero la prueba de fuego es la lectura en voz alta. Uno percibe la eficacia de un texto a través de su musicalidad, de cómo suena cuando se lo lee en voz alta.”
  • “No soy un pensador, por suerte, ni siquiera soy un intelectual. La palabra pensador me horroriza un poco. El intelectual se define por oposición a la manualidad o por desprecio al corazón. Yo soy un sentipensante, siento y pienso a la vez. Lo que la razón hace es organizar las sensaciones que vienen no se sabe de qué entraña: el hígado, el corazón, el estómago o el sexo... No se sabe qué es lo que genera eso que está más allá de las ideas.”
  • “Somos instrumentos de las máquinas: el automóvil te maneja, la computadora te programa, el supermercado te compra, la televisión te mira. Los instrumentos que nacen al servicio de la gente terminan por poner a la gente a su servicio. Una de las pruebas de que el mundo está al revés es lo que pasa con las ciudades: fueron creadas como lugares de encuentro entre las personas y, hoy, las personas somos intrusas en estos vastos garages.”
  • “Hay una imposición de un sistema de valores que corresponden a un modelo social que a mí no me gusta, pero que hoy por hoy se acepta como el único posible. La ‘Macdonaldización’ del mundo”.
  • “El problema es la inversión de valores: el problema no es lo que uno consume, sino que es consumido por lo que consume. Hay que empezar a reivindicar lo que es más obvio, la dignidad humana, el trabajo, el valor del trabajo, en lo que yo insisto mucho porque me parece que es una de las fuentes de la inseguridad colectiva en que vive el mundo. Los que algo tienen tienen miedo de perder lo que tienen, y los que no tienen tienen miedo de no llegar a tener nunca eso que no tienen y necesitan. Entonces es un mundo gobernado por el miedo.”
  • “El trabajo ha sido reducido al mínimo de los mínimos; vale menos que la basura. Es cada vez más difícil conseguirlo, más difícil conservarlo y ganar un salario digno. Y todo en nombre de la competitividad, que se lleva por delante dos siglos de conquistas obreras. Ahora dicen: ‘La cola es larga: tómelo o déjelo’. El auge del delito tiene que ver, entre otras cosas, con la injusticia social, con el desvalor del trabajo. El mundo actual está preso de la inseguridad y del miedo. Todos estamos más o menos presos: los de arriba, los del medio y los de abajo. Aunque la prisión puede ser un lujo: los barrios residenciales parecen fortalezas medievales con recursos electrónicos.”
  • “No soy de dar consejos ni de recibirlos, no me gustan los aconsejadores ni quiero ser uno más. Puedo, en todo caso, tratar de transmitir algo de lo que he vivido. Primera cosa: para ser capaz de decir hay que ser capaz de escuchar. Segunda cosa, me la dijo Juan Carlos Onetti: las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio. O sea, yo les diría a los que empiezan: cuídense de la inflación palabrera. En América latina es tan devastadora como la inflación monetaria. Después, no se crean el cuento de que hay una frontera que separa al periodismo de la literatura. Literatura es el conjunto de mensajes escritos que una sociedad emite, tengan la forma que tengan. Uno puede decir lo que quiere decir escribiendo en periódicos o en libros. El periodismo bien ejercido puede llegar a ser muy buena literatura, como lo demostraron. entre otros. José Martí, Carlos Quijano, Rodolfo Walsh... la lista sería larga si nombrásemos a todos.”
  • “Durante los mundiales directamente me voy del Planeta Tierra. Me mudo al Planeta Pelota, igual de redondo pero más chico. Me dedico a ver todos los partidos, o al menos a intentarlo, porque siempre pasa que alguno me pierdo. Pero lo que quiero decir es que me siento con una cervecita bien fría delante de la TV y me meto en una pelota. Y de ahí no salgo hasta que el Mundial se termina. Así de sencillo. Soy fútbol-adicto. Y esto viene de la infancia más remota, porque mi padre me llevaba al estadio cuando yo todavía era un bebé. Y luego, claro, toda mi vida jugué al fútbol.”
  • “Maradona tiene que cargar con una cruz muy pesada en la espalda: llamarse Maradona. Es muy difícil ser Dios en este mundo, y más difícil comprobar que a los dioses no se les permite jubilarse, que deben seguir siendo dioses a toda costa. Y el de Maradona es un caso único, el deportista más famoso del mundo, a pesar de que hace años que ya no juega, esa necesidad de protagonismo derivada de la popularidad mundial que tiene. Quiero decir que es el más humano de los dioses, porque es como cualquiera de nosotros. Arrogante, mujeriego, débil... ¡Todos somos así! Estamos hechos de barro humano, así que la gente se reconoce en él por eso mismo. No es un dios que desde lo alto del cielo nos muestra su pureza y nos castiga. Entonces, lo menos que se parece a un dios virtuoso es la divinidad pagana que es Maradona. Eso explica su prestigio. Nos reconocemos en él por sus virtudes, pero también por sus defectos.”
  • “Quien lee algo que de veras vale la pena no lee impunemente. Leer un libro de esos que respiran cuando te los ponés al oído no te deja intocado: te cambia, aunque sea un poquitito, te incorpora algo, algo que no sabías o no imaginabas, y te invita a buscar, a preguntar. Y más, todavía: a veces hasta te puede ayudar a descubrir el verdadero significado de las palabras traicionadas por el diccionario de nuestro tiempo. ¿Qué más puede querer una conciencia crítica?”
  • “No hay nada en el mundo que no merezca ser reído. Si la literatura de denuncia no es, al mismo tiempo, una literatura de la celebración, se aleja de la vida viva y duerme a sus lectores. Se supone que sus lectores deben arder de indignación, pero ellos se caen de sueño. Con frecuencia ocurre que la literatura que dice dirigirse al pueblo sólo se dirige a los convencidos. Sin riesgo ninguno, se parece más a la masturbación que al acto del amor, aunque según me han dicho el acto del amor es mejor, porque se conoce gente. La contradicción mueve la historia, y la literatura que de veras estimula la energía de cambio nos ayuda a adivinar los soles secretos que cada noche esconde, esa humana hazaña de reír contra toda evidencia. La herencia hebreo-cristiana, que tanto elogia el dolor, no ayuda mucho. Si no recuerdo mal, en toda la Biblia no suena ni una risa. El mundo es un valle de lágrimas, los que más sufren son los elegidos que suben al Cielo.”
  • “No me arrepiento de nada. Yo también soy la suma de todas mis metidas de pata.”



EL HIJO DE SUS DIAS
Nos enriqueció el alma
Por Víctor Hugo Morales *

La muerte de Galeano es, para mi generación, un desgarro. Su muerte marca la pérdida de un formador que, siendo muy joven, influyó en los muchachos veinteañeros de la década del setenta, con un libro como Las venas abiertas de América Latina, que ninguno de quienes teníamos algún interés por la política, la historia y la sociedad dejó de leer. Su vigencia transformó Las venas... en un libro crucial, fundador, iniciático, que se mantuvo para siempre entre las obras más significativas que Galeano escribió y que muchos leímos alguna vez.

Lo pude tratar a través de entrevistas, tanto radiofónicas como televisivas. Me pareció un hombre muy lúcido, sereno y equilibrado, con algo de distancia, pero al mismo tiempo un hombre muy cálido desde sus textos literarios. Por si no bastara con su lucidez y su exquisito lenguaje, Galeano fue además un hombre comprometido con su tiempo y con las democracias de nuestra región. De hecho, recuerdo que fue uno de los primeros en manifestar la furia que le provocaba escuchar hablar de Venezuela como un régimen dictatorial cuando Hugo Chávez se había impuesto en una decena de elecciones. Sin dudas Galeano fue, junto a Mario Benedetti, uno de los uruguayos más influyentes de la historia, de una enorme llegada a los jóvenes.

Todas las veces que lo entrevisté, siempre con el temor que da estar frente a alguien a quien se admira, las charlas resultaron jugosas. Era un hombre que siempre tenía algo lúcido para decir, una idea para compartir. Recuerdo que en una de las últimas me comentó que Las venas... era una obra de la que estaba orgulloso, pero de la que a veces se lamentaba por el fuerte predicamento que tenía ese libro frente a otros trabajos que había escrito y que le parecían tanto o más importantes que aquélla.

No voy a decir que su partida no es una nota de tristeza. Claro que lo es. Pero aprendí a sobrellevar con relativa calma espiritual las muertes que llegan a ciertas edades. En ese aspecto, su partida no me produce rebeldía. En todo caso, una tristeza y una melancolía propias del paso del tiempo y de la pérdida de alguien que nos enriqueció el alma.
* Periodista.




EL HIJO DE SUS DIAS
Dolores y esperanzas
Por Eduardo Jozami *


Conocí a Eduardo Galeano a mediados de los ’60, cuando él era jefe de Redacción de Marcha de Montevideo, el semanario fundado por Carlos Quijano que, en aquellos años, provocaba la envidia de los intelectuales argentinos que soportábamos con cierta vergüenza la dictadura de Onganía. En ese tiempo, publicó un artículo notable sobre la detención y tortura de un militante de la Juventud Peronista. Un texto infrecuente en el que el compromiso político y la belleza de la escritura iban de la mano y que fue muy leído por una militancia que comenzaba a imaginar los horrores que vendrían años después.

Las venas abiertas de América Latina fue el segundo contacto con Galeano y resulta difícil exagerar la importancia de su publicación. Hace poco el escritor se refirió críticamente a un texto que, a su juicio, muestra cuánto no sabía aún de economía y tal vez el señalamiento sea acertado. Pero Las venas abiertas de América Latina fue lo que llamaríamos el relato de los años setenta, la cuenta de los dolores y esperanzas de un continente y de una generación y el efecto político de su pluma inspirada no se resintió, sino todo lo contrario, por el hecho de que el tono ensayístico se alejara del estilo tradicional de los textos doctrinarios de la izquierda.

En los ’70 no participé de la experiencia de Crisis, pero cuando fui convocado a la dirección de esa revista en la tercera etapa, Eduardo Galeano, su primer director, fue designado asesor. Allí trabamos una relación más cercana. Eduardo era un observador muy agudo y un escritor deslumbrante, pero también un gran conversador. Creó un estilo literario que tanto tiene de ensayo como de poesía, fue consecuentemente un hombre de izquierda y vivió apegado a esas tradiciones desde la guerra de España hasta la Revolución Cubana, pero, por sobre todo, era un hombre sensible siempre atento a cuanto de nuevo y de bello ofrecía el mundo y a la denuncia de todos los dolores de la humanidad.
* Director del Centro Cultural Haroldo Conti.




EL HIJO DE SUS DIAS
Contraseña
Por Eduardo Fabregat

Compramos el Página, leemos a Galeano.” En “Los Salieris de Charly”, León Gieco supo sintetizar una de las tantas dimensiones del uruguayo: su nombre como contraseña. Como a tantos de mi generación, leer Las venas abiertas de América Latina significó una doble revelación: la de enterarse con pelos y señales del latrocinio sufrido por el continente a manos del imperialismo, y la de entender cómo funcionó el sistema de control de la información en la educación argentina. Avanzar esas páginas vino acompañado de la recurrente pregunta: ¿cómo nunca nadie nos contó esto?

Galeano nos abrió puertas y ventanas. Galeano fue la contraseña en la mochila: aquel que estaba leyéndolo era otra alma similar en búsqueda de tapar los agujeros que nos dejó la dictadura.

Y más allá de esa dimensión política Galeano fue, también, esa deliciosa combinación de cultura, poesía y tablón: en él conviven las profundidades literarias del Libro de los abrazos, Memoria del fuego o Bocas del tiempo con el ardor de El fútbol a sol y sombra o la apasionada selección de textos de Su majestad el fútbol. Galeano contuvo, contiene, tantas cosas, que basta cruzarse a cualquier perfecto/a desconocido/a y atisbar un Galeano bajo el brazo para entender que de arranque ya hay una coincidencia esencial. Y que éstos son días de profunda tristeza y no hace falta explicar de más: simplemente, porque Galeano.




UN LEGADO DE EDUARDO GALEANO
“Sobrevivir, aunque nos cueste la vida”
Por Mempo Giardinelli



Y Eduardo Galeano finalmente partió. El viernes me lo anticipó Eric Nepomuceno, escritor y periodista también de este diario, saliendo de Río: “Voy a despedir a Eduardo, Mempo, no creo que llegue a tiempo, pero allá voy”. Le pedí que fundiera mi abrazo con el suyo.

Ahora, conocida la noticia de su partida, pienso que al menos nuestro amigo va a descansar, porque llevaba mucho tiempo sufriendo.

Su salud estaba quebrantada ya cuando nos visitó en el Chaco en agosto de 2012, pero igual quiso venir al 17º Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, que es un evento multitudinario que hacemos todos los años. En un mail me pidió: “Hacé todo lo posible por evitarme esfuerzos, por ejemplo, las colas para firmar libros, las entrevistas de prensa, las fotos exigidas por los celulares convertidos en cámaras y tutti quanti”. Y en otro: “Iré a Resistencia, cueste lo que cueste, al grito de: ¡Sobreviviremos, aunque nos cueste la vida!”.

Y llegó nomás, con ese humor formidable que tenía y esa entereza prodigiosa. Lo cuidamos muchísimo, lo preservamos de aglomeraciones y por eso casi no participó del foro, aunque sí quiso hacer una lectura pública y la rompió. Aquella noche memorable leyó y charló durante casi dos horas ante más de 2000 personas que lo aplaudieron a rabiar en un auditorio lleno. Si hasta tuvimos que poner pantallas afuera, sobre el Parque 2 de Febrero.

Cuando partió, luego de días de pollito (ya no podía comer carnes rojas) y poco vino tinto, me escribió: “Gracias, viejo, estas andanzas compartidas me ayudan a enfrentar con buena cara los días que vienen”.

Por entonces su figura estaba en lo más alto, sobre todo después de que Hugo Chávez obsequiara (creo que en 2009) Las venas abiertas de América Latina a Barack Obama (quien por lo que se vio esta semana en Panamá, parece que todavía no lo leyó). Pero fue un gesto magnífico, del que Eduardo no hablaba, por pura modestia.

Las venas abiertas (que es de 1971) fue un libro absolutamente original y para él consagratorio. Pero lo grande es que todavía sorprende. Está vivo como el primer día y sigue siendo una clase magistral de historia en tanto revisión de los dolores del continente hecha en base a investigación, información precisa, un sentido de justicia inclaudicable y una belleza en la escritura impresionante.

Maestro de la paradoja, con enorme capacidad de asociación, con humor y un manejo impecable del castellano, después escribió Memoria del fuego, trilogía publicada circa 1983-86 con tres títulos: Los nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento. Ahí cuenta la historia de nuestra América desde la creación del mundo hasta nuestros días, en breves prosas poéticas. Una belleza de libro.

Y aquí quiero destacar su espíritu didáctico, que en él era muy poderoso. Verdadero maestro en el mejor sentido del vocablo, siempre tenía en mente al lector joven, a la generación que estaba por venir e iba a necesitar una orientación para la vida. Fue un predicador, en este sentido.

Yo lo conocí algunos años antes, primero por e-mail, que intercambiamos durante un tiempo. Mis vínculos con él nacieron de lazos en cierto modo familiares, porque soy íntimo amigo de dos de sus parientes: su cuñado, el escritor cubano Eduardo “el Chino” Heras León, que está casado con Ivonne Galeano, hermana de Eduardo. Y nuestro Eric Nepomuceno. Quizá por eso nos pasamos años mandándonos saludos, pero sin vernos.

Pero eso es lo de menos. Lo que importa ahora es la pérdida, en un sentido, porque duele. Pero sobre todo importa su vigencia. Acerca de la cual quiero decir sólo tres cosas: una es que era conmovedor su disgusto permanente con el hecho de que la Historia siempre era contada, mal contada, por los vencedores. Eduardo escribió contra eso toda su vida.
Otra es que su talento fue único para mezclar la economía y la política con el amor, el humor, el fútbol y las costumbres populares.

Y la otra es subrayar su legado mayor y mejor: Eduardo nos deja sus propias venas abiertas, su propia memoria del fuego, sus propios hijos de los días y ese puñado de oro que fue su dignidad latinoamericana ejemplar.

Aunque sea por eso, esperemos nomás que el gobierno uruguayo le rinda el homenaje que merece. No vaya a ser que hagan como con Cuba y Venezuela en las últimas semanas, lo que lo habría avergonzado.

¡Un abrazo siempre, Eduardo, maestro, compañero!




EL HIJO DE SUS DIAS
Otras voces
  • Teresa Parodi (ministra de Cultura de la Nación y cantautora): “Su escritura luminosa quedará en nuestra memoria. Eduardo Galeano escribió desde sus propias venas abiertas el desamparo, la indefensión, la desigualdad, el saqueo de América latina con dolorido y poderoso acento. Nos dejó clavados para siempre en la memoria su relato estremecido y su posición militante, también comprometida con la belleza, para decir la desesperanza, el genocidio, la historia. Generaciones de latinoamericanos nos miramos en los espejos de sus palabras y nos reconocemos en ellas. ‘En tiempos de crisis, en tiempos de indefinición, la ambigüedad puede parecerse demasiado a la mentira’, escribió, y por cierto no fue ambiguo, no, definitivamente no lo fue. Se jugó desde el verbo y la acción por el tiempo que le tocó vivir con convicción profunda. Lo sabemos muy bien, y a esta hora del adiós, hacemos la cuenta de lo que nos plantó en el corazón para que no duela tanto. Le agradecemos la intensidad de su escritura luminosa. Le agradecemos la emoción, libro adentro, de lo que supo decirnos más allá de las palabras. Nunca una traición ni un olvido. Nos ayudó a mirar desde sus hombros la infinitud del todo y a no perder el asombro. Somos ese mar de fueguitos que seguirán temblando en esta región el mundo. Cada uno en su luz recordará un fragmento de El libro de los abrazos y buscará consuelo en esas páginas que nunca dejarán de existir. Hay hombres que marcan su huella para siempre y uno puede seguir por ella tantas veces como se necesite seguir. Es una bendita suerte ésa. Qué más se puede decir...”.
  • Diego Maradona (ex futbolista, director técnico): “Gracias por luchar como un 5 en la mitad de la cancha y por meterles goles a los poderosos como un 10. Gracias por entenderme, también. Gracias, Eduardo Galeano: en el equipo hacen falta muchos como vos. Te voy a extrañar”.
  • Roberto “Tito” Cossa (dramaturgo): “Siento un gran dolor. Se fue uno de esos seres que uno siente que son imprescindibles, un militante, un pensador, un hombre coherente. Las palabras no alcanzan. Por eso no agrego nada más”.
  • Liliana Heker (escritora): “Lamento mucho su muerte. Me marcó mucho Las venas abiertas de América Latina. Sé que él renegó hace un tiempo de ese texto, pero para mí sigue siendo emblemático porque sigo pensando el mundo exactamente igual que hace cuarenta años, con la misma idea acerca de la injusticia y la opresión. Un gran mérito de Galeano es la diversidad de temas que ha trabajado a lo largo de su trayectoria. Por un lado, se ha convertido en representante de la literatura política, pero al mismo tiempo ha abordado otras cuestiones que pueden ser consideradas menores, pero que a mí me resultan muy interesantes y me acercan a él incluso más que sus textos más comprometidos”.
Fuente:Pagina12





13-4-2015
Homenaje
El velorio será mañana de 15 a 22 en el Palacio Legislativo-
Osvaldo Bayer: "Galeano era el mejor de todos"

El teléfono del escritor argentino Osvaldo Bayer no para de sonar. Ha muerto su amigo y colega Eduardo Galeano. Se conocieron en el 73, cuando compartieron redacción en la mítica revista Crisis. “Las venas abiertas de América Latina”, dice, "es obra de fondo que va a quedar siempre”.


Desde esta mañana el teléfono del escritor argentino Osvaldo Bayer no para de sonar. Algunos llaman para darle la noticia, otros para que cuente anécdotas sobre su amigo y colega, el escritor uruguayo Eduardo Galeano. “Era el mejor de todos, su pluma, es lamentable esta desaparición”, dice a Infojus Noticias.

¿Una anécdota? “Tengo muchas”, dice.  “Cuando estábamos en la revista Crisis lo invité una vez a tomar un café. Cuando llegamos al bar él me dijo que no iba a tomar. ‘Cuando voy a un bar tomo un wisky’, dijo”. Recuerda y ríe. Compartieron la redacción esa mítica revista cuando el uruguayo se exilió en Buenos Aires en el 73.

“Las venas abiertas de América Latina”, sigue Bayer, "es obra de fondo que va a quedar siempre”. La principal virtud de su pluma, dice, es la simpleza. “Era un hombre que escribía simple, no necesitaba demostrar erudicción con palabras difíciles".

Para Bayer el periodismo pierde con la muerte de Galeano pero tiene esperanza de que esto sirva a los jóvenes. “Esperemos que esto sirva para que haya un movimiento en los jóvenes para que lean y se pueda cumplir, como quería José Martí, lograr una Latinoamérica unida”. 

"Era el mejor de todos", repite antes de terminar la conversación con Infous Noticias. El teléfono  "El Tugurio", el deparmento donde vive rodeado de miles de libros y plantas, sigue sonando. La voz  del escritor de 88 años, suena gastada por todo lo que habló hoy, pero a él no parece importarle. Acaba de morir un amigo y él tiene mucho que decir.




13-4-2015
Homenaje
Carta pública
Hebe de Bonafini: ¡Hasta siempre, Eduardo!
La Vaca
"Ojalá que en los últimos momentos de tu vida te haya acompañado ese pañuelo de las Madres, con la ternura con la que siempre lo trataste, con las bellas cosas que vos dijiste de él", escribió la titular de Madres de Plaza de Mayo.


"Esta mañana me desperté con la noticia que, como nos pasó a todos, nos deja sin respiración", escribió Hebe de Bonafini, titular de Madres de Plaza de Mayo, en una carta dedicada al recientemente fallecido escritor Eduardo Galeano.

"Sólo quiero decirte -continúa el texto- que ojalá que en todos los últimos momentos de tu vida te haya acompañado ese pañuelo de las Madres, con la ternura con la que siempre lo trataste, con las bellas cosas que vos dijiste de él. Ojalá te haya acompañado porque seguro que te habrá dado fuerzas".

"Como todo hombre que hace lo que vos hiciste, rescatar a los más pobres y a los más desposeídos, no vas morir nunca. Te aseguro que vas a estar en la Plaza (de Mayo) junto a todos los que allí nos acompañan en cada jueves", culmina la carta de Bonafini, quien se despide con un "¡Hasta siempre, Eduardo!




13-4-2015
Opinión
El escritor uruguayo murió esta mañana en Montevideo
El intelectual de izquierda y su laberinto

Galeano fue un gran difusor de la teoría de la dependencia y fue en ese papel que saltó a la fama internacional. "Las venas abiertas de América Latina" sigue siendo un bestseller que parece no decaer en popularidad. El texto tuvo la capacidad de cambiarle la vida o la forma de ver el mundo a una cantidad importante de seres humanos de distintas generaciones y regiones. Qué lugar ocupa este autor en el canon: los festejos y las críticas.

Para los que ya peinamos unas cuantas canas, el nombre de Eduardo Galeano genera una serie muy variada de reacciones. Para algunos (muchos más de los que parece), es todavía el gran intelectual de la izquierda latinoamericana, en tanto que para otros (una minoría con títulos universitarios de posgrado y/o con experiencia en la investigación académica), se trata de un intelectual público que muchas veces habla por hablar y otras repite clisés cuya mayor virtud es la de interpelar a las masas bienintencionadas. Estoy seguro que, como casi siempre, estas visiones extremas dejan fuera mucho más de lo que incluyen y que, como todo ser humano, Galeano no puede ser explicado con breves definiciones—del mismo modo que, como bien explica el narrador de Citizen Kane, una persona no puede ser definida por una sola palabra, por importante que ella sea.

Ante todo cabe decir que Galeano fue un gran difusor de la teoría de la dependencia y fue en ese papel que saltó a la fama internacional. Las venas abiertas de América Latina sigue siendo un best seller que parece no decaer en popularidad: desde el Subcomandante Marcos a Zach de la Rocha, pasando por el finado Hugo Chávez, han manifestado su admiración por ese texto. La influencia del mismo es innegable, no solo numérica, sino también cualitativamente: se trata de un texto que, si le hemos de creer a todos los que lo afirman (en los últimos minutos me lo han comunicado tres personas), tuvo la capacidad de cambiarle la vida o la forma de ver el mundo a una cantidad importante de seres humanos de distintas generaciones y de múltiples lugares geográficos. Además, la teoría de la dependencia, que es el conjunto sistemático de ideas que subyace a ese best seller, nunca habría tenido tanta llegada ni tantos adherentes si no hubiera existido esta obra de Galeano—las obras de Gunder Frank, Cardoso, Faletto y tantos otros son, comparadas con Las venas abiertas, un verdadero plomazo, como corresponde a obras de contenido e intención académicos.

Si Galeano hubiera escrito solo ese libro ya habría habido un lugarcito para él en el canon latinoamericano—es decir, en la lista de libros fundamentales que uno debe leer para ser un buen ciudadano en una cultura determinada. Sin embargo, hay otros libros suyos que merecen atención. En estas líneas voy a limitarme a destacar otra gran obra de difusión, acaso más “seria” y elaborada que Las venas abiertas, que se aboca a la difusión y comentario de una serie impresionante de textos coloniales, tanto canónicos como olvidados: Memoria del fuego—que se trata, según creo, de la obra más erudita sobre la época colonial escrita por un no-especialista. En ella se encuentran los textos que mejor pintan el terrible desencuentro entre sociedades y culturas, entre cosmovisiones y sistemas económicos, que tuvo lugar a partir de 1492. Con buena y entretenida prosa, a pesar de las frecuentes caídas en cierto facilismo que caracterizó buena parte de su obra, Galeano nos ofrece en esa serie de libros un amplio, intenso y conmovedor retrato de esa época que marcó el destino del continente sudamericano hasta el día de hoy.

Los desposeídos
No voy a hablar del resto de su vasta obra, pero sí a afirmar que su papel como intelectual público fue, más allá de las discrepancias o acuerdos que uno pueda tener con sus dichos (en mi caso, lo más común fue el desacuerdo), sencillamente irreprochable. En una época en que esa figura está en vías de desaparición, su compromiso con lo que él consideraba su función es admirable: siempre estaba listo a dar opinión y esa opinión siempre favorecía a los más desposeídos. Tampoco le tuvo miedo a criticar a gobiernos de izquierda o de centro izquierda si le parecía que no estaban haciendo las cosas bien. Es decir, su papel de intelectual público de izquierda no le impedía opinar libremente sobre temas espinosos en los que la izquierda no se comportaba con la coherencia que él reclamaba.

Por supuesto que ese continúo salir a la palestra a airear sus opiniones tuvo su costo: muchas veces sus palabras sonaban a clisé o a una versión politizada de Paulo Coelho.

Esto, como es de esperar, causó irritación entre aquellos intelectuales que creen (creemos) que a la gente hay que hablarle de manera menos facilonga, pero la llegada (con éxito) de su mensaje a vastos sectores de la población es innegable. Y si bien a algunos no nos gustaba su estilo acaso demasiado populista (en el peor sentido de la palabra) y tampoco nos convencían muchas de sus opiniones (se había acostumbrado a opinar sobre todos los temas que le preguntaran los periodistas), lo cierto es que en este mundo derechizado, donde el capitalismo impera de manera soberbia, impune y sin que se le oponga casi resistencia, su opinión (siempre posicionada desde una mirada subalternista y anticapitalista), su compromiso y su coherencia ideológica, se van a extrañar. Que en paz descanse.

*Investigador y ensayista uruguayo. Es Profesor Asociado de Literatura Latinoamericana y Estudios Indígenas de la Universidad de Michigan.





13-4-2015
Perfil
Falleció esta mañana
Los rituales de Eduardo

Cuatro amigos de Eduardo Galeano lo recordaron para Infojus Noticias. Fue uno de los grandes intelectuales de los últimos tiempos. Su mirada sobre el periodismo estuvo fuertemente anclada en los conflictos e injusticias latinoamericanas. Escribió Las venas abiertas de américa latina y fundó las revista Crisis, Marcha y Brecha, donde participaba hasta hoy como miembro del consejo asesor.
Por: Ana Soffietto


Eduardo Galeano tenía sus rituales. Siempre andaba con una carterita chiquita abrochada en el cinturón: guardaba una libreta minúscula. Cada vez que escuchaba algo que le interesaba, la sacaba y anotaba. “Insumos para sus cuentos”, dice el fotógrafo uruguayo Oscar Bonilla.

También tenía sus bares. El Café Brasilero, donde iba a diario a escribir y recibía a los periodistas o el Bar Bacacay, frente al Teatro Solís, donde se encontraba con amigos. “Cuando uno elige un café, uno sabe muy bien que pasa a ser como una segunda casa. Eso le pasaba a Eduardo”, dice Bonilla.

Y tenía un perro, Morgan, que había fallecido hace algunos meses. “No sé cómo voy a hacer para escribir sin él”, le había dicho a una amiga argentina luego de su muerte.
Hace poco tiempo, una editorial argentina le preguntó si estaba de acuerdo en sacar una biografía suya, pero él se negó rotundamente. “No quiero saber nada sobre ese libro”, le dijo el escritor a su amigo fotógrafo. Bonilla pensó que las biografías suelen aparecer cuando uno está por irse y que por eso Galeano, que sabía que estaba mal, se negaba al homenaje. Galeano murió esta mañana, después de luchar años contra un cáncer de pulmón.

Antes del final, Galeano hizo escuela en las redacciones, fundó varias revistas míticas y publicó libros sin descanso. Allí narró con una extremada preocupación por las formas narrativas los conflictos e injusticias latinoamericanas. Cada uno de ellos vale por sí mismo pero con Las venas abiertas de América Latina se hizo conocido en forma mundial. Tenía apenas 31 años cuando lo publicó. El año pasado, sin embargo, mientras participaba de la Segunda Bienal del Libro en Brasilia, se quejó del texto. Dijo que ya “no sería capaz de leerlo de nuevo”.

Otro de los libros que se destacaron fue Memoria del fuego, donde analizó una gran cantidad de textos coloniales para reflexionar sobre los conflictos que desató la colonización a partir de 1492. También dejó Los días siguientes, Vagamundo, El libro de los abrazos y Patas arriba.

“Era una persona exquisita, sencilla, hasta humilde. El hombre que quería estar con su pueblo, conversar con él”, dijo Sylvia Lago, escritora y presidente de la Fundación Benedetti, donde Galeano participaba.

Poesía para fumar 
Un fotógrafo exiliado en Suecia recibe unos papeles de cigarrillo. Se los da una mujer miembro de Amnistía Internacional tras visitar el Penal de Libertad, la principal cárcel de presos políticos de Uruguay. El fotógrafo entiende que en los papeles hay un mensaje escrito en letras milimétricas. Noches enteras se dedica a mirarlos con lupa y transcribir a máquina todo lo que encontraba.

Entonces el fotógrafo, Oscar Bonilla, decide llamar a su amigo Eduardo Galeano, exiliado también, pero en España. Aunque Galeano no logra identificar de quién podían ser esas líneas, está seguro que son unos poemas bellísimos. Como parte de la campaña mundial por la amnistía, los poemas se publican en Suecia con prólogo de Galeano bajo el nombre La canción de los presos.

Hoy Oscar Bonilla siente dolor por la pérdida de su amigo, pero recuerda con cariño profundo esta historia. Para él, es una foto de toda la lucha de aquellos años de dictaduras y exilios. Aunque afuera del continente, el compromiso no se marchitaba. Y cada pequeña oportunidad era esperanza.

Ambos volvieron a Montevideo después del exilio. Junto a otros periodistas que habían participado en la mítica revista Marcha, Galeano lanza Brecha. Fiel columnista en los primeros años, luego se convertiría en miembro del Consejo Consultivo de la publicación. Bonilla lo acompañaría como editor de fotografía. “Era muy cariñoso con todos”, recuerda Bonilla.

La publicación recogió la tradición rupturista de Marcha y, esta vez desde Uruguay, Galeano volvía a apuntalar un medio de referencia para la discusión política e intelectual en América Latina.

Muchas veces Brecha estuvo a punto de cerrar. El problema eran los números, siempre. Y siempre también era Galeano quien ayudaba a remontar el vuelo.
Muchos años después de que se publicara la primera versión, artesanal, de La canción de los presos, Bonilla recibió un llamado. Era Galeano, con un nombre y una dirección.
—Tengo la sospecha y el dato de que es el autor de los poemas.
El nombre correspondía a un funcionario de la facultad de Ciencias Veterinarias.
—Yo sé por qué venís. Te estaba esperando— le dijo el hombre a Bonilla apenas lo vio llegar.

Galeano pide Memoria, Verdad y Justicia 
El día del sepelio de Ubagesner Chaves Sosa fue el 14 de marzo. Ese día se conmemora en Uruguay el Día del Liberado. Pero Chaves Sosa no es un liberado sino un desaparecido que apareció en democracia. Trabajador metalúrgico, dirigente  de la Unión Nacional de Trabajadores y Ramas Afines y militante comunista, había sido secuestrado el 28 de mayo de 1976.

“Más que un sepelio es una celebración”, dijo ese día Galeano. Era el día en que se celebraba la memoria de Ubagesner y de “todas las mujeres y de todos los hombres generosos que en este país enviaron su fuego hasta el final”.

En la explanada de la Universidad de la República, Galeano no dudó: “Este militante obrero encarna el sacrificio de muchas compañeras y de muchos compañeros que creyeron en nuestro país y en nuestra gente, y que por creer se jugaron la vida. Hemos venido hoy a decirles a todas ellas, a todos ellos, que valió la pena”.

Y pidió memoria.

Y pidió justicia.

Para el periodista Ángel Ruocco, que conoce a Galeano desde la adolescencia, la defensa de los derechos humanos marcó toda su obra. Su preocupación principal era “escribir contra la injusticia, contra la desigualdad, la discriminación, por amor a los desposeídos y parias en todo el mundo”, dice Ruocco.

Ambos se conocieron desde chicos y también compartieron muchas experiencias de trabajo juntos. Mientras Ruocco era corresponsal en la agencia de noticias Prensa Latina, Galeano lo era en Caracas. Para su antiguo compañero y amigo, Galeano “no era un intelectual separado del mundo”.

El compromiso de Galeano con los derechos humanos se expresó también en sus reiterados pedidos de voluntad política para la investigación de los crímenes de lesa humanidad. Como parte del consejo de la Fundación Mario Benedetti, impulsó reclamos de memoria, verdad y justicia en el país. También integró la Comisión Nacional Pro Referéndum para revocar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, promulgada en 1986 para impedir el juzgamiento de los crímenes cometidos durante la dictadura militar uruguaya.

Su vínculo con Macarena Gelman es símbolo de ese compromiso personal. Amigo incondicional de Marcelo y Juan Gelman –padre y abuelo de Macarena- apoyó desde siempre la búsqueda de la joven. Desde su recuperación, la acompañaba con mucha cercanía junto a su mujer Helena.

En el libro Los hijos de los días, Galeano relata que cuando Macarena aún no conocía su verdadera identidad, tenía una pesadilla recurrente, espantosa. “Durante muchísimo tiempo, toda su infancia tuvo esa pesadilla que la perseguía y ella no sabía por qué, de dónde venía. Hasta que conoció su verdadera historia y supo que ella estaba soñando las pesadillas que su madre había vivido mientras la modelaba en el vientre. La madre, una estudiante de apenas 19 años, era perseguida de verdad por otros señores armados hasta los dientes que la encontraron y la mandaron a morir a Uruguay. Macarena estaba en el vientre de esa mujer acosada y perseguida. Desde el vientre padecía la persecución que su madre sufría y después lo soñó y se convirtieron en sus propias pesadillas. Ella soñó lo que su madre había vivido”, contó Galeano en una entrevista con el sitio uruguayo La red 21.

En Argentina
Tenía apenas 33 años cuando en 1973 asumió en Buenos Aires la dirección de la revista Crisis, una publicación bisagra en la historia de los medios de comunicación y la cultura de los países de Latinoamérica. Desde Crisis, se arengaba el sueño en el que las izquierdas y el peronismo revolucionario convergieran para forjar un nuevo sistema político y económico. Las banderas de la descolonización y la democracia eran el fundamento de cada una de las páginas que Galeano imaginaba de la mano de un pequeño equipo de redacción.

Galeano llegaba al país expulsado de su tierra natal. Dos años atrás había publicado su libro más conocido, Las venas abiertas de América Latina, que aún es literatura de cabecera. Todavía faltaban tres años para el golpe de Estado en Argentina, que lo volvería a empujar a otro exilio, en Barcelona.

La salida de Crisis, en mayo de 1973, buscó ir más allá del espacio literario y se convirtió en una referencia cultural. Número a número, la intención era desplegar también las tradiciones de cultura popular latinoamericanas, relegadas hasta entonces a espacios marginales. Esa era una de las preocupaciones fundamentales de Galeano. Las otras eran eminentemente políticas.

Allí llevó sus primeros textos literarios el escritor y periodista Carlos María Domínguez y quedó a cargo de una sección de reportajes sobre oficios con un fuerte componente narrativo. “Era una idea de Eduardo para darle voz a los que no la tenían. Este tipo de textos ingresaban por primera vez con Crisis”, recuerda.

El clima de violencia, sin embargo, eclipsó cada vez más esos días míticos. Domínguez todavía recuerda el día en que llegó a la redacción y encontró a todos desesperados. Haroldo Conti, miembro del equipo, había sido secuestrado.

Los últimos días de Galeano en el país, todavía el frente de la revista, fueron pavorosos. Sabía que lo esperaban en su casa, que lo perseguían. Andaba armado y cada noche dormía en un lugar distinto. Aunque tampoco podía dormir.

Luego del golpe de marzo de 1976, cada número de la revista debió someterse a la censura. Para Galeano, la resistencia solo podía ser una: el silencio. “Él decía que era mejor cerrar con dignidad la revista y no humillarse a sufrir una censura que estaba impidiendo la salida de Crisis”.





13-4-2015
Homenaje
Un cuento
Los pájaros prohibidos

En 1973 Galeano se exilió a Argentina huyendo de la dictadura uruguaya. Vivió en Buenos Aires hasta 1975, cuando se instaló España. El cuento corto "Pájaros prohibidos", uno de sus clásicos, refleja la situación de los presos políticos uruguayos.
Por: Eduardo Galeano


Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.

Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.

Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:

— ¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?

La niña lo hace callar:

— Ssshhhh.

Y en secreto le explica:
— Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.




13-4-2015
Memoria
Eduardo Galeano, el escritor que rescató la memoria de América
Murió esta mañana en Montevideo, después de tres días de internación. Tenía 74 años y una obra que marcó a varias generaciones. "Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable" escribió.
Fotos:Sergio Goya

El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, autor de obras como "Las venas abiertas de América Latina" y de otras que indagan en las raíces de la realidad latinoamericana, murió esta mañana en Montevideo, su ciudad natal, a los 74 años y después de tres días de internación. Tenía cáncer de pulmón desde hacía varios años.
"Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable" escribió. Fue uno de los cronistas de trayectoria más incisiva, inteligente y creadora de América Latina. Su producción, traducida a más de veinte lenguas, es una perpetua y polémica interpretación de la realidad del continente. En la Argentina, Galeano estuvo entre los fundadores de la revista Crisis en 1973, y la dirigió hasta 1976, cuando debió exilarse en España. "Argentina está a la vanguardia de los derechos humanos del mundo", dijo hace poco.

Su libro Las venas abiertas de América Latina se publicó en 1971y fue fundamental para develar la explotación del sistema colonialista en la región. Marcó a varias generaciones. En la V Cumbre de las Américas, hace seis años, Hugo Chávez le regaló este libro al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Cuando le preguntaron a Galeano por este gesto, el escritor respondió: "Ni Obama y ni Chávez entenderían el texto. Chávez se lo entregó a Obama con la mejor intención del mundo, pero le regaló a Obama un libro en un idioma que él no conoce. Entonces, fue un gesto generoso, pero un poco cruel". 
Su última actuación pública tuvo que ver justamente con la relación entre Venezuela y Estados Unidos. El martes pasado, en su programa “En Contacto con Maduro”, el presidente venezolano mostró la firma  del escritor uruguayo rechazando el decreto de Obama (que declaró a Venezuela como una "amenaza") y apoyando el pedido de que sea derogado. 
Fuente:Infojus

No hay comentarios: