26 de agosto de 2022

OPINION.

 

El fiscal Diego Luciani y la literatura fantástica

La hipérbole

Por Mario Goloboff

La hipérbole es la figura de la retórica que se presta más a la trampa y, por ende, a la ficción y a la literatura fantástica. Porque, por su esencia misma, nada debe probarse, nada puede probarse; es, en la práctica, humanamente imposible efectuar toda prueba. ¿Quién se va a meter en un container que guarda tres toneladas de documentación? (y va a observar los documentos, uno por uno) ¿Quién, en los hechos, va a investigar cincuenta y tantas rutas (multiplicadas por sus miles de kilómetros)? ¿Quién va a verificar “que diecisiete obras no fueron votadas por el Congreso”, cuando sí fueron votadas, solo que con otro nombre? ¿Quién, va a seguir nueve audiencias de alegatos de acusación? ¿Quién, va a contar el dinero, que se miden por miles de millones?

El fiscal Diego Luciani parece haber leído atentamente a García Márquez, quien utiliza esta figura como método. Sobre todo en “Los funerales de la Mamá Grande” donde mucho de la escena imaginaria se asemeja a la actual, no menos imaginaria: “Nadie conocía el origen ni los límites ni el valor real del patrimonio, pero todo el mundo se había acostumbrado a creer que la Mamá Grande era dueña de las aguas corrientes y estancadas, llovidas y por llover, y de los caminos vecinales, los postes del telégrafo, los años bisiestos y el calor, y que tenía además un derecho heredado sobre vida y haciendas. /…/ …dictó al notario la lista de su patrimonio invisible: // La riqueza del subsuelo, las aguas territoriales, los colores de la bandera, la soberanía nacional, los partidos tradicionales, los derechos del hombre, las libertades ciudadanas, el primer magistrado, la segunda instancia, el tercer debate, las cartas de recomendación, las constancias históricas, las elecciones libres, las reinas de la belleza, los discursos trascendentales, las grandiosas manifestaciones, las distinguidas señoritas, los correctos caballeros, los pundonorosos militares, su señoría ilustrísima, la Corte Suprema de Justicia, los artículos de prohibida importación, las damas liberales, el problema de la carne, la pureza del lenguaje, los ejemplos para el mundo, el orden jurídico, la prensa libre pero responsable, la Atenas sudamericana, la opinión pública, las lecciones democráticas, la moral cristiana, la escasez de divisas, el derecho de asilo, el peligro comunista, la nave del estado, la carestía de la vida, las tradiciones republicanas, las clases desfavorecidas, los mensajes de adhesión”. El relato está construido, así, sobre esa base estructural y estructurante: la de la hipérbole. Que es la figura de la aumentación, la que generalmente contiene una exageración, intencional, nunca inocente, con el ánimo de señalar, de ofender, en este caso de acusar y de penalizar.

No es la primera vez que se produce un intercambio entre figuras del campo literario (más precisamente dicho, del retórico) y la práctica o los conceptos jurídicos. Al contrario, ello es frecuente. El concepto de “lo verosímil” nace ya en los tribunales de Roma; la repetición, la analogía, se permutan; la metonimia o la metáfora están en todo el lenguaje. Más aún, Roland Barthes recuerda que la retórica, como práctica y como enseñanza, nace en Sicilia a principios del siglo V a.C. al calor, precisamente, de los procesos judiciales en los cuales, ante el jurado popular, se dirimían las titularidades de los derechos de propiedad de las tierras que habían sido expropiadas por los antiguos tiranos.

El alegato del fiscal Luciani en el llamado proceso de Vialidad no puede sino suscitar estas reflexiones, ya que reúne (y más) todas las condiciones para identificarlo con una ficción literaria. Y se parece mucho, hasta ahora en su andadura, a otros procesos, muy anteriores; la historia judicial universal está plena de Lawfare (s), solo que no se los llamó así, en los que los condenados lo habían sido ya antes de habérselos juzgado. Herederos de las lapidaciones bíblicas, bajo la Inquisición, además de la cacería de “brujas”, son célebres los procesos a Galileo Galilei y los menos conocidos pero en el colmo de la perversidad al “coperniqueano” Tommaso Campanella; más modernamente, durante el siglo XX, bajo el nazismo, el oscuro proceso por el incendio del Reichstag, que sirvió para abrir el camino hacia el poder absoluto a Adolfo Hitler y a ilegalizar de hecho al poderoso partido comunista alemán; en plena guerra fría (1953), en Estados Unidos, la condena a los esposos Ethel y Julius Rosenberg, asesinados en la silla eléctrica sin que fueran probadas las acusaciones de espionaje a favor de la Unión Soviética; bajo el stalinismo tardío, el juicio al poeta contestatario Joseph Brodsky, años después Premio Nobel de Literatura, a quien se quería condenar aunque fuera por vagancia, y cuando se le preguntó cuál era su trabajo y él respondió que vivía de las traducciones, el Tribunal le repreguntó, ofuscado: ¡Pero no, vamos, queremos decir un trabajo! Se hace valer en todos ellos, a falta de pruebas, la lógica imperante, el sentido común, el pensamiento común. Comunes de acuerdo con la época, la educación del medio, el pensamiento del medio, las tendencias y normas de sus gobiernos.

Por todo ello, tampoco a la principal acusada y perseguida políticamente, la vicepresidenta doctora Cristina Kirchner, le faltaban razones para afirmar, en la primera audiencia pública en la que compareció como imputada, en diciembre de 2019: "La historia me absolvió y me absolverá, y a ustedes los va a condenar la historia" /…/ "Esto es el 'lawfare', que los medios de comunicación publiciten cosas que no figuran en el expediente ni que han sido probados", denunció además.

Miguel Ángel Pichetto, candidato a vicepresidente en la fórmula con Macri, se refirió el viernes pasado a la causa Vialidad contra Cristina Kirchner, y dijo que "va a ser difícil cerrar el esquema probatorio de la asociación ilícita". Afirmó: "Me parece un poco mucho que un Gobierno se constituya para delinquir". Días antes de que los fiscales federales Diego Luciani y Sergio Mola pidieran 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para Cristina Kirchner, aseguró en una entrevista que no ve "elementos contundentes" en la causa en la que se investiga a la vicepresidenta.

En el Derecho más estricto, el que estudiamos en la Facultad, el que se consagró durante años, inclusive en la Argentina, no bastan con la hipérbole y otras figuras de la retórica para imputar a un ciudadano un delito cualquiera. Se necesitan pruebas. Es al menos lo que dicen los libros, si para algo se los tiene en cuenta.

*Escritor, docente universitario.

Fuente:Pagina12

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