Causa penal por delitos de lesa
humanidad: no fue Malón, fue
matanza
Por Marcelo Valko, Resumen Latinoamericano 4 de marzo de 2023
El 21 de abril de 1904 pocos meses antes del final de la segunda presidencia de Julio Roca se perpetró una masacre de proporciones consistente en la matanza, persecución y represión de integrantes del pueblo Moqoit (Mocoví) en San Javier (Santa Fe). Las víctimas entre muertos y heridos superan el centenar, aunque no todas fueron “blanqueadas” ante la Justicia, sino apenas cierta cantidad que figuran en Actas del Registro Civil de San Javier. Existen testimonios que refieren a heridos enterrados con vida y hubo fosas comunes que en la actualidad intentan ser ubicadas.
Se trató de un delito de lesa humanidad y se inscribe dentro del marco del genocidio contra los pueblos originarios cometidos durante la conformación del Estado Nacional. Todavía hay casas cuyas azoteas fueron utilizadas como cantones desde donde disparaban a los mocovíes pauperizados, incluso las aberturas del campanario de la iglesia fueron utilizadas por los tiradores. Si bien en aquel entonces la mayoría de la prensa se encolumnó domesticada ante el discurso oficial que tergiversó el crimen transformando a las víctimas en victimarios.
La distancia existente entre la matanza y la versión oficial elaborada por la prensa una semana después “del malón” es notable, pero no difiere de infinidad de falsificaciones similares perpetradas durante “nuestro trato pacífico con los indios” como señalaba nuestra Constitución modificada en 1994 para reelegir al presidente peronista Carlos Menem. Lo cierto es que en el forcejeo dialéctico de memoria y silencio “el hecho de sangre” se fue desvaneciendo hasta desaparecer por completo. Contribuyó a ello la película “El último malón” del director Alcides Greca estrenada en 1918 que pretende reflejar lo ocurrido de acuerdo a la versión oficial del millar de indios que intentaron asolar al pueblo. Greca, nativo de San Javier hace actuar a los sobrevivientes de la matanza de maloneros.
Lo sucedido y su recreación cinematográfica es propio del realismo mágico de García Márquez. ¿Acaso es posible aceptar que un grupo de mocovíes que padecieron una matanza preventiva en 1904, terminen actuando en 1918 en un drama que en realidad ocurrió de manera inversa? La desmemoria actúa desde el mismo título, dando por bueno que se trató de un ataque.
Tal como me fuera informado por el Dr. Gabriel Hernández Crosetto el 27/12/2022 se presentó una denuncia sobre la Masacre de San Javier. La carátula es “N.N. S/ AVERIGUACIÓN DE DELITO”; FISCALÍA FEDERAL 2/24, que la profesora Liliana Janko tuvo a bien enviarme. La denuncia la presentaron Ángela Lanche (Cacica Comunidad Layik Ra’Apiguin), los referentes Néstor Lanche (comunidad 21 de abril), Julio Lanche (comunidad Esperanza Viva de Colonia Francesa) junto a Lucila Puyol Secretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Santa Fe.
Los denunciantes solicitan “la correspondiente acción penal promoviendo la investigación de los hechos sucedidos el 21 de abril de 1904 y sus consecuencias sobre el pueblo Moqoit (mocoví), y que se “eleve la causa para la realización del Juicio Oral y Público por la Verdad Histórica. Me reconforta que parte de la denuncia se nutra con mi libro “El Malón que no fue”, una investigación que expone pistas, cpnfronta datos y expone contradicciones del relato oficial que demuestran cómo se disfrazó el crimen como defensa ante un “ataque de salvajes que intentaron tomar la población” cuando en realidad se trató de “un correctivo” o matanza disciplinadora de mano de obra barata como luego ocurrió en 1924 en Napalpí y en 1947 en Rincón Bomba entre otras, con miles de muertos indígenas que fueron invisibilizados.
Una vez ocurrido el “hecho de sangre” y dada la dimensión del crimen, nace un discreto pacto de silencio al estilo de “Fuenteovejuna” pero al revés, ya que las fuerzas vivas sanjaverianas advierten “que se les fue la mano…”. De inmediato comienza un maquillaje conveniente a través de la prensa alimentada por voceros locales y provinciales. Lo primero es incrementar “el numero de maloneros”, de alrededor de los 200 los primeros días crecen a 1200 una semana después como consta en diversas publicaciones periodísticas que cito, algo similar sucede con el armamento de los indios. En cambio la cantidad de víctimas es un tema más delicado y se maneja con enorme cautela, más allá de algunas ligeras variantes se mantienen en alrededor de una veintena. Ahora bien. Estamos hablando de los muertos que fueron “blanqueados” en las Actas del Registro Civil de San Javier (Actas 47 a 66 asentadas el 23 de abril de 1904). Tal como se advierte en el facsímil que acompaña esta nota correspondiente al Acta 50 de Feliz Nocotel, en la causa de muerte consta “heridas por arma de fuego”. Otro dato relevante es que todos los mocoviés mueren exactamente en el mismo horario: las 13,30hs. En cambio, como es lógico suponer nada se menciona sobre fosas comunes. Ni tampoco sobre el destino de aquellos que fueron alcanzados durante la persecución posterior. La denuncia presentada pide realizar una inspección ocular en el denominado “viejo cementerio indio” donde se habrían cavado fosas comunes para arrojar a los muertos originados por la masacre.
Cabe recordar que a poco de salir el libro en 2018, la CTA Autónoma de Santa Fe me invitó a dictar el taller “Descolonizar la Memoria – Resistencia y Libertad” basado en el libro tanto en Rosario, Santa Fe y Reconquista y así el sindicato contribuyó en gran medida en llamar la atención de un grave delito que goza de increíble desmemoria e impunidad. Si bien pasado más de un siglo a los responsables de la matanza no los puede alcanzar la justicia, es imprescindible sacar a luz lo ocurrido, recobrar la memoria, retomar la palabra sanadora y así revertir el amplio catálogo de quienes son depositarios naturales de la culpa de no encajar en “el ser nacional que descendió de los barcos europeos”. Es necesario quebrar el discurso de silencio y la negación del dolor padecido por la comunidad mocoví. El silencio solo genera silencio y el dolor genera dolor, una angustia sin anclaje concreto donde fijarse produce severos trastornos. Es imprescindible acceder a la palabra que contribuye a la reparación de lo traumático, la palabra acompañada de justicia. Nombrar es el comienzo de la elaboración no sólo de la pérdida, sino también del posicionamiento como individuo dentro de una comunidad que fue golpeada con el asesinato que instauró en su relato de ser-en-el-mundo una herida profunda en su mismidad como seres humanos. Por eso es imprescindible que la verdad la pronuncie la Justicia. Si eso no llega, si la Justicia no se pronuncia quedará flotando un margen de inelaborabilidad: ¿hasta qué punto ese margen se extiende cuando además de la no justicia, se niega e invisibiliza la existencia del suceso? ¿Hasta dónde es posible elaborar la percepción de la constante impunidad de los victimarios y la permanente indefensión de las víctimas en tales circunstancias? Una justicia que llega a cuenta gotas y deja sin sanción crímenes evidentes instauran en el imaginario la posibilidad latente de la repetición, que el crimen se reitere.
No hubo malón, ni último malón. Hubo masacre, impunidad y desmemoria. La prensa al servicio del poder habló de “hasta 1200 indios salvajes que correteaban a caballo con sus chuzas durante horas adueñándose de las calles del pueblo”. Increíble como se puede mentir tanto y como tanta gente puede ser receptiva a la mentira y acabe manipulada. Siempre es la misma disyuntiva, pensás o te piensan… siempre el poder estará dispuesto a pensar por nosotros y hacernos hablar su discurso. No hubo malón solo olvido y desmemoria. Apenas la impunidad de los matadores habituales y los mismos muertos de siempre. http://marcelovalko.com Es lento, pero viene…
Será justicia…!
Envio:ResumenLatinoamericano
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