La memoria entre los trabajadores
militantes y sobrevivientes del puerto
de Mar del Plata
Cómo es el trabajo de la Comisión Memoria Portuaria en su lucha por reconocer al puerto local como otro de los escenarios del genocidio y recordar a los más de 40 desaparecidos.
Por: Celeste Verdicchio
“La memoria se fue hilvanando en rondas de mates, en actos recordatorios, en asados y hasta en movilizaciones. Es que los recuerdos siempre vivos se nos vuelven con insistencia cuando nombramos a cada uno de nuestros desaparecidos en los setenta”,
(Comision Memoria Portuaria 2011)
Mantener los recuerdos vivos y no olvidar el accionar que la maquinaria represiva del terrorismo estatal desplegó en complicidad con sectores de la sociedad sobre el puerto de Mar del Plata fue lo que impulsó en 2005 y casi como una necesidad a ex trabajadores
militantes y sobrevivientes a reencontrarse, compartir sus historias,
buscar información sobre detenidos y desaparecidos y consolidar la
Comisión de Memoria Portuaria.
El Pescadito, el Batata y el Anteojito, son algunos de los trabajadores
que forman parte de esos recuerdos vivos para Jorge Agüero. Esos
que aparecen entre la nostalgia y el homenaje, pero también junto al
terror, al habitar los mismos lugares por los que solían trabajar y
organizarse.
Es martes al mediodía, el cielo está despejado y restan muy pocos
días para el Día de la Memoria y el acto que cada 23 de marzo los
trabajadores encabezan en la Plaza de los Fileteros, símbolo de
asambleas y espacio cargado de resistencia y memoria.
En la Banquina de los Pescadores —entre rostros conocidos,
camiones que van y vienen, cajones con mercadería y también las
tradicionales lanchitas amarillas y buques pesqueros—, emergen los
recuerdos de Jorge sobre lo que fueron años oscuros pero también
años de lucha, mucha militancia y compañerismo.
“El Batata cortaba pescado enfrente mío. También teníamos a otro
compañero que le decíamos Anteojito. Te encontrás a cinco
desaparecidos en una sola fábrica”, cuenta Jorge al recordar con
quienes compartía horas de trabajo en la fábrica M.I.A —hoy
desaparecidos— en un relato que va desde el sindicalismo, la política,
la lucha obrera por condiciones dignas de trabajo hasta la persecución
y el genocidio cometido mayormente en la década de los ’70 y de
manera sistemática en la última dictadura cívico militar inaugurada
tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
“El Pescadito desgraciadamente falleció el anteaño pasado. Era un
compañero de la fábrica Polo Sur que lo detuvieron a fines de 1974
con 17 años y lo liberaron en 1983. Lo mandaron a la cárcel con sus
dos hermanos y le decían Pescadito porque cuando estabas preso,
¿de qué hablabas? del puerto. Al hermano le decían Pescado y
cuando cae él también le ponen Pescadito”, recuerda con humor y
nostalgia.
Hace pocos meses, la Comisión comenzó, justamente, con una
búsqueda de información —no solo a través de los legajos que
contiene el archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la
Provincia de Buenos Aires, entre otros organismos que aportan datos,
sino a través del encuentro con familiares y de personas conocidas
— para relevar quiénes son y qué cantidad de “detenidos liberados”
(es decir, personas sobrevivientes víctimas de secuestro y, en algunos
casos, de tortura) hay en el puerto de Mar del Plata. Hasta el momento
ese registro suma más de 20 sobrevivientes.
Fileteros, fileteras, envasadores, obreros de astilleros, estibadores y
peones son, sin embargo, quienes forman parte de los relatos y
homenajes en lo que hace a una búsqueda sin cesar por reconstruir
sus historias de vida y militancias plasmadas en el libro Trabajadores
militantes del puerto desaparecidos en Mar del Plata 1975-1983, editado
en 2011 luego de recopilar todo el trabajo que encabezó por años la
Comisión de Memoria Portuaria (en su comienzo denominada Comisión
por los Obreros del Puerto Detenidos Desaparecidos) en paralelo a su
presencia en la calle en las luchas de las y los trabajadores, ante cada
hundimiento o cada 24 de marzo.
Al momento de la presentación del libro, la Comisión de Memoria Portuaria
había alcanzado a confirmar 40 trabajadoras y trabajadores portuarios
desaparecidos. Sin embargo, con el paso de los años, ese registro que da
cuenta de la dinámica secuestro-tortura-desaparición desplegada de manera
sistemática sobre los trabajadores considerados “subversivos” por el propio
Estado al cuestionar el orden económico y social, se amplió a 42 víctimas
(con tres trabajadores de Necochea incluidos).
***
Ellas y ellos son Lidia Beatriz Álvarez Montenegro de Sadet, María de las
Mercedes Argañaraz Lescano de Fresneda, Olga Margarita Benzone Piñeiro
de Petter, Raúl Ricardo Bustamante Dolcemas (conocido como Patita),
Eduardo Alberto Cagnola López (conocido como Mocho), Juan Carlos Carrizo
Correa (de la fábrica La Campagnola), Susana Aurora Collinet Galíndez
(conocida como Rusa), María Eleonora Cristina Álvarez de Domínguez
(de la fábrica M.I.A), Mario Alberto D’favio (conocido como Chuchi), Roberto
Anselmo Echeveste, Delia Elena Garaguzzo Viera de Roldán (conocida como
Tali de La Campagnola), Daniel Faustino Garramone Groch (pescador y patrón
de lancha de Necochea), Alcira Ángela Giacomozzi Ruiz (de La campagnola),
Silvia Noemí Giménez Gómez de Guido, Mónica Susana González Belio de
Padro (de la fábrica Filcon Diez), Laura Adhelma Godoy Beccerica de De Angeli
(conocida como Estela), Rubén Ernesto Guevara Ibáñez, Rubén Jaimez
Fernández (conocido como Ñato), Estela Beatríz Lombardo Palacios de Olave
(conocida como Gringa).
También, Sergio Lorenzo, Julio Mártirez Manza Galarza, Juan Felipe Miyares,
Donaldo Davida Molina Cornejo, Haydeé Cristina Monier Gallo de Carrizo
(conocida como Lita de La Campagnola), María Josefina Mujica Tiscornia de
Frigerio (conocida como Lía), Jorge Raúl Olave Moreno (conocido como
Periscopio, Peris, Pichón), Ponciano Argentino Ortiz Cabotti (conocido como
El Negro), Telmo Juan Ortiz Acosta, Liliana Carmén Pereyra (conocida como
Lali), Heriberto Gabriel Prado Martinet, Alfredo Reym (conocido como El Rubio
de Necochea), Néstor Miguel Roldán Cepeda (de la planta Izzo), Germán Mario
Rodríguez (de Rojo Mar Mellino), Antonio Mario Sasso Petruzzi, Antonio Satutto
(del astillero Dante Grassi), Carmen Gloria Sánchez Alonso de Blanco, Carlos
Alberto Sánchez Prado (conocido como el Batata de la fábrica M.I.A y SAPIA),
Liliana Haydeé Scocimarro Miranda de Sánchez (de la fábrica M.I.A), Nora Inés
Vacca (de La Marplatense), Susana Haydeé Valor de Diego (conocida como
Cristina), Jorge Máximo Vázquez (de Valastro) y Angel Luis Verón Coceres
(conocido como Anteojito de la fábrica M.I.A).
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HOSTIGAMIENTO, EXILIO INTERNO Y REENCUENTRO
Jorge y Adela, su compañera de vida, aseguran haber vivido “días de terror”
entre 1976 y 1977. Además de militar, ambos eran delegados en las fábricas
de pescado para las que trabajaban en Mar del Plata, actividad en la que la
principal premisa era “llevar adelante las reivindicaciones de los
compañeros”.
Esa postura política —en medio de un contexto económico convulsionado
por la caída de las capturas y exportaciones en 1975 y 1976 y de profundización
de la precariedad laboral y la intensificación de las medidas de lucha del sector
obrero, según relatan desde la Comisión— terminó con muchos de las y los
trabajadores portuarios perseguidos y secuestrados.
En el caso particular de Jorge y Adela (al igual que para muchos otros trabajadores),
no hubo más opción —ante las amenazas, la persecución e incluso varios
intentos de secuestro— que huir.
“Hasta que me fui de Mar del Plata, los días fueron de terror. Vivía clandestino.
Era encontrarte todos los días con no saber qué iba a pasar con un
compañero. Salías a la calle y era el terror, veías pasar a los coches Falcon y
ya sabías lo que eso significaba”, recuerda.
Como parte de ese plan sistemático de exterminio que fue precedido por una
acción intensa de grupos parapoliciales en los años previos vinculados al
gobierno peronista, en agosto de 1975 un grupo civil ingresó a la casa de
Jorge “sin identificarse” algo que se traducía en una situación de peligro mucho
mayor —describe Jorge— en comparación a las identificaciones que podía
realizar la Policía Federal en donde “por lo menos tenías algo blanqueado, te
llevaban, te torturaban, te soltaban, pero algo tenías de blanqueado”, recuerda.
“En mi caso personal, me intentaron secuestrar varias veces y en una
oportunidad mis compañeros de fábrica evitaron que me suban arriba de un
auto. Ellos me acompañaban del trabajo a la casa, de la casa al trabajo. Se
turnaban. Con Adela también ocurrió lo mismo. Intentaron subirla y ella se tiró
con el coche en marcha. Pero esto pasó en muchas fábricas”, asegura.
Ese hostigamiento en el puerto de Mar del Plata llevó a que muchos de las
y los trabajadores portuarios de diferentes corrientes políticas, ideológicas y
sindicales se fueran entre 1974 y 1975 a otras provincias. Jorge y Adela,
después de varios intentos de secuestro y con cuatro hijos de poca edad,
siguieron ese curso: con dinero prestado y en la clandestinidad, huyeron
primero al campo y luego a Necochea, donde continuaron trabajando en el
sector portuario.
“Van a pagar las consecuencias”, fue la amenaza directa que recibieron
familiares y compañeros de Jorge y Adela ante la posibilidad de su regreso a
Mar del Plata algo que, finalmente, se concretó en 1991, ya muy entrada la
última recuperación democrática.
“Cuando volví, la idea era encontrarme con conocidos y compañeros de
aquellos años y empezar a preguntarnos qué pasó con este, con el otro, a
decir a éste lo llevaron, a éste también. Así fueron los reencuentros de los
primeros años: más emotivos que otra cosa. Y eso nos llevó a ver la
necesidad de empezar a reunirnos para de alguna forma ordenar todo eso
que había pasado en el puerto de Mar del Plata”, relata Jorge en lo que hizo
al comienzo de un camino por reconstruir lo que pasó con las y los trabajadores
militante durante la dictadura, en una construcción de la memoria colectiva que
aún continúa.
LUCHAS PORTUARIAS QUE MARCAN EL PASADO Y EL
PRESENTE
“Mar del Plata no solo vive de espaldas al mar, sino lo que es
mucho más grave, de espaldas
a las luchas y conflictos sociales
que le dan sentido a los tiempos actuales”,
(Eduardo Maro Pradas. Ediciones El Mensajero. 2006).
A mediados de los ’70, en el puerto de Mar del Plata se multiplicaron
las plantas elaboradoras de filete, envasadoras y de secado de
pescado, una actividad que —describen desde la Comisión de
Memoria Portuaria— fue altamente rentable para el capital mientras
las cámaras empresariales ponían todo su foco cada vez más en las
exportaciones dejando de lado el desarrollo del mercado interno.
Según datos aportados por Eduardo Maro Pradas en su libro Un
acercamiento a la problemática pesquera marplatense, el sector
pesquero de Mar del Plata registró en 1971 el 82% de las capturas
marítimas, la capacidad de flota de altura se triplicó y en 1973, junto a
la flota costera, representó más del 90% del total de la producción
nacional.
La necesidad de mano de obra en este contexto de expansión del
sector empresarial atrajo a un importante número de migrantes
internos quienes a pesar de lo que implica abandonar el lugar de
residencia esperaban mejorar su suerte en La Feliz.
Pero ese deseo se encontró con otra realidad: una intensa lucha por
defender, de manera constante, los derechos laborales de los trabajadores
y una puja por desarticular la conducción del Sindicato Obrero de la Industria
del Pescado (SOIP) “en ese momento, cuidadosa de los intereses empresariales”,
describe el libro de la Comisión de Memoria Portuaria.
“Hay un pico en el proceso de desarrollo de la industria en el puerto en el ’65,
con la huelga de los fileteros y en la década del ’70 con un alza en la lucha
por pedidos de reivindicación. Aparece en la industria del pescado la
corriente clasista en oposición al sindicato y toma las reivindicaciones de
los trabajadores”, recuerda Jorge.
Así, por ejemplo, en 1975, como resultado de asambleas multitudinarias, tomas
de fábricas, huelgas, piquetes, paros, pero sobre todo una “obstinación
persistente”, los obreros y obreras en común acuerdo con el SOIP,
conquistaron el Convenio Colectivo de Trabajo 161/75 (en
continuidad al régimen de garantía horaria de 1974 —incorporado
previamente por la industria de la carne—) en un reconocimiento de la
jornada laboral de ocho horas, garantía horaria, categoría, horario de
planilla, estabilidad laboral y defensa del recurso marítimo, entre otros
puntos.
En paralelo a esos reclamos y conquistas que derivaron, por ejemplo,
en la importante toma de la planta Galeote con delegados de otras
fábricas que también se sumaron al reclamo y en donde, recuerdan,
comienza vislumbrarse la solidaridad entre la clase obrera en medio
de una crisis con la conducción sindical, también comenzó una dura
represión en el ’74 con muchos detenidos luego liberados y otros
que tuvieron que abandonar el puerto de Mar del Plata.
“Los reclamos eran justos. Que los dueños de la materia prima se
hicieran cargos de los obreros porque vos trabajas, te cerraba el
que estaba ahí y te quedabas sin nada”, relata Jorge casi como
hablara del presente. “Para eso fue la dictadura. Reivindicar a los
dueños de la materia prima que, a su vez, eran los que tenían los
barcos, plantas, conservas y también manejaban la harina”, sostiene.
“Llegó un momento en el que empezaron a procesar el pescado a
través de otras plantas clandestinas o semi clandestinas que no
se respetaba lo mínimo que había hasta ese momento. Vos corrías el
riesgo que hoy estabas y mañana te podías quedar sin trabajo”,
explica mientras en el presente se repite el mismo modus operandi a
través de cooperativas “truchas” y trabajadores portuarios
precarizados —como los 27 que encabezan desde hace semanas
un acampe en las instalaciones del frigorífico Ostramar en reclamo
por la registración laboral— y en condiciones de explotación:
movimientos repetitivos en el caso de los “fileteros que sufren cortes,
enfermedades por el frío, problemas en las articulaciones y los
pulmones además de la columna”, describe Jorge.
Lograron imponer sistemas de trabajo como los de las
‘cooperativas’ y hoy desgraciadamente las plantas están clandestinas. Está lleno de esas fábricas, pululan por toda la periferia. Se aprovechan de la necesidad de trabajar de los jóvenes y los llevan al trabajo en negro
MEMORIA PORTUARIA
Los discursos de la memoria instalados en la sociedad, describen
desde la Comisión de Memoria Portuaria, suelen estar enfocados en
las desapariciones forzadas -una de las aristas de lo ocurrido en esos
tiempos- y particularmente en aquellas sucedidas en el ámbito
universitario, en los colegios secundarios y en los círculos
profesionales como el caso emblemático de la “Noche de las
corbatas”. Esa construcción, sin embargo, deja en un segundo plano
“las experiencias sufridas por los trabajadores”, consideran desde
el espacio.
Por eso, para Jorge pero también para toda la Comisión y el sector
portuario es tan importante la revisión de lo sucedido en términos
de todo lo que significa el puerto para la ciudad de Mar del Plata y
también el puerto marplatense para la Argentina como el principal en
cuanto a descargas.
“Es necesario ver no solo la represión que hubo sino con qué
fines fue. Está claro que la represión implicó un cambio importante
a nivel de las reivindicaciones de los trabajadores. Se perdieron
conquistas logradas a través de años de lucha y también sucedió
toda una entrega”, señala.
“Nosotros nos oponíamos a los barcos extranjeros. Llamábamos a
preservar la riqueza ictícola. Lo que produce la dictadura es barrer
una cantidad de personas que podían ser ‘opositoras’ a ese objetivo
que ellos tenían e instaurar algo que permitiera enriquecer a un grupo
importante de empresarios pesqueros y también favorecer a algunos
para no tener oposición o reclamos en lo sindical”, describe Jorge.
Ese pasado, lleno de dolor, tiene una lucha que hoy continúa. Por un
lado, en la búsqueda activa de reconstruir lo sucedido, hacer
memoria y no permitirse olvidar. Y por el otro, en el
acompañamiento de los pedidos de quienes hoy toman las calles
para exigir lo mismo por lo que las y los trabajadores lucharon a lo
largo de décadas incluso durante la dictadura: condiciones laborales
dignas.
Antes de despedirse, Jorge saca de su bolsillo una fotografía. Y cuenta
: “Ella es una compañera que murió en el ’77. Era trabajadora del
pescado y tenía 21 años cuando murió. Estamos investigando
cómo fue. La hija de esta compañera se nos acercó a la Comisión a
ver si podemos reconstruir la vida de la madre. Hacemos mucho
esto con los familiares. En el último período, hijos de desaparecidos
se fueron acercando a nosotros. La hija de esta chica tenía 2 años
cuando murió. No conoció nada de su madre. Quiere que alguien le
cuente quién era como trabajadora, quién era su mamá. Tenemos 42
desaparecidos confirmados y alrededor de 20 detenidos liberados,
pero esto es mucho más grande de lo que hay. Va creciendo día a
día y comienza a acercarse mucha gente que no denunció”.
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