Juicios de lesa humanidad
El infierno de delitos sexuales que transcurrió en el Pozo de Banfield durante la dictadura militar
El tribunal que juzgó a los represores que actuaron en ese centro clandestino durante la dictadura escucharon a sobrevivientes trans. Las víctimas consideraron la jornada como histórica.
Cinco sobrevivientes trans relataron ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, que desde octubre de 2020 juzga a 16 represores, los maltratos y violaciones sufridas en la última dictadura militar durante el cautiverio en el excentro clandestino de detención conocido como Pozo de Banfield y coincidieron en asegurar que “fue un infierno, ni a un animal se lo trata así”.
Fabiana “La Cañito” Gutiérrez; Marcela Viegas Pedro; Analía Velazquez; Paola Leonor Alagastino y Julieta Alejandra González declararon como parte de las más de 600 personas alojadas en los excentros clandestinos Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El Infierno, en Lanús.
En la audiencia, calificada por las propias víctimas como “histórica” por la oportunidad de dar a conocer los padecimientos y obtener justicia, también declaró como testigo de contexto la psicóloga, escritora y activista trans Marlene Wayar.
“No sólo somos relatos testimoniales sino que además tenemos un conocimiento producido en comunidad y derecho a la memoria, verdad y justicia”, dijo Wayar tras trazar un panorama sobre cómo la dictadura militar persiguió, hostigó y disciplinó al colectivo travesti trans y mencionó a “todas las muertas que ni siquiera tienen una lápida como vivieron y quisieron ser”.
Durante la dictadura, destacó Wayar, “se entendió a las disidencias en ejercicio como una amenaza al sentimiento nacional, cristiano y familiero, y se las comienza a sacar de sus casas, se busca visibilizar en su familia”, y “en el barrio que son tan peligrosas y contagiosas como el discurso que se pretende contra los activismos políticos”.
“En los ’80 y los ’90 se las expulsa de sus casas a los 13 años. Se las expulsa de sus casas y empiezan a quedar en situación de calle y esto es efecto de esa propaganda previa, que con tanta crueldad se hizo durante el proceso genocida”, sostuvo.
Wayar remarcó que el colectivo “no tenía acceso a la justicia y los cuerpos son de una orfandad que no se tiene que dar explicaciones” y dijo que “nadie pide explicación por estos cuerpos, no son reclamados, nadie tiene que dar explicaciones, no tiene respaldo de nadie”.
Fabiana Gutiérrez, por su parte, contó que fue llevada al Pozo de Banfield cuando tenía 14 años y relató: “Me encontraba trabajando en la calle. Me metieron en un coche particular, yo lloraba porque todavía era menor de edad”.
“Pasé el infierno ahí. Me golpearon, me insultaron, me violaron. Si queríamos comer teníamos que pedirle a ellos las sobras y tenías que pagar, y el pagar de ellos era con sexo. Éramos monstruos para ellos. Tenían problemas psicológicos”, contó y preguntó: “¿Cómo hacés sexo con una persona que odiás?”.
La mujer trans, que ahora vive en Italia, recordó que durante su cautiverio le aplicaron un “palazo” en la cabeza, por lo que aún padece “secuelas como migrañas, pérdidas de memoria” y está medicada.
“En el momento no tuvimos justicia, que hoy se haga justicia para nosotros es algo que ganamos de tantos años, a pesar de que no están más las chicas”, dijo quebrándose en un sollozo.
Paola Alagastino, en tanto, contó que fue secuestrada a los 17 años, cuando se encontraba en situación de ejercicio de la prostitución. Y tras ser trasladada al Pozo de Banfield también fue violada, golpeada, le cortaron el cabello y sufrió hambre y frío.
“´Maricón, puto, ustedes tienen que morirse, no sirven para nada, los vamos a matar y los tiramos por ahí´”, dijo que les decían.
Alagastino expresó que “era un infierno, no les importaba nada de nosotros, nos trataban peor que a un animal, porque ni a un animal se lo trata así. Fue horrible lo que pasamos”.
Asimismo, contó que “en el segundo piso le daban picana a chicos y chicas, era horrible oír sus gritos” y manifestó que “sentíamos cómo las lámparas vibraban cuando los picaneaban”.
Analía Velázquez relató que fue secuestrada en la casa de sus padres, a los 21 años, y fue llevada al Pozo de Banfield, donde también sufrió maltrato y abusos sexuales de sus captores.
“Escuchaba cosas horribles por las noches. Chicos de 6 años que gritaban ´no mamá, no me abandones, mamá´ y le daban picana. Fue horrible lo que pasamos. Quedé con mucho miedo, miedos que no se me van, duermo mal y por las noches tengo pesadillas”, expresó.
Por su parte, Marcela Viegas Pedro, recordó: “Fui detenida desaparecida a los 15 años, entre fines del ’78 y principios del ’79”.
Tras contar que estaba en situación de prostitución en cercanías de un colegio de adultos y que era “normal” que la “levantaran patrulleros para cobrar su canon y cada tanto hacerle favores sexuales”, relató que una noche “fue diferente”.
“Me llevaron al Pozo de Banfield y me torturaron, me ponían 220 voltios y querían saber cosas de los estudiantes, sus nombres, sus domicilios, pero yo no sabía, mi vínculo con ellos era sexual”, afirmó.
“Estuve 17 días detenida. Me violaban y me volvían a la celda. Medía 1,77 y pesaba 78 kilos al entrar y cuando salí pesaba 40 kilos”, dijo llorando.
Julieta Alejandra González, a su vez, declaró que estaba en situación de prostitución cuando fue secuestrada por policías y llevada al mismo lugar junto a otras compañeras travestis.
“Me daban miedo los gritos de chicos y chicas. Una noche sentíamos los gritos de una chica, se quejaba de dolores y al rato sentimos llorar un bebé. Luego no se oyó más ni a la chica ni al bebé. Nosotras pensábamos en ese nacimiento, qué habrá nacido. Para mi era un varón, por los pulmones que tenía, que eran fuertes. Yo estuve en ese nacimiento. No estaba solito o solita”, dijo con ternura pensando en ese niño o niña nacido en cautiverio.
Contó que los padecimientos en ese centro clandestino le dejaron miedo ante los ruidos fuertes o los gritos y manifestó que, incluso, hace poco nació su nieto y al oir su llanto le trae “recuerdos de ese llanto del bebé que nació ahí, siempre, siempre”.
Wayar, al cerrar la audiencia, expresó que “este juicio es uno de los primeros en los que escuchamos las voces y el análisis del colectivo” y destacó: “Nunca hemos tenido derecho a la verdad, memoria y a la justicia” y “a sentir el respaldo de que nuestros cuerpos importan, de que a este país le importan nuestros cuerpos”.
“Es sumamente significativo este juicio, tiene un peso histórico”, remarcó y señaló que aún falta que las disidencias accedan a vivienda y salud dignas y a una completa cobertura del cupo laboral trans en todas las provincias.
Fuente:TVP
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