El nieto 102 sobre el impacto de la condena a su apropiador
Ezequiel Rochistein Tauro: "El proceso es duro, pero la verdad es sanadora"
Cuando fue convocado para hacerse el ADN, Ezequiel aún trabajaba en la Fuerza Aérea. Se resistió. Era un joven que había crecido en los ´90 desconociendo todo de la dictadura. "Vivía en Narnia", dice. Las preguntas que comenzó a hacerse, la interpelación a su apropiador, lo que aún no sabe y el camino de reencuentro con su historia.
Son 132 las nietas y los nietos que Abuelas de Plaza de Mayo encontraron en los 46 años que llevan buscando a los cerca de 500 bebés que la dictadura arrebató a sus madres y padres y obligó a vivir con una identidad falsa. Y 132 las historias que cada uno de ellos puede contar. No hay una igual a otra. La de Ezequiel Rochistein Tauro, por ejemplo, es una de larga resistencia, de idas, vueltas y acercamiento “tardío” a su verdadera identidad y de reconocimiento: “El camino no es fácil, pero hay que dar el paso por que la verdad es sanadora”, dice en esta entrevista que concedió a Página/12 horas después de conocer la condena a 15 años de prisión que la Justicia aplicó a su apropiador, el represor de la Fuerza Aérea Juan Carlos Vázquez Sarmiento.
– ¿Qué significó para vos la condena a tu apropiador?
– Lo siento como un mojón en este camino que duró 22 años y que me tuvo a mí reconstruyendo mi identidad. Lo que tenía que ser fue. Como todo adulto, este tipo es responsable por lo que hizo y le tiene que caber las generales de la ley, sin beneficios. El fallo, la verdad, me sorprendió por la cantidad de años, porque es el máximo que se le puede dar a alguien por los delitos por los que fue condenado, así que eso también es una señal de todos los elementos que existen sobre lo que hizo, que no dejan dudas. Y de la forma en la que se comportó una vez que empezó a saberse lo que hizo: se mantuvo prófugo durante casi 20 años.
Para los registros oficiales, Rochistein Tauro fue hijo de Vázquez Sarmiento y de su ex esposa Stella Maris Emaldi durante sus primeros 33 años. Vázquez Sarmiento es un oficial retirado de Contrainteligencia de la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA), una sede en el Oeste del Conurbano donde la Fuerza Aérea montó una base de operaciones y un centro clandestino. A Maris Emaldi, Rochistein Tauro la sigue llamando “vieja”. Con Vázquez Sarmiento, las cosas se complicaron cuando el represor sostuvo su pacto de silencio a pesar de sus pedidos.
-- ¿Vázquez Sarmiento nunca le contó sobre tu origen?
-- Es una historia larga. Mi negación a analizarme (genéticamente) tuvo que ver con que no tuve una mala infancia, con la mochila que cargaba de ser el responsable del destino de las personas que eran mis padres. Pero lo que pasó fue que cuando me tuvo que decir la verdad, porque yo se lo pedí, no lo hizo. Eso para mí fue determinante. Cuando se profugó tuve algunos momentos con él, charlas telefónicas. Y sus respuestas fueron siempre historias fantásticas.
–- ¿Qué le decía en esas charlas mientras él estaba prófugo? ¿Le pedía algo?
–- Que me dijera algo sobre mi historia. Como podía se lo preguntaba. Necesitaba datos de mi papá biológico, tengo muy pocos datos de Jorge (Rochistein) y nunca me dio nada. Pero siempre me encontré con el pacto de silencio que sostienen todos los tipos como él. Ellos están convencidos de que lo que hicieron fue salvar a la patria de intereses extranjeros, cuando en realidad masacraron compatriotas. Yo todavía no sé donde están los restos de Graciela (María Graciela Tauro, su mamá). ¿Me va a decir que él no sabe? Yo todavía no sé el día en que nací. Y él seguro lo sabe. Le critico la falta de empatía: dale, decime dónde están mis viejos, decime cuándo nací. Hay gestos que podría haber tenido conmigo y me los negó. Bueno, listo, ya está, se cerró una etapa.
-- ¿Nunca se mencionó el tema en la casa familiar?
-- Yo desconocía como llegué. Terminé el secundario en el ´95. Para entonces, si no tenías un viejo desaparecido, o a alguien cercano que hubiera vivido eso, ni te enterabas. Yo estaba en Narnia con esas cosas. No tenía ni idea. Y me desayuné de todo eso con la convocatoria a hacerme el ADN. Porque en mi casa nunca se habló de eso, creo que a modo de estrategia, como para que cuanto menos supiera yo, mejor.
-- Cuando fue convocado a analizarse genéticamente usted trabajaba en la Fuerza Aérea. ¿Ahí tampoco se hablaba del tema?
-- Tampoco, no. Estamos hablando de hace más de 20 años. Había cambiado mucho la estructura de las fuerzas y la Aérea fue una de las fuerzas más aggiornada, la menos ideologizada. Tenías una camada de gente que prefería no involucrarse, no opinar, y otra que reivindicaba. Yo tenía compañeros civiles que eran más fachos que los propios milicos. Entre un oficial en ese momento joven y un civil que tenía 20 años de laburo, era más progre el oficial que el civil. No había una justificación a nivel de conducción ni abiertamente expresada, pero cuando yo estaba negado con el tema de mi identidad la obra social de la fuerza me pagaba los abogados. Cuando se anularon las leyes del olvido, corporativamente la fuerza pagó abogados a los miembros de la fuerza. Para entonces, yo ya estaba resistiéndose a analizarme.
– Hizo referencia a la “mochila” de involucrar judicialmente a sus apropiadores. ¿La condena que recibió Vázquez Sarmiento ayuda a dejar el peso a un costado?
-- De esa mochila se hicieron cargo las Abuelas en 2010, que insistieron hasta que la Justicia me obligó a analizar mi ADN. Yo venía con esa inercia de no querer modificar nada y agradezco que lo hayan hecho por mí. Que me hayan sacado esa mochila. De lo que me arrepiento es de no haber conocido antes a mi abuela materna (la paterna murió en los 90). Por suerte pude hacerlo y lo poco que pude la disfruté. Lamento no haberla tenido más cerca, ella vivía en Mar del Plata. Pude compatibilizar historias, yo también quería explicarles los motivos (por los que se demoró) y ella lo entendió y me aceptó. Fue un ser angelical Nelly (Wuiovich de Tauro) para mí. Pudo compatibilizar sus ganas de encontrarme, sus sentimientos, con los míos. Y eso fue superador. Ahora, la condena me la terminó de desprender porque es la confirmación de la Justicia de mi historia de apropiación.
Era diciembre de 2001 cuando lo convocaron a sacarse sangre. Se negó. En enero de 2002 se casó. Estaba preparando las materias de cierre de una Licenciatura en Economía que nunca terminó. Trabajaba en la Fuerza Aérea. Tenía 24 años. En marzo siguiente la Justicia llamó a indagatoria a quien, hasta entonces, era su papá. “Para entonces estaba jubilado desde hacía algunos años de la fuerza y se había ido de casa, ya no vivía con nosotros. Iba y venía del exterior, trabajaba para un polígono de tiro”, narró sin dar demasiados detalles. En abril, su apropiador se profugó y él comenzó un litigio judicial para no analizarse.
-- Dijo que mantuvo diálogos con él mientras la Justicia lo buscaba. ¿Sabía dónde estaba?
–Y o mantuve diálogo con él hasta 2012, un par de años después de recuperar mi identidad. Al principio sabía que estaba afuera, después que volvió al país y luego que se volvió a ir. Pero no nos decía dónde estaba. Cuando tuve a mi primera hija me empezó a latir más fuerte el tema de la identidad en la cabeza. Pero no resolví nada ahí, me costó. Tardé ocho años y encima el análisis no fue voluntario. A mí me dejaron en bolas en el Juzgado para sacarme el ADN. Literalmente. Son todos procesos.
En 2010, por orden del juez Rodolfo Canicoba Corral lo fue a buscar a su domicilio la Policía Federal e Interpol y lo llevó a Comodoro Py. Todavía tiene “la película en la cabeza” de todo lo que pasó ese día: “En el juzgado me dijeron que me tenía que analizar y yo seguía diciéndoles que no. Yo les había ganado en la Corte el tema del ADN por extracción de sangre. Entonces se puso tensa la cosa. El juez hizo pasar a la policía que estaba afuera. Les tuve que entregar el calzoncillo. Puede parecer violento, pero yo salí liberado, me habían sacado una mochila de encima”, contó.
– ¿Se sorprendió cuando detuvieron a Vázquez Sarmiento en 2021?
-- La verdad que sí.
-- Lo detuvieron muy cerca de la casa de quien usted llama mamá.
-- Sí. Me sorprendió. Para mí tuvo que ver la pandemia. El tipo se quedó sin recursos o sin lugar, y bueno, se acercó a quien conocía. La vejez y la pandemia.
-- ¿No lo volvió a ver…?
-- No. Ni siquiera el día de la notificación del fallo. Me preguntaron si quería compartir audiencia y dije que no, no quería escenitas. No tengo interés en volver a verlo. Etapa superada, con este broche cierro. Se hizo justicia y en definitiva hay que hacerse cargo de las cosas.
– ¿Cómo vive su historia como nieto apropiado y restituido por la lucha de su abuela y del resto de las Abuelas de Plaza de Mayo? ¿Lo siente como una responsabilidad?
– Lo considero una parte de mi vida, no considero que estoy haciendo algo ejemplar. No me considero ejemplo de nada. Creo que en mi vida me pasó esto y lo tuve que transitar y ahora lo que quiero que otras personas que están en una situación similar puedan entender que estos procesos son duros, porque lo son, pero que lo tienen que atravesar porque es sanador. Te sanás. Hoy necesito transmitir este mensaje. No es algo habitual que te secuestren, que te apropien y que luego de muchos años te digan que en realidad tu familia es otra. Es un proceso duro, pero que lo tenés que hacer porque sirven para el espíritu.
Fuente:Pagina12
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