Felices pascuas
Llega este domingo de otoño, y con él, invariablemente, ese saludo familiar. No hay dudas de que es bien intencionado, la palabra "felices" no deja lugar a dudas. Pero ¿qué hay de las "pascuas"? El concepto parece cada vez más ambiguo, sepultado en la neblina del feriado largo, los accidentes en la ruta, y sobre todo, la dieta marina obligatoria.
Muerte.
Lo primero que aprendimos, allá de niños, es que lo que se celebraba hoy era la resurrección de Jesucristo, luego de haber sido crucificado el viernes anterior. Cómo es que dios, por definición eterno, puede eventualmente morirse, es un problema que la teología resolvió a través del misterio de la santísima trinidad, según el cual, dios es uno y trino. Esto no quiere decir que tenga algo de pajarito (aunque a María en la anunciación se le presentó en forma de paloma) sino que es una persona y tres a la vez. El psicoanalista se restregará las manos con este caso de diván. Pero los misterios son eso: misterios. No están para ser analizados ni discutidos.
Ya de más grandes aprendimos que en realidad esa no era la pascua original, sino que había otra anterior en el tiempo. De hecho, se estaba celebrando justo en el momento en que a Jesucristo -seguramente aprovechando el feriado largo- se le dio por ir de visita a Jerusalem, con los resultados ya conocidos.
La pascua judía (o "pésaj") tiene un sentido bien diferente: conmemorar la liberación del pueblo judío, luego de la esclavitud a la que lo sometían los faraones egipcios, y los cuarenta años de marcha por el desierto hasta llegar a la tierra prometida. Cómo es que el hidrólogo Moisés -líder de aquel éxodo- contaba con la tecnología capaz de hacer apartarse a las aguas del Mar Rojo para facilitar la huida, pero no fue capaz luego de diseñar un viaje algo más breve, es otro de los misterios de la biblia. Cuarenta años para hacer 1.300 kilómetros no parece un buen promedio.
Conejo.
Pero no termina ahí el cuento. Resulta que en nuestra celebración de hoy, se cuelan también elementos de otras festividades, de pueblos incluso anteriores al judío. Esos huevos y conejos de chocolate son la evidencia número uno. Se trata de vestigios de antiguas fiestas paganas, que en realidad lo que celebraban era la llegada de la primavera y su promesa de fertilidad, abundancia y vida. El huevo siempre ha sido una metáfora de la vida, además de un componente esencial del sambayón. Y los conejos... bueno, ya sabemos la fama que les han hecho por su facilidad para reproducirse.
Dos salvedades importantes: a nosotros nos toca reeditar estas fiestas paganas un poco a contramano: el otoño que por aquí se inicia es precisamente lo contrario de la primavera, y lo que anuncia es el frío, la decadencia, la decrepitud y la muerte. No es de extrañar entonces nuestra extrañeza ante el evento.
La otra, obvia pero no tanto, es que el chocolate que hoy consumiremos (al menos, esa cosa marrón que nos venden como tal) no estaba ni por asomo presente en aquellos pueblos europeos o del medio oriente que comenzaron esta tradición. Producto americano por excelencia, no fue sino bien entrada la edad moderna que pudieron incorporarlo al menú allá en el viejo mundo.
Dieta.
Y ciertamente, la dieta de pascuas no hace más que aumentar nuestra estupefacción. De buenas a primeras todo el mundo abandona las milanesas y se pasa rabiosamente al consumo desenfrenado de bichos marinos diversos, lo cual desencadena una mal disimulada especulación comercial, con precios que suben y calidades que bajan.
Alguien debería revelar cómo es que elaboran esos camarones que, al ser descongelados, reducen su volumen a menos de la mitad. ¿Cómo logran hacer esos bombones helados de camarón, recubiertos de escarcha, uno a uno? Es una estafa, claro que sí, pero también una proeza. Imagínense si esta gente usara esa creatividad para fines lícitos.
Y bueno, al final, está también el "felices pascuas" made in Argentina. Aquel que pronunciara Raúl Alfonsín, en 1987, desde los balcones de la Casa Rosada, seguido del no menos célebre "la casa está en orden". Para quienes peinamos algunas canas, ese saludo pascual aparece ineludiblemente vinculado a la ley de obediencia debida, y a la defección de la democracia en la lucha por los derechos humanos.
Por supuesto, la defección fue sólo transitoria. El compromiso del pueblo argentino en esa lucha resultó ser mucho más resiliente de lo que nadie sospechaba, mal que les pese a algunos que sólo ven "curros", porque tal es su condición.
Esa gesta sí es un motivo legítimo para el orgullo, y una buena razón para celebrar, este domingo y todo el tiempo. Una cosa más en la que estamos a contramano del Hemisferio Norte.
PETRONIO
Fuente:LaArena
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