10 de enero de 2009

MANUEL PIÑEIRO LOSADA. LA REVOLUCION SIN FRONTERAS.

"Es uno de los mejores homenajes al Che", dijo cuando desfilaron por sus manos los primeros números de nuestra revista. Se detuvo en cada página, en las fotos, en los testimonios, en las crónicas, en las fechas y obviamente, en el número 7, la hurgó minuciosamente. Había una nota que le interesó: las peripecias del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), en Salta, en 1963.Seguramente, una sonrisa se dibujó mientras sus manos acariciaba su barba blanca. La misma, la de siempre, por la que en su momento, fue bautizada "Barba Roja". El gesto de Manuel Piñeiro Losada no podía ser otro ya que el relato, imparcial como todo relato, carecía de mayores precisiones: no es para menos, él fue uno de los artífices de ese primero ejercicio nacional de lucha armada en sintonía con la tesis del Che.A continuación preguntó por la vida de aquellos hombres, en particular a que se dedicaban y después puso énfasis en que se le transmita fraternales saludos, no sólo a los que él había tratado, sino a todos. Una situación que se repetiría con asiduidad ante otras visitas de hombres y mujeres de América Latina, dado que cada movimiento revolucionario, no solo de Argentina, sino de Uruguay, Chile, Perú, Brasil, Venezuela, entre otros países, lo contó, en nombre de las Fuerzas Armadas Cubanas, como uno de sus promotores, en la etapa de continentalizar la lucha antimperialista. Una presencia que no se reducía, de acuerdo al testimonio recogido por esta revista de los compañeros que lo abordaron a partir del triunfo de la Revolución Cubana, en prolongadas discusiones ideológicas sobre los estadios de la lucha de clases en cada país del Tercer Mundo en esos años 60 y 70 y la incidencia de la lucha armada.Un participación en esa cantera de epopeyas desde una perspectiva internacionalista como la que él protagonizó cuando en Sierras Maestras, armas en mano, conoció en 1957,al argentino que encabezaba, junto a Fidel y Raúl Castro, entre otros cubanos, la insurgencia contra la dictadura de su país. A partir de esos años, tejió una entrañable relación personal e ideológica con el Che hasta su partida hacia Bolivia. La madrugada de ese día lo encontró junto a Fidel y Manuel. "Estaba contento, sonriente, ya se veía emprendiendo por fin la marcha hacia su ansiada meta. Fue una despedida sencilla, él no era muy efusivo. Su emoción la llevaba internamente, había que saber descifrarla. Pero como siempre, la expresión de su rostro transmitía una gran fuerza y convicción", confesó a la revista "Tricontinental", en su primer reportaje, el año pasado.Atrás habían quedado años juntos con el Che en la construcción de una sociedad comunista, desde diferentes áreas del Gobierno Cubano en especial en la de Inteligencia y desde el llano, con todos los desafíos que ello implicaba e implica. Ese y otros desafíos, como el de alimentar los movimientos revolucionarios, los encontró juntos, más allá de las disidencias. La plena convicción de ambos en los principios marxista, la teoría y la praxis materializada, más la estrategia internacionalista los unía profundamente y seguramente, cuando se ubicaba en su despacho de la sede del Partido Comunista, hasta el último día de su vida el 12 de marzo de 1998, lo tendría presente, o cuando regresaba a su hogar en el barrio Miramar, en La Habana vieja, para disfrutar de su familia y de los papeles de la memoria, para cumplir entre otros, con el compromiso de él y de Marta Harnecker de testimoniar para los números venideros de la revista "Los 70". Manuel con lo de Cuba y Marta el Chile de Salvador Allende.Esos y otros datos florecieron hace unos días atrás cuando se le rindió un emotivo homenaje en nuestro país, con la presencia de quienes lo conocieron y quienes de menta al Comandante "Barba Roja", lejos del ruido mediático. Un gesto que se cumplió en todos los países a cargo de una militancia cuyo olvido esta lleno de memoria, en un acto con la misma característica: una bandera cubana, como símbolo de todas las banderas y una foto del Che. Y el compromiso de llevar adelante una de sus definiciones permanentes: "Creo que mientras existan oprimidos y opresores, injusticias sociales, dominación imperialista y también la esperanza en un mundo justo, fraternal y solidario entre los hombres y los pueblos, perdurará el pensamiento y el ejemplo del Che". Y el suyo.
Lucho Soria
A MANUEL, COMBATIENTE DE TODAS LAS CAUSAS JUSTAS
Por Marta Harnecker
La Habana, 14 de marzo de 1998.
Se fue una noche para volver muy pronto y no regresó. El viaje era por pocos días, la despedida fue corta. Manuel tenía todavía que leer algunos papeles antes de partir al II Frente Oriental "Frank País" - para conmemorar el 40 aniversario de su creación - y yo tenía que recuperar energías para continuar un trabajo urgente al día siguiente. Le preparé su maletín y me despedí. "Prepárame libros tuyos para algunos compañeros" me dijo.(Se refería a mi libro: "Haciendo posible lo imposible: La izquierda en el umbral del siglo XXI).Era gran propagandista y divulgador de mi obra. Yo tenía conciencia de cuanto él valoraba mi trabajo y eso era muy importante para mi. Como tenía que levantarse a las cinco de la mañana y no quería despertarme durmió algo más de una hora en la hamaca de la terraza y partió silenciosamente. Esa noche fue la última vez que lo vi sentado en la cocinacomedor de nuestra casa, donde solía trabajar por las madrugadas leyendo papeles y mirando simultáneamente videos.Para un fumador empedernido como él ese era uno de sus espacios habíamos llegado al acuerdo de que desde el pasillo que queda próximo a la cocina y hacia el interior de la casa no se podía fumar .Tres días antes de cumplir sesenta y cinco años, un lamentable accidente terminó con su vida una vida completamente dedicada a apoyar las luchas por construir un mundo mejor, más justo y solidario .Cuando llegué a la clínica con nuestra hija, Camila, estaba semiconsciente y en menos de una hora inesperadamente murió. Por ello no pudimos despedirnos pero nos queda el consuelo de saber que al menos no sufrió.Muchos de los que habían compartido con él en la Embajada de México poco antes, no podían creer la noticia. "se veía tan vital, tan contento, de tan buen humor" me decían. Yo sabía que no era para consolarme, él me había hablado por teléfono al llegar a Santiago de Cuba.Regresaba emocionado y feliz de ese encuentro con tantos compañeros de lucha.Revivir recuerdos, escuchar y contar anécdotas que el tiempo no había podido borrar de su memoria, admirarse del trayecto recorrido y de los cambios sufridos por aquella zona de combate debido a las transformaciones revolucionarias, sentirse cerca de todos esos hombres y mujeres que, con su entrega y espíritu de lucha, hicieron posible el triunfo de enero del 59, había llenado su alma de cálidas sensaciones que se expresaban a través de su rostro y de sus gestos.La noche anterior lo habíamos visto en el noticiero de la televisión cubana irradiando simpatía y alegría, y planteando, con el humor que lo caracterizaba: "Ahora el peligro que corremos todos estos veteranos es cuando empecemos a hacernos cuentos de la historia veamos hasta donde mantenemos una buena memoria e inconscientemente no exageramos los hechos en que todos hemos participado."Lo había conocido en Cuba, en 1972, en la celebración de un 26 de julio. Fue un amor a primera vista. Soy una de las pocas personas a las que el golpe militar contra Salvador Allende en Chile favoreció en su vida personal. Lo que en ese verano cubano parecía una relación imposible, se transformó muy pronto en una posibilidad real.El exilio me condujo al lado del aquel hombre que era capaz de planificar las más audaces y arriesgadas empresas y al mismo tiempo tener una gran sensibilidad para las cosas pequeñas.Recuerdo sus diarias llamadas en el momento mismo en que el sol se comenzaba a esconder en el horizonte. Parecía quererme decir: se va luz, pero quedo yo que soy tu luz.Poco a poco tuve que aprender a convivir con un hombre cuya vida personal estaba completamente subordinada a los intereses de la revolución. Son incontables las veces en que nuestros planes fueron derrumbados por inesperados acontecimientos que obligaban a modificarlos.Yo, una mujer organizada, tuve que adaptarme a esa constante incertidumbre y confieso que nunca llegue a lograrlo totalmente.Debí aprender a controlar los celos que sentía por tantos compañeros que me robaban el escaso tiempo que teníamos para estar juntos. Noches y fines de semana entraba y salía gente de nuestra casa. Eran compañeros cubanos, latinoamericanos o de otras latitudes, que venían a buscar consejos y orientaciones, mientras el satisfacía su avidez de información acerca de sus países. Manuel sabía darse tiempo para escucharlos con atención y nunca olvidaba preguntarles por sus asuntos personales: la familia, el hijo enfermo, el problema íntimo. El envío de libros y periódicos era una demanda constante al despedirse.No conozco a nadie que haya sido su subordinado en algunas de las distintas etapas de su vida que no guarde de él los mejores recuerdos: mientras él fue jefe jamás un funcionario amonestado o sancionado dejó de contar con su especial atención, pasada la sanción, continuaron siendo sus fieles colaboradores.Lo vi apoyar a muchos compañeros cuando consideraba que habían sido tratados injustamente sin tener en cuenta las consecuencias que de ello se podrían derivar.Durante muchos años trabajó muy cerca de Fidel y siempre fue su más fiel defensor. Si alguna vez tuvo opiniones discrepantes nunca lo manifestó públicamente. Su lealtad a revolución no tenía límites. Tanto empeño puso en colaborar con el movimiento guerrillero latinoamericano, en momentos en que la dirección de la Revolución estimaba que ese era el camino a seguir tanto por la situación explosiva del área, como por la misma necesidad de consolidar la solitaria revolución caribeña , como en convocar a empresarios de la región a invertir en Cuba, dada nueva situación económica creada por la caída del bloque soviético.Era una persona que jamás buscaba protagonismo y que nunca reivindicó para si los éxitos que inspiraba.Mantuvo su anonimato hasta unos meses atrás, cuando dio su primera entrevista sobre el Che en la revista Tricontinental. Desde entonces sufrió el asedio de periodistas de todas partes del mundo.Manuel trabajaba duramente pero también gozaba intensamente en los pocos momentos que le quedaban libres. Una comida sencilla pero sabrosas, una siesta en la hamaca en medio de una agradable brisa, unas horas en la playa, una buena película, los bellos atardeceres tropicales, no le eran indiferentes.Bailaba maravillosamente bien, con ese ritmo caribeño que no es fácil de seguir por nosotros, los del sur del continente.Su fino sentido del humor era una de sus rasgos más destacados. No había reunión social en la que el no fuera centro de un animado grupo que celebrara sus inesperadas salidas con fuertes carcajadas. En la casa, por el contrario, era muy poco comunicativo.Jamás permitió que aflorara ninguna de sus preocupaciones o sufrimientos. Su radical optimismo le llevaba a ver salidas aún a las mayores dificultades.Su creatividad era asombrosa. Quien venía a consultarle una o dos ideas salía cargado de un fardo de nuevas ideas. Si algo le molestaba era la inercia de algunos compañeros que reaccionaban demasiado lentamente ante las cambiantes situaciones.Sentía una especial inclinación por los niños pequeños, lograba establecer con ellos un diálogo extraordinariamente fértil, para muchos de estos niños el tío de la barba era el tío preferido.Fue eso lo que me decidió a tener hijos con él aunque mi decisión inicial era no tenerlos. Supe que no había podido gozar de los primeros momentos de la vida de Manolito, su primer hijo con Lorna, debido a sus responsabilidades guerrilleras. Luego su primera mujer se accidentó y no pudo tener más hijos.Manuel guardaba esa frustación en el corazón y yo decidí subsanarla. Fue la determinación más importante de mi existencia. Camila llenó nuestras vidas de ternura y alegría. Los escasos pero intensos momentos que el podía dedicarle convirtieron su existencia en algo pleno. Eramos una familia feliz, la pequeña familia que constituímos con Camila, la familia mayor en la que incluíamos Manolito, su esposa Liliana, su hijita Gabriela y su primera esposa, Lorna, que llegó a ser una gran amiga para mí, y la gran familia de todos los fieles compañeros y amigos que se extendía hasta tierras lejanas del planeta.Para todos nosotros, como para todos los compañeros que lo conocieron y aprendieron a respetarlo, admirarlo y quererlo como a un hermano y amigo, él no ha muerto, el vive y vivirá para siempre porque sus combates serán nuestros combates y sus sueños serán nuestros sueños.Gracias Manuel por el ejemplo de vida, ya que nadie te podrá separar jamás de nuestras esperanzas.-
(Fuente:Rdendh-Revista Los70).

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