6 de octubre de 2009

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.




LAS PRECENCIAS AUSENTES

Tribunal Oral N° 2 de Rosario, a quien le toca en suerte llevar adelante el primer juicio oral y público pro delitos de la lesa humanidad tomó una pertubadora decisión que indigna a los asistentes a las audiencias. El presidente del tribunal ordenó, sin más, que se retiren de la sala las fotografías de las víctimas al tiempo que sus nombres se mencionaban en el juicio por orden del propio juez a cargo de la presidencia, Roberto Venegas Echague.


Lo inusual de la decisión pasa en primer lugar porque no obedece pedido de las defensas, sino a una decisión propia del tribunal. Consideramos que el mismo actuó excediéndose en las facultades que les confiere el Código procesal Penal de la Nación.


El art. 369 establece con claridad en qué situaciones puede desalojarse la sala: "Las personas que asistan a la audiencia deberán permanecer respetuosamente y en silencio, no podrán llevar armas y otras cosas aptas para molestar u ofender, ni adoptar una conducta intimidatoria o provocativa o contraria al orden y decoro debidos, ni producir disturbios o manifestar de cualquier modo opiniones o sentimientos"


No sabemos en cuál de las situaciones previstas ubica el tribunal la exhibición de las fotografías de los desaparecidos, quienes han sido una vez más postergados fuera del ámbito de la justicia.


En todo el país se ha permitido la respetuosa manifestación de las víctimas, que apelando a símbolos evitaron cualquier acto de venganza personal durante más de 3 décadas.

EXIGIMOS A LOS DRES. VENEGAS ECHAGUE, BEATRIZ CABALLERO DE BARABANI Y OTMA PAULUCHI QUE REVEAN ESTA INJUSTA DECISIÓN

Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas Rosario.


Familiares de Desaparecidos y Detenidos
por Razones Politicas de Rosario

Para comunicarte con nosotros podes llamar a los telefonos: 155831614 (Pety)
o 155776384 (Paula)

(Fuente:Rdendh).



Polémica decisión del Tribunal Oral Federal Nº 1 de Rosario
Prohibido portar fotos de desaparecidos
El Tribunal Federal de Rosario hizo desalojar ayer la sala cuando integrantes del público comenzaron a levantar las fotos de desaparecidos. Por otro lado, el periodista Carlos Del Frade fue sometido a un careo con el represor Amelong.
La fiscal Mabel Colalongo pidió que se permita la exhibición de las fotos de desaparecidos.
Por Sonia Tessa
La audiencia había empezado, y el periodista Carlos del Frade comenzaba con la tercera parte de su testimonio. Cuando le estaban leyendo -a pedido de la defensa-- la lista de las personas cuya desaparición forzada es objeto del primer juicio oral y público por el terrorismo de Estado en Rosario, algunos integrantes del público comenzaron a levantar las fotos de los compañeros, en silencio. El presidente del Tribunal, Jorge Venegas Echagüe, pidió orden en la sala y, como las fotos continuaban en alto, ordenó que la Gendarmería desalojara la sala. "Seguimos unos minutos con las pancartas levantadas, y luego nos fuimos por nuestra propia voluntad. Pero yo me pregunto, ¿nos hubieran sacado por la fuerza, con todo lo que hemos vivido durante estos años?", decía ayer Ana Moro, de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, en la vereda de Oroño al 900. En el primer piso de ese edificio se juzga a Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Pagano y Eduardo Costanzo por crímenes de lesa humanidad. Cuando se retomó la audiencia, la fiscal Mabel Colalongo y las querellas pidieron que se permita la exhibición de las fotos de los desaparecidos, como ocurrió en todos los Tribunales del país. El Tribunal dispuso un nuevo cuarto intermedio para debatirlo, y rechazó el pedido fundado en el artículo 369 del Código Procesal Penal. Además, impidió la entrada a la sala de audiencias a Héctor Medina, que llevaba una remera con la foto de su hermano Oscar; así como a Diego Kofman y Marina Magnani, de Hijos, a quienes identificaron portando fotos.


"No sólo en la causa Brusa de Santa Fe, sino también en La Plata y todos los Tribunales del país se permite la exhibición de fotos de desaparecidos", indicó Colalongo en las escalinatas del Tribunal. Luego, al conocer la decisión del Tribunal, hizo reserva de recurrir a Casación, al igual que las querellas. Incluso, evaluaba llegar a la Corte Suprema de Justicia. La querellante Gabriela Durruty manifestó que no era evidente la violación del artículo.


"Estoy indignada. Esto es un manoseo constante. No puede ser que nos traten a nosotros como si fuéramos los asesinos", indicó Norma Vermeulen, Madre de la Plaza 25 de Mayo, decepcionada por la decisión del Tribunal. "No hicimos absolutamente nada, no hubo actitud intimidatorio. En Santa Fe y en todos los juicios del país se permitió la exhibición de las fotos de los compañeros desaparecidos", indicó Silvia White.


Para Sabrina Gullino, la nieta recuperada número 96, que integra el espacio Juicio y Castigo, es indignante. "Las víctimas no están, y ni siquiera les permiten estar con sus fotos. Es injusto", dijo la joven. "Lo más indignante es que el primer día a Amelong lo dejaron entrar con la vincha que decía 'legalidad'. En otros lugares se les permite estar con las fotos de los desaparecidos, que es lo único que nos queda de ellos", planteó Sabrina, hija de Tulio Valenzuela y Raquel Negro, secuestrados en la Quinta de Funes. Por su parte, Gustavo de Vicenzo, del mismo espacio, indicó: "Ni siquiera fueron los abogados defensores los que plantearon que bajemos las fotos, fueron los mismos jueces".


Más allá de los reclamos de los militantes que se encontraban afuera del Tribunal, la audiencia continúo cerca del mediodía, y mantuvo la prohibición de exhibir las fotos. Finalmente, Del Frade pudo terminar su declaración, aunque con constantes pedidos de los abogados defensores -en especial de Mariana Grasso, representante de Guerrieri para que no se refiera a personas que no están en la causa actual, ni siquiera como información contextual.


A partir de los dichos del periodista, la fiscal pidió que se agregue el informe de Alfredo Sotera, de la causa Feced, al expediente, lo que generó una nueva protesta de Grasso. Sin embargo, el Tribunal decidió incorporar esa documental a la causa actual. Se trata de un documento elaborado por un agente de inteligencia, en el que se consignaban los militantes caídos. El contenido de ese informe fue revelado por Rosario/ 12, el 24 de marzo de 1996.


Cuando Del Frade terminó de brindar su testimonio, el defensor de Amelong, Héctor Galarza Azzoni, pidió la declaración de la indagatoria de su defendido. El acusado de crímenes se lesa humanidad se sentó frente al Tribunal y negó el relato del periodista sobre la entrevista que mantuvieron, al tiempo que pidió ser sometido a un careo. El Tribunal decidió favorablemente este pedido. El periodista se sentó frente al acusado para establecer las circunstancias de aquella entrevista. Amelong había dicho que concurrió a la cita porque el periodista le ofreció datos sobre la muerte de su padre, lo que fue desmentido por el testigo, obligado a decir la verdad por su promesa ante el Tribunal. Los dos coincidieron en la descripción del lugar donde se realizó la cita, pero Amelong negó terminantemente haberle dicho que tenía cosas para decir sobre los 70. Del Frade, por su parte, le sostuvo la mirada en todo momento, y aseguró que se enteró sobre la muerte del padre de Amelong en aquella entrevista. En pocos minutos, el Tribunal dio por terminado el careo.
(Fuente:Rosario12).


Declaración de las hermanas Zitta y de María Amelia González
Los días de cautiverio en "La Calamita"
Por José Maggi
Tres mujeres declararon en la tarde de ayer como víctimas del terrorismo de estado, en el marco de la causa Guerrieri, que se lleva adelante ante el Tribunal Oral Federal Nº 1. Las hermanas Graciela y Susana Zitta, y María Amelia González, compañera del desaparecido Ernesto Traverso, que conmovió con una frase a la sala de audiencias. "Nos llevaron del departamento de bulevar Oroño 1567, unos 15 hombres con uniforme militar. En la habitación de arriba estaban nuestros hijos: un bebé de 10 meses y una nena de dos años y medio, por los que pedíamos desesperados. 'Quédese tranquila señora, vamos a dejar la puerta sin llave para que los chicos no se mueran electrocutados o de hambre, como suele pasar'", le confió uno sus captores.


El matrimonio González-Traverso fue llevado desde el departamento 4 de Oroño 1567 el 26 de febrero de 1977, en el baúl de un auto Renault 12 blanco, sobre el que estuvieron unos 50 minutos antes de llegar a una casa de campo. "Como se me cayó la venda, cuando abrieron para sacarme, me pegaron un puñetazo en el estómago", recuerda. Allí fue alojada en un pieza de "cinco metros por cinco, con techo de zinc, piso de cemento sobre el que había una colchoneta". Esa misma noche escuchó los gritos de la tortura de Ernesto.


Así estuvo 14 días, pero al tercer día de cautiverio llegó quien sería su compañera de encierro: María Luisa Rubinelli. "Como su compañero dijo que estaba embarazada, para que no la torturaran teníamos que seguir con esa historia, así que cuando menstruó, pedí elementos de higiene como si fueran para mí. Pero al final tuvo pérdidas y un médico joven que llamaban Alejandro, la llevó a un altillo y le hizo un raspaje".


En los catorce días de cautiverio, María Amelia aseguró que la interrogaron dos veces, siempre sobre las actividades de su esposo. También apuntó que "el que estaba al mando era Sebastián, y cuando no estaban los oficiales jóvenes cometían fechorías con las mujeres. Ponían música y nos hacían bailar, en un jugo de denigración hacia nosotras", recordó. Finalmente la liberaron pero cuando preguntó por su esposo le contestaron: "El se queda con nosotros un día, un mes o un año".


Cuando salió se enteró que la noche de su secuestro, su hija de dos años había salido hasta la puerta de calle, donde la encontró una vecina, que se hizo cargo. Luego llamó a la familia Gonzalez a Corrientes, quienes vinieron de inmediato.


Entre sus captores, González pudo señalar a "Mario, quien tenía tonada chaqueña o formoseña, y a dos hermanos, uno de los cuales era muy violento". También indicó que la cocinera del lugar era María, una identificación más que extendida para quienes estuvieron en La Calamita. Entre los horrores recuerda, que "varias veces se cortó la energía eléctrica por el alto consumo de la picana, por lo cual el grupo de tareas ponía en funcionamiento sus vehículos para generar energía y así seguir con las torturas".


Más temprano las hermanas Zitta recordaron su secuestro junto a su madre, tras lo cual fueron mantenidas en cautiverio en La Calamita. Susana y a madre, estuvieron un par de días pero Graciela estuvo más de una semana.


Pero un dato ineludible de la jornada fue la petición de la defensora oficial de Oscar Pascual Guerrieri, Mariana Grasso, quien pidió incorporar al expediente judicial dos notas periodísticas: una del diario La Capital ilustrada con una foto de Juan Daniel Amelong con su ya repudiada vincha con la leyenda "Legalidad". La otra nota es la del mensuario El Eslabón, que ilustró su última portada con las fotos de los cinco procesados -Guerrieri, Amelong, Fariña, Pagano y Costanzo- con un título contundente: "Hijos de puta". "No estoy de acuerdo en cómo la prensa presenta este juicio", alcanzó a explicar Grasso mientras el tribunal recibía el rechazo de la fiscal Mabel Colalongo quien se opuso a la aceptación de la medida.
(Fuente:Rosario12).


Juicio en Santa Fe
Cuatro mujeres
Cuatro mujeres sobrevivientes de la represión ilegal en la ciudad de Santa Fe prestaron declaración ayer en el juicio a Brusa y Cía. Silva Suppo narró su secuestro por una patota del Ejército en marzo de 1977. Tenía 17 años y fue salvajamente torturada en "La Casita". Vilma Cansián dijo ante el Tribunal Oral Federal que fue secuestrada en octubre de 1976 en una esquina de la recoleta santafesina. "Me llevaron a La Casita, me picaneron y me ataron al piso. Ahí fui violada", enfatizó. La tercera testigo, Susana Molina, describió de manera efectiva y escueta el tenebroso camino recorrido entre la comisaría Cuarta y la GIR. Finalmente, por la tarde, declaró María de los Milagros Almirón que, con sólo 14 años, estuvo detenida en la Seccional Primera y en la GIR.


La primera mujer en declarar fue Suppo, que fue violada en la tortura, quedó embarazada y tuvieron que practicarle un aborto "para remendar el error", le dijo burlón Juan Calixto Perizotti, entonces mandamás de la GIR, según da cuenta el portal Notife. Suppo fue trasladada a esa dependencia policial en 1977. "Recuerdo que durante el cautiverio había una chica embarazada de San Cristóbal, que tuvo a su bebé estando detenida", señaló. Allí compartió el horror junto a Cecilia Mazzetti (entonces menor de edad), Patricia Isasa (también menor) y María de los Milagros Almirón, de tan solo 14 años. Precisamente, la mamá de Alimirón, María Rosa Sedrán fue torturada en la seccional Primera de policía de la Unidad Regional Uno. Patricia Isasa la vió en un banco de esa seccional en 1977, en estado agonizante.


Cuando los militares resolvieron trasladar a las "mayores" a la cárcel de Devoto, quedaron solo "las chicas", apenas adolescentes. "Recuerdo haber visto al Capitán Morales imputado en la megacausa por desapariciones y homicidios le decía a Mazzetti que ella 'ocultaba algo'. Morales hostigaba a Mazzetti para saber el paradero de su pareja que era desertor del Ejército y era buscado por militar en una organización política, tiempo después, el conscripto Daniel Suarez fue muerto y hoy se encuentra desaparecido. "El Falcon de los traslados lo manejaba un hombre de apellido Hoffmann", completó esa parte del relato Suppo.


¿Estaba encapuchada en la cuarta? ¿La interrogaron?, se interesó un abogado de la querella.
Sí, en la Cuarta me ponen la capucha y me interrogan, supe después que en esos días, que fueron los primeros tres o cuatro, realizaron un allanamiento en la casa de un familiar en Santo Tomé de apellido Costa. En esa seccional cuyo jefe era Mario Facino recibí la visita del entonces obispo de Rafaela, Jorge Casaretto, a quien le dije que había sido violada y torturada. En la GIR, recuerdo que el jefe era Perizotti y su secretaria era María Eva Aebi.


Cansián relató que fue secuestrada en octubre de 1976 en una esquina de la recoleta santafesina. "Me llevaron a La Casita, me picaneron y me ataron al piso. Ahí fui violada. Luego me trasladaron a la Cuarta, estuve en un calabozo por 20 días. En mayo de 1977 nos llevaron a Paraná y de ahí en un avión a Devoto. Nos decían que nos iban a tirar a la mar", describió.
Cansián dejó en claro a los jueces "que el trato en la GIR era muy malo, ahí conocí a mucha gente de Reconquista, detenida, claro". La familia de la mujer no tuvo novedades de dónde estaba Vilma después del secuestro. "Yo grité fuerte mi nombre cuando me llevan, lo vecinos le informaron a mis padres". En la comisaría Cuarta estuvo en condición de desaparecida y recién "legalizada" en la GIR.


La tercera testigo, refrendó todos los dichos de sus antecesoras. El calvario de la GIR y el verdugueo de los responsables de la represión ilegal volvieron a quedar a flor de piel. Molina describió de manera efectiva y escueta el tenebroso camino recorrido entre la comisaría Cuarta y la GIR, "donde había gente del Ejército, incluso un mayor que nos decía 'esto es una guerra' o 'son las consecuencias de la guerra'". Molina tiene seis familiares desaparecidos y su marido, que también fue detenido y torturado durante la represión ilegal sufrió por mucho tiempo problemas coronarios.


Por la tarde, completó los días de terror en la GIR, Almirón que, con 14 años, estuvo detenida en la Seccional Primera y en la GIR. Su mamá, María Rosa Sedrán y su hermano Luciano fueron vejados también por personal de "la patota" en distintos centros clandestinos de detención. A Luciano lo detuvo Perizotti en 1977 cuando visitaba a su hermana en la Guardia de Infantería.
(Fuente:Rosario12)


VINCHAS
Por Rubén Darío Musante *
En la ciudad junto al río, la barbarie se apoltrona en un palacete francés y se disfraza la testa con una vincha robada. El hombre gira, experto en buscar objetivos y la cámara inmortaliza en la cinta que envuelve su cabeza, una palabra escrita con sangre ajena: "legalidad". Afuera, en la intemperie, la señora de los ojos vendados vomita.


A medio camino entre la maldición del Dieciocho Brumario y la caricatura de tapa de la revista MAD, el chacal nos mira, nos demanda la abstracción jurídica: que la ley sea ley según sus propios términos. Una buena porción del país -curiosamente acuerda con él y la gente hace reventar los contestadores de las radios por la gravedad institucional del tránsito cortado en Oroño al 900. Es lunes, llovizna y hay que mirar hacia adelante. Las caras de los muertos en las pancartas asustan y por suerte el tiempo acompaña; bajo el sol brillante hubiera sido intolerable y la cantidad de radios, insuficiente.


En la calle, en el palacio decadente y en el aire que es libre, la civilización y la barbarie se revuelcan. Por ahora ganan los bárbaros, travestidos de finos, porque son machos, la tienen más larga y si es necesario: tacones y a lo loco.


Un nudo windsor perfecto ata al cuello tenso una corbata de seda y en cada hebra del género, Hanna Arendt y su Banalidad del Mal resucitan con hartazgo, para recordarnos otra vez los dulces aromas de la monstruosidad, que suele transitar a nuestro lado impecable, engominada y bendecida.


A diferencia del mar que devuelve los cadáveres, el pasado nos retruca, dobla la apuesta y arroja doctores merengues explícitos e irrefrenables. Aún con sed. Si todavía queda alguien afilando los cuchillos, debería aprender: el océano es inmanejable y el devenir de los años no es de fiar.
Lucio V. Mansilla en Una Excursión a los Indios Ranqueles contó con elegancia el fluir delicioso de las vinchas de los vencidos, dignas, flotando sobre cabelleras canas, al ritmo de los vientos de desierto; como al pasar, el viejo dandy experto en cogotes cortados, marfil y terciopelos, reflexionó sin privarse del cinismo, sobre las ventajas de ser civilizados.


"La civilización consiste en varias cosas. En usar cuellos de papel, que son los más económicos, botas de charol y guantes de cabritilla. En que haya muchos médicos y muchos enfermos, muchos abogados y muchos pleitos, muchos soldados y muchas guerras, muchos ricos y muchos pobres. En que se impriman muchos periódicos y circulen muchas mentiras. En que se edifiquen muchas casas, con muchas piezas y con muchas comodidades. En que funcione un gobierno compuesto de muchas partes como presidente, ministro, congresales, y se gobierne lo menos posible. En que haya muchísimos hoteles, y todos muy malos y muy caros".


es la calle desordenada; los malos clientes de buenos abogados; los autitos buscando escapar de la esquina colapsada; los tenientes rasurados, sin pelos y con señales; los deudos sin muertos, la luz amarilla del semáforo latiendo imparable junto al retrato de un chica que ríe. Los testigos pixelados. Una gota de verdad que dispara un diminuto y contradictorio big bang que se acomoda a sus anchas en los estrados y en las palmeras podridas, entre los cuidacoches y sus Señorías, entre los que están y los que nunca más.


Es además, la repulsión puesta en nueve letras raptadas: legalidad. Indemne y sin temor, la palabra vivirá para contarlo, persistirá a la rapiña. La civilización también es él, interceptando el registro de una foto, exigiendo insaciable su ley. Sonriente, impune, rico.
(Fuente:Rosario12).




El Juez Jorge Venegas Echagüe presidió el Tribunal.

Cuatro testigos declararon en la audiencia de este lunes en los tribunales federales de Rosario. La jornada comenzó con la continuidad del testimonio del periodista Carlos Del Frade, quien fue precedido por Graciela Zita, Susana Zita y María Amelia Gonzalez, tres ex detenidas que narraron sus terribles experiencias en el centro clandestino de detención conocido como La Calamita. Gonzalez relató que fue secuestrada en su casa -donde quedaron abandonados sus dos hijos bebes- junto a su esposo, Ernesto Traverso, al nunca más volvió a ver.


La jornada de este lunes arrancó complicada y el testimonio del periodista Carlos Del Frade, que había comenzado el martes de la semana anterior –y que se había cortado porque el defensor del represor Juan Amelong se descompuso, lo que obligó a suspender la audiencia–, se volvió a interrumpir cuando el tribunal obligó a desalojar la sala porque desde el público habían desplegado fotos con el rostro de los desaparecidos de la causa .


Luego de la declaración de Del Frade –que incluyó un careo con Amelong–, fue el turno de Graciela Zita, una ex detenida que estuvo secuestrada-desaparecida desde el 4 al 13 de julio de 1977, se presume que en La Calamita, a donde fue llevada junto con su hermana y su madre.


Una familia secuestrada
Graciela Zita recordó el tremendo episodio que le tocó vivir a manos de los represores, y que marcó para toda la vida a su familia. El 4 de julio de 1977 Garciela, que vivía en Buenos Aires, recibió una llamada de su hermana Susana desde Rosario, que le informaba que su madre “estaba muy enferma” y que era urgente “que viajara para Rosario”. Organizó su partida y lo antes que pudo salió hacia su ciudad.


Apenas entró a la casa donde vivían su madre y hermana fue abordada violentamente por un grupo de hombres a los que no pudo ver, que la encapucharon y manitaron. Un rato después fue detenida en el mismo lugar su amiga Adriana Quaranta, que venía a visitarla al saber que estaría en Rosario. Graciela, Susana y Adriana fueron conducidas a un lugar alejado de la ciudad –a unos cincuenta minutos en auto–, custodiadas por un grupo de más de quince hombres vestidos de civil y que se habían identificado como policías. Una vez en el centro de detención, Graciela se enteró que también tenían secuestrada a su madre.


Graciela Zita fue sometida a sesiones de tortura, durante las que la interrogaban por “compañeros con los que había estudiado en la facultad”. En su lugar de detención, a pesar de estar siempre con los ojos vendados, pudo registrar “el piso antiguo”, la puerta del baño también antigua y con “vidrio opaco, de esos que dejan ver a trasluz”. Elementos que coinciden con otros testimonios que reconstruyen y se identifican con las características de La Calamita.


Durante sus días de encierro Graciela pudo escuchar algunas voces conocidas de otros detenidos del lugar, como la de Rafael Bielsa, a quien escuchó “cantar una canción”. Recordó también que a los dos días de su detención, su hermana y su madre fueron liberadas y que ella permaneció en el centro de detención hasta el 13 de julio.


Por su parte Susana Zita, declaró inmediatamente después que su hermana Graciela y permitió reconstruir para la causa el rompecabezas de aquella horrorosa jornada del 4 de julio de 1977.Susana recordó que fue detenida en la calle y llevada a su casa donde estaba su madre, que “los captores preguntaban por Graciela” y que luego de comunicarse por radio con sus superiores, a los que informaron que Graciela no estaba, escuchó que por el radio dijeron: “llevensé a la madre y a la hermana”.


Y así sucedió. Las dos fueron llevadas al centro de detención donde quedó su madre y Susana fue obligada a volver a su casa para llamar a Graciela a Buenos Aires y decirle que venga urgente porque “mama estaba enferma”.


Entre las cosas que registró en los casi tres días que estuvo en el centro de detención, Susana pudo también identificar la voz de Rafael Bielsa, “a quien había oído cantar ya en una peña no hacía mucho”. Además describió el piso del baño, varias de las habitaciones de la “casa antigua” y los caminos que unían a unos ambientes con otros. Su relato también coincidió con el de otros testimonios que describieron al centro clandestino de detención La Calamita.


Tanto Graciela, como Susana, escucharon ruidos permanentes de arreglos de albañilería en el lugar y registraron olor portland y meslca.


Un cura con contactos
Otro de los elementos que aportó Susana Zita fue la anécdota sobre el cura al que su madre llamó para que “lo ayude a averiguar algo sobre Graciela”, una vez que las dos –Susana y su madre–, quedaron en libertad. El sacerdote se ofreció a hablar con un capellán de Ejército del que Susana no recordó el nombre, y consiguió saber que Graciela permanecería algunos días más detenida y que sería liberada. El eclesiástico es el actual párroco de la Catedral de Rosario, Raúl Jiménez.


Desde Corrientes a Rosario
El testimonio de María Amelia Gonzalez fue quizás el más duro que hubo que oír en la jornada. González revivió la noche de su secuestro ocurrida en su casa de calle Oroño, a apenas unas cuadras del tribunal a donde ahora se juzga a sus posibles verdugos.


María Amelia recordó que la noche del 26 de febrero de 1977 un grupo de hombres vestidos con uniformes del ejército entraron violentamente a su casa, donde estaba con su marido, Ernesto Traverso, y sus dos hijos: “Sol de dos años y medio y Ernestito de apenas diez meses”.


La pareja fue llevada en autos separados a un lugar a las afueras de Rosario. González recordó que cuando llegaron al centro de detención y fueron a buscarla al baúl del auto donde había viajado, como estaba con la venda caída, le dieron una “fuerte trompada en el estómago”. Cuando la bajaron del auto, y como estaba descalza en uno de los piés, registró que “el piso era de pasto”.


El relato del lugar de detención que estructuró González fue muy minucioso. Contó que primero la “tiraron en una habitación de cinco por cinco, con techos de zinc, piso de portland” y en la que había otra mujer de tez blanca y pelo claro de la que no se pudo acordar el nombre. María Amelia indicó que los primeros tres días “no recibió alimento ni agua”, que de los catorce que estuvo detenida se pudo “bañar una sola vez”, que fue brutalmente torturada con picana eléctrica y que tuvo que escuchar también los alaridos de dolor por los tormentos que infligieron contra su marido.


En el registro de elementos recordados por González, se destacó la mención del baño, al que describió con “piso de baldosas antiguo”, con “dos puertas, una de las cuales comunicaba con una habitación donde estaban los hombres” y una ventana.González registró algunos nombres durante su cautiverio, como el de otra detenida que llegó también junto su marido, Luisa Rubinelli; el de María, la mujer que estaba en la cocina; el de Sebastián, el represor que parecía ser el que “comandaba todo en el lugar”; y el de otros dos represores: Mario y Alejandro.


María Amelia señaló que “todas las noches traían gente, y en esos momentos se escuchaba mucho movimiento en la casa”, y recordó especialmente un episodio en el que trajeron a dos detenidos jóvenes que por lo que se gritaban se dio cuenta que “eran hermanos”.


González refirió además haber escuchado trenes y el sonido de aviones que aterrizaban relativamente cerca del lugar a donde se encontraba.


María Amelia contó cómo finalmente fue dejada en libertad en el Parque Independencia de Rosario, y reconstruyó lo que sucedió con sus hijos el día que fue secuestrada con su marido. Como los secuestradores “habían dejado la puerta abierta del departamento de pasillo” donde vivían, la hijita salió y se quedó sola en la entrada hasta que “la vio una vecina que la acompaño dentro de la casa que encontró toda revuelta, con el bebé en la cuna. Luego de cobijarlos y darles de comer”, la vecina los acercó a la casa de los padres de Traverso.


González se fue luego a vivir con sus hijos a la provincia de Corrientes –al pueblo de sus padres–, y volvió varias veces a Rosario para denunciar la desaparición de su marido, del que nunca más tuvo noticias.


Al finalizar su testimonio, María Amelia reclamó al tribunal que quiere “saber qué pasó con Ernesto, con todos los desaparecidos, a dónde están sus cuerpos” y agregó: “como todo el mundo, con mis hijos –que estuvieron presentes en la sala del tribunal–, queremos poder hacer el duelo de nuestro ser querido”.El juez Jorge Venegas Echagüe presidió el tribunal.
(Fuente:Diariodeljuicio).


Un llamado de atención al tribunal
El Espacio Juicio y Castigo ofreció una conferencia de prensa este lunes a la mañana frente a los Tribunales Federales de bulevar Oroño al 900 para dar su punto de vista frente a algunas cuestiones que “indignan” a quienes participan de las audiencias que se siguen en torno al primer juicio oral a los represores que actuaron en el Gran Rosario durante la última dictadura. Y como ejemplo, algunos familiares se quejaron ante la imposibilidad de mostrar en la sala algún estandarte que haga referencia a los desaparecidos. De hecho, este lunes concurrieron con fotos y la sala fue desalojada. La jornada se reanudó con el testimonio del periodista Carlos del Frade, que se careó con uno de los acusados, el ex teniente Juan Daniel Amelong. Por la tarde, otros tres testigos prestaron declaración.


Lo de no poder entrar con fotos de las víctimas de la dictadura es lo que más “indigna” a los organismos de derechos humanos. En efecto, tras la conferencia de prensa de este lunes a la mañana, las personas que ingresaron a la sala de audiencias mostraron fotos de sus familiares desaparecidos cuando el tribunal mencionó sus nombres, y el propio tribunal ordenó el desalojo del recinto luego de pedir en tres ocasiones que las bajen.


Desde el Espacio Juicio y Castigo, integrado por organizaciones de derechos humanos, sociales, políticas, estudiantiles y sindicales, se pidió que el tribunal habilite el ingreso a la sala con “prendedores identificatorios, foto de los compañeros desaparecidos, remeras con sus caras”.


“Contrariamente el tribunal permitió durante la primer audiencia que uno de los imputados, Daniel Amelong, exhibiera una vincha donde se podía leer la palabra «legalidad» junto a un portafolio que llevaba pegado una consigna con el texto «CFK perdiste, entendelo», se lee en un comunicado.


Otra de las quejas está relacionada al supuesto dicho de un gendarme que oficia de custodio, que frente al tropezón y caída que sufrió una Madre de Plaza de Mayo murmuró “una menos”. También denunciaron “controles excesivos” en el ingreso a los Tribunales.


La audiencia del juicio a los cinco genocidas que actuaron en la Quinta de Funes, La Intermedia, La Calamita, la Escuela Magnasco y la Fábrica Militar, todos centros clandestinos de detención, se reanudó este lunes con el testimonio del periodista Carlos del Frade, quien tiene escritos varios libros sobre el accionar del terrorismo de Estado en Rosario y la región.


Después de su testimonio, el represor Amelong solicitó un careo con Del Frade, que el tribunal habilitó. Allí el ex teniente hizo su descargo y el periodista reiteró todo lo dicho en su declaración.


A la tarde, continuaron las declaraciones testimoniales. En tanto, este martes brindarán su testimonio el periodista de Rosario/12 Juan Carlos Tizziani, las sobrevivientes de La Calamita, una cárcel clandestina de Baigorria, Adriana Quaranta y Maria Luisa Rubinelli, y el ex intendente de Funes Juan Miguenz.
(Fuente:Diariodeljuicio).

Guerrieri-Foto:Diariodeljuicio.

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