La Justicia indagó a Harguindeguy por la desaparición de Quieto
Año 3. Edición número 155. Domingo 8 de mayo de 2011
Harguindeguy (abajo), ministro de Interior durante la última dictadura, rechazó las acusaciones en su contra. Quieto (arriba) está desaparecido desde 1975. (TELAM)
El ex ministro de Interior de facto dio explicaciones sobre el secuestro del líder montonero El general retirado Eduardo Albano Harguindeguy fue indagadado por la desaparición del abogado Roberto Quieto, uno de los jefes principales de Montoneros. La declaración fue conducida por el titular del Juzgado Federal Nº 2 de San Martín, Juan Manuel Yalj, y el fiscal Jorge Sica, informó Pablo Llonto, abogado de la familia Quieto. Harguindeguy fue jefe de la Policía Federal durante el último tramo del gobierno de la presidenta María Estela Martínez de Perón y ministro del Interior de la junta militar que la derrocó en marzo de 1976. El magistrado se trasladó al domicilio del ex militar, que tiene 83 años, en el partido de San Miguel, cerca de la guarnición de Campo de Mayo, a fin de inquirirle sobre su responsabilidad en el secuestro.
Abogado de profesión, Quieto había militado en su juventud en la Federación Juvenil Comunista, e integrado luego la columna que se aprestaba a sumarse a la guerrilla comandada por Ernesto Che Guevara en Bolivia cuando éste fue muerto en octubre de 1967. Quieto era el jefe máximo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de origen guevarista, que en 1973 se fusionó con Montoneros. Por lo tanto, quedó como número dos de la organización, por detrás de Mario Eduardo Firmenich, hoy residente en Europa. Había sido el responsable, entre otros operativos, del secuestro de los hermanos Born. El Negro Quieto, de 35 años, fue secuestrado por una partida al mando de quien se identificó como el “inspector Rosa de la PFA” el 28 de diciembre de 1975, Día de los Inocentes, cuando se encontraba con su esposa y sus hijos pequeños en una playa de Vicente López. Según versiones coincidentes habría sido conducido a la guarnición de Campo de Mayo y ferozmente torturado. Desde entonces permanece desaparecido.
Frente al juez Yalj, Harguindeguy rechazó las acusaciones en su contra. Y aseguró que antes de la dictadura la jefatura de esa organización le propuso incorporar un grupo de sus hombres al Ejército. El ex militar declaró en silla de ruedas en su casa de la localidad bonaerense de Villa de Mayo, donde cumple arresto domiciliario por otras causas de lesa humanidad. El juez consideró que pese a su delicado estado de salud estaba “lúcido” como para contestar las preguntas de la megacausa de Campo de Mayo, señalaron fuentes judiciales.
Harguindeguy fue interrogado por dos hechos en esa investigación: la desaparición de Quieto y la ejecución de un hombre que estaba detenido ilegalmente y fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo a través de un decreto, pero que, sin embargo, terminó ejecutado. Al respecto, tanto Harguindeguy como el ex dictador Jorge Rafael Videla, que firmaron ese decreto, están imputados de haberse prestado a una maniobra para hacer creer que ese hombre iba a ser liberado y que, en realidad, fue ejecutado antes de salir de Campo de Mayo. Sobre esa causa, el ex ministro del Interior de la dictadura se negó a responder.
Sobre el caso Quieto, Harguindeguy admitió que se había reunido en una oportunidad con el ex dirigente montonero Roberto Perdía, tal como consta en la instrucción. En su momento, el propio Perdía había relatado que la reunión tuvo lugar en la zona de lo que hoy es Puerto Madero a fines de enero de 1976 –dos meses antes del golpe– entre él y Harguindeguy, luego de que Montoneros perpetrara un atentado con bombas. En aquel momento Quieto ya había sido apresado por los militares y la agrupación pretendía que el Ejército se lo devolviera para poder someterlo a un juicio revolucionario por considerarlo un delator.
Sobre ese reclamo, Perdía habría contado que Harguindeguy le respondió: “Quieto no va a aparecer, olvídense del tema. Además, nosotros no vamos a andar tirando cadáveres en los zanjones, de ahora en adelante los cadáveres no van a aparecer. Nosotros vamos a hacer otra cosa. Lo que ustedes conocieron hasta ahora fue una ‘dictablanda’, como la de (Alejandro) Lanusse; la nuestra sí va a ser una dictadura. No lo van a volver a ver más a Quieto. En realidad, no volverán a ver a nadie más”.
Al ser consultado por los instructores judiciales, Harguindeguy afirmó que sí se había reunido con Perdía en una oportunidad, pero afirmó que “había sido un año antes” de lo que se creía. También dijo que el objetivo no fue para hablar sobre la suerte de Quieto sino porque “Perdía le propuso que Montoneros incorporara una facción al Ejército”, revelaron fuentes del caso, aunque no dejaron trascender mayores detalles de esa oferta.
De todas maneras, algunos años antes, en 1973, poco después de la asunción de Héctor Cámpora como presidente, Montoneros y el Ejército se unieron para realizar acciones cívicas y sociales conjuntas –para ayudar a miles de ciudadanos afectados por inundaciones–, en lo que se conoció como Operativo Dorrego, de efímera vida. Por el lado de los militares, la conducción estaba a cargo justamente de Harguindeguy, mientras que el desaparecido Norberto Habbeger lideraba el sector de la organización armada. Paradójicamente, varios de los jerarcas militares de entonces participaron años después en la represión donde eliminaron a militantes y dirigentes montoneros.
La investigación por el secuestro de Quieto corresponde al caso 31 de la causa Campo de Mayo (número 4012), a cargo de Yalj. Los querellantes son los abogados Florencia Arietto y Pablo Llonto. Llonto también es querellante en la causa Campo de Mayo, sobre el que habría sido el mayor centro clandestino de detención y exterminio durante la última dictadura militar. Y comparte la representación de la familia Quieto con su colega Guido Quieto, hijo menor del desaparecido.
En el libro Doble condena. La verdadera historia de Roberto Quieto, la periodista Alejandra Vignolles dice sobre el líder montonero: “Quieto no simpatizaba con el estereotipo del jefe habilidoso con los fierros que se imponía en las organizaciones guerrilleras. A él, que era una persona intelectualmente brillante, según el relato de quienes lo conocieron, lo consumía el fuego de la pasión por la política. Era de carácter sencillo, a veces tímido, de buen trato, y prefería el diálogo intimista, las certezas que da el sentido común, la prudencia. Aunque por otra parte lo atraía el riesgo, vivir al borde de la cornisa. Una vez le confesó a su mujer que, de no haber elegido la lucha armada para la toma del poder, le habría gustado ser piloto de autos. Sus amigos, y los que no lo fueron pero compartieron con él algún tramo de su vida, coinciden en definirlo como una persona íntegra y consecuente.”
Luego de su detención, Montoneros sometió a Quieto un juicio revolucionario en ausencia y lo condenó a muerte por “delación bajo torturas”. Esa supuesta traición nunca fue demostrada. Sin embargo, Montoneros jamás se retractó por haber ensuciado su nombre. Tampoco lo hizo por condenar a la deshonra a quienes se quebraban en la tortura.
• El día en que perdía se reunió con el militar
Se acaba de publicar el libro Doble condena. La verdadera historia de Roberto Quieto, editado por Random House Mondadori. La autora, Alejandra Vignolles, cuenta la historia del líder montonero. A continuación, se reproduce el fragmento que da cuenta de la reunión entre Roberto Perdía, de Montoneros, y el militar Albano Harguindeguy:
“Un caluroso mediodía de fines de enero de 1976, un entrecano general del ejército argentino esperaba solo dentro de un Ford Falcon que él mismo conducía y que acababa de estacionar en uno de los desérticos doques de lo que hoy es Puerto Madero. Luego de algunos interminables minutos, un hombre robusto, de estatura mediana, con una calvicie pronunciada a pesar de su juventud, abrió la puerta del lado del acompañante y subió al automóvil. Ambos hombres se saludaron con una leve inclinación de la cabeza. Al instante, la formación militar que ostentaban les permitió detectar que uno y otro iban armados. El general encendió el motor y avanzó en dirección a la otra punta de la calzada. Así, casi a paso de hombre y por espacio de una hora y media marcharía, siempre por la misma calle, yendo y volviendo, conversando con su interlocutor. El general le pidió que se identificara.
—Soy Roberto Perdía –le respondió el joven.
—Ah, yo pensé que usted era Marcos Osatinsky –dijo el otro. Se trataba de Albano Harguindeguy, futuro jefe de la Policía Federal de Isabel Perón y posterior ministro del Interior de Jorge Rafael Videla.
—Ustedes mataron a Osatinsky hace seis meses en Córdoba. Vine para ver la posibilidad de abrir un canal de negociación para que liberen a Roberto Quieto y a otros compañeros –explicó desconcertado Perdía, segundo jefe de Montoneros.
—No tuve oportunidad de hablar a fondo con Viola porque se debe estar sacudiendo el polvo de la bomba que le pusieron ustedes hace poco. Por eso es que no pude, todavía, transmitirle el afán de diálogo que tienen ahora. Pero igualmente, Quieto no va a aparecer, olvídense del tema. Además, nosotros no vamos a andar tirando cadáveres en los zanjones, de ahora en adelante los cadáveres no van a aparecer. Nosotros vamos a hacer otra cosa. Lo que ustedes conocieron hasta ahora fue una “dictablanda”, como la de Lanusse; la nuestra sí va a ser una dictadura. No lo van a volver a ver más a Quieto. En realidad, no volverán a ver a nadie más –advirtió por último el general, al tiempo que con la cabeza invitaba a su acompañante a que bajara del auto porque la entrevista había terminado.
Perdía había llegado hasta Harguindeguy porque Montoneros pretendía que el Ejército le entregara a Quieto con vida para poder cumplir la sentencia de un juicio revolucionario que la organización le había hecho en ausencia y por el que había sido condenado a muerte por ‘delación bajo tortura’, entre otros cargos. La dirigencia sostenía que Quieto los había delatado y quería rescatarlo de las manos de los militares, no por lealtad ni compañerismo, sino para encargarse ellos mismos de su ejecución. La gestión para llevar a cabo la reunión había sido realizada por Norberto Habbeger, uno de los cuadros políticos más lúcidos de Montoneros, luego desaparecido. Harguindeguy y Habbeger se habían conocido en 1973, en el Estado Mayor del Operativo Dorrego, realizado conjuntamente entre jóvenes peronistas y militares para recuperar una vasta cantidad de tierras inundadas de la provincia de Buenos Aires.”
Fuente:MiradasalSur
Almorzando con Harguindeguy
Nota del Dom, 20/06/2010
Familiares de víctimas de la represión durante la última dictadura militar reclamaron al juez federal Daniel Rafecas, a cargo de la investigación sobre ilícitos en la órbita del Cuerpo I del Ejército, que cite a declarar como testigo a la conductora televisiva Mirtha Legrand. El pedido lo concretó el periodista y abogado Pablo Llonto, representante legal de familias que actúan como querellantes en esa megacausa. El letrado pidió que Legrand sea citada a declarar a raíz de comentarios realizados el martes en el programa Almorzando con Mirtha Legrand, relacionados con el secuestro de una sobrina y el marido de ésta, durante el último gobierno de facto.
“Yo pedí ayuda en ese momento”, dijo la conductora. Y afirmó que realizó gestiones personales ante el ex ministro del Interior Albano Harguindeguy y que eso habría permitido la libertad de su sobrina. “Esas afirmaciones –expuso Llonto ante Refecas– indican que su testimonio es importante” para el sumario penal. Como Legrand no reveló identidades, el abogado señaló que el testimonio de la conductora podría servir para saber dónde estuvieron detenidos. Llonto agregó que también “se podría determinar la responsabilidad de Harguindeguy y otros funcionarios en las privaciones ilegales de la libertad, tormentos y homicidios ocurridos en la zona correspondiente al Primer Cuerpo del Ejército”.
Fuente:MiradasalSur
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