A tres de años de la muerte del filósofo
Presentan Orificio, la novela póstuma de Nicolás Casullo
Publicado el 25 de Octubre de 2011
El sello editorial Astier Libros debutó con la publicación de la última novela que escribió el ensayista argentino fallecido en octubre de 2008. Un relato fantástico que remite a la tradición mítica de Los siete locos y El Eternauta.
En el mes en el que Nicolás Casullo hubiera cumplido 67 años, la editorial Astier Libros decidió corromper la celebración fúnebre para debutar con la publicación de Orificio, la última novela que llegó a corregir el filosófo, antes de morir el 9 de octubre de 2008. La iniciativa corresponde a Gabriel Lerman y Claudio Zeiger, dos periodistas y escritores que comparten “la idea de la tradición literaria como una fuente donde abrevar, redescubrir y pensar lo nuevo. El nombre de la editorial, Astier, es fundante en dos direcciones —explica Lerman—, “primero porque es un homenaje al protagonista de El juguete rabioso, Silvio Astier, uno de los primeros personajes urbanos de nuestra literatura moderna. Y segundo porque hoy, casi un siglo después de su publicación, esa novela y Roberto Arlt siguen siendo un modo de entender cierto carácter porteño, cierta relación entre los barrios y el centro de la ciudad, cierta forma de pensar la iniciación, la juventud, las jerarquías sociales.”
Algo de todo eso rebuzna en Orificio: especie de mitología urbana de la depredación, que constela barrios bajo el dominio de titanes en harapos. Orificio (tal el nombre del héroe “cazador”) avanza a través de la cartografía improbable de una Buenos Aires vacía de certezas, congestionada de cadáveres, cuyo destino se juega en la enemistad de un puñado de sectas armadas hasta los dientes. Los soldados anarcos de la Chacarita, Los Hombres de los Salmos Nacionales, Las Hembras, los Comunicadores de Caballito, los Filósofos del Congreso, los Guerrilleros de la Travesía, los salvajes de Barracas, los gigantes de Villa Lugano, los Alquimistas, los Prohibidos, son algunas de las microcomunidades que merodean la épica crepuscular de la novela.
Si fuera posible pensar un síntoma para cada género narrativo, al mito le correspondería la paranoia: ese estado de sospecha efervescente que radicaliza la existencia y, en virtud del que cada acto adquiere un sentido agónico. Así, Orificio se abre paso a fuerza de recelos y temores. “Es aberrante pensar que nosotros empezamos cuando la historia había terminado”, confiesa el hombre al que algunos consideran “el eslabón entre el pasado y los colosales acontecimientos que estaban por ocurrir”.
Escrita en los ’90, en términos plásticos pero también sociales y existenciales, Orificio describe un paisaje que evoca las políticas devastadoras del neoliberalismo. Otro rasgo característico es la utilización de herramientas cinematográficas (abundan las elipsis, los flashbacks, las descripciones ininterrumpidas a la manera de un plano secuencia). En este sentido, la novela encaja en la tradición mítica de Los siete locos y El Eternauta, pero también en la de la película Invasión, de Hugo Santiago. Como todas ellas, Orificio admite una lectura en clave de relato fantástico en el que chisporrotean vestigios del mundo real y, acaso, el punto de vista del propio autor (“el filósofo quiere una aventura. Se cansó de sus manos marchitas de tanto leer libros. Descubrió la deslumbrante mierda”).
De vuelta del “mayo francés”, Nicolás Casullo escribió Para hacer el amor en los parques, su primera novela, catalogada de “obra inmoral y sediciosa”, prohibida y desaparecida por la dictadura de Onganía (en 2006, la reeditó editorial Altamira). Le siguieron, El frutero de los ojos radiantes (1984) y La cátedra (2000). A mediados de los ’90, junto a Matías Bruera, Ricardo Forster, Gregorio Kaminsky y Alejandro Kaufman fundó la revista Pensamiento de los Confines en la que volcó sus textos conjeturales. Fue, además, uno de los más fervientes impulsores de Espacio Carta Abierta.
“Nicolás Casullo es un protagonista de la cultura y la política argentina, un gran ensayista y pensador, un hombre comprometido, sabio y generoso” —afirma Gabriel Lerman—. “Pero al mismo tiempo, expresa un tipo de escritor muy característico de los últimos 30 años, y que son el producto de los años sesenta y setenta. Intelectuales, militantes y artistas que soñaron otro país, que se tuvieron que ir o se quedaron, y que volvieron a interpretarlo, desde otras perspectivas.”
Fuente:TiempoArgentino
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