Martes, 08 de mayo de 2012.
El manifiesto del pensar
Estamos en el año 1509, Erasmo de Rotterdam, acaba de publicar el "Elogio de la Locura". Han pasado cuatrocientos noventa y tres años de una de las obras cumbres para el pensamiento
Estamos en el año 1509, Erasmo de Rotterdam, acaba de publicar el "Elogio de la Locura". Han pasado cuatrocientos noventa y tres años de una de las obras cumbres para el pensamiento. Erasmo escribe esta obra para criticar lo dado por la razón de su época: muertes, pobreza e injusticias.
En el año 1637, un hombre se encuentra corriendo a la razón, se le escapa, pero desde la duda la atrapa. René Descartes con su "cogito, ergo sum", somete a la razón a dos cuestiones fundantes del sistema: utilidad y calculabilidad.
Hay cuestiones, siguiendo al primer Heidegger, dónde la razón no sólo no alcanza sino que hasta castra la realidad, sumergiéndola en la locura. A la razón hay que someterla a la sospecha permanente.
El pensar es el continente, la razón es parte de él, pero no su totalidad.
Hay cuestiones que son muchísimas más importante que el cálculo y la utilidad. Estos dos elementos de la razón instrumental son para el mercado, pero no para la vida social. Así, como el mercado forma parte de la sociedad, pero no es o no debería ser su totalidad. La razón también es una parte del pensamiento y no más.
El agua, el tiempo, el aire y la vida forman parte del bien común, están por fuera del cálculo y la utilidad. Y, lo más importante están o deberían estar, sometidos estos bienes comunes, siguiendo a Bauman, a pautas morales y decencias básicas sociales. Se trata de apoyar el pensar por encima del raquítico razonar. La razón y el mercado, deben ser escrutados, para que permitan el pensamiento libre del bien común. Es el pensar el que permite liberarnos del cemento de todos los días. Es el que deconstruye lo naturalizado. Cuando rompemos con lo normalizado, es cuando podemos ver que el agua pública, libre y gratuita en las plazas de la ciudad… ¡es posible!
El agua pública debe estar por fuera de la cultura del mercado. Debería estar cultural y prácticamente bajo la influencia de la cultura del bien común, por fuera de la utilidad y la calculabilidad de la razón. Que haya agua comunitaria en las plazas públicas, es apostar y reforzar el bien común. Porque también es apoyar esencialmente la integración de las personas.
El espacio físico y cultural de las plazas en las ciudades siempre han tenido o deberían tener una consideración importante. Una valía que se potentiza en la era de la modernidad sobremercantilizada.
En la antigüedad los griegos con las ágoras y los romanos con los foros, priorizaban el encuentro público de los habitantes del lugar. En la Edad Media las plazas también fueron escenarios de espectáculos como las ejecuciones inquisitoriales y castigos. Se incluían, asimismo en su diversidad funcional actividades mercantiles y financieras.
En la modernidad van a surgir las fábricas como espacio físico de producción de bienes, allí las personas iban a establecer relaciones de trabajo. Pero no de encuentro y de goce. En materia penal vamos a ver que se consolidaban las penas de encierro. Sustitutivas a las ejecuciones y al castigo corporal. Se desvanecía así el espectáculo público de las plazas. Estos espacios públicos urbanos, van a recuperar en la modernidad el encuentro, la interrelación entre los ciudadanos. Distintos e importantes procesos históricos se han desarrollado en las plazas. Hay muchísimos ejemplos en la historia nacional como en las ciudades. El proceso de mercantilización de la vida acentuado en el mundo a partir de la crisis del petróleo en los 70 y con el neoliberalismo en los países desarrollados en los 80 y en Argentina en los 90, generaron desidia con respecto a los espacios públicos como las plazas. No eran objeto de valorización alguno. El intercambio personal en lugares públicos, no daba plusvalía. Y, como las plazas, ya no tienen, como hemos vistos funciones económicas de mercado, lo que quedaría al final, sería algo no apreciado, pero sí muy importante: el encuentro comunitario.
Las plazas son unos de los pocos espacios públicos de integración multisectorial que quedan. Que debemos cuidarlos.
El Estado, las universidades, las escuelas públicas y las plazas son los escasos espacios públicos que integran a personas de distintos sectores.
El agua pública cumple un rol esencial: generar más sociedad y más comunidad. Por ende más integración social.
Debemos lograr que haya agua pública, libre y gratuita, en las plazas por medio de los bebederos. Para que los ciudadanos no queden privados de un derecho humano como es el acceso a este bien.
El Observatorio de la Cátedra del Agua de la UNR ha realizado un relevamiento sobre 46 plazas y plazoletas de Rosario y Villa Gobernador Gálvez, que muestran lo siguiente: casi el 100 por ciento de dichos lugares públicos no hay agua pública, para que accedan las personas. Sólo tienen como alternativa el agua envasada y paga. No hay bebederos públicos. Donde hay agua pública apta para el consumo la gente no puede acceder por impedimentos físicos. Sólo está a los efectos estéticos como las fuentes en las plazas Sarmiento, Buratovich y López. En los parques de alta participación deportiva como los parques España, Urquiza, Independencia y Scalabrini Ortiz prácticamente no hay acceso al agua. En Villa Gobernador Gálvez se encuentra la plaza de la Madre, que no tiene acceso al consumo del agua pública, en igual situación se encuentran las plazas San Martín, 1º de Mayo y Dorrego. Si tomamos un parámetro muy bajo de impacto poblacional de todos estos lugares sobre su entorno, por ejemplo a razón de cinco mil personas, el impacto sería sobre 230.000 personas. Presenciamos así, contradicciones importantes, vemos que el agua pública en las plazas se convierten en privada (al no haber bebederos sólo hay agua envasada). En las plazas públicas sólo hay agua privada. Es una paradoja. El agua fue declarada como derecho humano esencial el 28 de julio de 2010 por la ONU.
Si no se tiene dinero en las plazas no se puede acceder al agua. Ni a saneamiento para las necesidades fisiológicas básicas. El agua pública no está garantizada, sólo existe la privada, si se tiene dinero. Lo que se ha naturalizado es que no haya alternativa al agua envasada ni que haya acceso a saneamiento público alguno.
Todo desarrollo sustentable implica, siguiendo el pensamiento ambientalista latinoamericano, un desarrollo armonioso de los espacios públicos, y que sea público significa comunitario, pero para ello se debe garantizar el más importante de los derechos y alimentos que es: el acceso al agua pública. Tenemos
que evitar la privatización de los
pocos espacios públicos que nos quedan. Desde el Observatorio de la Cátedra del Agua de la UNR expresamos las siguientes propuestas:
1) Aplicación del Pacto Latinoamericano del Agua de Río 20, a la situación concreta en Villa Gobernador Gálvez y Rosario.
2) Proponer compromisos de sustentabilidad a los Estados municipales y a la sociedad para que en las plazas haya agua potable libre y gratuita.
3) Se propone también un compromiso de responsabilidad social al sector empresario para que donen recursos económicos para los bebederos de agua pública. Incorporándose voluntariamente como "Protectores sociales de las plazas". Los empresarios recibirían del Estado un beneficio impositivo.
4) Otro planteo es realizar una campaña ciudadana de "Cuidadores del Agua" para que se incorporen jóvenes voluntarios para el cuidado ambiental del agua en las plazas.
5) Actividades de promoción y concientización del agua pública, libre y gratuita en espacios comunitarios.
Debemos cada vez pensar más y mejor de que hay cosas pequeñas que son infinitamente grandes y que se pueden hacer. Están ahí, se pueden realizar, pero que la mezquina razón no nos impida hacerlas.
(*) Dr. Anibal I. Faccendini - Director de la Cátedra del Agua UNR.
Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales
Fuente: www.lacapital.com.ar/.../El-manifiesto-del-pensar-20120508-0019.html/
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