11 de agosto de 2013

La dictadura argentina utilizó la psiquiatría para esparcir su doctrina.

La dictadura argentina utilizó la psiquiatría para esparcir su doctrina

Los gobiernos militares de Argentina emplearon sin enmarañamiento prácticas psiquiátricas aparentemente progresistas siempre que sirviesen a sus objetivos políticos
En la Unión Soviética era frecuente hospitalizar a los disidentes con diagnósticos psiquiátricos manipulados. Decenas de incontables de personas pasaron largos espacios internadas por sufrir una inexistente esquizofrenia o “delirios reformistas”, porque estar contra el comunismo no podía deberse a otro motivo que no fuese la locura. A falta de unos marcadores biológicos que determinen lo que hay detrás de los síntomas más evidentes de la enfermedad mental, es difícil desvincular la definición de este tipo de dolencias de la ideología y eso hace que la profesión psiquiátrica se convierta en un ámbito de la salud de especial provecho para regímenes autoritarios.

Argentina, durante las dictaduras que sufrió el país entre 1966 y 1983, tampoco fue una excepción. Allí, los gobernantes acabaron con delimitadas tendencias en psicología y psiquiatría cuando estimaron que iban contra sus intereses políticos y algunos de los profesionales de la salud mental que se opusieron a la dictadura, poderosísimamente a partir de 1975, engrosaron las listas de los represaliados y desaparecidos de la época. no obstante, según explica en un artículo sobre el tema divulgado en el Bulletin of the History of Medicine el investigador de la Universidad de Ahorale (EEUU) Marco Ramos, en ese ambiente opresivo, demasiados psiquiatras de Argentina alcanzaron crear espacios de resistencia frente al autoritarismo, a veces aplicando sin hacer demasiado ruido procesos democráticos que contrastaban con los del entorno político y otros, más ideologizados, utilizando la psiquiatría desde el activismo de izquierdas.

Por otro lado, “los institutos nacionales de salud  mental en Argentina fueron cooptados por el ejército y algunos sanatorios se utilizaron para encarcelar a disidentes”, reseña Ramos. “Hubo psiquiatras que trabajaron para el Gobierno y hay documentación que dice que algunos psiquiatras dirigieron un proyecto que supervisó torturas a disidentes políticos dentro de instituciones psiquiátricas”, añade.
En la Unión Soviética a los disidentes se los internaba en sanatorios diagnosticados de delirios reformistas
El caso argentino así mismo es, según recoge el artículo de Ramos, atrayente para rebatir algunos tópicos sobre probables vínculos entre algunas prácticas psiquiátricas e ideologías más o poco progresistas. En Argentina, por dechado, en  parte debido al legado de resistencia de los psicoanalistas frente al autoritarismo de los militares en los setenta, se ha giro un lugar común entre los psicólogos progresistas que la vertiente psicoanalítica y comunitaria de su profesión es más democrática que la psiquiatría que trata de respaldarse más en los conocimientos de neurociencia, química o biología. Este último rumbo, que despolitizaría la ciencia y la haría más objetiva, lo que alcanzaría realmente es, según sus críticos, poner en ese lugarla al sistema de la clase dominante y del autoritarismo.

Este punto de vista ya ha sido subrayado por la historiadora francesa Elisabeth Roudinesco, que toma como dechado el declive o la desaparición del psicoanálisis en la Alemania nazi o en la Unión Soviética. Como ella, el psicoanálisis no puede sobrevivir en un país sin derechos legales respaldados por el estado que aseguren la transmisión libre de conocimiento. no obstante, Ramos muestra que en un ambiente políticamente hostil sobrevivieron el psicoanálisis y las prácticas comunitarias, que animaban al paciente a participar activamente en su propia salud mental a distancia de los descomunales manicomios, donde el entorno era patriarcal y con frecuencia degradante.
La exclusión de la homosexualidad de las enfermedades mentales muestra la influencia de la sociedad en la psiquiatría
Sin embargo, los gobiernos autoritarios demostraron que no tenían prejuicios frente a unos u otros procesos psiquiátricos siempre que sirviesen a sus objetivos. Así, en tanto desmantelaron la izquierdista Federación Argentina de Psiquiatras y su trabajo en rededor al psicoanálisis y la psiquiatría comunitaria, hubo niveles del Gobierno militar de Videla del 76 que tomaron estas prácticas psiquiátricas comunitarias y las acomodaron para poner en ese lugarlas al sistema de la promoción de sus valores cristianos y occidentales.

Tomar dechado de América Latina
Desde un punto de vista global, Ramos considera que hay lecciones que EEUU y Europa, con escuelas de psiquiatría y psicología más centradas en la biología y la objetividad, pueden aprender. “Durante la Guerra Fría, tanto en EEUU como en Europa se hacía énfasis en la objetividad, en tanto en América Latina hay demasiado énfasis en el acuerdo político”, asevera. “Ahora creo que ha habido un verdadero giro y en Argentina hay más psiquiatría biológica, más investigación neurocientífica, y se tiende a que estas estén poco ideologizadas”, explica. “Sin embargo, así mismo hay un gran grupo que ve la conexión entre psiquiatría y resistencia política como parte de su historia personal y de la profesión”, subraya.

“En Argentina se insiste en la importancia del entorno político o la represión en la salud mental y ahora creo que en EEUU la psiquiatría está empezando a sintonizar más con la sociedad y la política y en este sentido creo que puede mirar a América Latina como inspiración”, dice Ramos. “El caso de la homosexualidad, que desapareció de lo que la Sociedad Americana de Psiquiatría estima trastornos mentales, es un dechado de la importancia del punto de vista social y político en lo que se estima una dolencia psíquica”, revive el investigador.
Fuente:PuebloySociedadNoticias

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