16 de agosto de 2014

COLOMBIA.

COLOMBIA 
Opina el comandante (FARC) Carlos Antonio Lozada: 
“La necesidad de acabar con el pretexto más socorrido para provocar el fracaso de la reconciliación nacional” 
Escrito por Por Carlos Antonio Lozada, miembro del Secretariado Nacional de las FARC-EP 
Lunes, 11 Agosto 2014 - ANNCOL
Las FARC-EP y nuestras razones (II) 
La burguesía colombiana, adaptando su discurso a las políticas norteamericanas de cada momento, ha mantenido a lo largo de los años su política de terror, garantizando por medio de la violencia sistemática su permanencia en el poder y la eliminación de todo vestigio de oposición revolucionaria.

Pero además, en una muestra de su doble moral, mientras por un lado adopta la política antidrogas de los EEUU que eleva el narcotráfico a la categoría de amenaza para la seguridad nacional, asimila la llamada clase emergente, surgida a partir del narcotráfico, fusionando los intereses de la vetusta oligarquía latifundista con los dineros e intereses de los capos de la mafia, alianza que dará origen al monstruo del narcoparalatifundismo, con su principal exponente, Álvaro Uribe Vélez.

Del mismo modo obrará luego del 11 de septiembre de 2001 cuando el gobierno de los EEUU, declaró su guerra contra el terrorismo. Sumisa y oportunista, la oligarquía colombiana cambia nuevamente el empaque a su campaña de terror oficial, para comenzar a venderla bajo la presentación de lucha contra el terrorismo.

Basta examinar objetivamente los resultados de las últimas décadas de esa política de terror oficial, para comprender a qué intereses ha obedecido: Genocidio contra la Unión Patriótica, asesinato selectivo de centenares de dirigentes sindicales y populares e incontables masacres de humildes campesinos; más de 6 millones de colombianos desplazados de sus territorios y un botín de guerra de 10 millones de hectáreas expropiadas a sus dueños y a disposición de la clase dominante y las compañías transnacionales para la realización de los mega proyectos minero – energéticos, agro exportadores y de agro combustibles.

Todo lo cual no ha hecho más que acrecentar, profundizar y complejizar el conflicto colombiano hasta llevarlo a adquirir un carácter socioeconómico, político, territorial, ambiental y de soberanía, siendo la lucha armada apenas una de sus expresiones.

Un examen sencillo del Acuerdo General de La Habana, permite observar que en su preámbulo, así como en sus seis numerales, se recogen aspectos centrales de la problemática que caracteriza hoy el conflicto colombiano.

Pero además podemos decir que los acuerdos parciales firmados en la Mesa, relacionados con los temas de desarrollo agrario, participación política y drogas ilícitas, así como los principios convenidos para la discusión del punto de víctimas, constituyen un avance significativo, pese a que sobre ellos pende la máxima de que nada está acordado hasta que todo esté acordado, y salvando las diferencias sustanciales recopiladas en las salvedades que habrán de retomarse en algún momento.

De lo que se trata es de encontrar unos mínimos que permitan poner fin al enfrentamiento entre hermanos, lo cual es abiertamente contrario a lo presentado por los grandes medios, en el sentido de que queremos hacer la revolución en la Mesa. Nuestra posición tampoco puede ser entendida como la disposición a la rendición o la desmovilización incondicional, para insertarnos dentro del actual modelo de democracia restringida, sin ningún tipo de cambio en el régimen de dominación oligárquica, sin medidas que ataquen las ya mencionadas causas estructurales que dieron origen y alimentan el conflicto.

Como es apenas previsible que al avanzar en acuerdos persistan las diferencias frente a algunos temas, se hace necesario pensar en una fórmula a fin de evitar que aborte el proceso. Al respecto hemos propuesto una Asamblea Nacional Constituyente, cuya convocatoria y composición debe ser convenida por las partes, como la fórmula más realista y democrática para que sea el pueblo soberano el que entre a definir de fondo sobre esos asuntos.

Pero, además, que dicha Asamblea Constituyente sea la encargada de diseñar el marco político que refleje la nueva realidad surgida de la firma de los acuerdos definitivos, dando a su vez garantía de cumplimiento de lo pactado, mediante normas que no puedan ser cambiadas por futuros gobiernos.

La propia historia nos alecciona para no repetir los errores del pasado, como sucedió con los acuerdos de La Uribe y la Unión Patriótica. Sabemos que la culminación exitosa del proceso, así como la profundidad y el alcance de las trasformaciones económicas, políticas y sociales que se acuerden, dependen de la capacidad de movilización del pueblo colombiano.

Nunca hemos creído que la salida a la encrucijada nacional pueda encontrarse sin contar con el concurso de las más amplias mayorías, única garantía de poner freno a las fuerzas que abogan por la continuidad de la guerra.

Los episodios alrededor de la reciente campaña presidencial muestran claramente la forma en que manejan estos temas tan delicados para el futuro de la nación los grupos de poder que componen la clase dominante.

Por un lado está claro hasta dónde están dispuestos a llegar quiénes se oponen al proceso que se adelanta en La Habana, mientras que por el otro se hace evidente el maniqueísmo y el tratamiento oportunista que el gobierno le da al tema de la paz.

Como revolucionarios nacidos de las entrañas del pueblo, sabemos de los padecimientos que significa la guerra, muy especialmente para los sectores populares de donde provienen los combatientes de uno y otro bando.

Nos duelen profundamente todos los muertos de esta guerra fratricida y, en correspondencia con nuestros principios y convicciones humanistas, creemos que es urgente poner fin al derramamiento de sangre entre colombianos.

Por experiencia sabemos que lo más sensato sería adelantar las conversaciones en medio de un cese al fuego bilateral, que pare de una vez por todas ese desangre; pero que además contribuya a ampliar el ambiente político y de opinión favorable a la solución política, a la vez que le resta espacio de maniobra al militarismo de civil y de uniforme que le sigue apostando a la guerra y todos los días conspira contra la reconciliación de los colombianos.

En esa dirección apuntan la reiterada propuesta de cese al fuego bilateral rechazada por el gobierno y las cuatro declaratorias de cese al fuego unilateral que hemos dispuesto en el transcurso de los diálogos de La Habana.

En contraste, hemos tenido la oportunidad de escuchar repetidamente las amenazas proferidas por el Presidente Juan Manuel Santos, los ultimátum y negativas a considerar el cese al fuego bilateral, todo lo cual revela una macabra concepción: a más muertos, más barata saldrá la paz.

Ahí tiene uno de sus retos principales el bloque mayoritario de fuerzas que se viene agrupando en torno de la lucha por la paz con justicia social. Imponer un cese el fuego bilateral, arrebatando de las manos de los enemigos del proceso, el pretexto más socorrido en el pasado para provocar el fracaso de la reconciliación nacional y la reconstrucción de la patria.
Montañas de Colombia, 9 de agosto de 2014.



Lea la primera entrega:
Orígenes y complicación de un conflicto que hubiera podido evitarse 
Escrito por Carlos Antonio Lozada, Miembro del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP 
Sábado, 09 Agosto 2014 - ANNCOL
La declaración de principios firmada en La Habana para la discusión del punto 5 de la agenda que trata el tema de las víctimas del conflicto, y que contempla la conformación de una Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, es un paso de trascendencia en la medida en que apunta a establecer las causas que dieron origen al conflicto y las circunstancias que a lo largo de los años han determinado su prolongación y potenciación.

Recoge una propuesta de la insurgencia, como paso necesario dentro del proceso de construcción del acuerdo que ponga fin al enfrentamiento entre colombianos. Desde las FARC siempre hemos sostenido que sin dar solución a las causas que originaron la confrontación no será posible superar esta tragedia nacional, y allí radica la diferencia frente a los gobiernos con los que hemos dialogado, los cuales indistintamente han buscado la rendición de las guerrillas o su desmovilización a cambio de algunas prebendas, sin la solución de los factores que originaron el conflicto; o en el mejor de los casos, cuando se han acordado algunas reformas en esa dirección, los gobiernos de turno no han tenido la suficiente voluntad política y la firme decisión de someter las poderosas fuerzas económicas y políticas que se lucran con la guerra, ni para tomar distancia de las imposiciones de los EEUU, que es el otro beneficiario del conflicto colombiano.

Para nosotros es claro que el origen de la confrontación hunde sus raíces en la primera mitad del siglo pasado, alrededor de la lucha por la tierra y contra la hegemonía conservadora, que enfrenta los intereses de latifundistas y terratenientes con los de colonos, arrendatarios y aparceros, mayoritariamente partidarios del liberalismo y en algunas regiones con clara influencia comunista.

Esa lucha que adquiere un carácter violento por parte de las élites, como está claramente documentado, alcanza un punto de inflexión al final de la década del 40 con el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, cuyo verbo se alzó en defensa del campesinado humilde, víctima de la campaña de exterminio y robo de tierras. Este último hecho será el detonante para que la resistencia campesina tome la forma de guerrillas, dando origen a lo que se conoce con el nombre genérico de la violencia, cuyo saldo en víctimas se calcula en cerca de 300.000 muertos, antes de que se produzca la desmovilización de las guerrillas liberales ante la traición de la dirección de ese partido y la firma del pacto del Frente Nacional, que le permite a la élite bipartidista rotarse el poder durante 16 años, cerrando toda posibilidad de participación política a otros movimientos o partidos.

En esos episodios de la trágica historia nacional se encuentran las causas más inmediatas del origen de los movimientos guerrilleros revolucionarios actuales, a lo que se agregan dos acontecimientos internacionales que entran a jugar un papel decisivo en esa coyuntura histórica: En primer lugar, el nuevo mapa político de Europa surgido de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, condujo al imperialismo norteamericano a diseñar una estrategia de contención contra el socialismo, denominada guerra fría, que será impuesta a las cancillerías de todos los gobiernos bajo su férula, complementada con la doctrina de seguridad nacional que incorpora el concepto de enemigo interno contra todos aquellos sectores, partidos, movimientos y ciudadanos que se pronuncien al interior de la naciones por cambios en las políticas de gobierno o en la estructura de la sociedad. Cruzada anticomunista que en el caso colombiano casará como anillo al dedo dentro del cerrado ambiente frente nacionalista.

Por otra parte, el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959 y su reforma agraria revolucionaria, que despiertan simpatías en todo el mundo y de manera particular en Latinoamérica, pone los pelos de punta a las burguesías latifundistas, lo que los lleva a desatar una campaña de exterminio contra los movimientos campesinos y agrarios que en todo el continente luchan por un pedazo de tierra. En el caso colombiano, dados los antecedentes históricos ya mencionados, esas circunstancias provocaron la histeria anticomunista contra las regiones de colonización agraria, donde se encontraban replegados los antiguos destacamentos guerrilleros de influencia comunista, que no se desmovilizaron ni entregaron sus armas por desconfiar de las promesas oficiales.

Estos grupos se hallaban dedicados a lo que sabían hacer, trabajar la tierra, colonizando montaña, abriendo sus fincas y tratando de reconstruir sus vidas y las de sus familias. Una de esa zonas era Marquetalia, y contra ellas, motejadas como "repúblicas independientes" por los aupadores de la violencia oficial, se lanzan las tropas gubernamentales marchando bajo la enseña del anticomunismo.

Abundan para la historia los documentos en los que, de manera reiterada, desde los días previos a la operación LASO contra Marquetalia, los colonos allí asentados proponen reunirse con delegaciones del gobierno y de los distintos sectores de la sociedad en busca de una salida inteligente y civilizada para la confrontación que se veía venir.

A partir de esos momentos esa siguió siendo y es nuestra conducta política. Cada vez que los gobiernos de turno han buscado hablar con las FARC, han encontrado en nosotros la mayor disposición y voluntad política para dialogar sobre los problemas que se anudan alrededor de la crisis nacional y la forma de superar las causas que originaron el conflicto.

Pero igualmente, de manera digna y firme, hemos respondido rechazando las amenazas que nos conminan a la rendición. Sin embargo, a pesar de los múltiples llamados de los labriegos para detener la agresión y del pronunciamiento de varios sectores de opinión en el mismo sentido, la operación militar se produjo, dando surgimiento a una nueva etapa del conflicto con la transformación de los asentamiento de colonos agredidos en guerrillas móviles. A partir de ese momento, los guerrilleros exhiben un claro propósito de lucha revolucionaria por la toma del poder.

Así surgieron las FARC, y desde entonces, antes que aplastar la resistencia bajo el peso del aparataje militar del Estado, como era el propósito de los asesores norteamericanos y de los altos mandos de las fuerzas armadas oficiales, el conflicto no ha hecho más que extenderse, intensificarse y hacerse más complejo. La acumulación de la tierra en unas pocas manos y la cerrazón política del régimen, garantizadas ambas mediante la fuerza contra los sectores populares, los movimientos y partidos de oposición al sistema; y la subordinación de la élite gobernante a las políticas del imperialismo norteamericano serán las causas fundamentales que explican la prolongación y permanencia del conflicto social y armado en Colombia. Montañas de Colombia, 8 de agosto de 2014.




Escribe el comandante del ELN Nicolás Rodríguez Bautista:
“Los Verdaderos Responsables de la Guerra” (Mensaje número 4 a las Fuerzas Armadas) 
Escrito por Por Comandante Nicolás Rodríguez Bautista. 
Fuente: Voces del ELN
Lunes, 11 Agosto 2014  - ANNCOL
El comandante del ELN Nicolás Rodríguez Bautista
Señoras y señores:
Desde nuestro nacimiento, hace ya más de 50 años, no albergamos en nuestros corazones, ni mentes, odios personales contra ninguno de Ustedes, las razones de nuestra lucha son eminentemente políticas, nos ha movido a ella, ideales nobles, de justicia social, de soberanía y patriotismo.

Por lo anterior esta es una causa que no abriga odios ni rencores, sino la búsqueda infatigable de la reconciliación entre todos los hombres y mujeres de nuestro país, en la búsqueda de un futuro de bienestar para todas y todos.

Siempre hemos tenido claro, que las FFAA colombianas no son las principales responsables de la guerra, ellas siempre han cumplido órdenes y los verdaderos responsables de la guerra o del conflicto, que padecemos hace 70 años, son quienes detentan el poder económico y político, empotrados en las altas esferas del régimen dominante, desde los inicios de la vida republicana colombiana.

Recordemos que las Fuerzas Armadas colombianas, en particular el ejército, se forjaron bajo el ideal del Libertador Simón Bolívar, pero desafortunadamente después se le cercenaron esas raíces, se les impuso una doctrina foránea, nacida en el ministerio de guerra (Pentágono) de los Estados Unidos, que las convirtieron en un aparato represor contra su mismo pueblo.

Por todo lo anterior, hoy cuando uno de los capítulos importantes en el proceso de paz, que avanza a pesar de las dificultades, es una evaluación para tratar el problema de las víctimas del conflicto, no podemos olvidar que esos que detentan el poder económico y político, son los verdaderos responsables dela guerra y de las víctimas producidas en ella, en sus siete décadas de existencia.

A este respecto es necesario precisar, que los comandantes en jefe de las FFAA colombianas, son los sucesivos presidentes de la república y que así mismo como ellos nombran a su inmediato subalterno, que es el Ministro de Defensa, éste, de manera directa, da las órdenes, traza las líneas y aprueba los planes para la acción de militares y policías.

Lo anterior, no exime de responsabilidades a las fuerzas combatientes que hemos estado enfrentadas, lo que a su vez no puede perder de vista a los auténticos responsables determinadores del conflicto interno, cuyas causas es indispensable analizar en el proceso de paz, para que el futuro de la patria no retorne jamás a la oscura noche de la guerra y haya la dignidad e independencia verdaderas, que nos fue negada a las actuales generaciones, que sólo hemos conocido los horrores del enfrentamiento fratricida, mientras los grandes capitalistas nacionales y extranjeros se benefician de la sangre y el dolor, que viven los humildes en nuestro territorio y los combatientes en los campos de batalla.



Editorial de la Revista Insurrección (del ELN):
“Los Deseos de Santos”
Escrito por Revista Insurrección, Fuente: Voces del ELN 
Lunes, 11 Agosto 2014 - ANNCOL 
El 7 de agosto Juan Manuel Santos se posesionó, para el segundo periodo presidencial, con varios sucesos notorios: un discurso del presidente del Senado muy insulso, soñoliento y repetitivo. Una marcha con la cúpula militar, parecida a la de los reclutas cuando entrenan orden cerrado, adornada con la ausencia de la bancada parlamentaria de la extrema derecha del ex presidente Uribe.
Foto archivo, presidencia. 
Ni en el discurso del 20 de julio, ante el nuevo Congreso, ni ahora, el presidente plantea ningún cambio en la estructura del Estado, ni en el modelo neoliberal que privilegia el saqueo extractivista, ni en la doctrina militar de represión y exterminio. No se ven los cambios estructurales que garanticen la construcción de la paz.

Eso quiere decir que en este segundo gobierno, tendremos a los mismos, cometiendo las mismas tropelías. 

El presidente Santos, parece que sigue en campaña electoral, pues centró su discurso en invitarnos a desear metas para el 2025, ofreciendo una Colombia en Paz Total, con equidad y siendo el país más educado de América Latina. Se olvida que, le llegó la hora de gobernar con proyectos concretos, medibles y evaluables. Aunque es el gobierno quien impone la condición de negociar en medio de la guerra, ahora amenaza con acabar las negociaciones, si la guerrilla sigue desarrollando acciones militares.

Como el gobierno sionista de Israel califica de terrorismo a todas las acciones de los palestinos, mientras ejecuta un devastador genocidio; así mismo, Santos califica de terrorista a cualquier acción que realice la guerrilla colombiana, mientras continua con los bombardeos indiscriminados.

El gobierno mide la paz por el número de guerrilleros muertos, mientras parece importarle muy poco que mueran soldados y policías, pues son desechables y de remplazo fácil con nuevas tropas, pero considera inadmisible el sabotaje económico, sobre todo aquel que afecta a la infraestructura petrolera.

Que Colombia se siga desangrando no importa, lo único sagrado e intocable son las ganancias del gran capital. Para Santos, la Paz Total no implican cambios al régimen oligárquico, pero si sí los exige de forma unilateral a la guerrilla, a la que quiere imponer un proceso de dejación de armas y reintegración a su obsoleto sistema. Y engaña a la población diciendo que ya se está en “la fase final” de la soñada desmovilización insurgente, a cambio de nada.

El presidente dice que la guerra sigue mientras no se firme un acuerdo, sin embargo, pide a gritos y con amenazas, actos de paz de la guerrilla, pero, ¿Cuáles son los actos de paz que se compromete a realizar el gobierno?

La equidad es otra meta gaseosa, pues anuncia acabar con la pobreza extrema en una década, con pleno empleo digno y estable y plena cobertura de servicios públicos.

Pero oculta que somos el país más inequitativo de América Latina, después de Haití y que los numerosos Tratados de Libre Comercio firmados, agravan la quiebra de la agricultura y la industria colombiana, produciendo más desempleo, disfrazado en el 60 por ciento de trabajadores informales, que sobreviven del rebusque diario.

Ya no habla de las Locomotoras de la prosperidad de hace 4 años, que se fundieron antes de arrancar; ahora dice que la economía se centrará en las obras faraónicas de las autopistas de Cuarta generación (4G) y en cumplir el sueño de Bolívar de hacer del río Magdalena la principal arteria vial del país. Esos elefantes blancos cuestan más de 90 billones de pesos y piensan financiarlos vendiendo la gallinita de los huevos de oro de Isagen, que apenas les reportará 5 billones, cuando vendan el 57,6 por ciento que ya está aprobado.

Lo que sería peor, ahora se pueden animar a vender otra porción de la estatal petrolera Ecopetrol. ¿Cuál equidad?, si este Estado deficitario se sostiene empeñando más la soberanía, aumentando la deuda externa y haciendo nuevas reformas tributarias que aumentan generalizadamente los impuestos, como el del Cuatro por mil y el de guerra o al patrimonio, convertidos en permanentes.

No se descartan los aumentos en el IVA. Ahora piensan repatriar las fabulosas fortunas del narco paramilitarismo y de la corrupción, que se encuentran en los Paraísos Fiscales, como tabla de salvación que cubra el cráter fiscal. La salud sigue siendo un negocio altamente rentable y no un derecho fundamental de los colombianos.

La reforma sólo le cambió de nombre a las Empresas Prestadoras de Servicios (EPS) y los traficantes de la muerte que se adueñaron de este negocio, recibieron ayudas estatales para cubrir sus desfalcos financieros. Mientras el pueblo sigue muriendo en las puertas de los quebrados hospitales públicos, sin ningún tipo de atención. Para hablar de la educación colombiana, se debe partir que en las pruebas PISA somos el cuarto país más atrasado en rendimiento académico y el penúltimo en creatividad.

Que nuestros maestros son unos mártires de la patria, al ser los profesionales peor remunerados y ser de las principales víctimas de la violencia estatal. Si la joya de la corona de la educación de Santos es el Sena, eso significa que se renuncia a la formación de profesionales y científicos, y la prioridad va a ser la producción de abundante mano de obra técnica, medianamente calificada para el empleo fácil y barato.

No planteó ninguna solución a la crisis y des financiación de la Universidad pública, simplemente ofrece 400 mil becas, es decir que el aumento presupuestal que se anuncia, irá a parar a los bolsillos de los negociantes de la educación privada.

Concluyendo, quien tenga altos ingresos podrá acceder a la educación de calidad y sin universidad pública las mayorías nacionales seguirán marginadas de la educación superior. Sin cambios estructurales, la paz seguirá siendo esquiva para Colombia. El presidente Santos grita: “¡Le llegó la hora a Colombia!”… pero, ¿de seguir como estaba?
Envío:Amarelle

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