18 de agosto de 2014

OPINIÓN.

Venciendo al olvido
Año 7. Edición número 326. Domingo 17 de agosto de 2014
Por Gustavo Westerkamp Muruzabal y Oscar Armando Bidabehere
sociedad@miradasalsur.com
Opinión
Para la libertad, sangro, lucho, pervivo.
Miguel Hernández

Esta historia comienza con Ángel Armendáriz, nacido en la Patagonia argentina, donde su padre tenía un almacén de ramos generales en Koloel Kayke, una estación ferroviaria en torno de la cual surgió una población perteneciente a la línea ferroviaria que unía Puerto Deseado con Las Heras. Estación inaugurada en 1909, primer tramo del ferrocarril a Nahuel Huapi, del proyecto pensado por Ramos Mejía: tender los rieles que servirían para sacar los frutos y bienes producidos por el campo y, además, para sacar por el puerto el plomo extraído en Chile.

Durante el conflicto de los obreros rurales entre 1920 y 1921, acaudillado por Facón Grande por esos parajes, el padre de Ángel, que era colaborador de los huelguistas y había salvado su vida por casualidad de los fusilamientos, hondamente impresionado por los acontecimientos, decidió enviar a su esposa y a sus dos hijos, Ángel y José, a España, separándose para siempre, ya que la madre de los niños murió prontamente.

Ángel creció en Obanos, Navarra, y tuvo 7 hijos. Uno de ellos, Andrés María. Mientras, en Puerto
Deseado, su prima hermana Ángela Muruzabal desarrollaba su vida adolescente para marchar a estudiar luego a la UBA, constituyéndose con el tiempo en una de la pioneras científicas que más tarde uniría su compromiso político con la ciencia: por esos avatares de la vida, participando en la fundación del CELS, tuvo una larga lucha por los derechos humanos, aportando singularmente a las investigaciones para recuperar bebés apropiados, y lo que luego sería el Banco de Datos Genéticos.

En 1958, Ángel decidió volver con toda su prole a la tierra donde había nacido. Cuando arribaron al puerto de Buenos Aires ya sabían que su destino era Puerto Deseado, distante 2000 kilómetros. Emprendieron la travesía en la caja de un camión de cargas generales.

Por ese entonces, su hijo Andrés María tenía 9 años. Hizo su escuela primaria con los padres salesianos, y la secundaria en la escuela 17 de Agosto, en el pueblo.

Comenzó en su adolescencia una militancia social en los grupos católicos, participando en la formación de la Acción Católica y el Movimiento Familiar Cristiano influido por el cambio revolucionario en la práctica de la Iglesia que significó el Concilio Vaticano II, más tarde los documentos de Medellín, y luego el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.

En 1969, Andrés ya trabajaba en un estudio jurídico cuando decidió trasladarse a la ciudad de Buenos Aires para ingresar en un instituto religioso dependiente de la UCA y estudiar Relaciones Humanas. Allí obtuvo el título con altas notas. Paralelamente, presentó su solicitud de ingreso a la aerolínea Austral Líneas Aéreas, que le fue concedido gracias a sus excelentes referencias de concepto. La atmósfera que se respiraba socialmente era de grandes movilizaciones, como el Cordobazo, lo que le imprimía al momento histórico un sesgo revolucionario que terminó minando las bases de la dictadura iniciada por Onganía. Nuestro compañero no era ajeno a tanta efervescencia y desplegó una creciente militancia política y gremial. En la empresa aérea se desempeñó hasta fines de 1975. Durante ese período, por sus condiciones sociales y humanas, fue elegido delegado gremial de APA, Asociación del Personal Aeronáutico, y tuvo una activa militancia en la JTP.

El reciente hallazgo de su legajo, que estaba “extraviado”, refleja que su vínculo con la empresa se extendió hasta el 26 de junio de 1976. La lectura de dicho documento revela que en marzo de 1976 solicitó una licencia por tres meses sin goce de sueldo, la que expiraría el 22 de julio de 1976. Mucho tuvo que ver en su accionar la irrupción del golpe de estado del 24 de marzo. Hay algunos indicios preocupantes, pues cuando estaba gozando de la licencia otorgada fue conminado a presentarse el 17 de mayo a la empresa, lo cual, dado la situación de peligro latente no se produjo. Pero sí aparece el referido telegrama de renuncia.

Hasta donde sabemos, consecuentemente, en junio de 1976, él decidió con su compañera Graciela irse a vivir a un departamento en Lugano. Ya estaba militando en Montoneros.

En febrero de 1977 regresó con ella a Puerto Deseado, en la que sería su última visita al pueblo, en ocasión de celebrarse la peregrinación a la Gruta de Lourdes de la cual era un ferviente devoto. Fue como una despedida.

Es ahí cuando sus hermanas, imaginando que en Deseado no había peligro, le aconsejaron guardarse allí. A lo que él les respondió negativamente. “Si yo abandono, ¿qué queda para los demás?”, les dijo.

Todos ignoraban que, por esos mismos días, era secuestrado (continuando aún desaparecido) el soldado Irastorza de la guarnición militar local, el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado N°9. Irastorza era un médico veterinario platense que había sido destinado a dicho escuadrón.

El “desaparecedor” fue el mayor Vargas, quien comandaba el enclave militar, y quien más tarde llevaría una larga tarea de hostigamiento al único preso político con libertad vigilada, Osvaldo Bidabehere, residente de
Deseado y que mantenía lazos de amistad con Andrés.

Al regresar Andrés a la capital de sus vacaciones, y mientras iba a cumplir una cita con sus compañeros, fue secuestrado en la tarde del 26 de marzo de 1977, sometido a crueles tormentos, arrojado a la vía publica con siete costillas rotas y varias piezas dentales faltantes, rociado con gasoil y finalmente quemado. La intensa lluvia de ese día impidió que el cuerpo se consumiera, lo que permitió su posterior identificación. El lugar donde lo halló la patrulla de la comisaría Nº 34 fue la calle Trole 258/62, del barrio de Parque Patricios.

Informes posteriores acercaron un dato que puede ser revelador: a escasas dos cuadras, Pomar y Chiclana, funcionó un centro clandestino de detención de cuyo desempeño se sabe poco. Pero de sus integrantes, mucho. Los personajes que actuaban allí eran de la banda de Gordon, Guglielminetti, Ruffo, Furci. Dedicados a contrainteligencia y extranjeros, además de ser apropiadores de bebés y extorsionadores de conocidos empresarios, como muy bien lo relató Carlos Juvenal en su libro Buenos muchachos (Ed. Planeta).

Graciela, compañera de Andrés, alcanzó a exiliarse en Brasil. Su hermano menor, Marcelo Bonet, que trabajaba como personal civil en el Edificio Libertad, y con pasado en la Juventud Universitaria Peronista, fue secuestrado el 11 de mayo de 1977, permaneciendo aún desaparecido.

En el Boletín Oficial de noviembre de 2013 apareció algo oculto hasta ese momento: el Decreto Secreto N° 140, emitido por la dictadura en abril de 1976, donde se dispone la baja de Rafael Leopoldo Bonet, hermano de Graciela y Marcelo, como guardiamarina de la Armada. El mencionado marino se habría exiliado en Venezuela. Un misterio que enhebra el destino de Andrés con los tres hermanos, hijos de un capitán de corbeta del cuerpo profesional de la Armada Argentina. Vaya a saber qué mente diabólica dispuso las piezas del rompecabezas, y si existen causalidades o simples casualidades. Al momento de ser secuestrado y asesinado, Andrés tenía veintiocho años. Los hechos ocurrieron al día siguiente de que Rodolfo Walsh corriera suerte parecida. Coincidencias que iluminan la historia. Una de sus hermanas inició una trabajosa búsqueda sin suerte, hasta que por gestión del cónsul español le permitió acceder a la Morgue Judicial, tras once días, y lograr reconocer el cadáver de su hermano por una verruga en el pie. A posteriori fue cremado, y en 2006, en una ceremonia íntima, la familia arrojó sus cenizas en el paraje conocido como Cueva de los Leones, en la costa de Puerto Deseado, un lugar emblemático para los lugareños. Tras permanecer su historia en las sombras, en marzo de 2014, por gestión del Colectivo por la Memoria de Andrés Armendáriz, y con el auspicio del municipio local, se gestó la Plaza de la Memoria, se le rindió homenaje como víctima del terrorismo de Estado, y se colocaron placas alusivas. Los actos del 24 de marzo de este año sacaron del olvido la historia del compañero, movilizaron a gran cantidad de jóvenes que desconocían hasta ahí su militancia y compromiso, interpelaron a ese pasado oscuro y sus protagonistas, y abonaron el terreno para ir en busca de las circunstancias que rodearon su muerte y de quienes la perpetraron. Mañana, 18 de agosto, Andrés cumpliría 66 años. La fecha converge con el nuevo aniversario del Colegio 17 de Agosto donde se graduó. Esa escuela, en el marco de los actos institucionales por su aniversario, dispuso imponer el nombre de Andrés a su videoteca, completándose la actividad con la inauguración de una gigantografía con su imagen y realizándose una muestra fotográfica. En ese marco, el Colectivo realizará actos alusivos, y por acción del Consejo Deliberante se impondrá el nombre de Andrés a una de las dos avenidas con que cuenta el pueblo. Esa avenida había sido bautizada originalmente como Pedro Eugenio Aramburu. La Comisión de toponimia, que ya en marzo se había abocado a estudiar esa posibilidad, busca poner en su lugar el nombre de Andrés Armendáriz, lo cual tiene gran significación simbólica, yendo a desembocar dicha avenida en el lugar donde reposan sus cenizas, en la llamada Cueva de Los Leones: una cita con la historia del compromiso militante que alumbra el futuro de las nuevas generaciones. Este poner al descubierto verdades enterradas se suma a la historia de otro patagónico (de Canalón Seco, a corta distancia de Deseado) como el Puño Montoya, padre del nieto recuperado estos días. Ambos hechos constituyen un aliciente en la profundización del camino de Memoria, Verdad y Justicia inaugurado por otro santacruceño como Néstor Kirchner. Y es un tributo a la memoria de compañeros que, como Andrés, dieron la vida por un futuro mejor.
Fuente:MiradasalSur
Envío:AexPPCdba.

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