Martes 24 de Marzo de 2015
Por gustavo cirelli
Adonde vayan
En la mañana del Día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre de 2014, el militar retirado Jorge Gerónimo Capitán caminaba, despreocupado, por Sánchez de Bustamante y Córdoba a varias cuadras de su casa, en Barrio Norte.
En la mañana del Día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre de 2014, el militar retirado Jorge Gerónimo Capitán caminaba, despreocupado, por Sánchez de Bustamante y Córdoba a varias cuadras de su casa, en Barrio Norte. Una rutina matinal que viene repitiendo desde hace meses, presuntamente, por prescripción médica. En apariencia, nada anormal: un adulto mayor que hace ejercicios para mantenerse saludable.
Con una excepción en este caso.
Capitán está procesado por crímenes de lesa humanidad desde 2012 y pesa sobre él una prisión preventiva, que tras aducir problemas de salud, la justicia le concedió que cumpla la prisión en su domicilio. A lo que agregó una salvedad, al menos cuestionable: el permiso de dar vueltas manzanas acompañado –tutelado– por su "guardadora legal": su esposa.
Ni eso respeta.
La impunidad envalentona, le da libertad para borrar los benévolos límites que le impuso el juez federal Daniel Bejas. Y Capitán camina solo y lejos de su domicilio, una acción temeraria que constituye una amenaza para la sociedad. ¿Por qué? Porque el ex oficial del estado Mayor del Comando de la Quinta Brigada de Infantería de Tucumán, para la justicia su aporte "esencial" para el funcionamiento del centro clandestino de detención La Escuelita. Al vecino canoso, que repite su rutina matinal en joggineta, le adjudicaron homicidios triplemente agravados, torturas, vejaciones y participación en secuestros durante el terrorismo de Estado.
En los últimos meses hubo otros casos de represores condenados que violaron su prisión domiciliaria, y se exhibieron impune e impúdicamente por la calle. Los controles que ordena la justicia se han tornado demasiado laxos. Peligrosamente laxos.
En el caso de Capitán, la prueba irrefutable asoma luego de meses de investigación del periodista Franco Mizrahi y del fotógrafo Gustavo Molfino. El sábado 21 de marzo, en la calle, Capitán negó los cargos en su contra ante este diario.
En esta edición histórica de Tiempo, Gerardo Aranguren y Claudio Mardones aportan un informe especial, con documentación exclusiva, sobre el rol entre 1976 y 1981 de la embajada argentina en Brasil, con el desarrollista Oscar Camillón (ex jefe de Redacción de Clarín y ministro de Defensa del menemismo) como embajador, en el seguimiento y vigilancia de exiliados. Además, los cables diplomáticos mediante los cuales, Camillón alertaba al genocida Videla sobre cómo lo trataría la prensa durante su visita a Brasil.
Hace 30 años, el recordado periodista Alipio Paoletti (un faro profesional a seguir) trabajaba en un libro que sería fundamental para la democracia y para desentrañar la maquinaría del terror de la dictadura cívico-militar. Una investigación minuciosa, detallada, sobre los centros clandestinos, los represores, los torturadores. Ese libro ineludible de Paoletti es Como a los nazis, Como en Vietnam.
Un título que fue consigna de los organismos defensores de Derechos Humanos; de Abuelas, Madres e HIJOS, consigna que concluye: "adonde vayan los iremos a buscar". Capitán debería leer a Paoletti para recordar que no hay olvido posible.
El futuro se construye sobre la base de la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Hablar de genocidas, de represores, y de las huellas visibles, de las marcas indelebles que el plan de exterminio cívico-militar dejó en la sociedad no es volver al pasado; reiterar la necesidad de que el Poder Judicial avance en los juicios de los cómplices civiles es hablar de futuro.
Hoy, 24 de marzo, a 39 años del golpe cívico-militar, Mizrahi y Molfino aportan un testimonio periodístico revelador.
Ahora depende de la justicia.
Fuente:Infonews
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