En una nueva jornada de debate por la muerte de Franco Casco, donde 19 policías fueron acusados por desaparición forzada, tortura y muerte del joven de Florencio Varela, tres testigos prestaron declaración testimonial. Los mismos estuvieron detenidos en los penales de la comisaría séptima, supuestamente en el mismo momento que el joven pasó por dicha dependencia.

Con una audiencia semanal, el juicio continúa a paso lento pero firme, y Conclusión sigue siendo el único medio que se encuentra presente en cada audiencia en los Tribunales Federales de Oroño al 900. El debate comenzó el 6 de diciembre pasado, y desde el 26 de mayo pasado ya desfilaron 27 personas que, según sostiene la acusación, estuvieron detenidas en la comisaría en la misma fecha que Franco Casco. Estos testimonios conforman la prueba más fuerte en la que se sostiene la acusación, aunque las testimoniales que brindaron en el debate, dejan más dudas que certezas, ya que a las diversas experiencias que relataron, se suma la percepción de cada uno de ellos según sus vivencias personales, la mayoría de los testigos afirmó no conocer a Franco Casco, nunca lo vieron, si aseguraron que escucharon golpes y gritos, pero que era habitual que eso ocurra en cualquier comisaría y más en la séptima por su cercanía con la terminal de ómnibus y boliches en la zona, por lo cual era común que “caiga gente por averiguación de antecedentes”, y como “llegaban borrachos o drogados pedían que los larguen” y “pateaban la puerta y gritaban”. Las testimoniales de Reinaldo M. L., Jorge E. y Jonatan Z., no fueron diferentes a sus antecesores, y la respuesta recurrente sigue estando presente “no me acuerdo”.

Si bien del total de los testigos la mayoría aseguró que la comisaría séptima era un penal iglesia donde se buscaba “que hubiera conducta y no se permitían cosas malas, se practicaba la palabra de Dios y el que no estaba de acuerdo podía pedir traslado”, otros manifestaron estar atemorizados al declarar en el juicio “por haber recibido amenazas por parte de la policía”, aunque nunca denunciaron estos hechos, como tampoco se lo comentaron a sus abogados. En cambio, todos fueron visitados por personas que pertenecían al programa de protección de testigos, pero no todos aceptaron la propuesta. Los que aceptaron, declararon que fueron amenazados y amedrentados por parte de la policía, sin poder identificar a las personas que supuestamente realizaron dichas amenazas. Por el contrario, quienes no aceptaron ingresar al programa de protección de testigos aseguraron no haber recibido ningún tipo de intimidación.

Este miércoles, se presentó ante el tribunal integrado por los jueces Otmar Paulucci, Ricardo Vázquez y Eugenio Martínez, el testigo Reinaldo M.L., quien respondió en primer término al interrogatorio del fiscal Fernando Arrigo. El joven recordó que estuvo detenido en la comisaría séptima “en el año 2014, tres o cuatro meses mas o menos”. Sobre Franco Casco recordó que se enteró “por las noticias y después se hizo un comentario de lo que pasó ahí”, pero agregó “nunca supe nada de lo que pasó”, y al poco tiempo “me trasladaron a la Unidad 6”.

El joven aseguró que siempre sostuvo que “yo estaba en el penal del fondo, nunca escuché nada, me enteré por la televisión, nunca escuché sobre un chico llamado Franco Casco”, y agregó “tampoco pensé que fuera en la comisaría porque era muy tranquila”. También se refirió al programa para testigos protegidos, “a todos nos ofrecieron lo mismo, pero no acepté porque nunca me sentí amenazado ni tuve amenazas”.

Al igual que el resto de los testigos, contó que “siempre metían borrachos y mujeres que trabajan por ahí, y siempre pateaban las rejas para que los dejen salir”. “Los fines de semana era imposible dormir porque la gente que traían gritaba mucho, estaban drogados o borrachos y siempre hacían quilombo para que los dejen salir”.

Cada una de las declaraciones está atravesada por las vivencias de cada uno de los detenidos, pero el relato de Jorge E., fue más allá. Luego de las preguntas de rigor, y brindar sus datos personales, fue interrogado por el fiscal Arrigo quien volvió a preguntar como a cada uno de los 27 testigos si recordaba haber estado detenido en la comisaría séptima y si vio o escuchó a una persona llamada Franco Casco o Godoy, la respuesta fue concreta: “estuve detenido en la séptima, la fecha y el año no me acuerdo”, sobre Casco dijo “no lo vi, ni lo conocí tampoco”, sin embargo mencionó un episodio en el que una noche que golpearon a una persona.

A una velocidad vertiginosa, el testigo comenzó a relatar “no me acuerdo muy bien la fecha, pero creo que era miércoles. un día antes de la visita femenina, yo estaba esperando un traslado porque no estaba de acuerdo con el pabellón cristiano”. Y continuó “a la noche tarde, se escuchó que los policías entraron a alguien a los golpes, me levanté y les dije a los policías que le dejen de pegar porque pensé que era Franco Godoy un amigo mío, pero me dijo que era Franco Casco, les dije que le dejen de pegar, tuve una discusión con la policía y como era un penal cristiano no tenía porque soportar que torturaran a una persona”, aseguró el testigo.

El testigo, que manifestó que no recibía visitas, aseguró que trataron de sobornarlo, “trajeron una caja con cosas y dijeron que era un obsequio por nuestra conducta y que si alguien venía a preguntar por Casco dijéramos que estuvo con nosotros, pero yo me negué”. El relato, que no coincide con ninguno de los otros 26 testigos continuó aún más llamativo “yo no tenía visitas, entonces me quedaba en un sector mirando a la pared y desde un sótano (que no existe en el edificio) se escuchaba que una persona pedía auxilio y pensé que podía ser el muchacho de la noche que le pegaban”.

El testigo declaró ante el personal de Asuntos Internos, como el resto de la población del penal, pero aseguró que “no les iba a decir algo a favor de la policía”. También aseguró que “a mi nunca me pegaron pero se de otros que si le pegaron”, aunque no pudo dar nombres de dichas personas.

Sobre las distintas guardias que se desempeñaban en distintos horarios en la comisaría no logró identificar a ningún funcionario policial, aunque aseguró que “yo no tenía trato con los policías”, y pedía el traslado porque “los dos pabellones eran cristianos, todo lo que hacen en iglesia evangélica, es conducta, paz y armonía”, y “yo no estaba de acuerdo porque no se pueden hacer cosas malas, me quería ir a Coronda”.

Sobre la noche de la supuesta golpiza, dijo que “escuche que rebotaba y golpes, el muchacho decía que le dejen de pegar, lo golpeaban exageradamente y no me gustaba que le peguen a un detenido. Gritaba demasiado”, dijo el testigo que a pesar de la ferocidad de la escena que describió, no coincide con ninguno de los otros 26 testimonios, aunque el asegura que esa escena la escucharon todos los detenidos que se encontraban en los penales 1 y 2.

“Después me enteré por las noticias que había aparecido en el río frente al monumento, y ahí vi la foto del chico este”, y para resumir los hechos dijo que “era el plan perfecto, una noche se escucharon los gritos, al día siguiente el pedido de auxilio desde el sótano, al día siguiente aparece en el río y después nos traen un obsequio para que digamos que estuvo con nosotros en el penal”, pero la línea de tiempo no se condice con la realidad de los hechos, ya que Franco Casco estuvo detenido desde aproximadamente las 13 del 7 de octubre hasta las 22 cuando se le otorgó la libertad, y su cuerpo apareció en el río 22 días después.

Finalmente fue el turno de Jonatan Z., quien recordó que estuvo detenido en la comisaría séptima “en el 2014, unos meses nomás, no recuerdo bien”, pero aseguró que “no recuerdo” el paso de Franco Casco por la dependencia.

Sobre los gritos que describieron los otros detenidos, dijo “no sabría decirte con exactitud, es algo normal en una comisaría”, y sobre el momento del día en el que se producían tampoco pudo dar precisiones, ya que “fue hace mucho tiempo, en ese momento tenía problemas con la droga, no me acuerdo”. Pero detalló que “los gritos eran de los borrachos, no los veíamos pero escuchábamos, mayormente salían de las discotecas”.

Respecto del trato del personal policial hacia los internos mencionó que “hay policías y policías, no es el mejor trato, en esa comisaria nunca tuve un problema, estuve poquito, estaba evadido, había salido a transitoria y no había regresado, yo pertenecía al Servicio Penitenciario”.

A Jonatan también le ofrecieron ingresar al programa de protección de testigos, pero no lo aceptó “porque nunca tuve amenazas de nada, no sé por qué me lo ofrecieron”.

El caso

Franco Casco llegó el 29 de septiembre de 2014 a visitar a familiares en Empalme Graneros, el 6 de octubre del mismo año, y a pocos días de haber llegado de Florencio Varela, su ciudad natal, abandonó la vivienda y su familia no tuvo novedades sobre su paradero hasta que el 30 de octubre, 22 días después, su cuerpo fue hallado en las aguas del río Paraná.

Un total de 19 policías, que desde un principio sostienen su inocencia, están siendo juzgado por los delitos de desaparición forzada seguida de muerte y torturas, por lo que enfrentan una posible pena de prisión perpetua. Cinco de ellos están detenidos desde hace más de cuatro años en prisión preventiva efectiva, en penales federales.

Son juzgados por los delitos de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima, imposición de torturas seguida de muerte a personas, legítima o ilegítimamente privadas de su libertad, entre los cuales se encuentran el ex jefe de la seccional 7ª Diego Alvarez, junto a los efectivos Cecilia Ruth Elisabet Contino, Walter Eduardo Benítez y Fernando Sebastián Blanco, en calidad de autores.

César Daniel Acosta, Guillermo Hernán Gysel, Cintia Débora Greiner, Rocío Guadalupe Hernández, Marcelo Alberto Guerrero, Enrique Nicolás Gianola Rocha como coautores del delito de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima.

En el caso de Franco Luciano Zorzoli, Rodolfo Jesús Murúa, Romina Anahí Díaz, Elisabeth González Belkis, Walter Daniel Ortiz y Ramón José Juárez, son acusados como partícipes secundarios.

Fuente:Conclusion