Norita Cortiñas: “Nosotras teníamos que asimilar la lucha de ellos”
Nora Morales de Cortiñas es mamá de Gustavo, desaparecido por la última dictadura militar argentina. A 45 años del inicio de las rondas de Plaza de Mayo, repasamos con ella esta búsqueda y lucha, junto a Madres y Abuelas. “En el 55, durante el bombardeo de Plaza de Mayo, ni nos imaginábamos que eso iba a ser el preludio de lo que sucediera a partir de 1976: un estado de persecución para todos los que luchaban por un país mejor”, comienza diciendo Norita. El 10 de abril de 1977, Norita ve por última vez a su hijo Gustavo. Cinco días después, Gustavo es detenido-desaparecido en su casa de Castelar. “A partir de ese momento, yo salí a la calle y no había nadie que me pare en la búsqueda”, relata.
Su hijo trabajaba en el Ministerio de Economía y fue allí donde encontró una compañera que lo acompañó en sus primeras inquietudes, llevándolo a militar con ella en la Villa 31 (actual Barrio Mugica) “Al principio, me parecía bien. Pero después, cuando vimos que empezaba la persecución y la represión de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, con mi marido empezamos a tener miedo”, revela Norita.
A partir de entonces, se ve envuelta en una lucha inesperada: “Nos salía de las vísceras salir a buscar a nuestros hijos. Nos íbamos enterando de las brutalidades, de las torturas, de que se apropiaban de los bebés de mujeres embarazadas y en cautiverio. Respecto a Gustavo, pensábamos que algún día lo íbamos a encontrar… Y, hasta ahora, nunca supimos lo que pasó con él ni con los treinta mil. Fueron años muy terribles, siguen siendo de angustia. Pero teníamos que volver a la Plaza de Mayo, que era nuestro lugar de lucha”. Y es aquí cuando menciona, orgullosa, lo que se inició hace 45 años: las rondas de las Madres. “La Plaza es como un bastión de lucha, donde tenemos que estar cada jueves. Es el reencuentro con nuestros hijos e hijas. La Plaza nos une. Cuando leemos los nombres de los desaparecidos, ellos están presentes. A una sola madre no la hubiera entendido nadie. Pero miles de madres, de voces y de gritos hicieron que nos escucharan en el confín del mundo”.
Respecto al pañuelo blanco, que tanto las identifica, dice que “representa a los treinta mil detenidos desaparecidos; la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la memoria”. Y explica: “Nosotras teníamos que asimilar la lucha de ellos, fijándonos hacia dónde estaba dirigida esa lucha y continuarla”, explica Norita y lamenta, a la vez, la vigencia de grupos fascistas que, aún, existen en la sociedad.
Asimismo, Norita no olvida todo lo cosechado. “Lo que encuentro, en todo este caminar, es el amor expresado”, dice y nos cuenta que agradece al Gauchito Gil cada noche. “Yo doy amor, porque recibo amor. Y sé que es imprescindible para vivir”.
Antes de despedirnos, Norita nos cuenta como recuerda hoy a su hijo. “Veo a Gustavo en cada marcha, donde miles de jóvenes siguen luchando. Les pido no bajen los brazos, piensen en los treinta mil. Este pueblo necesita tener a los jóvenes con toda la vitalidad y esperanza, para lograr lo que ellos no lograron: la justicia social”.
Fuente:NoticiarioSur
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