21 de octubre de 2022

El juicio por el operativo en «La Pastoril» contó con un testigo involuntario del terrorismo de Estado.

 

 El juicio por el operativo en «La Pastoril» contó con un testigo involuntario del terrorismo de Estado

Gerardo Tomadoni fue detenido y torturado luego de acercarse, impulsado por la curiosidad, a un operativo militar contra el PRT -ERP en el barrio que vivía. 46 años después, su testimonio permitió condenar a represores.S

porAgustin Espínola

20/10/2022

En una quinta de Moreno conocida como “La Pastoril”, el Comité Central del Partido Revolucionario de los Trabajadores realizaba una reunión el 28 de marzo de 1976, a tan solo cuatro días que la Junta Militar haya derrocado a Isabel Perón y asumiera, de facto, el gobierno nacional.

Ese día, a cuatro cuadras de la quinta, Gerardo Tomadoni estaba en su casa junto a su esposa, su suegra y sus dos hijos. Su estadía en Moreno era temporal y por asuntos de trabajo. Cuando escuchó los estruendos que duraron varios minutos no tuvo dudas de que se trataba de disparos y enfiló para el lugar, orientado por el movimiento de patrulleros, uniformados y gente alborotada. Lo guiaba la curiosidad. Tomó la calle que da a los fondos de la quinta y permaneció largo rato tratando de descifrar lo que ocurría hasta que su esposa Mariana le pidió que volviera a la casa. Su hijo mayor había levantado fiebre. De regreso, comenzó una pesadilla que se prolongaría durante varios días y que lo convertiría en testigo del operativo militar que se desplegó en La Pastoril contra los altos mandos del PRT – ERP y otras organizaciones guerrilleras.

El testimonio de Tomadoni, 46 años después, fue clave en la causa conocida como “Operativo La Pastoril” que llevó adelante el Tribunal Oral Federal N° 5 de San Martín y en el que se condenó a prisión perpetua a cuatro ex militares y se impuso penas de 19 y 20 años de prisión para dos ex policías por crímenes de lesa humanidad cometidos contra al menos quince personas.

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“Nos vendaron, nos ataron las manos por atrás de la espalda y nos subieron a un camión militar” cuenta ante el tribunal Gerardo Tomadoni. Junto a su esposa estuvieron detenidos y fueron torturados en la Comisaría de Moreno por 5 días.

– ¿Viste a una nena chiquita?.
– Sí.
– Es mi hija. Si zafás avísale a la Familia Herrera de Tucumán.

La conversación se da arriba del camión entre la militante del PRT, Leonor Inés «La Negra» Herrera y el vecino que se arrimó al lugar. Ambos con los ojos vendados y atados. En el traslado a la Comisaria de Moreno, Tomadoni supo que la niña se llamaba Florencia y que tenía 4 años cuando tuvo lugar el operativo en La Pastoril.

Antes de llegar a la Comisaria, recuerda que hicieron una escala en donde perdió contacto con su esposa. Minutos más tarde ya estaba frente a una pared del patio de la Comisaria de Moreno, a la espera de que los efectivos resolvieran su suerte.

De pronto, alguien les ordena avanzar y comienza una marcha a ciegas. “Yo me daba cuenta de que estaba pisando gente, pero nadie se quejaba».

– Pisá tranquilo que ya están muertos. Le dijeron.

Durante los próximos 5 días permanecería en una celda, con los ojos vendados y las manos atadas. Saldría solo para los interrogatorios que incluían torturas de golpes. Los efectivos querían saber cuál era su nombre de guerra, a qué organización pertenecía, cual era su grado o condición en la organización y que sabía del encuentro del PRT en «La Pastoril».

Por mucho que lo repitiera, los torturadores no creían que se trataba de un vecino del barrio que se arrimó por simple curiosidad y que no pertenecía a ninguna organización política.

Por aquellos días otras 15 personas pasaron por las mismas torturas y según se comprobó años más tarde, dos fueron asesinadas y otras dos continúan desaparecidas. Su esposa Mariana también fue torturada y recibió un culatazo que le produjo la rotura del tabique en un momento en el que se le cayó la venda que cubría sus ojos.

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«Yo seguía quejándome, reclamando». Tomadoni recuerda sus intentos por evidenciar su condición de simple vecino y su pedido para que lo liberen junto a su esposa. Mientras tanto, su familia ya había iniciado el pedido de averiguación en la misma Comisaría de Moreno.

Dos eventos casuales lo pusieron ante la posibilidad de salir vivo de aquel infierno. Por un lado, un vínculo con la Municipalidad de Moreno, ya que su hermana trabajaba para el secretario de gobierno y por el otro, un conocido en la bonaerense: el sargento Cejas con quien Tomadoni había tenido trato tiempo antes en Paso del Rey a partir de la venta de un electrodoméstico y por organizar un evento en beneficio de la cooperadora policial.

– Yo conozco al Sargento Cejas, díganle que estoy acá. Pidió desde su celda.

Le respondieron con otra paliza y con una luz incandescente que le impedía mirar al frente. Detrás del reflector una voz conocida le preguntó:

– ¿A quien conocés vos?.
– Al sargento Cejas.

Tomadoni reconoció la voz de Cejas en aquel breve intercambio. Los interrogatorios y las torturas continuaron hasta que al cuarto día de encierro cambió el trato. «De pronto me ofrecieron agua, comida y un cigarrillo de la marca que yo fumaba» recuerda. Los efectivos lo reunieron junto con su esposa en una oficina y le informaron que quedarían en libertad bajo vigilancia, ya que no había certezas de la participación de ambos en organizaciones políticas.

Minutos más tarde estaba en la calle, dio con una guía telefónica y enfiló para un locutorio para hacer, según recuerda, unos 14 o 15 llamados a Tucumán. Las conversaciones a cada número que se correspondieran con el apellido «Herrera» fueron breves.

– La Negra Herrera está en la Comisaría de Moreno en Bs As. Y cortaba inmediatamente.

Bajo el terror que lo acompañaría una larga temporada siguió un procedimiento que imaginó para reducir el riesgo. Para hacer los llamados se trasladó a Capital Federal y no hizo más de uno por teléfono público. «Un inconsciente» se describe así mismo. No sabría nada de Leonor ni de la pequeña Florencia hasta muchos años más tarde. Su vida seguiría junto a su familia intentando superar aquella semana en el infierno.

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El cuerpo de Leonor Inés Herrera fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el año 2004. Sus restos fueron exhumados en el Cementerio de Avellaneda, Bs. As. Al momento de su secuestro tenía 27 años y estaba casada con Juan Santiago Mangini, también militante del PRT -ERP.

Mangini había alcanzado el grado de jefe de inteligencia en la organización y Leonor tenía a su cargo tareas de seguridad. El protocolo de la organización indicaba que serían los últimos en darse a la fuga sí algo salía mal aquella tarde en La Pastoril.

Ese 28 de marzo cayeron 12 integrantes del ERP – PRT mientras otros 37 lograron darse a la fuga. Entre ellos, Mario Roberto Santucho y los principales mandos de la organización. También pudieron zafar miembros de organizaciones invitadas al cónclave como Montoneros, Tupamaros de Uruguay, el MIR chileno y el ELN boliviano.

Leonor y Juan Santiago tuvieron una hija a la que criaron hasta sus 4 años: Florencia. Tras separarla de su familia, aquella tarde de marzo de 1976 en «La Pastoril», los militares la llevaron al Instituto de Menores Riglos, donde compartiría crianza junto a otros hijos e hijas de detenidos desaparecidos. Sus abuelos consiguieron la tenencia algún tiempo después y le contaron su verdadera historia e identidad.

Los hermanos de Leonor, Abel y Claudio también fueron desaparecidos por la dictadura militar. La esposa de Abel fue alcanzada por los militares en Cortínez, localidad de Luján en donde se ensayó una imprenta para propaganda del Partido. Se trata de Georgina Simerman y para entonces había pasado por varias locaciones evitando ser rastreada por la dictadura. Tenía 27 años, dos hijos con Abel Herrera y estaba embarazada de 3 meses cuando fue secuestrada. Aún continúa desaparecida y su hijo que podría haber nacido en cautiverio durante el año 77 es buscado por Abuelas de Plaza de Mayo.

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Mientras la democracia florecía y parecía dejar atrás el largo invierno que inauguraron las fuerzas armadas, Gerardo Tomadoni vuelve a la ciudad en la que se crió, Luján, provincia de Buenos Aires. Según comenta, aquellos episodios lo inclinaron a la tarea periodística. Hizo de su curiosidad una profesión. El destino caprichoso lo uniría, nuevamente, con quien estuviera a cargo de la dependencia de Moreno en la que fue detenido y torturado, el comisario Omar Hernández.

«Hernández me veía en la confitería Briking. Mi torturador me veía y me saluda» recuerda Tomadoni durante su testimonio ante el Tribunal Oral Federal N° 5 de San Martín.

Hoy, sentado en el mismo bar de la Calle San Martín y Colón describe donde se sentaba él y donde lo hacía Hernández. «Se levantaba y venía desde allá y me saludaba: – ¿Cómo le va Tomadoni?» recuerda. La interpretación que hace no es otra que una amenaza que se prolongó por años.

Para entonces ya sabía que el comisario Hernández había sugerido al Sargento Cejas «limpiarlo» durante su estadía obligada en la Comisaría de Moreno. Según le confesó Cejas, el Comisario Hernández le había dicho:

– Este tipo te compromete a vos, y me compromete a mi. Hay que limpiarlo.

Por Cejas, también supo que la influencia desde el Municipio de Moreno donde trabajada la hermana de Gerardo había sido decisiva para la liberación, dando cuenta de que ni él ni su esposa «andaban en nada raro».

El juicio que finalizó el pasado jueves 13 de octubre tuvo una instrucción a cargo del Juez Daniel Rafecas y contó con el testimonio de Tomadoni en el año 2007. Con Hernández cerca, el riesgo era alto pero junto con su esposa Mariana decidieron testificar. Fue entonces cuando por primera vez ingresó al interior de la quinta La Pastoril y escuchó en la voz de sobrevivientes del ERP – PRT los detalles que tuvieron lugar el 28 de marzo de 1976.

Las demoras en el juicio impidieron que Hernández fuera juzgado por su rol al frente de la Comisaría de Moreno durante el operativo en La Pastoril. Falleció en enero de 2020. De todas maneras, ya cargaba con una condena en el marco de la Megacausa del Primer Cuerpo del Ejército en donde se comprobó su participación en la detención ilegal, interrogatorios y torturas contra al menos 22 víctimas. Sus tareas se extendían a la «Mansión Seré» o «Atila» en Castelar, las Brigadas Aéreas Primera de Palomar, Séptima de Morón y Octava de Moreno, y las comisarías primeras de Morón y Moreno.

El mayor Miguel Ángel Armúa, jefe de la Compañía de Ingenieros 10 de Pablo Podestá y el expolicía Julio Salvetti también fallecieron en diferentes etapas del proceso sin que los alcance una condena por su participación en el operativo.

En cambio, fueron condenados a prisión perpetua Eduardo Sakamoto y Héctor Alberto Raffo, oficiales de la Compañía de Ingenieros de Agua 601 con asiento en Campo de Mayo, y Juan Carlos Jöcker y Juan Manuel Giraud, oficial y suboficial de la Compañía de Ingenieros 10 de Pablo Podestá. Los jueces Matías Mancini y Esteban Rodríguez Eggers y la jueza María Morgese Martín los consideraron coautores de los delitos de homicidios y privación ilegal de la libertad, de los que fueron víctimas 15 personas.

Los expolicías bonaerenses Juan José Ruiz y Julio Alejandro Pérez, quienes eran suboficiales en la Comisaría 1° de Moreno, recibieron penas de 20 y 19 años de prisión como partícipes secundarios de homicidios y secuestros. Carlos Alberto Guardiola, quien fue suboficial de la Compañía de Ingenieros de Pablo Podestá, resultó absuelto.

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Una vuelta más admiten las casualidades que van cruzando una historia de más de 4 décadas. Los caminos de Pérez y Tomadoni, volvieron a cruzarse tiempo antes de este juicio, ya que el ex agente de la bonaerense también se radicó en Luján. Tomadoni supo al leer el veredicto del tribunal el jueves pasado que el torturador es vecino de la misma ciudad.

La querella planteó y a lo largo del juicio demostró que Pérez es coautor en los homicidios agravados y detenciones ilegales. El libro de guardia, las actas firmadas y testimonios le dieron las evidencias al Tribunal para condenarlo. Cumplirá su condena de forma domiciliaria en el barrio La Loma.

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Mientras tanto, Gerardo espera a Florencia. Aún no conoce a aquella nenita que recuerda con rulos rubios y que hoy está cerca de sus 50 años. Por su participación en el juicio que derivó en condenas a los homicidas de su madre y su padre se escriben por WhatsApp planenando un encuentro que tendrá lugar pronto.

Fuente:LadranSancho


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